Capítulo 15

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15

Es lunes por la mañana y estoy ansioso. No he hablado con Adela desde el fin de semana y siento que algo va mal. Por mucho que la he llamado, no contesta.

Siento mucho nerviosismo de verla. Sé que sabe qué decisión tomé en la noche. Lucía me mira guiñándome un ojo detrás de su mostrador, mientras yo estoy de pie en el pasillo que está directamente frente a la puerta de entrada. Todavía no es la hora de entrada de Adela, pero me sorprende que aún no llegue. Ella siempre llega antes que cualquiera de nosotros.

Me escondo un poco más atrás para salir del campo de visión de Lucía, y golpeo instintivamente el suelo con mi pie.

«¿Dónde estás, Adela?»

Estoy a punto de irme enojado hasta el sector de los alimentos congelados, cuando un cabello desordenado entra por la puerta. Es Adela. Luce cansada y corre patosamente hacia el interior de la tienda. Lanza "Buenos días" hacia todas partes y todo el mundo la mira con extrañeza. Todos se han dado cuenta de que ha llegado más tarde de lo usual.

Aunque tengo muchas ganas de preguntarle por qué no ha contestado mis llamadas, dejo que vaya corriendo hasta la oficina del jefe y decido hablarle apenas salga. Emprendo mi tarea de reponedor profesional, reponiendo las latas de atún tal como lo hice tiempo atrás en día en que conocí a Adela. Pasan diez minutos, luego veinte en los que no dejo de mirar una y otra vez a la puerta del jefe y, cuando finalmente pienso que algo malo está pasando, sale Adela con el cabello mejor peinado (dentro de lo posible), pero las ojeras bajo sus ojos delatan que no ha descansado mucho.Dejo las latas donde están y me lanzo hacia ella.

—¡Adela!—la llamo, y luego coloco las manos en sus hombros— ¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado? Ella se gira hacia mi y por un momento le brillan los ojos. Pero luego el brillo se oscurece y me quedo un poco desconcertado.

—Pablo—dice y se acomoda el pelo tras la oreja, sonrojándose—, estoy bien. ¿Qué tal está usted?

—Bien. ¿Por qué no contestaste a mis llamadas?

El brillo en los ojos de nuevo.

—¡Ayer estuve haciendo unas investigaciones, Pablo! Busqué la dirección del Hotel al que... —baja la voz y mira en dirección a Lucía— ... Usted fue con la señorita Lucía y no se va a imaginar lo que descubrí.

Saco las manos de sus hombros y frunzo el ceño, herido.

—¿Por qué no me llamaste para ayudarte? Se supone que estamos juntos en esto. Adela se remueve incómoda.

—Porque luego de su... Bueno, de su noche con la señorita Lucía pensé que necesitaría el tiempo de... no sé. De sobreponerse.

La verdad me llega como una bofetada y bajo la vista, un poco avergonzado.

—Tienes razón. Lo lamento, Adela.

Ella abre los ojos y niega repetidamente con la cabeza.

—No tiene por qué lamentarlo. Yo sé que usted sabe lo que hace y que harás las cosas de la mejor manera posible, Pablo.

Sonríe tiernamente hacia mi y yo le devuelvo una sonrisa triste. Alzo la mano para acariciarle la mejilla, pero termino dejándola caer.

Para ser honesto, yo no haré las cosas de la mejor manera posible. Soy Pablo Castañeda. El niño prodigio en cagarla todas las veces posibles.

—Entonces, ¿qué hay de nuevo, detective?—pregunto.

Ella me responde con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Le parece ir a mi casa luego del trabajo para contarle? Ahí tengo todo lo que reuní el domingo.

—¿No será que quieres meterme a tu casa por algo más?—bromeo con una sonrisa coqueta, alzando ambas cejas dos veces.

Ella se sonroja hasta quedar como un tomate y yo me echo a reír, abrazándola por los hombros.

—Es una broma, Adela—le aseguro, mientras la hago caminar por el pasillo.

Ella ríe avergonzada, diciendo que no tiene nada que ver con lo que estoy pensando; y durante otro segundo, pienso en la posibilidad de realmente ir por "algo más" hasta la casa de Adela.

Arrugo el entrecejo, porque la idea, que en otros tiempos debería haberlo hecho, no me molesta.

Pablo y Adela [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora