Pablo y Adela [EN EDICIÓN]

elvientoadentro tarafından

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La primera vez que la vi, pensé que el diablo me perseguía para llevarme al infierno. Literalmente. Adela es... Daha Fazla

Sinopsis
Prólogo
1. De cuando el diablo y yo nos volvimos a encontrar
2. Las rubias siempre vienen bien
3. El diablo no deja de perseguirme
4. De indecisiones y advertencias
5. Definitivamente Adela está loca
7. Prometo que le ayudaré
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Entrevista a Adela por @UnDemonioRadioactivo
Capítulo 18
Entrevista a Pablo por @Andsig4
Capítulo 19
Entrevista a Lucía por @Romi_Arias
Entrevista a Adela por @Andsig4
Capítulo 20
Entrevista a Pablo por @Undemonioradioactivo
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
ESTO NO ES UNA ACTUALIZACIÓN
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
IMPORTANTE
Capítulo 46 (penúltimo)
Capítulo 47 (y final)
AVISOS IMPORTANTES

Capítulo 28

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elvientoadentro tarafından

28

Entro a la cocina y lo primero que veo es al computín revisando mi alacena.

Lo miro con los ojos desenfocados, pero termino entrecerrándolos. Tal vez así me vea más aterrador. Aterrador. Paf. Me dan ganas de echarme a reír, que de aterrador no tengo nada de nada.

—¿Qué haces aquí, Commmmputín-Rasputínnn?—le pregunto, afirmándome de la mesa de la cocina.

—Estoy buscando algo que me ayude a robar la señal de internet de la vecina.

Me quedo mirándole, sin comprender. En la mesa de la cocina, está un laptop abierto y hay uno de mis pocos tenedores completamente doblado a modo de antena. Supongo.

Dígale que robar está mal—dice Adela.

Al mismo tiempo en que yo digo:

—¿Y no es más fácil usar uno de esos programmmillas que desencriptan claaaves? Seguro tú sabes usarlossss.

—¡Pablo!

Inter encuentra un pequeño alambre en el cajón de los cubiertos, murmura un "¡Genial!" y lo enrolla en el tenedor. Luego pone una especie de cable alrededor y lo conecta a su laptop.

—La señal proviene de la vecina del edificio de en frente. Era prácticamente nula, así que tuve que potenciarla mediante el tenedor que está haciendo de receptor. Ahm... —dice, viendo mi rostro confundido, luego el tenedor y finalmente, tecleando algunas cosas en su laptop—. Disculpa por tu tenedor. Me fije en que no tenías muchos, pero... Ya está. Te estarás preguntando por qué no usé tu señal, ¿no es así?

La verdad es que no. No sé si el vodka me tiene pensando demasiado lento, pero ni siquiera había considerado eso. Me estoy sintiendo un imbécil cuando Inter no espera mi respuesta y continúa hablando:

—Lo lamento, muchacho, pero sin ánimos de ofender, tu internet es una mierda. El de la vecina de al frente es mucho más veloz, y te juro que me gusta mucho la velocidad al trabajar—dice solo mirando la pantalla y tecleando muy rápido—. Cuando ya has encontrado la señal y la has potenciado lo suficiente, entonces es cuando usas el programilla de esos que has dicho tú.

Me acerco a su laptop y veo un programa que va haciendo pasar números y letras a gran velocidad. Son alrededor de veinte casilleros y en cada uno de ellos, los números y letras van pasando. Algunos de ellos frenan en una letra o número determinado.

—La verdad es que esto funciona como la cerradura de una llave—me cuenta y no sé por qué me lo cuenta—. Este programa busca la letra que coincide con la contraseña de la vecina. Hay millones de posibilidades de contraseñas, ¿entiendes? Si yo tratara de hacerlo letra por letra, utilizando los números y además algunos símbolos probables, me tardaría años. Pero esta máquina lo hace en apenas unos minutos. ¿Entiendes lo increíble que es eso? Si los hombres no podemos en contra de las máquinas, entonces, otras máquinas lo hacen por nosotros, y son mucho más eficientes.

Es verdad que es asombroso—dice Adela en mi oído.

Me hace sentir celoso que lo mencione porque lo ha dicho el chico, así que frunzo el ceño.

—Este pequeño programa prueba cada combinación posible hasta que logra que encaje. Es igual que una llave. Si encaja correctamente, la puerta se abrirá. Si encuentra los caracteres correctos, la puerta se abrirá. Ingenioso, ¿no?—me dice el muchacho y asiento—. Y voilà. La contraseña es Carlitosmiamor12345.

