Sin saber lo que somos (Homoe...

By zeusdehera

2.5K 177 758

Los protagonistas de la novela, Shion y Sikamaru, viven en un mundo en el que demonios y ángeles se odian a m... More

Él
Primera parte: Conociéndote
Primera parte: Algo nuevo
Primera parte: Volverte a ver
Primera parte: Lo mejor que podría pasarme
Primera parte: Idiota
Primera parte: El dolor y los recuerdos siempre son pareja
Primera parte: Salvajes
Primera parte: Cuando tus temores aparecen...
Primera parte: Por los amigos
Primera parte: Padre e Hija
Primera parte: De leyendas y nombres
Primera parte: De nieve y amor
Primera parte: Ya no estás tú
Segunda parte: Juntos
Segunda parte: Un San Valentín especial
Segunda parte: Un viaje inesperado
Segunda parte: Un libro y una rosa
Segunda parte: Ciegos
Tercera parte: Contigo
Tercera parte: Destrozados
Tercera parte: Sincericidio
Tercera parte: Contigo
Epílogo: Principio
Extra 1. Sam
Extra 2. Rojo y Naranja
Extra 3. Rukia

Primera parte: Un comienzo y una despedida

143 10 9
By zeusdehera


    La felicidad es saber unir el final con el principio.

Pitágoras.

Shion

Jessica y yo llegábamos tarde. Realmente la que llegaba tarde era ella, yo no tenía clase hasta las diez pero prefería estar desde el inicio de las clases por si pasaba algo. Nos habíamos entretenido mirando las noticias ya que la aniquilación de una de las ciudades más importantes de la época helenística y que tanto había costado construir era impactante. Los humanos no saben apreciar la belleza de las cosas, las destruyen porque son más hermosas que ellos.

Nada más entrar por la puerta asignada al profesorado subimos corriendo a nuestros respectivos despachos. Dejé el abrigo, a pesar de ser finales de septiembre el frío había empezado a notarse desde principios de mes. Recordé mi primer día de clase, me perdí buscando un aula porque a pesar de las explicaciones de Sikamaru tenía menos orientación que Moisés intentando llegar a la tierra prometida, aunque no es un gran ejemplo ya que esa historia es inventada, como la mayoría del librejo ese. Los ángeles creyeron que les haría tener mejor fama y bueno, tenerla la tienen.

Sabía que el edificio estaba separado en tres plantas divididas en a, b y c que los números eran pares a la izquierda e impares a la derecha pero era un poco lioso. Al final, gracias a que le pregunté a una alumna conseguí hallarlo.

Nada más llegar me di cuenta de que fuera de la sala no había nadie así que llamé a la puerta y unas voces me contestaron, entré y pregunté a aquel grupo formado por mujeres y un hombre si estaban esperando al profesor de literatura universal (sí, también daba esa clase) la verdad que mis horas laborales exceden la media pero el colegio no puede permitirse otro profesor y a mí no me importa) cuando asintieron entré y dejé las cosas en la mesa del profesor. Suspiré al ver las caras de los alumnos y sonreí.

Tras presentarme, me quejé de que no había tizas, de que el aula era muy pequeña y solté un exabrupto al caérseme una escoba encima cuando intentaba abrir un armario en el que un cartel gigante indicaba que allí estaban todos los materiales necesarios. Morgan, una de las alumnas, me dijo que hasta ese año el aula había sido el cuarto de las escobas pero que al haber más alumnos en primero de la ESO se vieron obligados a acondicionar el aula.

Suspiré resignado, la organización de la educación pública era una mierda. Les comenté que había estado mirando el libro pero que no seguiría el temario aunque sí debían traerlo por la cantidad de textos que contenía, daríamos lo que necesitaban para la prueba de acceso a la universidad y algunas otras lecciones.

Les dejé claro cuáles eran mis propósitos para ese año y se alegraron al saber que no habría exámenes porque la asignatura en sí no daba para mucho y que prefería que estudiasen para otras materias.

Fue la más tranquila porque tras esa llegaron los problemas. En aquellos tres días conocí las clases de bachiller y a tres cursos de la ESO, me quedó primero de la ESO, los cuales, según tenía entendido eran incontrolables y eso que solo llevábamos tres días de clase. Les iba a conocer en unas horas y estaba feliz, seguramente no eran para tanto.

Me arrepentí de mis palabras en cuanto crucé el umbral de la puerta del aula 5A. Aquellos críos parecían salvajes. Ni siquiera se dieron cuenta de que había entrado y había dejado las cosas en la mesa. Tuve que dejar que la silla del profesor cayese contra la tarima produciendo un ruido sordo que hizo que todos los alumnos enmudecieran.

