Epílogo: Principio

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In these coming years
Many things will change
But the way I feel
Will remain the same
Lay us down
We're in love.

The end of all things. Panic at the disco.


Shion 

Perder mis alas no fue tan malo. En su lugar me salieron dos cicatrices. Después de despertar y pasar unos días recuperándome, los dos decidimos que necesitamos un cambio de aires. La idea de ir a dar la vuelta al mundo surgió de nuevo y nos lanzamos a la piscina durante seis meses hasta que él recibió una llamada que lo cambiaría todo. Sin desearlo, nos vimos envueltos en una guerra. Ángel había conquistado el Infierno y encarcelado a su hermano. Mi prometido tuvo que ir a salvarle después de haberle prometido que no me involucraría. Lamentablemente, no pude cumplir esa promesa.

Todo fue culpa de una albina deslenguada. Sin quererlo, acabamos cayendo en mitad de un combate entre los dos grandes generales de los ejércitos, que estaba a punto de decidir el destino de todos. Para nuestra suerte, Gaia metió baza y le dio a mi padre aquello que más necesitaba y quería en el mundo: a Lia, mi madre. Gracias a ello, pudimos recuperar la relación y no se enfadaron cuando les dije que me había enamorado de un demonio y que teníamos planes de boda.

Días de fiesta siguieron a la paz, hasta que a Sikamaru se le ocurrió mirar el calendario y se dio cuenta de que era el día de la boda de nuestra hija. Rápidamente, robamos un portal y, cuando estábamos a punto de desaparecer, aparecieron nuestros padres, Rukia, Laura con su hija y la novia. Se unieron a nosotros.

Alex nos esperaba en las escaleras del ayuntamiento, rodeada de la familia de Carlos, Vivian y los niños del orfanato. Mi prometido la saludó y ella bajó corriendo las escaleras para abrazarle y mirar a las demás personas. La dijimos que era su familia. Sonrió y conoció a sus abuelos. Vivian nos echó la bronca por llegar tarde, pero nada más.

Tras la boda, nos compramos una casa con jardín cerca del mar y adoptamos a Sam y Oliver. Los vimos crecer y disfrutamos de ellos, aunque nos sorprendió que los dos eligieran servir a la justicia; ella como inspectora de homicidios y él como fiscal. Nos sentimos muy orgullosos de sus respectivas graduaciones. Uno de los detalles a remarcar fue la insistencia de Sam por saber por qué yo envejecía y su padre no; así que, dados sus orígenes, nos vimos en la obligación de contarle la historia. Se lo tomó con filosofía y le pidió a Ángel que la dejase volar al menos una vez por el cielo. Él no se lo negó.

Los dos son ya mayores y han tenido sus propios hijos. Oliver vive en la otra punta del país con su marido y su mujer, que les dio trillizos. Sam, en cambio, no se ha casado y es madre soltera de dos pequeñas gemelas que encontró abandonadas en una casa. Esos niños corretean por el jardín, mojándose con el agua de sus pistolas.

En cuanto al resto de nuestros amigos, no hay mucho que decir, Laura, tras unos años de relación con el padre de Sikamaru, se casó con él y ahora viven juntos en el Infierno. Rukia sigue como siempre. Ari y Bianca son ahora los vigilantes de que ángeles y demonios vivan en paz, e intentan que todo mejore para bien. Ninguno de los dos tiene pareja estable, pero no les importa.

En lo referente a nosotros, hemos vivido una larga y plena vida. Nos casamos el mismo día que nos conocimos, solo que tres años más tarde. Fue una boda en la playa, nadie iba engalanado salvo nosotros. No compramos anillos nuevos porque nos negamos a cambiarlos. Obviamente, nos casamos con los famosos trajes que la abuela de Carlos nos compró, la cual falleció dos años después. El padre comenzó con la criada y parece que les va bien en las Bahamas, pues se ha retirado, dejando el peso de la empresa en Carlos, que vive junto a Alex en la mansión que han convertido en un orfanato y hogar para aquellos jóvenes que no tienen dónde vivir. Los dos intentaron tener hijos propios, mas el ginecólogo les dijo que los dos eran estériles, por lo que se conformaron cuidando a otros.

