Pablo y Adela [EN EDICIÓN]

By elvientoadentro

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La primera vez que la vi, pensé que el diablo me perseguía para llevarme al infierno. Literalmente. Adela es... More

Sinopsis
Prólogo
1. De cuando el diablo y yo nos volvimos a encontrar
2. Las rubias siempre vienen bien
3. El diablo no deja de perseguirme
4. De indecisiones y advertencias
5. Definitivamente Adela está loca
7. Prometo que le ayudaré
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Entrevista a Adela por @UnDemonioRadioactivo
Capítulo 18
Entrevista a Pablo por @Andsig4
Capítulo 19
Entrevista a Lucía por @Romi_Arias
Entrevista a Adela por @Andsig4
Capítulo 20
Entrevista a Pablo por @Undemonioradioactivo
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
ESTO NO ES UNA ACTUALIZACIÓN
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
IMPORTANTE
Capítulo 46 (penúltimo)
Capítulo 47 (y final)
AVISOS IMPORTANTES

Capítulo 31

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By elvientoadentro

31

El día sábado me despierto temprano y siento que el nerviosismo me carcome. Me doy vueltas toda la mañana por el departamento, ordenando cosas de aquí a allá, volviendo a ordenar las mismas cosas, encendiendo y apagando el televisor casi obsesivamente.

Realmente tenía la impresión de que nunca me sentiría tan nervioso como me siento ahora. Voy caminando hasta la habitación, consciente de que no he conseguido estarme quieto en toda la mañana, y me lanzo sobre la cama con la cara contra la colcha.

Odio mi vida.

He aceptado que me gusta Adela y cada vez que lo pienso el estómago se me revuelve incansablemente y se me retuerce. He estado incluso debatiendo la posibilidad de quitarlo de mi cuerpo para que no moleste más. Así mato dos pájaros de un tiro: el estúpido revoloteo se pasa y, aparte, no gasto más en comida. Lo cual me vendría bastante bien teniendo en cuenta lo cara que está.

Suspiro.

Adela.

Tan pequeña, tan graciosa, tan risueña. ¿Cómo he conseguido que me terminara gustando? Luego está Lucía, la mujer despampanante que puede conquistar a cualquiera. No, lo que yo tengo es mala suerte. Logro gustarle, salir con ella, hacerla prácticamente mi novia y, ¿luego qué?

Me tiene que empezar a gustar otra persona.

Lo peor de todo es saber que Adela es de aquellas chicas que siempre estará fuera de mi alcance. Aun cuando al principio ni siquiera pretendía alcanzarla. Me doy vuelta en la cama, y sonrío mirando al techo. ¿Cómo es que la vida puede dar tantas vueltas? ¿Y cómo es posible que un ser humano comience a ver otras cosas en las personas que antes no veía? ¿Es una especie de ceguera que se resuelve a medida que conoces a las personas?

Adela, de alguna forma, me curó de aquella ceguera y creo que hasta podría utilizar aquella frase para una canción pop mala. Me echo a reír como idiota, pero me detengo en cuanto siento la puerta.

Frunzo el ceño, puesto que no estaba esperando a nadie. Me levanto y cruzo el pasillo en apenas dos zancadas. El golpeteo se vuelve a repetir y apoyo mi oreja en la puerta en cuanto termina:

—¿Quién es?—pregunto en una voz lo suficientemente alta para que se pueda oír tras la madera.

—¡Soy Inter!—responde la voz del chico desde afuera.

Frunzo el ceño otra vez. ¿Inter? Abro la puerta y me encuentro con el chico de cabello negro y gafas enormes. Me mira con rostro de aburrido.

—¿Hola?

—Eh, amigo, ¿puedo pasar?

Lo miro de hito en hito. ¿Cómo es que zafó la portería?

—Claro.

El muchacho entra a mi departamento, recorre el lugar con la mirada a sus anchas y se va directo a la cocina.  Lleva una mochila en su espalda, la misma que llevaba el día de la primera reunión donde seguramente llevaba el laptop del otro día.

—Eh... —murmuro mientras me apoyo en el umbral de la cocina— ¿Quieres beber algo?

Me echa una mirada y niega con la cabeza. En cambio, alcanza algo de la encimera, lo lanza al aire y lo toma al vuelo.

