Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 32: Traidor

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By NomiSaez

Capítulo 32:
Traidor

Es extraño tener conciencia de que lo que ocurre a tu alrededor no es real, es solo un sueño. No es la primera vez que me pasa, ya en otras ocasiones he estado consciente de lo que pasa no es real, pero aún es muy difícil no tener miedo. Para algunos los sueños son el reflejo de nuestros propios miedos, en ocasiones quizás lo sean, pero también son el ente para que otros accedan a ti. Sería muy difícil explicar en lo que realmente consiste el sueño, existen demasiadas teorías y creencias. Pero al final solo nosotros podemos entender lo que significa, solo nosotros sabemos qué ocurre cuando nuestros cuerpos descansan y nuestra alma continúa un trayecto no exactamente terrenal.

Siento que han transcurrido días, pero el tiempo no ha cambiado, el cielo está brillante y una suave brisa alborota mi cabello. Observo el cielo a través de los pequeños espacios entre las ramas y las hojas del árbol. No entiendo por qué la mayoría de mis sueños están relacionadas con la naturaleza, ya sea de noche o de día, pero siempre estoy en un bosque. Sé que espero a alguien, pero no sé a quién ni por qué.

El hermoso vestido lavanda que cubre mi cuerpo me recuerda el regreso de mi conciencia, la primera vez que vi el sol. Mi primer recuerdo. Por más que tengo pesadillas nada ha levantado esa barrera que oculta mi pasado. Por más terroríficas y dolorosas que sean, la barrera sigue firme dentro de mi cabeza. Eso me recuerda que existe una carpeta con una información que podría derrumbar esa barrera, lo que me lleva a preguntarme: ¿estoy lista para conocer la verdad? No lo estoy.

—Deja de darle tantas vueltas. —Me sobresalto al escuchar esa voz tan arrogante, y siento la necesidad de llorar, es un sentimiento que te acoge el pecho hasta impedirte respirar. Tomo aire por la boca, hago mi mejor esfuerzo por no derramarlas. Al principio, cuando me encontré rodeada de árboles, pensé que volvería a ver a ese hombre tan hermoso y al mismo tiempo con un alma tan maligna. Nunca imaginé que la persona a la que esperaba sería Diana.

Me levanto del suelo, estaba muy cómoda bajo la sombra del árbol, pero esa posición no me permite ver bien a Diana. Los rayos del sol cubren su rostro, y no puedo detallar muy bien sus rasgos, pero sé que es ella, no solo por el tono de su voz, también por la vestimenta. Aparentemente, la muerte no cambia los estilos de vestir.

—No esperaba verte —es lo primero que sale de mis labios. Ella sonríe. Ha cambiado, sus ojos ya no son tan fríos, y se ve tan feliz—. No pretenderás darme las gracias.

—En realidad no, me han enviado para darte un mensaje, y también hablaremos sobre Gabriel —expresa con sarcasmo. Da un paso, y la sombra del árbol la cubre por completo.

—¿Un mensaje? ¿Gabriel? —pregunto extrañada, y sin poder creer que en realidad es ella. Frente a mí. Como si no hubiera muerto.

—Empecemos por Gabriel. —Se deja caer al pie del árbol, y con la mano me invita a sentarme a su lado—. Él ha elegido estar con los argeles por una razón. Está luchando contra su naturaleza, contra su propio padre. Han estado utilizando a su madre para que se involucre con los rebeldes, pero no lo hace por mal.

—¿Qué ha ocurrido con su madre? —pregunto.

—Está confinada al infierno, su alma está atada como una vez tú lo estuviste —ella confirma mi muerte.

—Lo entiendo —expreso—. Pero él me detesta, no confía en mí y ha intentado entregarme a los rebeldes.

—Cuando reveles tu pasado él pensará muy diferente de ti, se dará cuenta de que tenerte como aliada es beneficioso. Debes hablar con él —dice muy sonriente. Bien, ahora tengo que hacer alianzas con Gabriel—. Lo que nos lleva ti. Quieren que enfrentes de una vez tu pasado. No puedes darle más largas al asunto, es momento de que te reencuentres con una realidad que tú misma te has ocultado. Esa es la única manera en la que puedes comprender tu llegada a Luz de medianoche, es la única forma de entender por qué el mundo es ahora un mar de sombras en la mayor parte del mundo —explica con picardía. Sabe mucho más de lo que expresa, se le nota en la mirada.

—No dirás nada más, ¿cierto? —Ella sonríe mostrando completamente su dentadura. Irradia tanta felicidad, que parece irreconocible, nada en comparación a la vampira que conocí, tan fría y arrogante.

—Es momento de decir adiós, quizás en algún otro momento nos volvamos a encontrar. Pero por ahora necesitas armarte de coraje para darle la cara a tus propios temores y horrores. —Se gira y vuelve a estar bajo la incesante luz del sol. Ella se comienza a alejar, y al mismo tiempo mi visión se vuelve borrosa, solo distingo visajes de un cuerpo en movimiento que se aleja, que da paso a la oscuridad.

Abro los ojos somnolienta, pensando en el único sueño plácido que he tenido, recordando un rostro que no volveré a ver, y que, aunque no nos conocíamos en realidad, al final logramos un extraño lazo de complicidad. Suspiro aterrada por el rumbo que pueda tomar mi vida de ahora en adelante, aunque no puede ser peor que mi pasado. De eso puedo estar completamente segura.

La habitación es amplia, sus paredes blancas reflejan una pureza que trasmite tranquilidad. El juego de cuarto es de color negro, el resto es completamente blanco. La cama es muy grande, creo que fácilmente dormiríamos cuatro personas aquí. Las sábanas son tan suaves al contacto con mi piel, me pregunto qué tipo de tela será, pero es una pregunta más que quedará sin respuesta. Murmuraciones llaman mi atención.

Dejo la comodidad de la cama, y me estremezco un poco ante la frialdad del piso. Alguien se tomó la molestia de cambiar mi ropa, un pijama en azul claro cubre mi cuerpo. Abro la puerta con sumo cuidado, pero es inevitable que se dieran cuenta. Los murmullos han cesado, y es obvio que hablaban de mí.

Del otro lado de la puerta, a mi derecha hay un extenso pasillo, con muchas puertas cerradas, y a mi izquierda, un enorme ventanal que deja filtrar la luz del sol. Dimas y Romina permanecen con los ceños fruncidos, y como siempre no están de acuerdo en algo.

—¿Puedo saber por qué discutían? —pregunto, pero no necesito una respuesta y ellos tampoco me la dan. En cambio, la vampira se retira sin decir nada. La muerte de Diana aún mantiene una tensión entre nosotras, me protege, pero aún no está lista para verme a la cara y aceptar que maté a uno de los suyos. Supongo que es normal, así que la dejo alejarse.

—Supongo que su ida significa que puedo hacer lo que mejor me parezca —expresa Dimas con la mirada fija en el pasillo.

—Eso quiere decir que es sobre mí por lo que discutían —afirmo. Últimamente, mi pasado es un tema de discusión entre mis amigos.

—Como ya lo has deducido tú solita, desayunemos antes de abrir esa carpeta —propone no muy feliz de lo que está por hacer. Y no es por mi pasado, es por el suyo propio. Anoche dejó entrever un poco de lo que oculta, sin embargo, no sé nada. No sé nada sobre ese pasado que prometió compartir cuando el mío estuviera claro. En realidad, no lo está en mi mente, pero existen documentos donde mi vida se encuentra expuesta.

Lo sigo por el pasillo, mis pies están descalzos, pero para cuando me doy cuenta ya he bajado una escalera que conecta con la sala principal. Me detengo en el último escalón, muchos rostros desconocidos entran en mi campo de visión y tengo un presentimiento que hace que se me haga un nudo en la garganta, cada uno de los presentes parece querer lanzarse sobre mí y saborear hasta la última gota de mi sangre. Retrocedo instintivamente, pero Dimas me sostiene el brazo y me hace avanzar a su lado. En la sala hay como unas siete personas adultas, y a ninguno le he caído en gracia. Todos son vampiros. ¿Dónde estamos?, quiero preguntar, pero las palabras no logran salir de mis labios, me siento tan cohibida con sus frías y penetrantes miradas, mucho hace mi cuerpo con moverse.

Para cuando llegamos a la cocina las miradas vuelven a estar sobre mí. Una señora de baja estatura y gorda, en compañía de una chica como de mi edad son el personal de servicio, o por lo menos es lo que creo. Ellas llevan un uniforme.

No hemos terminado de entrar cuando ya se han movido rápidamente por la cocina, y han dejado el desayuno sobre el largo mesón, y desaparecen de nuestras vistas. Todos parecen estar evitándome. Ni siquiera he visto a Anastasia, Ronald o Santiago.

—¿Dónde están los demás? —pregunto cuando ya nos encontramos completamente solos, aunque eso no quiere decir que las paredes no tengan oído. Estoy rodeada de vampiros, hablar en secreto sería una pérdida de tiempo.

—Ayudan con los preparativos del funeral —explica. Me hace sentarme en un taburete, y rueda un plato hacia mí.

Entonces es eso, el funeral de Diana. Nada más pensar en un féretro, me hace temblar de horror. Malos recuerdos me inundan.

—¿Van a traer el cuerpo? —pregunto algo aterrada. No dejo de mirarme dentro de un féretro, encerrada en una caja.

—No, cremaron su cuerpo. —Juega con el tenedor entre sus dedos, como si quisiera decir algo y no encontrara las palabras exactas—. Lo más seguro es que no estemos presentes en el funeral, hay mucha tensión entre la familia y nuestra presencia solo puede empeorar las cosas, creo que ya te has dado cuenta.

—Entonces, ¿por qué nos han traído aquí? —inquiero.

—No lo sé —dice estresado—. Nadie quiere decirme nada, todos están envueltos en lo del funeral y esquivan mis preguntas. Además de eso, tenemos prohibido salir de esta casa por órdenes de Geraldine, recibí un pergamino bastante extenso en donde especifica una y otra vez que no debemos salir de las instalaciones de esta mansión.

Con sus últimas palabras la cocina se llena por completo de personas, algunos son caras conocidas de la academia, pero otros no. Se mueven por el lugar, ignorándonos por completo, es como si no existiéramos Dimas y yo. Supongo que es lo mejor. No estoy prestando atención a lo que hablan, solo quiero terminar de comer y poder huir a algún lugar donde no se respire tanta angustia y dolor. Uno de los chicos intenta bajar la tensión con un mal chiste, algunas risas inundan el lugar, pero no se obtiene el resultado deseado. Quizás, si no estuviéramos aquí, ellos podrían disfrutar de sus bromas sin la presencia de los responsables de la muerte de Diana. Cada minuto comienza a ser más incómodo, la tensión de cada uno de los vampiros con los que compartimos el espacio me recorre la espalda. Dimas come despacio, ignorando por completo la presencia de los demás, pero no puedo hacer lo mismo. Es como si me apuñalaran la espalda lentamente.

Hago a un lado el plato, apenas probé bocado. Mi apetito menguó en el momento en que ellos entraron. En cambio, el chico de ojos verdes que para todos ha sido mi cómplice se ha terminado todo su desayuno. Hace un ruido estridente al mover el taburete, que hace que todos los vampiros se pongan alerta en un instante, un escalofrío me recorre la espalda. Hay muchas miradas enfurecidas. Dimas espera a que me levante con los brazos cruzados desafiándolos.

Respiro con fuerza, muevo el taburete y me levanto con calma, sin darle tiempo al miedo de apoderarse de mí. No puedo verlos, porque solo Dimas está frente a mí, pero puedo sentir que se obligan a controlar sus impulsos de matarme. Esa sed de ver mi sangre derramada, porque estoy segura de que no se la tomarían por completo, alcanzar mi alma es un riesgo que ningún vampiro quiere correr.

Rodeo el largo mesón, nadie se ha lanzado sobre nosotros, ni siquiera se han movido de sus lugares.

Dimas deja caer sus brazos, y camina hacia la salida. Lo sigo sin mirar atrás, pero algo viene hacia mí y mi cuerpo reacciona mucho antes que mi mente. Ni siquiera vi lo que era, solo sé que lo que se suponía debería estar en mi espalda ahora está en el hombro de un chico alto y corpulento. Un cuchillo incrustado en su hombro, un poco más abajo y pude haberle dado en el corazón. Dimas se posiciona delante de mí, como si él solo pudiera con ocho vampiros enfurecidos. Y aún no entiendo exactamente cómo llegamos a esta situación.

Mi mente retrocede en los últimos eventos, y sé que tomé el cuchillo en el aire y se lo devolví. Pero fue tan rápido. Como la llegada de Romina a la cocina.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta enfurecida.