Nunca supimos cómo, pero conseguimos trabajo en la universidad. Sikamaru impartía historia de Mesopotamia y Egipto, y yo daba clase en el máster de literatura. Algunos veranos conocidos arqueólogos nos pedían que les echásemos una mano y nosotros lo hacíamos, llevándonos a nuestros hijos con nosotros. Cuando eran pequeños, se ponían a jugar con la tierra que sacábamos de la excavación y, al crecer, se ofrecían a ayudar para terminar antes.

Algunos años después, conseguí que Sikamaru expusiera su obra en una galería. La primera vez que lo hizo, nos eligió a Rukia y a mí como modelos. Gustó tanto a la crítica que pidió que crease más obras. Él lo hizo, aprovechando para protestar contra los gobiernos que aún mataban a la gente del colectivo LGBT+, convirtiéndose en un referente para ellos. Con el paso del tiempo, llegó a exponer en las grandes galerías de arte y sus cuadros se vendieron por millones. Aún hoy le recuerdo recubierto de pintura y dejando el garaje echo un mural, pero ha pasado mucho tiempo de aquello.

El viento golpea contra mi arrugada cara y recuerdo el día que me deprimí porque me salió una arruga. La primera arruga siempre es la peor. En aquel momento, tuve miedo de que Sikamaru me dejase por alguien más joven, pero nunca lo hizo, me advirtió que yo era el único con el que quería pasar la eternidad y me abrazó por detrás para recordarme lo hermoso que era. Para pasar desapercibido a ojos humanos, mi marido tuvo que pedirle ayuda a Satanás, para que este le concediera un hechizo que le hiciera parecer mayor.

Mi móvil vibra; es un mensaje de Sikamaru diciéndome que ya viene. Ha ido con Alex a una revisión médica que no necesita, pero no le apetece preocupar a su hija. Sonrío y le contesto que le espero sentado en el columpio del porche, ese en el que tantos buenos recuerdos hemos compartido.

La puerta trasera se abre y aparece uno de mis nietos con un cubo gigante lleno de agua. Me encojo de hombros y le invito a que continúe su camino; total, hace un día de julio maravilloso. Oigo el motor de un coche y, poco después, siento un peso a mi lado y un brazo que rodea mi cintura.

—Seguís siendo igual de adorables que la primera vez que os vi haceros un mimo.

Alex nos sonríe desde las escaleras y corre a mojarse con los demás. Me alegro de que no haya perdido ese toque infantil. Apoyo la cabeza en el hombro de Sikamaru y sonrío.

—Te quiero—le digo antes de cerrar los ojos.

—Y yo a ti—contesta, apoyando su cabeza en la mía.

Y siento que es nuestro último aliento en este mundo.

***

Alex no supo explicar el dolor que sintió al ver a los dos muertos en el porche con las manos entrelazadas y las cabezas juntas. Ni Oliver, ni Sam. Les enterraron en la misma tumba, tal y como habían pedido en el testamento. No dejaron que su pérdida les afectase mucho y siguieron con sus vidas hasta el día en el que la naturaleza decidió que ya era hora que los hijos encontraran a sus padres.

***

Sikamaru 

Abro los ojos encontrando una habitación que reconozco como mía. A mi lado hay un cuerpo que distingo enseguida. Llevo tantos años con él que ya no me asusta girarme y encontrarme una mata de pelo rubio desperdigado por su lado de la cama. Hace pocos días que fingí mi muerte y volví al Infierno, esperando que Shion viniera. Llegó anoche y, como pedí, los obreros lo dejaron en mi cama. Satanás apareció poco después y le hizo una marca en la muñeca que se volvió invisible al poco. Me sonrió y luego se marchó. Sé lo que significa y ardo en deseos de decírselo, pero no voy a despertarle.

Juego con su pelo y espero a que sus orbes de distinto color decidan volver a la vida, y eso hacen cuando toco sin querer su brazo.

—Buenos días—me dice con una sonrisa.

—Bienvenido al Infierno, demonio—alza una ceja.

—¿Demonio?—asiento, consiguiendo que esconda la cara en la almohada—¿Y ahora qué?—me encojo de hombros—Da igual, tenemos todo el tiempo del mundo para averiguarlo.

—Solo si es contigo.

Sonríe y decido que, definitivamente, no puedo pasar la eternidad sin él. 

Fin 

Sin saber lo que somos (Homoerótica)Onde histórias criam vida. Descubra agora