—Bien, ahora que tengo vuestra atención y parece que vais a empezar a comportaros como personas y no como animales... El de la gorra azul—dije mirando fijamente a un chico que tenía los pies en la mesa—¿No te han enseñado educación en casa?—el chico me miró molesto y bajó los pies, le seguí mirando hasta que con una mueca de hastío se quitó la gorra—. Si te la vuelves a poner me la quedo. Me llamo Shion y desde ahora voy a enseñaros Lengua y literatura. ¿Alguna preguntó?

—¿Es una mujer?—preguntó un chico de la última fila.

—Dime tu nombre y te respondo—le pedí de buenas maneras.

—Marcos.

—Marcos, tu pregunta carece de importancia. No importa lo que sea siempre y cuando haga bien mi trabajo—respondí a la vez que me acercaba a una mesa en la que había dos chicas riendo, sonreí de lado—. Soy un hombre y he decidido dejarme el pelo así de largo como tú has decidido perforarte la oreja izquierda y ponerte un pendiente de oro, que seguramente es falso, lo que no sé aún es si de verdad eres un malote o un pijo sin remedio que intenta ir de guay—había llegado a donde las chicas, estaban mirando fotos de chicas en bikini y criticándolas por no tener un cuerpo perfecto—. Dadme el móvil—ordené, las chicas obedecieron y yo guardé el aparato en el bolsillo—¿Alguna preguntó estúpida más o puedo explicar ya qué vamos a hacer este curso?

***

Necesito un cola cao.

Fue lo que pensé nada más llegar al despacho después de haber dado aquella clase, cogí el móvil, le puse una nota indicando a que clase pertenecía y quién era la dueña y lo metí a la cesta. Desde el primer día me había dedicado a requisar móviles y en la canasta habría unos treinta. Dentro de poco tendría que comprar una para cada curso. Cogí aquella manía de unos de mis profesores y desde entonces la seguía teniendo, solo que por aquel entonces nos entreteníamos con las piezas sueltas del mosaico que había en el suelo de la clase.

Alguien llamó a la puerta y tras dar permiso Jessica entró por esta. Me preguntó si estaba ocupado, la dije que no pues hasta la última hora no tenía clase y me invitó a tomar algo en la cafetería del instituto. La seguí hasta allí y una vez sentado en una de las mesas, la cuestioné por sus clases pero la charla no duró mucho ya que la jefa de estudios, una mujer alta, flaca y vestida siempre con un traje de falda hasta la rodilla, medias y zapatos negros, llamada Ravena, nos interrumpió pidiéndome explicaciones.

—¿Puedo saber por qué tengo a unos treinta padres en mi despacho protestando porque sus hijos e hijas no tienen móvil?— tenía los brazos cruzados en el pecho y me miraba molesta.

—¡Joder!—exclamé ganándome una mirada reprobatoria por parte de Ravena. No les esperaba hasta mañana—. Solo he seguido una de las normas del colegio. Los hijos e hijas de esos padres los estaban usando y mejor no te digo para ver qué porque te asustarías—respondí sonriendo.

Vi que iba a replicar pero Jessica se adelantó.

—La norma indica que los padres deben venir a buscar el móvil de sus hijos y pedírselo al responsable de la asignatura y que yo sepa tú no lo eres—mi compañera bebió un sorbo de su café y sonrió a la jefa de estudios que se marchó diciendo que fuese a mi despacho lo antes posible porque tenía visita—¿Vas a subir?

—¿Y dejarte sola con ese café que huele a muerto? Ni hablar—respondí sonriente—, que se esperen, que estoy descansando después de aguantar a sus hijos.

Sikamaru

—Miriam—llamé a la profesora de física con la que solía compartir un café a media mañana—¿Qué pasa?—pregunté señalando a una gran cantidad de gente que salía del despacho de Raven.

—El nuevo—dijo ella acercándose a mí—. Ha debido de meterse en un berenjenal.

—¿Shion?—pregunté extrañado— Pero si es más bueno que el pan.

—Dicen que se ha pasado las clases confiscando móviles—reí, aquello no me extrañaba nada, las veces que había quedado con él me quedó muy clara su opinión respecto a las personas que pasaban horas enganchadas al móvil—Y que ha dominado a los de primero con unas simples palabras—aquello también le pegaba. Para lo joven que parecía, tenía una labia que ni los políticos.

