Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 20: Malditos recuerdos

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By NomiSaez

Capítulo 20:
Malditos recuerdos

Daniel comienza a darnos instrucciones, la posición correcta de nuestros pies para ataque y defensa, cómo debemos sostener la espada. Comenzamos el entrenamiento, y dejó caer la espada en un par de ocasiones. En cambio, Victoria consigue mantenerla en su mano en todo momento.

Él se ha mantenido paciente con todos mis errores. Dos horas después consigo mantener mi espada en mi mano y dar unos cuantos golpes a la espada de mi compañera. Para cuando terminamos me duelen tanto los brazos como las piernas. Salgo de allí exhausta, bajo la penetrante mirada de los argeles; aunque algunos ya se hacían la idea de verme seguido en sus entrenamientos, otros no tanto.

Dejo la sala de entrenamiento, y camino directo al comedor. Mis amigos ya deben estar esperando por mí, y yo estoy un poco retrasada. Mi horario de la tarde indica que tengo clase de Comprensión Lectora e Historia, me han asignado al primer año de estudio en esta academia, ya que ni yo sé quién soy.

La entrada del comedor se hace visible en mi campo de visión y comienzo a trotar hasta ella, pero antes de que pueda subir el primer peldaño, alguien aparece frente a mí y choco contra su cuerpo, cayendo de espaldas contra el suelo. Doy un débil alarido, y luego me pongo en pie para encarar a quien se ha puesto en mi camino, pero toda la fuerza de voluntad que tenía se esfuma en el momento en que veo a la vampira pelirroja frente a mí, sonriendo. La miro con ferocidad, otra vez, no por favor.

—¿Cuál es tu problema? —mi voz sale débil y atemorizada, en compás con los latidos de mi corazón. Sentirme tan cansada por el entrenamiento tampoco ayuda mucho.

Simplemente maravilloso, ahora la vampira sabe el miedo que me provoca su implacable mirada. Ni siquiera pude hablar en tono... decente.

—La niña tiene miedo —su voz es fuerte, y las risas se levantan como el polvo en un soplido.

Intento controlar mi corazón, hay más vampiros y no necesitan que la chica grite lo aterrada que estoy, solo tienen que prestarle atención a mi desbocado corazón para darse cuenta.

—Ya no te sientes tan valiente, ¿verdad? —Entrecierro los ojos—. Tus amigas no están aquí para defenderte.

Respiro de manera pausada antes de hablar.

—¿Qué es lo que quieres...? —Esto es tan estúpido que ni siquiera recuerdo su nombre.

Ella mueve los labios, pero no emite ningún sonido, su mirada fría y venenosa se clava en mí al escuchar la voz autoritaria de Santiago.

—Diana... —Ella gira sobre sus talones con elegancia—. Es suficiente.

Su esbelto cuerpo se tensa, sus manos se hacen puños, hasta creo que ha enterrado sus uñas en su piel, gira la vista y me dedica una última mirada, mientras cruza la entrada en un abrir y cerrar de ojos. Me relajo ante la arrogante, misteriosa, y fría mirada del vampiro, su perfecto rostro no tiene expresión.

Y al igual que la vampira, él desaparece de mi vista.

Subo los escalones de nuevo y cruzo la entrada. Ya todos están en sus mesas, comiendo y charlando entre sí. El almuerzo del día es pasta a la boloñesa, con bandeja en mano voy a la misma mesa de siempre, Anastasia y Romina ya se encuentran allí. La vampira saborea un poco de sangre fresca, mientras que la cambiante parece no haber probado ni un bocado de su plato.

—A Ronald no le va agradar la idea de verte como un esqueleto andante en vez de una novia —digo al sentarme.

Ella me mira desconsolada pero aun así intenta sonreír, gira el tenedor sobre la pasta y se lo lleva a la boca. ¿Qué le ocurre?

—Lástima. —Alzo la vista para ver a Romina deslizar la lengua por su labio inferior goteando sangre. Hago una mueca y vuelvo la vista a mi comida—. Ya tenía planes para dejarla seca contra el hueso.

—Tú jamás vas a obtener ni una sola gota de mi valiosa sangre —dice Anastasia con la boca llena. Sin embargo, su mirada sigue estando llena de preocupación.

—Y todo depende de ti —me señala Romina.

—¿Dónde está Ronald? —pregunto cambiado el tema. No lo he visto en toda la mañana, y el rostro de Anastasia deja mucho que decir.

—Se encuentra reunido con el concejo de la academia, junto al resto del grupo. Lo están interrogando por lo ocurrido anoche —explica Romina

—¿Cómo te fue en tu entrenamiento? —pregunta Anastasia con rapidez, sin dejar espacio a que el tema de Ronald continúe.

—Bien, creo que hice dos amigos —expreso.