Adela y yo nos reímos al mismo tiempo.

—¿Las contraseñas siempre son así?—pregunta Adela.

—¿Las contraseñas siempre son así?—le pregunto a Inter, para que ella sepa a qué se refiere.

—Nah. Algunas veces son más difíciles. Otras veces son tan estúpidas como 1234. Pero hay patrones que se repiten. La gente suele colocar claves referentes a sus nombres, sus fechas de nacimientos. Cosas bastante simples de saber.

—¿Es un hacker?

—¿Eres algo así como un hacker?

—Algo así—dice Inter, tecleando la contraseña y metiéndose a internet. Abre un juego, busca una silla para sentarse y se coloca un audífono en el oído izquierdo. Sus lentes brillan con la luz—. La verdad la tarea de los hackers es bastante simple ahora que existe Facebook y esas cosas. No necesitas robarle información a nadie. Todo lo que está ahí la gente lo entrega porque quiere. Todos los días me pregunto si sabrán que prácticamente están regalándole sus vidas a Facebook. Es decir, todo lo que publican es propiedad pública. ¿Entiendes?

Inter me echa una mirada para saber si he entendido algo, pero no he entendido una mierda. Los pensamientos se me han enredado por el alcohol, así que me da igual qué es lo que ha dicho.

Es cierto—murmura Adela, sin embargo—. Nunca había pensado en eso...

De pronto, tras nosotros aparece Lucía.

—¿Ya te soltó su discurso sobre el poder de la programación?—me pregunta ella, sonriendo y se instala a un lado de mí. Me toma la mano y apoya su cabeza en mi hombro.

Inter se ríe y niega con la cabeza.

—Solo quería conectarme para poder jugar un rato.

De pronto, todos oímos un grito proveniente de Samuel, quien entra a la cocina:

—¡¿Para jugar?! ¡¡¡¿Qué fue lo que hablamos, muchacho?!!! Nada de juegos en la fiesta de Lucía, ¿no es así?

Inter suelta un suspiro y rueda los ojos, mientras se pone de pie.

—Yo te dije que no prometía nada.

Para rematar, Perro se asoma y casi corre hasta Inter, empujándole hacia atrás con el pecho.

—¿Qué te ha dicho tu hermano, Inter? ¿Qué te ha dicho, eh? ¿Qué te ha dicho?

—Basta, Perro, ¡no puedes venir y empujar a la gente cada vez que escuchas una pelea!—exclama Inter, exasperado.

Perro para de empujarle rápidamente, murmura: "Está bien" y se va hacia la sala de estar otra vez.

Inter rueda los ojos, y con un suspiro, mira a Samuel.

—¿Recuérdame otra vez por qué está en la banda?

Samuel se acerca a él, amenazadoramente, apunta la computadora y dice:

—Guárdala ahora, Inter. Es la única advertencia que te daré.

—¡Está bien, está bien! Ya sabes que no me gusta venir a estas estúpidas fiestas.

—¡Nicolás!—le grita Samuel, mientras ve a Inter guardar sus cosas en la mochila.

El muchacho empuja levemente a Samuel y antes de salir de la cocina dice:

—Lo siento, Lu. Ya sabes que no soy mucho de estas cosas.

Ella asiente, mientras ambos vemos a Samuel acercarse a nosotros. Él mira a Inter sentarse enfurruñado en el sofá y luego, me mira a mí:

—Es mi hermano pequeño. Tiene diecinueve años y aún actúa como un niñito, ¿sabes? No sé qué hacer con él.

—Nnno te preocupessss—le digo y él sonríe.

Me pone la mano en el hombro y murmura:

—Te reto a beber un vaso de vodka puro sin respirar.

Yo asiento.

Después de todo, ¿qué le hace el agua al pez?

***

Quema. Quema. Quema.
La puta madre, el vodka puro quema como la puta madre. He tomado ya dos vasos a medio servir de vodka para competir con Samuel, pero ya cuando me pide tomar el tercero le pido que me deje ir al baño.

La velada ha estado simplemente excelente y... ¿y de qué estaba hablando yo?

Camino hasta el baño, ayudado por Lucía. Me afirma del trasero y yo me río porque no voy a caer o sea sí estoy borracho pero caer cómo voy a caer. Me adentro al baño y la cabeza me da vueltas. ¿Por qué he venido al baño después de todo? Ah sí no no tengo idea qué hago aquí qué hago.

—¿Necesitas ayuda?—me pregunta una princesa rubia.

Es hermosa debería preguntarle si quiere salir conmigo ay sí es una belleza. Pero no necesito ayuda creo que no tal vez para cerrar la puerta pero ayyy qué mujer tan hermosa ¿y si le pido el número?

—Bien. No cierres la puerta con pestillo. Así, si no sales, puedo entrar a buscarte, mi amor—me dice la rubia que está buena.

Mi amor. Oh, potra, soy tu amor, ni idea de cómo te conquisté. Le doy un beso en los labios y cuando se aleja y me sonríe, le guiño un ojo.
La vejiga me duele un montón así que recuerdo por qué iba al baño en primer lugar. Estoy en el baño y no recuerdo en qué momento he cerrado la puerta, pero está cerrada así que ya qué. Okay, la taza está aquí. Levanta la tapa, Pablo. Vamos que tú puedes, que no es tan difícil. Ya está. Eso es. Objetivo superado. Ahora solo tienes que bajarte el cierre del pantalón. Genial. Ahí lo tienes. Espera, espera. ¿No le dijiste a Adela que colocara cámara en el baño?

Me tapo la entrepierna con ambas manos, pero como no he bajado mis bóxers aún estoy casi seguro de que no se me ha visto nada.

—¿Adddelaaaa?—susurro.

Aquí estoy—me dice la voz en mi oído con voz somnolienta.

Me río despacito como un crío.

—Jiji. ¿Cómo te metiste ahí?

Ella también se ríe tiernamente. Qué tiene esa risa, la puta madre, ojalá la pudiera oír todos los días.

No lo hice.

—Shhhh. No hables tan fuerte que te vannn a escuchaaaar—le pido.

Ella se ríe otra vez. La puta madre, debería hacerlo otra vez.

—Eh, ¿Adeelaaa? ¿Pusimos o no pusimos cámara en el bañññño?

No pusimos, Pablo. No se preocupe. Desconecté la cámara del reloj también, así que no hay problema.

—¿Probleemmma, para qué?

Para que usted... Uhm...

—Ohhhhh. Para el baño. Lo había olvidado. Desconecta dos minutos. Quiero decir, que desconectes doto. No, quiero decir doto. Ah, la puta madre, todo. Los micrófonos. Porque sí, no quiero que me escuchesss regando el inodoooro.

—... Quizá no era necesaria tanta información, Pablo—murmura, pero por el tono sé que me sonríe—. No se preocupe. En dos minutos más, le hablo. Desde ahora.

Dejo de escuchar sonido en el oído y me apresuro a hacer todo lo que tengo que hacer. Cuando vuelve a escucharse sonido en la línea, escucho una respiración suave.

—¿Eres ttttú otra vezzz, concienciaaa?

Escucho su risa feliz, y sonrío.

—Me gusta taaanto esa risa que tieneeees, Adela—le confieso.

Se queda en silencio de repente.

—¿Eh, conciencia, a dónnnddde te has ido?—pregunto, con confusión.

Ella suspira.

Estoy aquí, Pablo. Quizá sea mejor que vaya con los amigos de Lucía. Podríamos estar perdiéndonos algo.

—¡Peeero sssi estamos grabando todooo! No, Adela. No. No quiero irme todavía. Necesito decirte algo importante. Espera, que ponnnndré el pestillo.

Me acerco a la puerta y choco con la pared. ¿Quién rayos puso esa pared ahí?

De afuera se escucha un: "¿Estás bien?"

—¡Nunca me había seeentido tan bieeeen!—les grito, y creo que escucho risas. Pero no lo sé porque la música está muy fuerte.

Creo que lo del equilibrio no se me da bien cuando estoy con un poco de vodka en el cuerpo, así que me meto en la ducha. Un pie. El otro pie. Ya está. Ahora sentado. Uyyyy. Que eso dolió. Ya está. Ya está.

—Adela García, ¿estáaas ahí?

Lo estoy. ¿Se ha golpeado muy fuerte?—dice con una vocecita preocupada.

—Teeengo que decirte algo que no te he dicho nunca.

—¿Qué es?

—La putaa madre, ¿por qué todo girará taanto?—pregunto, cerrando los ojos.

Ella se ríe tranquilamente otra vez, y sonrío de nuevo.

—Te juuuro que esssa risa me encanta. Diablos, tan patosa que resultas a veces y tu risa parece de ángeles.

