Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 27: Rescate

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By NomiSaez

Capítulo 27:
Rescate

Salimos de la academia sin mediar palabras, es más, no estoy muy segura de que se haya dado cuenta de que lo estoy siguiendo. Él camina muy rápido, por momentos me quedo atrás... los árboles en la oscuridad me aterran...

No estoy muy segura de a dónde vamos, hasta que se detiene en el borde del precipicio donde hace unos días atacaron los vástagos.

—No debiste haberme seguido —dice observando el vacío con determinación.

Tiene razón, pero la culpa no me deja pensar. Han secuestrado a Diana y, aunque no somos exactamente amigas, soy responsable por lo que pueda sucederle. Necesito hacer algo.

—En realidad no, pero... parecías necesitar compañía —digo un poco agitada.

A pesar de que he descubierto que soy realmente rápida, aun no lo manejo del todo.

Ya a su lado, piso en falso y pierdo el equilibrio. El corazón se me agita ante la gran caída... Él me sujeta y me hace retroceder, lejos del filo del precipicio.

—Debes tener más cuidado. —Asiento aún asustada. Sus ojos verdes están más brillosos que de costumbre—. Esto será peligroso... Mantente cerca de mí, y obedece todo lo que diga. ¿Está bien?

—Tan claro como el agua —respondo con firmeza.

—Han dejado un rastro, ¿puedes verlo? —Sigo la dirección de su mirada. Pero solo detallo una luminiscencia hermosa que rodea el precipicio y se pierde entre el bosque.

—Solo veo un hermoso resplandor, que se pierde... —Él sonríe.

—Eso que ves es el rastro de los vástagos y toda entidad que pertenece a la oscuridad —explica.

Él se aleja un poco, y de su espalda mana un brillo verdoso que me ciega por completo. Pestañeo mientras mi visión vuelve... y dos alas blancas penden de su espalda. Son enormes, y parecen ser tan suaves... estoy tan hipnotizada con ellas que no me doy cuenta de los accesorios...

Lleva una espada en la espalda, una funda de cuero atraviesa su pecho, sosteniéndola. Es casi imperceptible entre las alas, además lleva algunos otros juguetes repartidos en el cuerpo que no alcanzo a detallar...

—El rastro se pierde, no los matarán tan rápido... harán una especie de ofrenda a su rey —dice antes de alzar el vuelo conmigo a cuestas.

Me sujeto de su hombro con fuerza, aterrada por la distancia a la que se encuentra la tierra de mis pies. El gélido viento del cielo nocturno me hace estremecer... debí ponerme algo más abrigado, me quejo mentalmente.

Cierro los ojos, mientras la velocidad se incrementa. El viento golpea cada vez más fuerte contra nuestros cuerpos, pero no nos detenemos.

En mi estómago se arremolina una débil presión mientras descendemos. No me suelto de sus brazos hasta que mis pies tocan tierra. Me siento tullida por el frío, acaricio mis brazos en busca de un poco de calor. Recorro con la mirada el lugar al que hemos llegado.

Una calle desolada, en completa oscuridad. Es como si estuviera abandonada, las farolas que debería mantener iluminada la calle están en el piso, una tras otra.

—Están en alguna parte —susurra Dimas tomando la iniciativa de avanzar por la calle. Lo sigo lo más cerca posible. Él camina con agilidad y destreza, como si esperara que en cualquier momento alguien lo atacara por la espalda—. No siempre fue así.

—¿Qué cosa? —pregunto mientras observo a todas partes. Este lugar es muy lúgubre, no lo sé... Siento que no es así como debería verse una calle, pero tampoco logro encontrar en mi mente algo que me demuestre que debería ser diferente.

—La calle, la ciudad, el mundo... Existen algunas zonas que han sido recuperadas después del cambio que recibió la humanidad... pero otras aún se mantienen en dominios de los vástagos, los rebeldes, la oscuridad...

Volteo la mirada, con el corazón en la garganta, pero no hay nadie. Y juraría que vi a alguien pasar.

—Tranquila —susurra—. Solo mantente detrás de mí, y tendré más posibilidades de mantenernos con vida hasta que llegue la ayuda.

