Polos Opuestos |PAUSADA y REE...

By inaxhone

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¿Cómo deberías sentirte cuando nadie es capaz de entenderte? Giselle es una chica inteligente, simpática y si... More

1. Vive y deja vivir.
2. ¿Niñera?
4. No entiendo nada.
5. ¿Fiesta en casa de Dylan? P.1
6. ¿Fiesta en casa de Dylan? P.2
7. Todo lo malo me pasa a mí.
8. Los polos opuestos, se atraen.
9. Esto... ¿Es una cita?
10. "¿Qué haces en mi casa?"
11. Castigados.
12. ¡Sorpresa! (1)
13. ¡Sorpresa! (2)
14. ¡Sorpresa! (3)
15. Sentimientos.
16. Colores.
17. Lo odio.
18. Lluvia de estrellas (1)
19. Lluvia de estrellas (2)
20. Aceleración cardíaca.
21. Parque de atracciones.
22. "Te dejo estéril"
23. Ensayo.
24. Reencuentros y corazones rotos.
25. Romeo y Julieta.
26. Confesiones de última hora.
27. Desesperación máxima.
28. No todo el mundo cambia.

3. Bienvenida a la casa de los Collins.

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By inaxhone

Sonó la alarma de mi móvil. La paré y me quedé un rato tumbada en la cama, mirando el techo y pensando en lo aburrida que era mi vida. Todos los días hacía lo mismo; Levantarme temprano, ir al instituto, volver a casa... Y así cada día de mi vida.

Un jodido aburrimiento.

Pero gracias a Dios—o a que por una vez se ha puesto la buena suerte de mi lado—esto iba a cambiar, ya que ahora tenía otro horario por las tardes en el que iría a casa de la señorita Lisa Collins, según el nombre apuntado en su tarjeta para hacerle de niñera a su hija, que no lo había hecho nunca, pero que tampoco era una tarea muy difícil... ¿no?

Me levanté y fui al baño. Me quité el pijama y me puse un pantalón negro y una camiseta de manga corta con un estampado de flores. La camiseta tampoco es que me hiciera mucha gracia, pero como tampoco tenía ganas de ir a comprar ropa nueva tenía que conformarme con lo que tenía.

Desayuné, me coloqué mis dichosas gafas, me lavé los dientes, cogí la mochila del suelo y me fui directa al instituto. Cómo se me olvidó peinarme – como de costumbre – por el camino me hice un moño despeinado.

No me preocupé en si me quedaba bien o me hacía parecer la típica loca de los gatos como la vieja de Los Simpsons (aunque esa señora iba con el pelo suelto y alborotado, pero puede dar una idea), y ya que nadie se fijaba en mí podría decir que en estos casos era como tener el privilegio de vestirte y peinarte sin pensar mucho en como podían verme los demás.

Entré al instituto, y como había llegado cinco minutos antes, me dio tiempo a ir a la taquilla a dejar los libros que no necesitaría las tres primeras horas.

—¡Amiga!—Cerré la taquilla y me apareció de sopetón la cara de Summer. Me sobresalté.

—Qué susto, coño—La miré de mala hostia, haciendo que saltara una carcajada de su garganta.

—¿Otra vez te has puesto la camiseta de flores?

—No tengo muchas camisetas y ya hacía una semana que no me la ponía, así que...

—Así que nada—me interrumpió—. Hoy nos vamos a ir de compras, ¿vale? Me voy a deshacer de esa cosa horrenda lo antes posible.—Dijo refiriéndose a mi camisetita de flores, mientras ponía cara de vomitar mirándola—Y te vas a comprar toda la ropa que yo te elija.

—Summer, sabes de sobra que no me gusta ir a comprar ropa.

—Algún día tendrás que cambiar, ¿no? O vas a llevar cada dia una camiseta de flores pero de diferentes colores?—Rodeé los ojos—. Hoy a las cuatro te paso a buscar a casa, estate preparada—Me cogió del brazo para ir a clase, ya había sonado la campana.

—No puedo—Paró en seco y me miró.

—No hay excusas que valgan, siempre me cuelas todas las que puedes para no venirte a comprar conmigo.

—No, hoy va enserio, tengo trabajo—Me miró arqueando una ceja.

—¿Trabajo? ¿Desde cuando?

—Casualmente ayer.

Mi amiga me miró con cara de "no me la cuelas"

—¿Ah sí? ¿Y se puede saber de que trata ese trabajo, señorita?—Se burló.