—Vine a buscar esto—me dice, mostrándome un pequeño artefacto rectangular entre los dedos índice y pulgar. Luego lo esconde y agrega:— Se me quedó el otro día. Ahm... Y por cierto, eso que está ahí —dice apuntando sobre la nevera—, es una cámara. Mira, Lucía es mi amiga y te aseguro que le tengo mucho cariño, pero déjame decirte que es una perra inteligente.

—¿Pe... Perra inteligente?

Inter se encoge de hombros y hace un gesto, restándole importancia.

—No te alarmes. Ella sabe que la llamo así. De hecho, diría que hasta le gusta. Va mucho con ella, ¿no crees, amigo?

Echo la cabeza hacia atrás con confusión.

—La verdad, no podría responderte eso...

—No sería raro que trate de controlarte, buddy—comenta encogiéndose de hombros—. Mira, eres un buen tipo, y en honor a los buenos tipos, mi deber es advertirte sobre ella. No es que sea una mala chica, pero, ya sabes, las más lindas son las más locas. La cosa es que, además de loca, Lucía es inteligente.   Una excelente persona con sus amigos y queridos, una bomba atómica con sus enemigos.

—Entendido—respondo sin haber entendido del todo bien.

Camina con ese paso juvenil que tiene hasta la sala y me hace un gesto, levantando la cabeza:

—Ya me voy, amigo. Hazme caso, ten cuidado. Samuel y yo decidimos que lo mejor era advertirte.

—¿E-ella habrá escuchado nuestra conversación?—pregunto, repentinamente nervioso.

—Nah, la cámara no estaba encendida.

—¿Cómo lo sabes?—tengo que preguntar.

Él me guiña el ojo y se va hasta la puerta, abriéndola. Antes de irse, se para y me dice:

—Me caes bien, fella. Ya te dije: Watch out!—murmura y hace un gesto extraño con la mano antes de cerrar para irse.

Me quedo mirando la puerta con nerviosismo. ¿Lucía realmente pudo haber puesto la cámara ahí?

De pronto, me doy con la palma de la mano en la cara. Si seré estúpido: por supuesto no, si fue Adela quien lo hizo.

Me estoy dando vuelta para entrar a la cocina a hacerme un sandwich, cuando me doy cuenta de una segunda cosa: he ordenado y reordenado la cocina esta mañana,  y ese artefacto por el cual Inter ha venido, nunca estuvo ahí.

***

Me voy prácticamente corriendo al trabajo, pero diría que más bien es rodando. He ido en bicicleta, porque por alguna razón he pensado que llegaré antes, y de hecho, lo hago. Lucía, apenas me ve entrar a la tienda, parte corriendo a mi lado, y aunque tengo ganas de alejarme, pienso en las palabras de Inter y me detengo.

—¡Amor! Te estaba esperando. ¿Crees que podamos reunirnos hoy?—apremia Lucía, mientras caminamos hasta Informaciones.

Me demoro medio segundo en pensar una respuesta.

—He quedado en la casa de mi hermana hoy—le miento, rascándome la nuca—. Estarán algunos familiares y, aparte, todos mis primos y te lo prometo, no quiero que conozcas a mis primos.

Ella se queda mirándome y tuerce el gesto.

—¿Estás seguro de que prefieres que no te acompañe?

Yo la miro a los ojos y niego sintiéndome culpable esta vez.

—Sí, Lu—le digo en una voz que debería resultarle tranquilizadora—. Mis primos son unas bestias. Van a tratar de robarte en dos segundos.

Ella me lanza una media sonrisa y me guiña un ojo.

—Pues puede que yo sea mejor que ellos en eso.

Boqueo sin saber qué decir durante un segundo, pero cuando retomo el control de mi cara sonrío también, con una risa demasiado fingida para resultar real. Ella lo toma como un buen signo cuando agrego:

—Oh, o sea que piensas robarte a mis primos.

Ella niega lentamente con la cabeza, con esos malditos gestos sensuales que tiene.

—No, yo pienso robarte para mí—dice y se acerca, dándome un beso en los labios.

Lo que siento es horrible. Siento que está mal, besar a Lucía está mal. ¿Qué mierda estoy haciendo ahora con una chica hermosa, pero la cual me hace sentir ganas de alejarme? Es aquella extraña sensación de sentir que estoy engañando a Adela. En realidad, engañando a Adela y a Lucía, porque ambas creen algo que no estoy sintiendo; y aparte, engañándome a mí mismo porque no puedo negar lo que ya he admitido.

Besar a Lucía no se siente bien porque... porque es Adela quien me gusta.

La puta madre, Fernanda está equivocada. No me he convertido en gay. Me he convertido en una maldita teleserie donde lo siguiente que me espera es salir del supermercado, que me atropelle un camión y se me borre la memoria. Aunque quizá estaría bien que me pasara lo último.

Ya estoy sintiendo que las manos de Lucía van por mi pantalón, cuando tengo que quitarlas de ahí y decirle con una sonrisa tan felina como la suya:

—Aquí no, guapa, que si el jefe nos ve nos despide a los dos.

—Tiene razón—susurra y para mi tranquilidad, se aleja al fin—. Bien, entonces, mañana por la noche tenemos que vernos si hoy no podemos, ¿correcto?

Mierda. Me atrapó igual.

—Claro, Lu.

Ella se va y antes de llegar a su puesto en Informaciones, me guiña un ojo. Le sonrío y a paso veloz me voy a buscar a Adela otra vez, con la cabeza gacha para que no me vea otra vez. Sin embargo, en mi camino me topo con Johnny.

—Genial. Mi día de suerte—murmuro.

Él me ve y se me acerca a ese paso saltarín de conejo que tiene y se me planta al frente con una sonrisa de oreja a oreja. Pero ahora hay algo más, no solo la sonrisa servicial de siempre. No, lo que está haciendo el minion es batirme con la mirada.

—¿Qué has dicho?—me pregunta casi alzándose de puntillas para alcanzarme con la nariz.

—Que te odio hasta la muerte—le respondo en un tono irónico y con los ojos entrecerrados, pero luego sacudo la cabeza y agrego:— Quiero decir, qué bueno verte.

Johnny suelta una risa odiosa, y al volver a mirarme, alza las cejas.

—¿Te puedo decir algo, Pablo?

—No—digo y camino en la dirección contraria, pero el bastardito me persigue.

—Te lo diré igual—dice, mientras sigue mi paso—. No te ves como un mal tipo...

—Segunda vez en el día que me dice algo así—me sorprendo con sarcasmo.

—... pero quiero que te alejes de Adelita.

Me paro en seco y me vuelvo hacia él, quien en su carrera hasta mí choca con mi pecho.

—¿Y a ti quién te dio derecho a decidir quién debe estar o no cerca de ella?

Johnny parece encogerse un momento, pero luego se le ilumina el rostro y levanta el dedo índice.

—Yo conozco a los tipos como tú, Pablo. Haces que las mujeres se ilusionen y luego las dejas por ahí. No pienso dejar que Adelita tenga que vivir algo así, porque ella no es un juguete más de los tuyos. Ella es mejor de lo que crees.

—Sé que es mejor—le digo, con el enfado subiendo desde la punta de los dedos de mis pies extendiéndose a lo largo de todo mi cuerpo—. Es mi amiga desde antes que la conocieras.

Johnny resopla, mira hacia todas partes y luego me mira a mí:

—Adelita no necesita que un hombre como tú le baje el autoestima—me dice y arruga el entrecejo—. Solo aléjate, ¿sí?

—¿Y por qué debería hacerlo?—pregunto empuñando mis manos a los lados.

—He visto como te mira, Pablo. Hay que ser un imbécil para no notarlo—asegura, mirándome con urgencia, como si yo fuera un verdadero demonio—. Pero tú jamás te vas a fijar en ella y si te alejas, yo puedo hacerla feliz.

Echo la cabeza hacia atrás con sorpresa. Eso definitivamente no lo esperaba. ¿Adela fijándose en mí? Me quedo mirando un par de segundos a Johnny, hasta que comprendo enteramente lo que está diciendo y mis hombros caen sin fuerza a mis lados.

Auch.

—Lo pensaré—le digo a Johnny en un murmullo sin vida y él se me queda mirando sorprendido, porque claramente no pensó que sería tan fácil.

Lo que él no sabe es que probablemente razón. Probablemente, yo no podría hacer a Adela feliz. Después de todo, soy Pablo Castañeda. El prodigio en...