Giramos en una esquina, y hay sombras que se mueven de un lugar a otro, pero no se acercan a nosotros. Pongo todo de mí para mantenerme tranquila, pero es inquietante.

—¿Avisaste a los demás argeles?

—Claro que no. Eso me metería en grandes problemas con Geraldine. No es que ya no lo esté, pero no pondría en riesgo a los demás sin trazar un buen plan, y no podemos darnos el lujo de esperar.

—¿Entonces quiénes? —Doy un salto, una sombra estuvo muy cerca de tocarme la pierna. Me acerco más a Dimas, muy cerca de sus alas.

—Le avisé a Santiago. Ya deben estar por llegar. —Se detiene, me golpeo con sus alas.

¿En qué momento?, la pregunta no sale de mis labios.

Da dos pasos con cuidado, se pega a la pared y se asoma lentamente para ver lo que hay al doblar la calle. Permanezco detrás de él, inmóvil ya que hay algunas voces del otro lado.

Retrocede un poco, y se agacha de cuclillas en completo silencio. Hago lo mismo. Entre las voces, escucho un grito... al principio me cuesta reconocerlo, pero después de un par de quejidos más me doy cuenta de que es Diana la vampira.

—¿Estás seguro que vendrán? —pregunto aterrada por lo que le puedan estar haciendo.

—Completamente. Al enterarse Romina de que te he metido en todo esto vendrá inmediatamente a patear mi trasero por ser un idiota.

Me muerdo el labio para no reír. Los gritos no cesan, la están torturando. Las voces se vuelven más audible.

—¿Cuánto tiempo crees que aguantarás? —pregunta la voz de una mujer que se me hace conocida, pero no recuerdo dónde la he escuchado—. Solo tienes que tomar su sangre... hasta la última gota, extraer su alma y hacerla tuya.

Tiemblo ante esas palabras. No sé por qué, pero con solo escuchar esa voz me entra un terror inmenso. Dimas coloca una mano en mi rodilla, y la presiona con fuerza. Le murmuro que estoy bien, pero no es así.

—¿Qué quieren decir con eso? —pregunto en busca de distraer mi mente de los gritos de agonía de Diana.

—Los vampiros son seres de la oscuridad, depredadores por naturaleza... Los primeros que existieron fueron creados, cuerpos sin alma, ya que se la entregaron al príncipe de las tinieblas para alargar sus vidas. Pero todo tiene un precio, el de ellos fue alimentarse de ellos mismos, de su propia especie, hasta saborear su alma, su vida. —Cada palabra me hace estremecer. Con cada palabra el horror crece dentro de mí—. El problema es que todo ser que nace en este mundo tiene un alma. Los vampiros comenzaron a tener descendencia, pero era diferente... Con el tiempo esos niños se hacían adultos, y morían... no como una persona normal, su tiempo de vida oscila entre uno o dos siglos, muy pocos llegan al tercer siglo de vida. Por lo que cada descendiente murió, mientras que los originales seguían con vida. Eso representaba obviamente un problema, tanto para ellos como para su creador; entonces encontró la manera de que esos niños que venían con la sangre de vampiro perdieran su alma. A los trece años el niño debe cazar a su primera víctima, probar la sangre hasta saborear el alma desprenderse del cuerpo...

—Eso es asqueroso —le interrumpo en susurros—. ¿Por qué a los trece?

—Porque a esa edad se deja de ser un niño para entrar a la adolescencia. Sabes cómo es el mundo, y puedes tomar la decisión. Entregar tu alma al príncipe de las tinieblas, o conservarla y morir en algunos años.

Antes de ambos pudiéramos reaccionar, estábamos rodeados. Uno de los hombres es ese mismo chico que vi cuando fui de compras con las chicas. Me sonríe como si nos conociéramos y estuviera feliz de verme. Yo, en cambio, siento que no puedo respirar de tanto temor. Un miedo irracional que no puedo controlar.

Dimas se mueve rápido, y termino detrás de su espalda pegada a la pared; sus alas parecen un escudo, cubriendo mi cuerpo. Me relajo un poco al no poder mirar directamente a ese hombre. Es parte de mi pasado y mi cuerpo lo repele.

—Jamás imaginé que secuestrando a un vampiro vendrías directamente a nosotros —dice el hombre buscando mi mirada.

Me oculto entre las suaves y blancas alas, empujando cada recuerdo que intenta alimentar mis miedos. Ha sido una trampa, un cebo para atraerme.

—¿Solo ustedes dos han venido? —pregunta con sarcasmo—. Y yo que pensé que eran un poco más inteligentes.

Los demás ríen. Yo tiemblo ante sus sonidos antinaturales.

—Te equivocas —dice una voz desde la oscuridad.

Respiro aliviada, hasta sonrío.

Santiago sale a la poca luz que nos da la noche, completamente vestido de negro. Acompañado de otros cuatro vampiros.

Los rebeldes se lanzan sobre ellos de inmediato, y ese hombre ataca a Dimas, otro de los rebeldes se le une. No le da chance de alcanzar su espada, ambos lo atacan al mismo tiempo alejándolo de mí.

Comienza una batalla campal, y me encuentro en el medio sin saber qué hacer, ni a dónde ir. Soy un blanco fácil. Ese hombre derriba a Dimas, él intenta ponerse en pie, pero el otro envuelve su brazo en su cuello, impidiéndole respirar.

—¿Dónde está tu Dios justo ahora?, ¿o ese arcángel por el cual luchas? —pregunta el rebelde haciendo más presión en su cuello.

Dimas lucha por liberarse... Sin pensarlo voy hacia él, pero ese hombre se interpone en mi camino, y Romina cae delante de mí como una sombra.

Se vuelve un visaje delante de mí, y el hombre sale volando por los aires. Toma al rebelde por los hombros y lo lanza contra la pared, una y otra vez hasta que este ya no se puede levantar.

Luego ayuda a Dimas a ponerse en pie, y al verlo estabilizado le voltea el rostro de una cachetada.

—¿Por qué has hecho eso? —pregunto alarmada.

Dimas me mira, y murmura:

—Me lo merezco.

—¿Eres idiota o qué?, ¿cómo se te ocurre poner en peligro a Dess? —le grita Romina muy molesta.

—Ella está bien, no iba a permitir que nada le pasara —responde Dimas.

—Estoy bien —le secundo para calmar un poco a Romina.

—Santiago, llévala a la academia y asegúrate de que nada le ocurra —ordena la vampira sin quitar la mirada de Dimas—, nosotros nos encargaremos de los demás.

Busco la mirada de Dimas, y con solo mover los labios le deseo suerte con la vampira. Y le recuerdo que tenemos una conversación pendiente.

Cuando me doy cuenta estoy en la espalda de Santiago y todo a mi alrededor es solo un visaje.

Entramos a los territorios de la academia a gran velocidad y en muy poco tiempo.

Santiago se detiene frente a la enfermería, algunas luces están encendidas.

—No tengo ánimos para recibir el regaño de Ismael —susurro tendida en su espalda.

De un momento a otro, estamos en una habitación, pero no es la habitación que comparto con Anastasia.

Me deja sobre la cama, y sale sin que me percate.

Al lado de la cama se encuentra una lámpara, la enciendo. Recorro las paredes, y no hay nada que hable de su pasado o de él. No hay fotografías, no existe algún detalle de decoración... solo las cuatro paredes blancas, un armario... no hay mucho en esta habitación.

Una brisa helada me hace estremecer, la ventana está abierta y se mueve de un lado a otro por la fuerte ventisca. Él aparece de repente, deja un vaso de agua en la mesita de noche y una barra de chocolate. En un parpadear la ventana está cerrada y él delante de mí, con la barra de chocolate en la mano.

—¿Quieres un poco? —pregunta mientras la abre.

Asiento temblando del frío. Me da un pedazo, con manos temblorosas lo llevo a mi boca.

—¿Cuál es esa conversación pendiente que tienes con Dimas?

Su pregunta me toma desprevenida. Ni siquiera lo dije en voz alta.

—¿Cómo es que lo sabes?

Me sonríe, muerde su parte de chocolate.

—Leí tus labios —explica.

Arqueo las cejas desconcertada. Los temblores de mi cuerpo no cesan. Hace tanto frío...

