SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA

By GutierrezLuisa_

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Ella está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mient... More

Sangre y Pólvora
01 | La cafetería.
02 | Motocross.
03 | Enemistad.
04 | Ausencia.
05 | Sorpresa.
06 | Morbo.
07 | Actividad sospechosa.
08 | Golpes.
09 | Equivocada.
10 | Allanamiento.
11 | Policía Nacional.
12 | Mentiras.
13 | Año nuevo.
14 | Desaparición.
15 | Fechas.
16 | Confesión.
17 | Amenaza.
18 | Peón.
19 | Acompañante.
20 | Presentimiento.
21 | Pesadilla.
22 | Presión.
23 | Primer movida.
24 | Cruce de disparos.
25 | Relevo.
26 | Romper.
27 | Conversación.
28 | Impotencia.
29 | Teoría y práctica.
30 | Un negocio.
31 | Motos.
32 | Punto cero.
33 | Drogas.
34 | La llamada.
35 | La llave.
36 | La hacienda.
37 | Deseo.
38 | Herida.
39 | Alcapone.
40 | Escape.
41 | Escolta.
42 | Interrogatorio.
43 | Alevosía.
44 | El Búnker.
45 | La cena.
46 | Embriaguez.
47 | Prisión.
48 | Sentido de justicia.
49 | Venganza.
50 | Deceso.
51 | El enemigo.
52 | Jake Mate.
53 | La última bala.
Epílogo: Respuestas.
Escena extra, parte I.
Escena extra, parte II.

Prólogo: Funeral.

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By GutierrezLuisa_

A las seis de la tarde, le di la última calada al cigarrillo y arrojé la colilla al asfalto, para pisarla con la suela de mis botas de cuero. Me alisé las arrugas invisibles de la chaqueta y me crucé de piernas. Escuché los pasos acelerados y torpes de mi madre y suspiré hondo.

Yaneth, aminoró su marcha conforme se acercaba y se detuvo completamente a unos dos metros. Abarcó una gran cantidad de aire y titubeó antes de hablar.

- ¿Puedes entrar, por favor?-Preguntó finalmente. Me giré y le sostuve la mirada. Ella se resguardó el pecho con los brazos y agregó: -Lo prometiste.

Tragué saliva, hastiada y me puse de pie para posteriormente seguirla por la calle. El edificio de cuatro plantas, ocupaba unos treinta metros de la calle y llamaba la atención que fuera elegante y negro. Había dos tipos en la entrada de la estancia. Uno de ellos fumando y el otro, limitándose a mirarme. Me sentí intimidada por su penetrante mirada, pero lo ignoré entrando detrás de mi madre.

Unas escaleras de baldosa blanca, era lo primero que podía verse al entrar. Yaneth comenzó a ascender por ellas y yo dediqué una mirada de soslayo a los hombres en la puerta. Ellos estaban hablando entre sí, y el bulto justo en la pretina de sus Jeans, me daba una idea de lo que llevaban.

En el segundo piso, estaban concentrados todos. Habían asistido un par de tíos, primos lejanos de cuya existencia no tenía conocimiento y una mujer con un vestido extremadamente largo, de esbelta figura y facciones finas, llorando contra un pañuelo blanco. Dos chicas, de unos catorce y quince años, estaban junto a ella y lloraban también.

El ataúd estaba cerca de la ventana cerrada, que dejaba ver parte del resto de la ciudad. Era de una madera, visualmente fina y tenía un sin número de coronas de flores y mensajes ridículos, a los lados. Algo dentro de mí se removió cuando vi a Jorge allí, con las manos cruzadas y los ojos cerrados para siempre. Era consciente de que no iba a llorar, pero estaba segura que la mirada de todos, descansaba sobre mí, expectantes a mi reacción.

La viuda, de hermosa figura, detuvo su llanto cuando una de mis hermanastras le dijo algo al oído. Ellas me miraron, de pies a cabeza de manera descarada y yo apreté mis labios para no decir nada. Yaneth, a mi lado, repiqueteaba su pie. Alcé una ceja hacia la mujer y ella levantó el mentón y posó su mirada en un hombre que acababa de entrar.