Ella guarda silencio otra vez. Creo que no sabe qué decir, así que continúo hablando.

—La cosa es esta: Tú eres Sherlock y yo soy Watson. Watson casi se muere una veeez en un restaurante en el que casualmente tú estabas una vez. Quiero decir, en el que estaba Sherlock. Pero Watson nunca le agradeció a Sherlock. Lo que quiero deeecir es que, Adela, nuncaaa te he dado las gracias por ayudarme. Soy un imbécil, ya sé, pero me salvaste la vida y nuuunca te he dado las gracias por aquello. Es como si no le diéeeramos las gracias a Jesús, por morirer por nosotros. Aunque... Sí, tienes razón. Yo no le agradezco nada. Pero sí te quiero agradecer a ti por haber estadddo en ese restaurante, porque ese trocito de cordero del infierno iba a matarme. Por haber hecho que Pablo Castañedaaa aún tenga la oportunidad para hacer algo de su patéeetica vida.

Su vida no es patética, Pablo.

—¡Ya ves! Eso es lo que me gusta de ti. No dejaaas que la gente seee rinda y, no lo sé. No te voy a negar que me asustaaaste cuando nos conocimooos, pero tengo que aceptar también que siempre estuve equivocado. Es como esa fraaase, ah. No la recuerdo. Eraaa algo como: No juzgues las portadas por sus libros. Algo así. Ya no recccuerdo por qué te la he dicho. Pero en fin... Lo que quiero decirte es: Gracias.

Adela respira quedamente y me dan ganas de meter la mano por el audífono y traerla hasta a mí, para que me respire así mientras la abrazo.

No tiene por qué agradecerme. Usted sabe que lo habría hecho aún si me hubiese pedido que no.

—Lo séee. Creo que eso tambiéeen me gustaaa. Entiendes a la gente aunque la gente no te entiende a ti. Sabes exaaactamente lo que necesitamos. Aunque, a juzgar por tu salida con Johnnnnnny, sé que tú no sabes lo que necesitas. Venir a fijarte en ese petizo sin gracia. Tú necesitas a otro hombre. Un mejor hombre. Alguien que seeepa qué te haría feliz. Tal vez alguien como yo. Bueno, quizá alguien que no la cague tanto. Pero un poquito como yo y definitivamente no ese Johnnnnnny. Dios mío, es como una patada enooorme en el estómago.

—¿Pablo?

—¿Sí, Adela?

Creo que mañana se va a arrepentir de todo lo que me está diciendo.

—¿Por qué lo diceees?

Pablo, salga a estar con los amigos de Lucía ya lleva demasiado tiempo en el baño.

Frunzo el ceño.

—¡No me arrepiento! Y si aún así me arrepiento mañana, hoooy no lo hago. Hoy todo lo que te estoy dicieeendo es lo que siento.

Adela suspira y suelta una risa divertida.

—¿Le puedo decir algo, Pablo?

—Sí, andaaa—le suelto.

Se toma un momento antes de hablar, pero finalmente dice:

Realmente, lo quiero. Como un amigo, usted me entiende, pero lo quiero.

El rostro se me ilumina rápidamente. Sonrío y, de pronto, me siento increíblemente feliz.

—Y yo a ti, Adela. A ti.

Se hace otra pausa. Pero lo extraño es que es una pausa cálida. Para nada incómoda.

—¿Pablo?

—¿Sí?

Lucía se está acercando al baño. Es mejor que se levante—dice ella. En un tono muy diferente al anterior. Un tono de confianza. De paz. De cariño. De felicidad, ¿como la mía?

—Está bien. Ya ve a dormiiirte. No he muuuerto ni creo que vaya a morir... Y, Adela García, yo también te quiero.

—¿Como amiga?

—Como amiga.

Ella ríe suave.

Está bien. Hasta mañana, Watson.

—Hasta mañana, Sherlock.

Escucho tres golpes fuertes y sé que tengo que salir. Así que me pongo de pie, a duras penas, y salgo del baño convertido en un hombre borracho y, además, nuevo.

___

¡Hello, fellas!

Tenía que esperar hasta mañana, pero no resistí. 🌻🌻🌻. Btw, no creo que resulte el grupo de facebook, así que las que quieran estar en un grupo de Whatsapp déjenme su nombre y número en un mensaje privado.

Disfruten. ❤️
-Youngbird93🌻🌻🌻

Pregunta de este capítulo:

• ¿Qué opinan de los amigos de Lucía?

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