No me doy cuenta de que se levanta hasta que siento sus brazos a mi alrededor y el calor de su cuerpo abrigándome. Me acomodo entre sus brazos, descanso mi cabeza en su pecho, y termino por saborear lo último del chocolate.

—¿Entonces? —susurra a mi oído, produciéndome cosquillas.

—Me explicaba sobre los vampiros —respondo. Su mentón está sobre mi hombro, muy cerca de mi cuello.

—Ya te lo había explicado.

—Él me explico cosas que tú ni mencionaste —replico decidida a saber un poco más.

—No necesitabas saber eso. —Me abraza un poco más fuerte.

—Eso quiere decir que tengo que esperar a que Dimas termine la historia.

—Sí, prefiero que sea así.

—Bien —susurro. No obtendré más respuestas sobre ese tema, no con él. Pero hay otras preguntas que quizás sí responda—. ¿Eres el líder de los vampiros aquí en la academia?

Se tensa un poco. Pero luego se relaja, y deja suaves besos en mi cuello. Se me eriza la piel, disfrutando de esta nueva sensación.

—No exactamente —comienza a explicar—, Romina es la líder, pero no quiere la responsabilidad. Así que la dejó en mis manos. Su familia es uno de los linajes más antiguos que han decidido unirse a los argeles, generación tras generación. Son muy respetados por los más jóvenes.

—¿Qué hay de tu familia? —mi pregunta hace que los besos sobre mi cuello se terminen.

Me libera un poco de sus brazos. El silencio se hace muy incómodo. Toma el vaso de agua, y bebe hasta dejar la mitad.

—No tengo familia —responde secamente.

Me alejo, me cruzo de brazos.

—Eso no es cierto, tu madre me secuestró hace un par de días —digo con firmeza. Él termina por tomarse el resto del agua.

—Los abandoné hace mucho tiempo —dice a regañadientes. Lo miro fijamente, suspira derrotado—. Mi familia es uno de los primeros linajes que crearon, el líder es uno de los primeros vampiros que nació de las tinieblas. Hui de casa dos días antes de cumplir los trece, salí a la escuela, pero nunca llegué... en cambio vine a Luz de medianoche, solo con mi morral y el uniforme del colegio. La familia de Romina me adoptó como si fuera un hijo...

Baja la mirada. Deja el vaso en la mesita de noche.

—¿Por qué? —Sus ojos cambian de marrón a avellana dorado claro—. Es decir, ¿por qué elegiste Luz de medianoche sobre tu familia?

El poco espacio entre ambos se reduce en menos de un segundo, su aliento golpea mi rostro. Sus brazos envuelven mi cintura de una manera posesiva.

—Porque odio el frío, y no me visualizaba pasar el resto de mi existencia sin probar un chocolate. —Sus ojos están fijos en mis labios, como si quisiera devorarme.

—¿Solo por eso? —pregunto desconcertada por su respuesta. No lo sé, pero creo que es muy poco para la difícil decisión que tomó. Sea como sea, eran su familia.

—Sí, solo esas dos razones me trajeron a la academia.

Su beso me toma desprevenida. Apasionado, hambriento... sus labios voraces sobre los míos. En un rápido movimiento quedo debajo de él, el peso de su cuerpo sobre el mío produce sensaciones inexplicables. Sus manos me acarician la piel, parte de la espalda. Es una sensación nueva... y no quiero que termine.

Pero la puerta es abierta sobresaltándonos a los dos.

—¡Oh! Lamento interrumpir —la voz de Anastasia llena mis oídos.

Santiago se aleja, y me ayuda a levantarme. Me arreglo el cabello avergonzada. Estoy segura que mis mejillas deben estar coloradas.

—No esperaba que llegaran tan rápido —dice Santiago relajado.

—La situación ameritaba rapidez —se burla Anastasia, cruzada de brazos—. Paula quiere hablar con ustedes.

Me levanto, un poco agitada aún. Anastasia cruzala habitación y me abraza con fuerza. No entiendo por qué todos se preocupantanto por mí, mientras que los otros chicos fueron secuestrados y torturados. ¿Porqué soy yo el centro de atención, cuando son ellos los que han sido dañados?

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