Capítulo 18

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18

Lucía viene a visitarme en mi convalecencia, en la desastrosa morada que tengo por hogar.

Es literalmente un desastre. Se trata de un piso que antes le pertenecía a una pareja de ancianos que no tenían demasiado dinero para hacer las reparaciones, así que, a fuerza de la necesidad (tampoco tengo dinero para un técnico) he tenido que arreglar las cosas al más puro estilo Pablo Castañeda. Es decir, con cinta adhesiva y montones de creatividad.

La verdad, me sienta mal que sea Lucía quien me visite y no Adela. No estoy muy seguro del porqué. Pero, para ser sincero, sé que merezco que decida no hacerlo. Mi trato fue demasiado malo como para que ella quiera acercarse a mi casa y más que nada... a mí. Me siento culpable, porque no merecía el maltrato gratis, mucho menos después de que fui yo quien casi la besa.

Cierro los ojos. Estar solo te obliga a encontrarte contigo mismo y pensar sobre las cosas que no quieres pensar, porque no tienes a nadie que acalle el sonido de tus pensamientos. Así que mientras estoy solo, pienso en el miedo que me da el que me esté empezando a gustar a Adela. No me puede gustar. No es para mi. Soy un imbécil y los imbéciles estamos con chicas tan estúpidas (y hermosas) como nosotros.

—Te he traído una sopa—me dice Lucía, sentándose en la cama.

La acomoda en una bandeja entre mis piernas y le sonrío.

—No tenías que hacerlo, Lu. Me esguincé el pie, no es como que me vaya a morir—le suelto, y como soy yo, lo hago coqueteando.

Ella sonríe sensualmente y me da la cuchara.

—Lo hago porque quiero que comas algo más que pizza y comida china—responde, apuntando algunas cajas repartidas al final de la cama.

Tuerzo el gesto.

—Entonces, debería comer algo mucho mejor—digo y me encojo de hombros, como quien no quiere la cosa.

Ella ladea la mirada, confundida.

—¿Qué cosa mejor?

—A ti.

Lucía se ríe con gestos muy femeninos y sensuales. Es la antítesis perfecta de Adela: hermosa y sin escrúpulos. Pero al momento de pensarlo, me arrepiento. Adela es hermosa, pero de un modo muy diferente.

Lucía no tiene por qué ser mala, pienso. Pero más que nada, es como si tratara de convencerme a mí mismo. Lucía es de esas mujeres que te toma el corazón, lo mastica y luego lo escupe. Pero sé lidiar con eso.

Bebo la sopa y me sorprendo: sabe maravillosa.

—No sabía que tuvieras tantas habilidades con la cocina.

—No sabes muchas cosas de mí—aduce ella.

Luego la idea viene tan maravillosamente a mi cabeza y es tan estúpida que sé que funcionará para no pensar románticamente en Adela y volver a estar con las chicas de mi tipo.

Mi plan da comienzo apenas digo:

—Entonces, déjame conocerte más—pido muy seriamente.

Ella suelta una risita juguetona y comienza a desabrocharse los primeros botones de su blusa.

—¿Conocerme así?

Pestañeo doble y asiento. Luego niego rápidamente.

—Sí. No. Quiero decir, me preguntaba si te gustaría salir conmigo.

Ella frena su cometido y se queda mirándome con los ojos abiertos. Madre mía, creo que he cometido un error. Seguro y se va.

—Ya hemos salido—resuelve.

—Sí, pero me refiero a salir más veces. Es decir, formalmente.

—¿Como novios?

—Sin necesariamente ser novios, pero estando juntos—murmuro, tímido.

Ella lo piensa un momento. Más tarde, sin previo aviso sonríe y continúa desabrochándose los botones de la blusa.

Ah, la puta madre, lo he conseguido.

—Si no te tomas rápido esa sopa, se va a volver a calentar... —me dice con voz felina, terminando de quitar el último botón.

Trago en grueso.

Con solo eso la sopa ya está hirviendo.

***

Apenas Lucía deja mi pocilga, ordeno mis pensamientos yendo a la cocina a hacerme algo de comer.

Ella y yo seremos de ahora en adelante algo así como una pareja, pienso mientras abro la heladera. Veo un trozo de queso y lo saco. Lucía es perfecta para mí, sigo pensando, porque todo eso que dice Adela sobre ella debe ser una mentira. Es decir, todo el tiempo estuvimos siendo paranoicos. Lucía es una buena chica (y está muy buena también). Solo está un pelito tocada. O está bien, digamos que un pelote mega grueso tocada. En otras palabras, está loca, pero debo intentarlo de todas maneras.

No. Después de toda la locura con Lucía en la cama, sé que no me gusta Adela.

No. Me. Gusta. Adela.

Suspiro.

Lucía es todo lo que yo buscaba en una mujer, exceptuando la locura. Si no la quiero ahora, la querré eventualmente. Porque con esas caderas, ella me hará quererla con rapidez.

Corto una lámina de queso para ponerla en un pan que ya tengo abierto, y me fijo en que la bolsa de la basura tiene un único papel arrugado en ella. No lo he puesto yo, estoy seguro, así que lo tomo y lo abro. Solo contiene una palabra: 

"Mejórese".

Frunzo el ceño. Luego, niego con la cabeza, enviando el papel otra vez a la basura.

No, no puede ser.

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Este capítulo se llamará: El Rey de Los Idiotas. Jsjsjsjsjs.

Besos,
Youngbird93.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now