Me voy con el ánimo por el suelo caminando hasta la caja (hoy me toca caja registradora) y en el camino diviso a Adela. El estómago se me contrae y un extraño impulso infantil hace que me esconda tras una góndola. No quiero que me vea o tal vez sí. No, no es eso. Siento nervios de verla, porque no sé qué decirle. "¿Hola?", "¿Qué tal, preciosa, en qué andabas ayer?" No, no. Jamás le he hablado así. "Ey, amiga, ¿cómo va la vida?".

Bufo y decido que lo mejor es no hablarle. Así que me deslizo suavemente por la góndola y al mirar a mi izquierda, para comprobar que no haya nadie, me topo con Adela haciendo exactamente lo mismo que yo. Ambos pegamos un grito del susto y, finalmente, nos echamos a reír.

—Me asustó, Pablo—me dice y siento que me encojo de los nervios.

Le he dicho que la quiero. No puedo entender por qué las noches tienen ese efecto en las personas, en el cual nos volvemos más sinceros y de alguna forma, perdemos el miedo a decir algunas cosas. Sin embargo, durante el día viene el nerviosismo de lo que se ha dicho. La necesidad de salir corriendo de todas aquellas cosas que parecían sensatas por la noche.

—No podrías asustarme—le respondo.

Me dedica una mirada extraña y luego se pone roja como un tomate. Me pregunto si me veré igual que ella.

—¿Qué tal ha estado, Pablo?

—¡Bien!—comento con nerviosismo y más ánimo del que pretendía, así que trato de relajarme, pero fallo estrepitosamente en el intento al apoyarme sobre la góndola y dejar media estantería sin jabones—. Mierda—murmuro y me agacho para recogerlos.

—No se preocupe, yo le ayudo—murmura ella y se inclina a mi lado.

Comienza a poner varios jabones en su brazo, y sin darme cuenta, me quedo mirándola. El cabello desordenado y enmarañado que la hace lucir como ella es, las gafas enormes, los ojos castaños escondidos detrás de ellas. Miro las pecas que no había visto antes sobre su nariz. Su cuerpo menudo y su ropa anticuada. Sonrío. Creo que nunca nadie podrá ser como ella.

Miro sus labios, además, recordando el día en que casi nos besamos. De alguna forma, me arrepiento porque sé que debí haberla besado ese día.

—¿Pablo?—me llama ella, irrumpiendo el hilo de mis pensamientos.

—¿Ah?

—¿Le pasa algo?

Niego con la cabeza y me echo a reír.

—Nada, no te preocupes.

Terminamos de recoger los jabones en silencio, porque ambos parecemos dos críos demasiado nerviosos como para hablar. Nos quedamos de pie el uno junto al otro y de pronto, ambos nos hablamos al mismo tiempo. Pero termino por darle la palabra a ella.

—¿Cree que podamos juntarnos hoy a revisar los audios y videos que grabamos?—me pregunta ella, mirándome de a ratos, mientras se arregla el cabello con timidez.

Asiento y, sin notar qué es lo que estoy haciendo de buenas a primeras, le acomodo el pelo tras la oreja.

—Así está mejor.

—Gracias—dice ella, escondiendo la mirada.

—¿Nos vemos en tu casa, entonces?

Ella me mira otra vez y asiente. Finalmente, decido que lo mejor es decirlo todo el rollo de Inter cuando vaya a su casa. En cuanto nos separamos, siento un par de ojos tras la espalda. Me giro temeroso, con el miedo de que sea Lucía, pero no.

Es Johnny.

Le dedico un mirada de pocos amigos y él me mira con aprensión, como diciendo:

"Por favor, aléjate de ella".

____

¡Hola!

Tengo un sueño que no se lo imaginan, pero aquí vamos con un nuevo capítulo.

Preguntas:

1) ¿Qué pasará con Inter? ¿Por qué ayuda a Pablo? ¿Qué será todo el rollo del artefacto?
2) ¿Creen que Lucía es sincera?
3) ¿Qué les parece la actitud de Johnny?

Saludos especiales a Sunflowers 🌻 y Moonflowers 🌙.  ❤️

Besitos y abrazos.
-Youngbird93

PD: A quienes me han pedido agregarlas a WhatsApp recientemente, apenas tenga un tiempecito lo haré.

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