En realidad, no es algo tan difícil de comprender, hay un vampiro retirando un cuchillo de su hombro, y Dimas intenta mantener alejados a los otros vampiros, es bastante obvio.

—Controla a tu gente, él la atacó —Dimas se dirige directamente a ella. Ambos están enfurecidos, y yo comienzo a sentirme mareada.

La respuesta de Romina no logro comprenderla, solo sé que está molesta y creo que no sabe manejar la situación. Es difícil cuando tus amigos están en medio y las personas que son su familia también. Los rostros se vuelven borrosos, y fragmentos de una discusión llegan a mis oídos. Me tambaleo sobre mis pies, y busco de donde sostenerme. Dimas se gira rápidamente al sentir mi mano sobre su hombro, y me siento desfallecer. Escucho la voz de Dimas llamarme una y otra vez, pero no tengo fuerzas para despertar. Creo que Romina ha dado una orden para que busquen algo o alguien, y al mismo tiempo la voz desesperada de una chica expresa que no deja de sangrar. ¿Quién no deja de sangrar?

—El vampiro. Debes ser más certera, debiste haberle dado en el corazón —esas palabras son un susurro mientras que un olor fuerte llega a mi nariz.

Abro los ojos de golpe, y con la respiración un poco agitada. Mi visión está nublada, pero aun así puedo ver cómo se han dividido. Parte de los vampiros están del otro lado de la cocina intentando ayudar a alguien, mientras que los demás están rodeándome a mí. Dimas es quien me sostiene, y Romina parece culpable o aterrada, no lo sé con exactitud. Y esa voz en mi cabeza, ¿por qué debería haberle dado en el corazón?

Un grito de horror parece dar respuesta a mi pregunta. Romina deja de estar a mi lado para ver qué ocurre. Con ayuda de otro vampiro me ponen de pie, paso un brazo por el cuello de Dimas mientras trato de tener una buena imagen de lo que pasa.

Todos se han despejado, alejados del chico que me atacó. Nadie quiere acercársele porque ni siquiera yo comprendo lo que le pasa. La herida en su hombro se ha extendido por todo su pecho, la sangre pasó de ser roja a ser de un color vino tan oscuro que parece negra. Él está aterrado, e intenta levantarse.

—Detén su corazón antes de que escape —susurra esa voz nuevamente en mi cabeza. Instintivamente busco con la mirada algo que me sirva, me siento actuar por impulsos y no por la razón. Pero lo único que entra en mi campo de visión es el mismo cuchillo que está a los pies del chico.

—Romina —dice Dimas entre dientes como si estuviera viendo algo que ninguno de los demás ve.

Ella se voltea, y en ese mismo instante el chico se levanta y la agarra por el cuello. Forcejean destrozando todo a su paso, la piel del chico se ha vuelto grisácea y está tan hambriento. Los demás se han alejado, y algunos han corrido fuera de la cocina. Ese chico es un traidor, un rebelde. Dimas me suelta, y tropiezo. Hay una daga en su mano, y la mantiene oculta en su espalda esperando. Ellos se mueven tan rápido que es difícil saber quién es quién, se han vuelto solo un visaje entre la pelea.

Una de las vampiras que se ha quedado me levanta del suelo como si yo solo fuera una almohada de plumas, de un segundo a otro termino detrás de los vampiros. Antes querían matarme, ahora me protegen.

Dimas parece un gato al acecho de su presa, esperando el momento justo para atacar. Sin previo aviso, la daga sale disparada, y se oye un ruido sordo en el suelo. La daga le ha dado al vampiro, pero Romina se encuentra atrapada debajo de él. Sus ojos rojizos están fijos en Dimas.

—Pudiste haberme matado —dice molesta y aliviada. No ha hecho nada para quitarse al traidor de encima, así que uno de los que me sirve de barrera lo hace, y la ayuda a levantarse. Ella parece estar agotada, exhausta.

—¿Por qué no puedes ser un poco humilde y agradecer? —responde Dimas ignorando por completo la ira que ha causado en ella.

—¿Por qué mejor no se van y nosotros nos encargamos de esto? —sugiere la vampira que me ayudó a levantarme.

Dimas recupera su daga del cuerpo del chico.

Ya no solo Diana ha muerto, ese chico también. Pero él ya era un rebelde, y nadie se había dado cuenta. Si no me hubiera atacado, quizás hubiera sido demasiado tarde para cuando su verdadera lealtad saliera a la luz.

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