Capítulo 45

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N/A: Le recomiendo poner play desde ahora y repetir hasta que lo considere necesario.

45

A pesar de que queremos dejar el trabajo, no podemos arriesgarnos otra vez a salir. De modo que no hay otro remedio que reunirnos cuando finalice el trabajo. Además, Adela y yo convenimos que es mejor no arriesgarse a que Samuel nos vea juntos, si es que todavía da vueltas por la tienda.

Paso toda la mitad del día, ansioso, tratando de acercarme a ella a cada momento, pero Adela me niega a cada momento. Lo entiendo. Es peligroso. No solo Samuel puede estar vigilándonos, sino también Lucía.

—Tendremos que irnos por caminos separados a mi casa—dice Adela, cuando al fin salimos del trabajo.

Johnny pasa por nuestro lado, casi gruñéndome, pero como un perro que ha perdido la batalla. Casi me dan ganas de sonreír, pero lo evito, puesto que Adela y el mensaje son la parte importante ahora.

—¿Estás segura? —le digo, mientras nos acercamos a la puerta de entrada de la tienda, cuando ya es de noche. Hoy nos ha tocado cerrar.

—Sí. No sabemos si Samuel está con Lucía o no, de modo que prefiero que nos alejemos y nos encontremos en la pequeña placita en que... en que usted me hizo aquellos regalos de cumpleaños—dice un poco incómoda, con una sonrisa afectada. Se sonroja y trata de no mirarme por algunos segundos.

Sonrío abiertamente.

—Está bien. ¿A las diez en punto?

—Me parece bien.

Entonces, se acerca velozmente a mí y me abraza muy fuerte.

—Cuídese, Pablo—me dice, cerca del oído, con preocupación latente en su voz.

Presiono su cuerpo contra el mío, enterrando mi cabeza en su cabello.

—Claro que sí.

***

Me voy a su casa por un camino totalmente distinto al que uso siempre, en la bicicleta. Voy paranoico, pensando en que en cualquier momento puede llegar alguien, tomarme de una pata y lanzarme directamente a la mierda. Gráficamente, eso sería patético. Me río un rato, mientras pedaleo (todavía con cierta paranoia) y rápidamente, el camino se torna en subida hacia la plaza en la cual nos encontraremos con Adela. Por suerte (¿por suerte?) nadie me saca de la bicicleta, así que llego a la placita antes de que Adela esté ahí. Amarro mi vehículo de dos ruedas en un árbol cercano, y me dispongo a caminar como león enjaulado por la placita. ¿Adela ya habrá llegado a su casa?

¿Habrá ido a buscar comida?, pienso con el estómago gruñendo.

Sacudo la cabeza tratando de pensar en cosas más importantes.

¿Por qué Samuel llegó a la tienda justo cuando estamos tratando de descifrar el mensaje? ¿A qué nos llevará el mensaje? ¿Será alguna especie de sentencia de muerte? ¿Y si es toda una especie de gran broma, en la cual saldrán cámaras desde todos lados para decirnos que siempre estuvimos siendo seguidos por un programa de televisión para saber nuestras reacciones?

Tomo un respiro mental, acercándome a la barandilla que separa ese pequeño cerro del parque que está más abajo. Aquél en el cual Adela habló de las hormigas y de lo mucho que se parecían a nosotros.

Hay algo que me asusta en todo. Una especie de mal presentimiento.

¿Qué pasaría si...?

De pronto, siento pisadas constantes tras de mí. Alguien que viene corriendo y jadea. Para mi tranquilidad, es Adela quien se acerca a pequeñas zancadas. Noto que tiene las mejillas arremolinadas por el esfuerzo y sonríe, de oreja a oreja.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora