Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 25: Vástagos del infierno

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By NomiSaez

Capítulo 25:
Vástagos del infierno

—¡Ey! —Me detengo y volteo en busca de la voz.

Desde que salí de la habitación no he visto a ningún chico o chica por la academia, en mi mente ya me había hecho a la idea de ser la única estudiante que no tiene a donde ir, mas no es así. Victoria lleva un jean rotos en las rodillas y una franela blanca con un símbolo dorado que no conozco, una o dos tallas más de las que debería usar, y zapatillas deportivas. Su corto cabello se ondea en la suave brisa. Se mueve como una bailarina en mi dirección.

—Hola —saluda con una flamante sonrisa y gran entusiasmo—. Pensé que era la única en este enorme lugar.

—Pues ya somos dos —digo.

He dormido toda la mañana, ya es casi medio día.

A pesar de que me siento sola sin las chicas, me siento de maravilla. El té que prepara Dimas es maravilloso, dormí sin interrupciones.

Retomamos el paso, y en definitiva somos las únicas chicas en este lugar. A menos que haya alguien en el comedor.

—¿Cómo te integras con los argeles? —me atrevo a preguntar.

—Muy bien —exclama—, aunque el único momento donde todos conviven es las clases de combate, del resto cada casa está por su lado. Eso es algo me parece un poco ilógico, ¿tú que piensas?

—Qué es lo más estúpido que he oído —digo con sinceridad—. Es decir, todos son argeles, ¿por qué simplemente no dejan eso de los pequeños grupos a un lado, y hacen un grupo donde no existan las diferencias ni entre ellos mismos ni con los demás en la academia?

—Pienso igual, pero es un poco difícil hacerlos entrar en razón.

—¿Ya lo intestaste?

—Oh, sí, y no me fue nada bien.

Sí, supongo que no lo fue. Los argeles tienen una vida estructurada bajo rivalidades de un pasado del que ni siquiera existen testigos, y aun así no consiguen continuar una vida sin prejuicios.

El silencio de la academia es inquietante, es una sensación que cala hasta los huesos y te paraliza la sangre. Victoria se mueve relajada hasta la entrada del comedor, en cambio yo siento como el silencio me asfixia en un ambiente completamente abierto. Respiro, y observo el lugar sin que ella se dé cuenta, no hay nada ni nadie. ¿Será que me he vuelto un poco paranoica con todo lo que ha sucedido?, un segundo me siento perfecta y al siguiente me desmorono ante mil sensaciones contradictorias en mi cuerpo.

—¿No vienes? —Victoria mantiene la puerta abierta. Doy una fugaz mirada al pisar el último eslabón. Nada.

Al cruzar la puerta, nos damos cuenta de que no somos las únicas estudiantes en la academia.

En el centro del comedor se encuentra un chico alto y delgado de cabello negro hasta los hombros recogido en una coleta. A su alrededor hay tres chicas, entre ellas la vampira Diana, vestida de negro de la cabeza a los pies, lo único de color es su cabello rojizo y sus ojos brillosos. ¿Por qué se ha quedado?

Una de las otras chicas también es un vampiro, de piel chocolate y cabello rizado, sus ojos son de color avellana. La otra chica es morena y de cabello oscuro como el mío, sus ojos son marrones y lleva gafas. Los cuatro levantan la vista al unísono y clavan sus ojos en Victoria y en mí.

La extraña sensación de hace unos segundos es reemplazada por sus intensas miradas.

—Con ustedes dos son solo siete los estudiantes que permanecerán en la academia el fin de semana. —Ambas nos sobresaltamos por la voz, sobre todo yo.

Detrás de nosotras está el señor Ismael, el líder de los lobos en la academia.

—Cualquier cosa que necesiten estaré en mi oficina. —Se da la vuelta y sale del comedor.

—Paula ya me había dicho que él se quedaría a cargo —digo.

—Espero que Geraldine vuelva pronto, ella y el cambiante prácticamente nunca están.

—¿Cómo sabes eso? —le pregunto.

Esta chica parece estar más actualizada con la información de Luz de medianoche que yo.

—Me lo explicaron mis compañeras de habitación. Geraldine siempre está fuera de la academia, y de vez en cuando los demás van también a la ciudad. Esta vez le tocó ir a Mauricio, es el representante y responsable de los cambiantes en la academia.

¡Oh! Y yo ni enterada.

Tomamos una bandeja y la llenamos de comida, a pesar de que la academia está prácticamente vacía hay comida como si el comedor estuviera repleto de adolescentes. Caminamos una al lado de la otra.

Diana nos muestra sus filosos colmillos al pasar a su lado, dejándonos muy en claro que no nos quiere cerca. Así que nos movemos hasta las últimas mesas.

Casi dejo caer mi bandeja al ver a Dimas con los brazos extendidos y las manos entrelazadas sobre la mesa, con el rostro cabizbajo. Camino hasta su mesa y me siento en la silla frente a él. Victoria toma asiento en la silla contigua y él alza la vista.

—No esperaba verte aquí —le digo.

Él se encoje de hombros.

—Siempre me quedo aquí —dice con voz monótona.

Comienzo a devorar mi comida, estoy hambrienta. Desde el centro del comedor escucho las risas ahogadas de los otros cuatro chicos, parecen estarla pasando muy bien.

—¿Dormiste bien? —pregunta Dimas sin alzar la vista.

—Sí, ese té es una maravilla —expreso con la boca llena. Quiero preguntar por qué está aquí, pero no me atrevo, apenas nos conocemos y no hemos tenido mucho trato.

—¿Y por qué te has quedado en la academia? —pregunta Victoria.

Él alza la vista, y yo me atraganto con la comida. Toso un poco, y tomo un poco de agua. Victoria ha hecho la pregunta que yo no me atreví a hacer, y Dimas la mira como si fuera una insolente, mas ella no se ve afectada, en cambio le sostiene la mirada a la espera de una respuesta. Dimas suspira.

—Mi familia no está de acuerdo con lo que soy —dice con pesar—. ¿Y tú?

Sé que ha hecho esa pregunta para que no nos centremos en sus problemas familiares. Espero a que Victoria responda, pero el silencio es lo único que se alza sobre nosotros, ella baja la mirada, fija en la bandeja de comida.

—Tampoco lo aceptan —dice con la voz entrecortada. Tomo su mano y la apretó con fuerza, no debe ser fácil para ella. Es su primer año, eso quiere decir que todo es muy reciente para soportarlo con buena cara, su vida ha tenido un cambio drástico que no le ha permitido adaptarse por completo. En cambio, Dimas tiene años aquí, ha tenido bastante tiempo para vivir sabiendo que su familia no quiere verlo mientras elija ser un centinela.

—No todas las familias aceptan que el mundo ha cambiado —dice Dimas con la mirada perdida.

—No entiendo algunas cosas —manifiesto en susurros. Realmente lo dije para mí misma, pero ambos me han escuchado.

Victoria alza la vista, sus ojos están aguados, pero su sonrisa es amplia. Dimas también me observa con sus lindos ojos verdes.

—¿Qué no entiendes? —pregunta.

Ambos han dejado de lado sus problemas para centrase en los míos, no estamos avanzando en nada, entrar en mi caótica vida nos llevará en picada, al vacío.

Son tantas cosas las que no entiendo, que siento que estoy preguntando algo estúpido, siento que debería saber de lo que hablan, pero mi mente no me da nada para ubicarme en el contexto, solo pesadillas sin pies ni cabezas.

—¿Qué tanto conoces de tu pasado? —Dimas responde con otra pregunta.

—Nada que me ayude a comprender —digo.

—No recuerdas nada de nada. —Victoria ha dejado de lado su comida, y el dolor de sus propios problemas, para mostrar una cara de completa sorpresa.

—No pensé que fuera tan grave —expresa Dimas, pensativo—. Bueno... creo que debemos ir a la biblioteca, trataré de darte un resumen de lo más importante que debes saber.

—Quizás eso ayude a que tu mente despierte. —Victoria se levanta con entusiasmo.

Ya hemos encontrado la forma de pasar el resto del día, al final de todo no estaré sola este fin de semana. Ni ellos tampoco.

Dejamos el comedor bajo las intensas miradas de los otros chicos. En el momento en que piso el último escalón, siento la presencia de alguien más, giro la vista y no hay nadie, pero sigo teniendo la sensación de que hay alguien que nos sigue.

Muevo la cabeza alejando ese pensamiento.

Dimas y Victoria conversan entretenidamente sobre cosas que no entiendo, mientras que no puedo dejar de sentirme observada. Por suerte la biblioteca está del otro lado del comedor.

Subo los peldaños detrás de ellos, Dimas mantiene la puerta abierta para que pase, miro atrás y no hay nadie. Me obligo a tranquilizarme, y entro. Es del mismo tamaño que el comedor, solo que en vez de mesas largas y un espacio para la comida, este salón está cubierto de altos estantes repletos de libros, y en el centro algunas mesas de estudio.

—Buen día —anuncia la voz de una mujer, la busco entre los estantes. Hay un espacio libre de libros a mano derecha, un largo mesón se extiende, y una mujer de avanzada edad se encuentra detrás, hay algunos libros apilados sobre el mesón, una computadora, y un sinfín de cosas.

—Buen día, señora Lucrecia, estaremos un rato por aquí —responde Dimas.

—Está bien, recuerden arreglar los libros en su lugar después de usarlos —dice antes de centrarse en el desorden que la rodea.

Nos ubicamos en una mesa alejados de esa mujer.

—Esperen aquí, voy por unas cosas. —Dimas se pierde entre los estantes.

Así que detallo un poco más la biblioteca, hay altas ventanas que dejan ver el exterior, además de unas cuantas estatuas de tamaño real. Pongo mi vista en una en específico, un hombre con armadura y alas extendidas, sostiene una espada y bajo sus pies hay un hombre con un rostro aterrador.

—Es Miguel —dice Victoria sacándome de mi ensoñación.

—¿Cómo dices? —pregunto apartando la vista de la estatua.

—Miguel, el arcángel que estabas observando. No tiene muchos argeles. Dicen que hay muy pocos en el mundo. Los pocos que hay en la academia siempre están fuera con Geraldine —explica Victoria.

Quiero preguntar quién es el que se encuentra a sus pies, pero Dimas llega con algunas carpetas. Pensé que iría por libros, pero no, son carpetas.

—Tengo lo que necesito, ¿de qué hablaban en mi ausencia? —pregunta.

—Dess observaba a Miguel, así que le explicaba por qué tiene tan pocos argeles —explica Victoria.

—Ah, eso. Es un misterio realmente, pero eso lo entenderás poco a poco. Ahora lo más importante es comenzar por el principio. —Dimas abre una de las carpetas.

—¿Sabes en qué año estamos? —pregunta Victoria.

—Estamos en el año 2032, a finales de octubre según Anastasia. Han pasado veinte años desde el cambio, he leído un poco al respecto, pero no puedo hacerlo propio. Siento que son solo palabras sin sentido.

—En la primera semana de noviembre, en realidad —dice Dimas estudiándome meticulosamente.

—Todo comenzó con las predicciones de los mayas —explica Victoria.

—¿Qué son los mayas? —pregunto.

Dimas pone los ojos en blanco, supongo que espera que preguntara cualquier otra cosa, menos sobre los mayas.

—Fueron una civilización que existió hace siglos, hicieron muchas predicciones que se cumplieron, entre esas el fin del mundo, solo que el mundo no se acabó en el 2012, solo sufrió cambios —dice Victoria con paciencia.

—Los mayas no es lo que te interesa saber, ¿está bien? —Afirmo con un leve movimiento de cabeza—. El 31 de diciembre del año 2012 a las 11:59 de la noche, a un minuto para terminar el año y comenzar el otro, el cielo se tiñó de rojo por unos segundos, y la tierra se estremeció. Nadie les prestó atención a las señales del cambio, a la llegada de los rebeldes. Al amanecer del primer día del 2013, el caos sacudió al mundo. Los rebeldes, seres de inframundo que encontraron un camino hasta la tierra, llegaron para acabar con toda criatura creada por Dios, para desterrar las almas de la tierra y enviarlas al infierno. Ningún arma creada por el hombre podía lastimarlos, el mundo estaba en guerra y nada de lo que habían logrado en años de tecnología servía para eliminar al enemigo.

—Entonces, comenzaron a levantarse los argeles. Eran muy pocos, los arcángeles nunca tenían tantos argeles, ya que su única tarea era mantener el equilibrio en la tierra. Sus únicos enemigos eran los vástagos del infierno, espectros infernales que azotaban en el mundo en ciertas ocasiones. Pero con el cambio emergieron los rebeldes elegidos por los ángeles que juraron lealtad al príncipe de las tinieblas —dice Victoria.

—Eso quiere decir que también están los guerreros de los demonios allá afuera —digo, esperando que todo lo que han dicho sea una buena historia, sacada de un libro, no de la realidad.

—Así es, los argeles eran muy pocos, y los rebeldes se extendían y destruían todo a su paso, así que aceptaron la ayuda de otras criaturas que se ocultaban en la oscuridad del mundo —explica Dimas.

Pienso en sus últimas palabras, es por eso que los vampiros, hombres lobos, las hadas, los cambiantes están aquí en la academia, de alguna manera hicieron alianzas en el pasado, pero eso no cambia la división que existe. Ellos son seres de la oscuridad, y los argeles no.

—No ganamos —murmura Victoria.

—¡¿Qué?! —exclamo.

—No hemos ganado —dice Dimas—, solo se ha ido posponiendo la gran batalla. Fueron días de ardua lucha, de muertes. Al final los rebeldes se retiraron, aún no sabemos por qué, para muchos fue una victoria, pero para otros es lo que realmente es, una primicia de lo que viene. Geraldine y otros argeles se encuentran en la búsqueda de esas puertas, de la entrada que los dejó pasar a este mundo en carne y hueso, y no la han encontrado.

» Después de algún tiempo, la humanidad se llenó de temor, las creencias sobre el bien y el mal fueron una catástrofe para los nuevos argeles. Los arcángeles comenzaron elegir nuevos guerreros, y la humanidad, en medio de su miedo por que fueran vástagos, asesinó a muchos niños bendecidos por los arcángeles. Antes cada argel nacía con una marca, una huella del arcángel que lo eligió, pero ahora esa marca no es visible. Creces como un niño normal, y es en la adolescencia que comienzas a recibir los mensajes por medio de sueños, y es cuando tomas la decisión de ser un argel o seguir teniendo una vida normal. Poco a poco te van encaminando a buscar una academia, un lugar donde puedas explotar los dones que te han dado, pero, como ya he dicho, no todas las familias aceptan lo que somos, creen que Dios se ha olvidado de la humanidad.

—Entonces, si nos ven en la calle...

—Las personas nos evitan, no todos, pero si la gran mayoría. Están tan confundidos que no distinguen entre nosotros y los rebeldes —dice Victoria con pesar.

—La humanidad aprendió que no puede contra el nuevo enemigo, y se esconden en sus hogares. Pero eso no es suficiente —responde Dimas.

Ambos están de acuerdo con la vida que les tocó vivir, pero yo ni siquiera sé cuál es mi pasado. ¿Será que mi familia tampoco me acepta?, ¿será que no hay nadie allá fuera que se preocupe por mí?

—¿Las misiones de la academia son para luchar con los rebeldes? —pregunto al recordar a Ronald, y el rostro preocupado de Anastasia.

—Sí, de la misma manera en que los arcángeles comenzaron a elegir sus guerreros, los demonios hicieron lo mismo. Así que cuando ellos atacan un lugar, nosotros tenemos que ir a socorrer a la humanidad —la voz de Dimas inunda el lugar—. Nuestra prioridad es detener las muertes prematuras de las almas. Todos tenemos que morir algún día, sin embargo, la muerte puede ser seducida y así se acorta la vida.

—Es injusto —expreso con la vista fija en la pulida madera de la mesa.

—No lo es. —Alzo la vista, me encuentro con sus enigmáticos ojos verdes—. Podemos decidir, Dess, todos los que estamos en una academia es porque hemos decidido tomar este camino; los que no, siguen con sus vidas normales, dentro de lo que cabe.

—Si estás aquí —Giro la vista para mirar a Victoria—, es porque de alguna manera ya has hecho tu elección. Solo que no lo recuerdas.

Siento que tiene razón, yo ya he hecho mi elección. Aun cuando mi mente está en blanco, mi cuerpo sabía a dónde tenía que ir. Sé que aún no encajo en este lugar, pero no quiero irme.

—Supongo que sí —musito.

Veo a la señora tomar un teléfono y llevarlo a su oreja, luego lo deja caer para tapar sus oídos, fuertes sonidos me ensordecen. Termino en el suelo, Victoria y Dimas también.

—¿Qué es ese ruido? —grito para que me escuchen.

—Son las alarmas de la academia, se disparan cuando los rebeldes entran. —Me quedo paralizada al escuchar las palabras de Dimas—. Tenemos que salir de aquí, reunirnos con los demás.

Se levanta tapando sus oídos, los vidrios de las ventanas explotan y tiene que tirarse de nuevo en el suelo, del otro lado de la biblioteca la señora grita aterrada. El vidrio se esparce por todo el salón, nos movemos hasta donde se encuentra la señora y algunos fragmentos se clavan en mis manos. Las alarmas comienzan a disminuir, hasta que ya no hay nada más que silencio.

—¿Están todos bien? —pregunta la mujer con la voz entrecortada.

—Sí —dice Dimas—, salgamos de aquí.

La ayuda a levantarse. Victoria se apresura a la puerta, abre y se asoma.

—No hay nadie —informa.

Ayudo a Dimas a llevar el peso de la señora, al levantarse por completo nos damos cuenta de que su pierna derecha está sangrando. El vidrio que está justo detrás de ella se encajó en parte de su cuerpo, lastimando más que nada su pierna, así que no la puede afincar bien. Tenemos que ir esquivando los escombros que nos obstaculizan la salida.

Salimos de la biblioteca, y todo está sumido en un silencio sepulcral.

—¿A dónde? —pregunta Victoria.

—A la enfermería —responde Dimas con la voz agitada.

Todo es igual, pero al mismo tiempo es como si fuera totalmente diferente, un lugar desconocido. No entiendo por qué tengo esa extraña sensación, pero desde que tengo conciencia no entiendo muchas de las cosas que pasan a mi alrededor.

Nos movemos despacio para no lastimar más a la bibliotecaria, ella se queja entre dientes, pero no se detiene. En la entrada a la enfermería se encuentran el chico delgado y de cabello oscuro, y la chica de gafas que se encontraba en el comedor, solo ellos dos. Busco con la mirada a Diana y a la otra vampiresa pero no las veo por ningún lado, ¿le habrá ocurrido algo? No hay tiempo para eso, ya que una sombra emerge entre los árboles.

Victoria deja escapar un grito, y se paraliza al igual que yo. Esa sombra es lo mismo que nos atacó en el bosque, aunque no son exactamente sombras. Se mueven como seres incorpóreos, pero lastiman como si poseyeran un cuerpo físico. Ella comienza a caminar de vuelta sobre sus pasos. Esa sombra nos obstruye el camino. La bibliotecaria comienza a desesperarse, y a desestabilizarnos a Dimas y a mí.

—Victoria, recuerda que eres mucho más rápida que las personas normales —anuncia Dimas con calma. Intenta contener a la bibliotecaria, que insiste en volver.

—Y también soy la más nueva con esta condición —dice, gira sobre sus talones y corre de vuelta a la biblioteca.

La sombra se hace un visaje ante mis ojos, dejándonos el camino libre. Agilizamos el paso. La sombra intercepta a Victoria y la toma por los hombros, obligándola a sostenerle la mirada. El chico delgado nos alcanza y toma mi lugar. Me hago a un lado, con la mirada fija en Victoria y ese extraño ser. La libera. Victoria se tambalea hasta caer al suelo. La sombra se desvanece ante mis ojos, y cuando mis pies se mueven para ir a ayudarla, ese maldito espectro se encuentra frente a mí, sus ardientes manos sobre mis brazos. Su fría y oscura mirada penetra en la mía haciendo arder recuerdos que ni siquiera sabía que tenía.

Siento un miedo que me desgarra por dentro, imágenes tormentosas pasan ante mis ojos, esas enormes rejas de nuevo, las cadenas en mis manos, el fuego, mucho fuego... Grito e intento alejarme de la tortura, siento que la verdad sobre mi pasado está tan cerca, estos recuerdos podrían revelar mucho, pero tengo tanto miedo que no me siento lista para enfrentar lo que mi mente se empeña en ocultar. Un calor comienza a expandirse por mi cuerpo, un calor que se mete hasta en los huesos y que ya he sentido en el pasado.

Cada pesadilla que he tenido comienza a pasar ante mis ojos, dándoles sentido, por primera vez. De un segundo a otro el calor se ha disipado de mi cuerpo y hay voces, muchas voces que gritan mi nombre, pero al mismo tiempo siento que estoy siendo succionada a un lugar oscuro. Esas rejas están nuevamente ante mí, solo que en esta ocasión estoy sola, no hay nadie delante o detrás de mí, esperando que las puertas sean abiertas para avanzar. Un hombre se acerca, alto, de casi dos metros, con hombros anchos, cabello claro y profundos ojos oscuros. Su forma de andar genera terror. Abre la reja. Sus labios se curvan en una sonrisa.

—¿Creíste que escaparías de nosotros? —su voz gruesa y antinatural me provoca querer esconderme, ocultarme de la maldad que emana de su ser. Pero no hay a dónde ir, solo hay oscuridad y una ciudad de inframundo.

Lucha, Dessire, susurra una voz angelical a mi oído. La he oído antes, en la academia... pero sé que también ha estado presente más tiempo del que puedo recordar, es tan familiar, me hace sentir tan segura. No estás muerta, concéntrate en volver.

No entiendo muy bien sus palabras, pero solo una cosa capta mi atención, salir de este lugar. Giro, lo que me espera por ese pasillo interminable es solo oscuridad y quizás mi única salida.

—No puedes escapar, perteneces aquí —dice él en un alarido espectral, una voz animal.

Me pierdo en las penumbras en busca de una salida.

La oscuridad ha sido reemplazada por un lugar estéril. La habitación de la enfermería en completo silencio. Los últimos acontecimientos me asaltan, dejándome algo confusa. Lo último que recuerdo es ese extraño lugar, esa escalofriante voz...

Me levanto, por unos escasos minutos todo me da vueltas. Cierro los ojos mientras el mareo pasa.

Necesitas dejar que tu pasado se una a tu presente.

Una voz me hace saltar de la cama. Mi corazón salta dentro de mi pecho. Busco la procedencia de la voz, pero me encuentro completamente sola en la habitación.

No temas, susurran.

Pero es en mi mente donde escucho la voz.

—No es posible, me estoy volviendo loca —expreso aterrada.

Las pesadillas me están enloqueciendo, a tal grado que ahora escucho voces. Una suave risa alcanza mis oídos.

No te estás volviendo loca. Soy real, tan real como tú.

—¿Quién eres? —pregunto.

Me siento tan estúpida por estar hablándole a la nada. ¿Será que a todos los argeles les ha pasado?, lo dudo.

Confórmate con saber que soy un amigo, alguien en quien puedes confiar. Ahora no lo entiendes, pero cuando permitas que tu mente deje salir esos recuerdos que tanto te niegas a recordar comprenderás quién soy y el futuro que te aguarda. Sé fuerte, Dessire, y no permitas que la oscuridad envuelva tus pasos ni roce tu alma.

Recuerda mis palabras.

Su voz se desvanece.

—¿Y eso es todo? —preguntó en voz alta.

Estoy decepcionada por la poca información, no me dijo su nombre, solo palabras sin sentido. Que me niego a recordar, si lo que más deseo es saber quién soy y que hago en esta academia, qué finalidad tiene mi vida en este mundo.

—¿Todo qué? —Dejo escapar un gritito.

Mi corazón se acelera, y estoy segura de que mi rostro está tan pálido como un papel. La enfermera me escudriña con la mirada desde la entrada de la habitación.

—Nada —me apresuro a decir—, me has asustado.

—Me doy cuenta —dice con las manos en su cintura—. Pareces estar bien.

—Me siento mejor, gracias —admito. Físicamente estoy bien, mentalmente ese es otro asunto, pienso—. ¿Dónde están los demás?

Los últimos acontecimientos llenan mi mente. La academia fue atacada por los vástagos del infierno, nuevamente. Y me querían a mí.

—Todos se encuentran bien. Solo preocupados por ti. —Debajo de sus ojos se han formado sombras oscuras—. Los chicos están en la habitación grande al final del pasillo, reúnete con los demás.

Se hace a un lado para dejarme salir. Cruzo el umbral, y ella me señala el camino.

—¿Qué hay de los demás, vendrán a proteger la academia? —pregunto.

Ella suspira con cansancio.

—No hemos podido comunicarnos con Paula, ni con Geraldine... estamos solos en esto. Pronto oscurecerá y no sabemos si seremos nuevamente atacados.

Se aleja por el otro lado del pasillo.

Las palabras de Anastasia me atormentan, "llama si necesitas algo", dejé el teléfono en la habitación. Jamás imaginé que esto pudiera pasar, se supone que este sería un fin de semana para descansar, para recuperar el tiempo perdido, no para ser atacada por rebeldes. Se suponía que con ese té mis pesadillas y mis temores permanecerían alejados de mí por un par de noches, pero tan solo con la cercanía de un vástago todos han resurgido para atormentarme.

Esta es la tercera vez que atacan la academia, pero eso no es lo más impactante, sino el hecho de que a partir de mi llegada es que los rebeldes han pisado el territorio de los celestiales. Sigo pensando que ellos vienen por mí, pero no entiendo por qué.

La oscuridad quiere consumirme, pero la luz me reclama.

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