—De niñera.

—¿De un día para el otro?

—Que síiii... Si no me crees, ven conmigo y lo compruebas.

—Bien, que de ti ya no me fío ni un pelo.

La miré mal, haciendo que sacara la lengua bromeando.

Entramos en clase encontrándonos una no tan peculiar escena. Ver a este par dándose el lote al final de clase, la verdad es que me daba un poco de vergüenza ajena, quitando el hecho de que parecían dos hienas en celo.

—¿Tú que miras, niña?—preguntó Stacy separándose de su querido Jackson, haciéndome pensar en si me había leído el pensamiento.

A palabras necias, oídos sordos.

—¿Y esa camiseta tan... bonita?—Éste fue Jackson, interviniendo al ver que había hecho caso omiso.

Se me hizo tan raro el hecho de que me dirigiera la palabra que fui incapaz de no contestarle.

—¿Te gusta?

—¿Sabes lo que es la ironía?—Dijo seguidamente de una risa sarcástica—Es la camiseta más fea que he visto en mi vida.

Rodeé los ojos y puse mi mirada hacia el frente. Definitivamente debía utilizar el refrán para ambos, ya que por lo visto son taaaaaal para cual.

—Tu ni puto caso amiga—Summer estiró el brazo para cogerme de la mano.—No malgastes saliva por gente que no merece la pena.—Hice un intento de sonreír y volví a mirar al frente.

Las clases se me pasaron demasiado lentas, y aún más si tenía a un par de niñas infantiles tirándome papelitos en la cabeza para incordiarme, pero aun así yo no hacía nada o intentaba no hacerlo. Era mejor no saltar y que me pudieran echar de clase, que es lo que ellas estaban buscando.

Aunque he de decir que Summer alguna que otra vez intervenía y les decía algo desagradable para defenderme, a lo que yo le decía que tampoco era forma de responder... pero quieras o no, me hacía reír.

Sonó el timbre y cogí a Summer lo más rápido que pude para salir. No quería encontrarme con Jackson y a Stacy yendo de camino a casa.

Me despedí de mi querida amiga con dos besos y recordándole que a las tres y cuarenta tenía que estar en mi casa para llevarla hasta casa de Lisa, para que definitivamente confiara en que tenía nuevo trabajo.

Pero que en parte entendía que no se lo creyera, ya que yo tampoco me creería que mi amiga tuviera un trabajo de un día para el otro y sin haberlo sabido antes.

Llegué a casa y me hice la comida mientras ponía la radio y dejaba que sonara la música.

Dejé el plato y los cubiertos encima de la encimera de la cocina cuando acabé y volví al sofá, pensando en lavarlos mucho más tarde. Faltaba una hora para que llegara mi mejor amiga, así que me tumbé en el sofá a ver un rato la televisión.
Comencé a hacer zapping y me paré un segundo donde las noticias. Estaban avisando de un asesinato de una joven de una ciudad de por aquí cerca, y se me erizó la piel.

Si os dais cuenta, no hay nada más triste que las noticias. Siempre que me da por verlas, anuncian asesinatos, suicidios, incendios, accidentes o cosas parecidas.

Volví a hacer zapping quitando las noticias, y preferí ahorrarme ver más desgracias. Puse el canal MTV, y dejé que pasara el tiempo viendo el programa de "cuerpos embarazosos".

Abrí un poco los ojos mientras escuchaba como sonaba la puerta de mi casa. Me coloqué bien en el sofá y me cogí la cabeza.

¿Y este dolor a que se debía?

Me puse las gafas que estaban en la mesita y me dirigí a la puerta, ya que me di cuenta de que sí estaban llamando y no era efecto de mi imaginación. Y parecía que con desesperación.

—¿¡Buenas tardes!? Llevo llamando al timbre más de cinco minutos.—Dejé pasar a mi mejor amiga—Mira la hora.

—Buenas tardes para ti también—respondí con toda la vaguez del mundo.

Me acerqué a la mesita de enfrente del sofá que es donde había dejado anteriormente mi móvil, lo alcancé y lo desbloqueé para mirar la hora. Las 15:50. ¡¿LAS 15:50?!

—¡Joder que me he dormido!

—¿De verdad? No lo sabía. La arruga esa que te ha salido en el moflete no sospecha nada—Me toqué la mejilla. Tenía la marca del cojín.

—Ves a la mesa de la cocina y coge el papelito que hay, esa es la dirección de la casa. Ves pensando en si sabes dónde está. Voy a peinarme rápido.

Después de decir mis últimas palabras, me fui directa al baño, me deshice del moño mal hecho, me peiné a lo bestia, y bajé. Se me había pasado el tiempo volando, y como llegase tarde el primer día eso podría dar una mala visión de mí.

—Pues sinceramente me suena mucho esta dirección. No me preguntes por qué.

—Vamos—Cogí las llaves, y abrí y cerré la puerta lo más rápido que pude.

—Creo que sí sé dónde está. Mis abuelos viven cerca de esta calle, vamos en autobus.

Nos bajamos a dos minutos de la casa—o mansión, porque de lo grande que era no sabía cómo llamarla—.

—Diría que es aquí—Dijo Summer—Pica al timbre.

Hice caso a mi amiga y piqué, esperando que me abriera alguien. A los pocos segundos, se escuchó como la cerradura se abría y aparecía detrás de la puerta blanca la Señora Collins, Lisa.

—¡Hola!

—Hola—Le sonreí.

Miró hacia mi costado y vio a otra figura que no esperaba encontrarse. Antes de que pudiera decir algo, me adelanté.

—No te molesta que traiga a una amiga, ¿verdad? Solo es por hoy, es que no me creía al decirle que iba a hacer de niñera—Miré a Summer y ésta levantó los brazos en señal de "yo no he dicho nada".

—No, claro que no. Pero otro día avísame—Me sonrió—Yo ya me voy, cuida bien de mi hija—Me guiñó el ojo—¡Loren, ya está aquí Giselle! Espero que no te de mucha faena, y gracias.—Le sonreí y me despedí de ella con la mano.

La mujer salió escopeteada hacia su precioso coche mientras yo aguantaba la puerta para poder entrar.

—¿Me crees ahora?—le espeté a mi amiga.

—Sí—Se rio—Pero yo me voy ya, sólo era para ver que no era otra excusa de las tuyas.

—Ahora no me dejes sola...—La amenacé, mientras intentaba ponerle mala cara, cosa que no me salía.

—Lo siento amiga, la única que gana dinero estando aquí eres tú, no yo... Así que, nos vemos, y ya me contarás como es que ahora haces de niñera. ¡Te quiero!—Me dio un beso en la mejilla y se fue lo más rápido que pudo antes de que yo pudiera volver a abrir la boca.

Suspiré y cerré la puerta detrás de mí.

—Hola.

Una niña pequeña apareció de la nada enfrente de mí.

—Qué bonita camiseta.

—Hola guapa—Le sonreí—Gracias.

Por fin había alguien a quién le gustaba mi dichosa camisetita.

—Bienvenida—Dijo con entusiasmo—¿Quieres que te enseñe mi casita?

—Me encantaría.

Lo primero que noté al entrar en su casa era el espacio. La casa (o mansión) era gigante. Había espacio como para poder dar y vender.

Me recorrí toda la casa, y estuvimos como unos quince minutos aproximadamente. Vi cada lavabo que tenían (uno por habitación y fuera de las habitaciones), la cocina (más grande que toda mi casa, y sin exagerar. Y eso ya era decir mucho), el comedor, el patio trasero (guapísimo por cierto, con un espacio que ni en dos patios traseros de dos casas), también la habitación de sus padres, su habitación...

—¿Te gusta Queen?

Le dije, sorprendida al entrar en su habitación y encontrarme con un póster colgado en la pared de arriba de su escritorio el famoso grupo Queen. Me extrañó un poco que siendo tan pequeña le gustara un tipo de música bastante antiguo para la edad que tenía.

—La verdad es que no les he escuchado nunca. Lo tengo ahí pegado porque me lo regalaron de una revista que se compró mi mamá, y como ella tampoco lo quería para nada pues lo utilicé para decorar mi habitación, y la verdad es que el póster es bastante chulo. Así que, me lo he quedado yo.

Me reí por lo rápido que había hablado y por lo astuta que había sido al saber cómo utilizar ese póster. La verdad es que era muy chulo y combinado con el color lila de sus paredes no quedaba tan mal.

Sin decir nada más, fue hacia su armario y sacó de él otro póster enorme, pero no podía apreciar quién podía ser porque estaba doblado.

—Te lo regalo. Este si que no pega nada con mi habitación, y aparte tampoco sé quién es... Pero también venia con la revista de mi mamá.

Abrí el póster después de tenerlo en mis manos y pude apreciar a un Freddie Mercuri con el micrófono en mano y con su llamativo bigote. Me reí al darme cuenta de que tenía al mismo artista pegado en su pared y no se había percatado de ello.

—Quiero que te lo quedes por haberme regalado tu anillo. Aparte de que tampoco lo iba a poner en mi habitación porque como ya te había dicho no pega para nada—reí.

—¿Seguro que quieres que me lo quede?—Asintió con la cabeza mientras me sonreía de oreja a oreja—Muchas gracias. Dame un abrazo.

Abrió sus bracitos para que me acercara a darle un abrazo. La abracé muy fuerte. Era un cielo de niña.

—Dámelo, que te lo guardo en mi armario hasta que te vayas.

Se lo di y fue corriendo al armario para guardarlo. Me cogió de la mano y me arrastró hacia fuera de su habitación, cerrar la puerta tras nosotras y dirigirnos a la habitación de su hermano mayor.

Era la segunda habitación más grande que había visto, ya que la primera era la de sus padres.

No estaba muy ordenada, había que decirlo. Tenía la cama desecha, y la colcha por el suelo igual que su almohada... Si mi madre estuviera presente para ver todo este desorden, había casa para correr. Odia el desorden y creo que es algo que me está contagiando, porque me estaba dando un poco de angustia ver todo eso así, que por poco más parecía el Jurassic World.

—Es muy desordenado—Me dijo, como si me hubiera leído los pensamientos.

—¿Cuántos años tiene tu hermano, Loren?

—Tiene dieciocho y es muy bueno conmigo, a pesar de que muchas veces no pasa tanto tiempo conmigo como querría... Pero seguro que te gusta.

Sentí un poco de lástima al escuchar a la hermana decir que quería pasar mucho más tiempo con su hermano, pero que no era así. Tampoco sabía el por qué, así que no era nadie para juzgar, aunque ayer pensara un poco mal de él. Pero al haberme dicho que era muy bueno con ella podía ser un poco más comprensiva.

—¿Por qué iba a gustarme?—pregunté.

—No sé, es muy guapo.

La habitación de su hermano era de color azul marino. Tenía una cama de matrimonio (supongo que es el sueño de todo adolescente, ya que yo también me incluyo), unos cuadros colgados en sus paredes y poco más de decoración. Lo que si destacaba era la Play 4 que tenía encima de su escritorio.

—¿Te gusta?—La miré y ella me sonreía.

—¿El qué?

—La consola. No dejas de mirarla.

A decir verdad, me gustaba mucho jugar a videojuegos. A parte de no gustarme nada relacionado con las fiestas, la ropa o el ir de compras en general... Era una completa friki, los videojuegos era algo que sí me gustaba, y todo por culpa de mi primo Charlie que siempre que iba a su casa era el primero en llevarme a su habitación y enseñarme a jugar a todo tipo de juegos en todas sus consolas, y quieras o no, te acabas enganchando (o al menos eso fue lo que a mí me pasó).

—A mí no me gusta. Prefiero otra cosa antes que los videojuegos. Por ejemplo, irme de compras con mi madre un fin de semana o irnos a dar una vuelta...

Me vino a la mente la imagen de mi amiga comprando por todas las tiendas como una posesa. Summer y Loren se llevarían estupendamente.

—Pero bueno, cada uno es como es. Yo soy un poco anti juegos—me estiró de la mano—Vamos, te voy a enseñar la habitación de los invitados y ya acabaría de enseñarte toda la casa.

No era ni grande ni pequeña, era de un espacio normal. La pared era de un color rojizo y acogedora. Tenía un escritorio pequeño, una cama de tres cuartos, una mesita de noche... Como cualquier habitación, aunque en ésta había un armario gigante. ¿Para qué tener un armario tan grande? Qué tontería.

—Aquí puedes dormir tú cuando quieras—me propuso.

—Lo dudo mucho, Loren. Ya tengo mi propia casa.

—¿Vives sola?

—Voy a vivir sola por un tiempo, mis papás se han ido a España a visitar a mi abuelo... Así que tengo la casa sola para mí. Aunque cuando tenga el dinero suficiente intentaré independizarme.

—¿Y por qué no te quedas a dormir aquí durante el tiempo que no estén tus papás en casa?—La miré extrañada.

—Loren, cariño. No nos conocemos lo bastante, no puedo quedarme. Tampoco tu mamá y tu papá me dejarían.

—Mi papá no está. Está de viaje en viaje así que por su parte no cuentes—Me agaché para llegar a su altura—Y mamá es muy buena, demasiado. Yo creo que sí te dejaría.

—Puede ser que cuando tenga más confianza con toda tu familia me quedase unos días, ¿vale? Pero de momento no creo—Le puse el pelo detrás de la oreja.

—Vale—Se cruzó de brazos.

—¿Qué quieres hacer?—Me levanté.

Loren se quedó un rato pensativa, mirando a su alrededor, para finalmente decidirse por algo que realmente no tenía pensado que pudiéramos hacer.

—Me apetece cantar—Me reí.

—¿Cantar?

—Sí. En mi habitación tengo un micrófono para cuando me aburro, y también tengo dos micrófonos más. A veces cuando traigo a mis amigas solemos jugar al Singstar. ¿Quieres?

—Vale—Reí y me guio hasta su habitación.

Me senté en su cama mientras ella lo preparaba todo. Me acuerdo que de pequeña también tenía juegos así de cantar y con música pop, y lo dábamos todo mis primos y yo.

—Toma—Me alcanzó un micrófono rosa—Tu eres la jugadora dos y yo la uno. ¿Qué quieres cantar?

Me acerqué a su televisión y vi cómo iba bajando canciones.

—¿Ready or not de Bridgit Mendler?

—Como quieras, decide tú—La miré.

—Entonces esta no—Se quedó mirando la pantalla pensativa.

Habían muchísimas canciones, y la mayoría las conocía porque eran las más típicas y las más escuchadas, ya sea por anuncios de televisión o conocidas porque eran canciones que todo el mundo había escuchado alguna vez.

Finalmente se decidió por poner una canción que realmente no tenía ni idea, pero me dejé llevar por el ritmo y leí cada una de las palabras que salían en pantalla. Me di cuenta de que me lo estaba pasando realmente bien, y de que el tiempo se estaba pasando súper rápido. Esta niña sabía cómo quemar el tiempo.

Acabamos de cantar y las dos nos tumbamos de golpe en la cama.

—¡Ala! Me has ganado—la miré de lado—Te he dejado ganar...

—¡Qué mentirosilla eres! Un día te enseño—Bromeé y le guiñé un ojo. Nos levantamos las dos, sin despegar el culo de la cama—¿Qué más te apetece hacer?

—Comer. Tengo hambre siempre, así que tendrás que acostumbrarte a verme comer cada hora—Reí por el hecho de que en este caso éramos las dos muy iguales, me gustaba comer a todas horas y daba gracias a Dios por tener la constitución que me había tocado que no me hacía engordar tanto como lo haría con otra persona si comiera todo lo que puedo llegar a comer.

Dejamos los micrófonos encima de la cama y bajamos a la cocina.

—Mi mamá ha dejado un bizcocho por aquí—Fue en dirección al horno y lo abrió sacando un bizcocho pequeñito, pero con muy buena pinta—Tiene que estar rico.

Fue a dejarlo en la mesa cuando sonó el timbre. Fruncí el ceño pensando en quién podría ser, si su madre estaba trabajando.

—Ves cortando dos trocitos y poniéndolos en los dos platos, y voy a abrir yo—Dijo Loren.

Y antes de que pudiera avanzar hasta la puerta, le avisé que antes de abrir a nadie mirase por la mirilla, y si era alguien conocido entonces sí podía abrir.

Fue hacia la puerta y a los segundos, se escuchó como se abría. No podía ver nada porque estaba en la cocina, y había gran distancia hasta donde se encontraba Loren.

—¡Tete!

Suspiré al escuchar que era su hermano mayor. Vaya, tenemos compañía.

—¡Hola mi vida! ¿Cómo está la niña de mis ojos?

Sonreí sin poder evitarlo. Había sonado muy adorable de parte del hermano.

—Muy bien. ¿Sabes que tengo una niñera?

—¿No me digas? ¿Quién es?

—Entra y la verás—Al oír eso me puse algo nerviosa—Está cortando trocitos del bizcocho que ha hecho mamá, ¿quieres uno?

—Claro amor—Dijo.

Escuché pasos y como se acercaban cada vez más al sitio en donde me encontraba yo. Sin evitarlo, agaché la cabeza por vergüenza.

—Giselle—Dijo Loren, y levanté la cabeza con una sonrisa.

No sabía a quién me iba a encontrar, pero ante todo había que ser amable. Pero la sonrisa se me quitó al instante al ver a quién me encontraba delante.

—Éste es mi hermanito, se llama Jackson.

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