Le vi salir de la cafetería seguido de Jessica, nos saludó con la mano y luego se fue. La mujer se acercó a nosotros y nos confirmó lo que Miriam me había dicho. Le compadecía, aguantar a los padres iba a ser difícil y tras ello lo único que te apetecía era beber, así que le sugerí a Jessica que si a la noche les apetecía ir a dar una vuelta ya que era viernes y al día siguiente no había que hacer gran cosa. Se apuntó al instante y le mandé un mensaje a Rukia, me respondió con un simple emoticono y me preocupé, aquello no era propio de ella, algo debía de haber pasado. Guardé el móvil y me prometí preguntarle en casa. Me despedí de las chicas y me dirigí a la clase de segundo de bachillerato donde me esperaban algunos de mis alumnos del año pasado.

—¿Otra vez tú?—preguntó una de mis mejores pupilas.

—Sí, este año también os voy a dar clase.

Los muchachos sonrieron y yo les hice entrar en el aula, desde que la ley referente a la educación no obligatoria había cambiado, los alumnos podían elegir entre cursar filosofía o historia en el último año de instituto, según el gobierno aquello beneficiaría las marcas de la prueba de acceso a la universidad; según los que nos dedicábamos a la educación aquello era una estupidez. Suspiré y dejé las cosas en la mesa del profesor.

— Buenos días a todos—les saludé una vez estuvieron sentados, eran pocos, no me extrañaba, la gente prefería coger filosofía porque la historia les parecía aburrida— Os toca aguantarme un año más, debe de ser que le gusto a la jefa de estudios y me quiere en el instituto—aquello causó que un par de risas se oyesen en la clase.

Ravena y yo no nos llevábamos bien, principalmente porque teníamos ideas diferentes. Llevaba un tiempo en el instituto y hasta este año siempre había habido cuatro profesores en mi departamento, ahora solo éramos dos. La clase transcurrió sin incidentes aunque al estar encima del despacho de Shion a veces se oían voces y pasos acelerados, lo que nos dio a entender que las cosas no iban bien. Los alumnos preguntaron por ello y les comuniqué que era el despacho del profesor de literatura y acabamos hablando de Shion.

—¿Y le conoces, profe?—preguntó uno de los chicos.

—Sí, me lo encontré una noche en el paseo marítimo y nos fuimos a tomar unas copas...

—¿Tuviste sexo con él?— me interrumpió una de las chicas. Se me enrojecieron un poco las mejillas y en mi cara se instauró una risa tonta, que la dio pie a soltar la siguiente broma.

—¿Y le conociste muy a fondo?— preguntó uno de los chicos causando que la clase entera estallase en risas. Debí de haberme enfadado pero no lo hice. No me importaban las bromas que pudieran hacerse con respecto a mi sexualidad siempre y cuando estas no fuesen ofensivas.

—Tan a fondo como te vas a tener que estudiar la vida de Fernando VII—le contesté—No sé si os he contado ya que Fer se casó tres veces por culpa de su entrepierna....

Shion

Odio a los padres. Aguantar sus quejas y sus "mi hijo/a es bueno/a" es una de las cosas que más aborrezco de este trabajo. Si no existieran el mundo sería más feliz y no lo digo porque odie al mío, sino simplemente porque se meten dónde no son bienvenidos. Uno a uno, los treinta padres¾en su mayoría mujeres¾, fueron entrando al despacho y recuperando los móviles de sus hijos.

Les advertí que si les volvía a pillar con el teléfono en alguna de mis clases, este iría por la ventana y que por favor educasen a su prole. No pedía mucho, tan solo un poco de respeto hacia mi trabajo. Todos se fueron con mayor o menor enfado, alguno incluso insinuó que yo no era nadie para decir cómo debía educar a sus hijos y otros que era demasiado joven para para dar clase. Ilusos. Justo cuando iba a ir a atender a una de mis clases, un hombre trajeado y con un gesto de superioridad entró en mi despacho. Me miró de arriba abajo evaluándome y luego bufó.

—Vengo a por el móvil de mi hija—arqueé una ceja, por lo menos podría saludar y presentarse, tenía pinta de ser alguien importante, un político o empresario.

—Buenos días, soy Shion y discúlpeme pero no sé quién es su hija—me presenté, que él no tuviera educación no significaba que yo no debiera tenerla. El hombre arrugó el entrecejo y se cruzó de brazos rechazando la mano que había estirado para presentarme. La aparté y me le quedé mirando esperando a que dijese algo, como no lo hizo cogí mis cosas y me dirigí a la puerta pero un brazo me detuvo—. Disculpe pero llego tarde a una clase, así que o me dice lo que quiere o me deja ir.

—Ya sé lo he dicho—replicó mirándome enfadado.

—Le recuerdo señor...

—Bun.

—Señor Bun, que no sé quién es su hija, si fuese tan amable de decírmelo, tal vez podríamos hacer algo—dije amablemente mientras me soltaba de su brazo.

—Por supuesto señorita...

—Señor—aquello le dejó impactado. Tras eso, pareció subirse un poco más y me dijo quién era su hija y quién era él. Le devolví el móvil y me fui a dar la clase. Odiaba a los tipos como él.

Sikamaru

—¿De verdad parezco una mujer?—preguntó Shion mientras bebía de su cerveza. Jessica y Rukia rieron, me hacía feliz lo fácil que habían conectado nada más conocerse. Parecía que llevaban años siendo amigas.

—Si te cortases el pelo...—empezó a decir Rukia pero ante la mirada horrorizada de Shion dejó de hablar.

Había tenido una charla con ella tras llegar del trabajo pero no había podido sacar nada en claro, principalmente porque no hacía más que quejarse de que unos tristes humanos habían destruido una de las ciudades más bonitas del mundo solo porque el estúpido de nuestro enemigo se había inventado un par de libros en los que prometía algo que no podía cumplir. Yo la dije que no se preocupase que acababan engrosando nuestras filas y ella me miró escéptica y me dijo que solo algunos porque al resto había que mandarlos al purgatorio por imbéciles.

Yo sabía que no estaba enfadada solo por eso, sino que había algo más, algo que no me quería contar. La camarera subió un poco el volumen del televisor y uno de los parroquianos protestó por la noticia que estaban dando. Era sobre los refugiados que escapaban de las zonas de guerra, dijo que la cosa se solucionaría con un par de bombas atómicas en los países de origen. Nos miramos todos sorprendidos porque el señor no sabía lo que acababa de decir. Negamos con la cabeza y seguimos bebiendo.

—¿Qué tal con los padres?—le pregunté a Shion que tomó otro trago de su cerveza.

—Los odio. Está bien que quieran proteger a sus hijos pero hay algunos que no deberían haberlos tenido— suspiró—. Además he tenido el placer de conocer al alcalde de esta ciudad y estoy convencido que su hija me va a hacer la vida imposible—los tres nos reímos ante la cara de asco de Shion.

Pasamos la mayoría de la noche hablando de cosas triviales. Quedé más a menudo con Shion a lo largo de aquellos días, le enseñé la ciudad, las tiendas en las que yo compraba la ropa, etc. Aquella tarde de viernes nos dio por ir al cine ya que estrenaban la segunda parte de Buscando a Nemo y a los dos nos encantaba la película; lo único malo fueron los gritos de los niños.

Tras eso volví a casa, Rukia estaba sentada en el sofá y en cuanto me vio entrar por la puerta me sonrió, se dedicó a hacerme un tercer grado y me dijo que ella sabía algo que yo ignoraba porque era un niño estúpido, le sonreí mandándole a la mierda. Odiaba que no fuera tan clara.

Entre una cosa y otra pasaron tres semanas durante las cuales Rukia no se despegó del móvil. Quedar los viernes por la noche se convirtió en una rutina que a todos nos gustaba gracias a la cual nos cogimos mucha confianza.

Durante esos días, Ravena se encargó de intentar hacerles la vida imposible a Jessica y Shion por, según me contaron ellos, restarle autoridad mas los golpes no parecían afectarles y siempre encontraban una nueva manera de fastidiar a la jefa de estudios. Siempre que nuestros horarios coincidían compartíamos la hora del café para contarnos qué tal nos había ido aquella mañana.

Un día Jessica nos contó que había coincidido con Manuel, el profesor de matemáticas, en una exposición de arte cubista; él la invitó a tomar un café y desde entonces estaban tanteándose ya que el hombre no había firmado los papeles del divorcio con su antigua mujer y ex profesora de arte del instituto. La veíamos feliz y eso nos bastó a Shion y a mí.

Nada más entrar por la puerta de casa pude darme cuenta de que algo no iba bien y ver las maletas de Rukia en la entrada no era buena señal. Tampoco mirarla a ella con una mochila al hombro, las botas militares, los pantalones marrones con un montón de bolsillos y la chaqueta vaquera que le había regalado por navidad hacía bastantes años. Se giró mientras metía chocolatinas en la bolsa y me sonrió tristemente. Tras abrir la nevera y meter unos refrescos en su bolso, se acercó a mí y puso su mano en mi mejilla.

—¿Te vas?—pregunté.

—Sí—contestó Rukia mientras buscaba algo de comer en la cocina—. Me ha llamado Edgar—dijo mencionando a su jefe. Sabía lo que significaba aquella frase.

—¿Qué voy a hacer ahora?—cuestioné intentando aguantar las lágrimas.

—Me necesitan, Sikamaru—comentó ella mirándome a los ojos.

—Yo también—protesté. Ella torció el gesto y sonrió.

—Tú no me necesitas. Tienes a Jessica y a Shion. Ellos son muy capaces de cuidar de ti—me dijo separándose y yendo hacia sus maletas—¿Te acuerdas que hace unos días te dije que sabía algo que tú ignorabas?—asentí—. Volveré el día que lo sepas. ¿Serás capaz de aguantar la misión?—volví a asentir.

—¿A dónde vas esta vez?—inquirí intentando no ponerme a llorar.

—A los Balcanes. Me necesitan, la guerra estaba dejando muchos heridos.

—No vas sólo a curar personas, ¿verdad?—asintió.

—Hay algunas personas de las que me han pedido que me encargue—suspiré y ella sonrió—. No sé cuándo volveré pero estaré aquí para terminar con la misión que sé que puedes hacer tú solo—me abrazó y tras darme un beso en los labios se fue.

No me pidió ayuda y yo no se la ofrecí, no la necesitaba. Si lo hubiera hecho, en vez de un beso me hubiera pegado alegando que las mujeres eran lo suficientemente valientes como para hacer las cosas solas. Y tampoco la dije que tuviera cuidado, ya que la veía lo suficientemente capaz de caparme para demostrarme de que ella era capaz de defenderse sola.

La casa me parecía el entorno más hostil. Había demasiado silencio. No me gustaba para nada aquello. Con Rukia siempre había ruido, del tipo que fuera, pero eso ya no existía. Me tiré en el sofá, descubriendo una nota que mi amiga me había dejado en la mesita del salón. Supongo que esperaba que llegase después de que ella se hubiera marchado. Odiaba eso de ella.

No le gustaban las despedidas y la mayoría de las veces que se iba, como ahora, dejaba una carta donde explicaba sus razones y si te llamaba de vez en cuando tenías suerte, sino podías pasar un año, dos o los que fueran sin saber nada de ella hasta que un día se presentaba en tu casa con sus maletas, no siempre el mismo número, y con un simple saludo entraba por la puerta. E incluso si dormías, te despertaba o se metía en la cama contigo. Tenía unas manías muy raras a las que uno se acostumbraba. Sonreí cogiendo la carta.

La abrí sabiendo lo que me iba a encontrar. Me pedía disculpas por irse, sin avisar, me decía su destino seguido de una amenaza para que no fuera a buscarla, me contaba todo lo que había cogido de la nevera y del baño y luego me daba algún consejo. Esta vez el consejo había sido sustituido por un dibujo de dos monigotes casándose mientras les llovían heces de dinosaurios; reí al reconocer a las dos figuras. Le di la vuelta al papel y encontré más palabras escritas:

"¿Pensaste que te dejaría sin consejo? Ya claro, como si pudieras vivir sin mí. No olvides comprar lo que he saqueado. Tienes la lista. Pero este no es el consejo. Este consejo no va a versar sobre cómo mantener una relación a flote sino cómo empezar una. Sikamaru, deja que Shion explore tu alma. Él es lo mejor que podría pasarte"

El consejo me hizo pensar, pero deseché la idea. No quería volver a enamorarme. Nunca. No quería volver a sufrir. No quería volver a pasarme noches en vela, escribir cartas que nunca se enviarían, comprar toneladas de chocolate y helado cuando el amor no diese para más ni gastar un dineral en pañuelos de papel. Tampoco oír disculpas, palabras de amor, ni promesas que acabarían en saco roto. Mi corazón no soportaría nada de eso.

Mi móvil sonó sacándome de mis pensamientos. Era un mensaje de Shion queriendo ir a tomar algo para celebrar que sus alumnos ya no le confundían con una mujer. Sonreí y le dije que me diera veinte minutos.

Mientras estaba en la ducha recordé las últimas palabras que Rukia me había dicho. Mascullé entre dientes. Y como un imbécil no pensé que Shion se iba a convertir en un pilar esencial en mi vida. 

Continue Reading

You'll Also Like

1M 81.8K 49
Adelin debe enfrentarse a un juego enfermizo mientras convive con un asesino serial y un chico que lo da todo por ella. ••• Todos culpan a Adelin Ri...
8.8M 1M 53
[COMPLETA] Adam tiene una fascinación por las frases de asesinos. Reachell ama tocar el piano. Adam es reservado y misterioso. Reac...
Meliflua By xaturna

Mystery / Thriller

96.9K 11.4K 50
¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora terminara cambiando su vida entera, solo para...