-Vanesa. -Comenzó mi mamá. -Cariño, ¿No puedes aunque sea, fingir que te duele la muerte de tu padre.

-Él no era mi padre-Escupí con irritación. Me jodía que me dijeran que ese tipo dentro de ese ataúd había sido mi padre. Yo no había tenido nunca un padre.

Me percaté que las miradas de todos se habían puesto sobre el hombre de aura oscura que acababa de entrar. Su saco largo y vinotinto, su sombrero italiano y su porte friolento, no me hizo sentir bien. Él me miró y sonrió, pero yo puse mis ojos sobre mi madre.

-Claro que era tu padre-Presionó ella y prosiguió; -Siempre se preocupaba por ti, llamaba todo el tiempo. Y también, ahora que lo noto, debes dejar de ver así a la mujer de Jorge y a sus hijas.

Estreché los ojos, incrédula de haber oído eso y ella respiró hondo, mirando hacia otra parte. Era el colmo de los colmos, que ella me pidiera eso. Es decir, Jorge la había dejado por esa mujer ¿Cómo podía defenderla?

Ella soltó un bufido y el hombre misterioso avanzó por la sala, hasta el cajón de Jorge. Tres o cuatro hombres más, entraron detrás de él, vestidos de traje negro y con zapatos oscuros. Se hicieron alrededor del primer sujeto y entendí que eras sus escoltas. Me pregunté quién era ese sujeto.

-Enviar dinero cada mes, que por cierto es algo legal y obligatorio, no lo convertían en un padre. -Comenté, queriendo hacer entrar en razón a mamá.

Eso pareció funcionar, porque guardó silencio. Nadie decía nada con respecto a los hombres que habían entrado y me impacienté. Aunque tampoco era como si la respuesta, me fuera a sorprender. Ese tipo sin vida, que nos había abandonado siete años atrás, ese hombre metido siempre en negocios turbios que de la noche a la mañana terminó con limosinas y propiedades en varios estados y países, era mi padre.

Supe desde que lo vi llegar a casa por la visita de rutina, con el traje color blanco, los dos carros con vidrios oscuros y con esos seis hombres afuera de la casa, que Jorge era un mafioso.

Aunque mamá lo sabía, fingía que no era importante, ya que lo único que importaba para ella, era que cumplía con sus responsabilidades y le llegaba con rollos de billetes manchados de sangre, de manera figurativa y creía que eso ya era suficiente. Pues estaba completamente equivocada.

No me creía capaz de ponerme de pie e ir a echarle un vistazo al cuerpo que yacía a cuatro metros. No porque tuviera miedo o sintiera nostalgia, sino porque simplemente era imposible que me naciera hacerlo. No quería mostrar ni siquiera señales de que me dolía la muerte de ese sujeto.

Cuando el hombre se retiró, junto con los demás sujetos, se pudo sentir como una densa tensión se evaporaba. La mayoría de las personas presentes en el velorio, no estaban llorando. Todos me miraban de vez en cuando. Tuve esa sensación de que debía de hacer algo, pero lo estaba olvidando.

Por fin, sobre la una de la madrugada, Yaneth creyó que ya era suficiente y me dijo que nos fuéramos a casa. Se dirigió a la viuda, que era de unos treinta años menor que el difunto Jorge y a sus hijas y les susurró algunas palabras tranquilizadoras.

Tres hombres, en la zona de fumadores, me observaban. Lo curioso era que ninguna estaba fumando. A diferencia de todos los demás hombres en el lugar, ellos no llevaban traje, sino que iban de Jean y camisa oscura. Uno de ellos, tenía un palillo en la boca y lo movía entre dientes mientras ladeaba la cabeza y me observaba. Me inquieté y bajé las escaleras.

Salí del lugar, pasando junto a los hombres que custodiaban la entrada y me senté en un muro, a unos veinte metros del lugar. Busqué entre los bolsillos de mi chaqueta y hallé la cajetilla de cigarrillos, me puse uno en la boca. Palpé en mis bolsillos, pero por extraño que fuera, el encendedor no estaba.

- ¿Quieres fuego?-Preguntaron cerca y me sobresalté, dejando caer el cigarrillo. El hombre que me había estado viendo, tenía su mano estirada a una distancia prudente y sobre su palma, había una mechera.

Meneé la cabeza y él se encogió de hombros, sonriente. Un taxi se detuvo frente a nosotros y él abrió la puerta para mí. Mi mamá estaba en el asiento trasero y le dio dos palmaditas al asiento de al lado. Observé el hombre que sostenía la puerta para mí y luego a ella.

Finalmente me subí y lo observé, paciente. Él cerró la puerta y me hizo una seña con su mano. El vehículo se puso en movimiento. En los asientos delanteros, iba el conductor y un moreno alto, fornido y de gruesa voz que hablaba por teléfono. Daba indicaciones y direcciones a alguien por teléfono. Las direcciones estaban cerca de mi casa.

Yaneth iba a mi lado, enviando textos a alguien y cuando intenté ver la pantalla, ella la ocultó de mí. Los motores de dos o tres RX 115, resonaron a los costados del taxi. Mi corazón comenzó a palpitar con violencia, temiendo por lo que podría suceder. Dos motos sobrepasaron el taxi y avanzaron a unos cien metros de nosotros y otras dos, iban a ambos lados de las ventanas.

El motociclista que iba al lado de mi ventana, picó la moto y su compañero gritó algo. El hombre moreno gritó orden y ellos siguieron riéndose. Cuando llegamos a casa, Yaneth salió por su puerta y en tanto la cerró detrás de ella, yo abrí la puerta de mi costado, pero todas las puertas se aseguraron.

- ¿Mamá?-Pregunté con mi tono de voz ligeramente asustado. Ella no me miró, y el taxi se puso en movimiento de nuevo. - ¡Mamá!

Pero ella ya se había escabullido a la casa, como si yo hubiera dejado de existir. El moreno de voz firme, se pasó al asiento que ella había ocupado segundos antes y yo me alejé de él lo que más pude.

-Tranquila, no le voy a hacer daño. Le voy a pedir que me escuche atentamente.

Él sacó de su saco una pistola pequeña y la dejó sobre la silla, en medio de los dos. Era una muestra de que no me lastimaría. El conductor se metió por una calle oscura y a partir de allí, su velocidad fue más que peligrosa.

-Su padre le debía dinero a personas peligrosas. Esos hombres, le amenazaron con matar a su madre y a usted, si él no pagaba su deuda. Por desgracia, él murió y por seguridad, vamos a tener que protegerlas día y noche.

Mis ojos bailaron de un lado a otro. Las luces entraban y se movían de forma rápida por todos lados. Apreté los dientes. Frunciendo las cejas.

-Debe de estar separada de su madre, hasta que encontremos la mejor manera de cancelar la deuda. Ella también está en peligro, es por eso que las podremos vigilar mejor si conocemos las acciones de las dos, de forma separada.

Respiré hondo, sintiendo un calor posarse en mi pecho. Las motos aparecieron de nuevo y esta vez, el hombre no pudo hacer nada para detener sus piques y sus carcajadas.

-Tenemos entendido que ha estado buscando un empleo. Pues le conseguimos uno. Todos los lugares cercanos a esa cafetería, están vigilados. Tenemos personal calificado para evaluar sus movimientos. Aun así, nadie sabe que usted es la hija de Jorge Jaramillo. Nadie sabe que usted será la heredera de su mafia.

-No seré la heredera de ninguna mierda. -Espeté, mirándolo a los ojos y él alzó una ceja, asintiendo. Más bien comprobando que yo era quienes ellos esperaban.

Cuando el taxi aparcó frente a un departamento nuevo y vi hombres entrando con cajas y con maletines, supe que mi mamá había estado forzada en obedecer.

-Debe de llevar una vida tan normal como pueda aparentar. Nosotros nos ocuparemos, de no apartarnos de usted en ningún momento.


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