—¿De verdad? —Anastasia casi grita. Ahora sí se ha entusiasmado.

—No lo puedo creer —dice Romina dejando caer su vaso de golpe contra la mesa, lo poco de sangre que quedaba en el vaso salpica mi comida, blusa y cara.

Por un segundo todo el comedor se queda en un sombrío silencio, y luego hay risas, muchas risas. A lo lejos escucho a la vampira gesticular una disculpa, pero mi mente no está en el comedor recibiendo las burlas de los demás, no, mi mente está en una habitación oscura, con siluetas de personas que no alcanzo a reconocer y con mi propia sangre salpicándome el rostro.

Tomo un respiro y trato de relajarme ante el asalto temporal de lo que podría ser un recuerdo. Lo intentó sin éxito, mi mente no para de mostrar cómo me salpico con mi propia sangre, pero no logro ver una herida. Solo hay siluetas.

Las lágrimas pican el borde de mis ojos exigiendo ser liberadas, y un grito se atasca en mi garganta, no sé qué me pasa, pero estoy consciente, atrapada entre mis recuerdos y la realidad.

No sé cómo, pero camino hasta la salida sin tambalearme en el trayecto, unas manos frías se posan en mis hombros, alzo la vista y me encuentro con esos ojos púrpura dorados. El entrenador tiene el ceño fruncido y una preocupación que asoma a sus ojos.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta clavando sus dedos en mis hombros, pero ni siquiera eso hace que mi mente vuelve del todo a la realidad.

Muevo la cabeza, para decir que no me encuentro bien, que mi cuerpo está intacto pero que, en mi mente, mi cuello tiene una abertura por donde se me escapa la vida gota a gota.

Me deshago de sus brazos en un ágil movimiento, que no sabía que podía hacer. Salgo del comedor. La sensación de que algo se desprende de mi cuerpo se aferra con ferocidad a mis huesos, ratificando en cada segundo que lo que mi mente visualiza no es exactamente una divagación, porque, aunque parezca irreal tiene cierta verdad, y no sé distinguir entre una cosa y la otra. La misma imagen aparece una y otra vez, una y otra vez... No hay nadie fuera, todos están en el comedor, bajo los peldaños sin fuerzas.

Ahora que estoy sola, no sé qué hacer. No sé cómo enfrentar lo que ocurre en mi mente, las imágenes me agreden sin pudor.

Todo lo que puedo sentir es miedo, dolor, desesperación, una desesperación que no puedo explicar... en mi mente mi vida se extingue. Estas imágenes son diferentes a las demás. Las otras me presentan escenarios diferentes, en una me persiguen, luego dos hombres intentan... no sé, ultrajarme, y luego está esa extraña pesadilla de los látigos quemando mi piel, las almas, mi propia alma.

Miro a mi espalda, y nadie ha venido tras de mí, así que camino con los ojos empañados. Lo único que quiero en estos momentos es envolverme en las sábanas, cerrar los ojos y que simplemente todo acabe, pero no. O mi subconsciente me está jugando una buena broma o es real la sensación que me recorre el cuerpo, siento que soy observada y, como en esa pesadilla, mi alma grita que tengo que correr y alejarme.

Corro, desesperada por llegar a mi habitación, todo a mi alrededor se vuelve un visaje y mi mente recrea una y otra vez la misma escena. A medida que me deslizo entre los árboles, cada uno de ellos se convierte en una silueta oscura que me observa, la luz del sol se esconde y la de la luna se alza sobre mí, una de las sombras me sigue los pasos, y grita mi nombre.

Mi corazón late con tanta intensidad que siento que se me va a salir del pecho, pero no por la adrenalina sino por el miedo.

La puerta del edificio cada vez está más cerca, y siento que allí estaré a salvo de lo que sea que me persigue. Abro la puerta de un golpe y, de igual manera, cierro. La señora que permanece detrás del escritorio me mira ceñuda y dice algo, pero no alcanzo a escucharla, mi mente está perdida y mis piernas se mueven como autómatas por las escaleras. No me detengo hasta llegar al cuarto piso. La puerta que ya es bastante familiar se encuentra frente a mí, este es el único lugar que siento como un refugio. Abro la puerta, cruzo la pequeña sala y me encierro en mi habitación, acurrucada en la esquina donde la claridad de la ventana no llega, por unos segundos mi miedo comienza a disiparse y las imágenes también, pero entonces la puerta es abierta de una manera brusca y todo vuelve. Mi cuerpo tiembla y la habitación comienza a reducirse rápidamente, llevándome de vuelta a ese lugar... a sentir la desesperación, el terror de ser enterrada viva.

—No, por favor —balbuceo con los ojos cerrados, sin querer encontrarme con un cuerpo descompuesto y lleno de gusanos—. No otra vez.

Pero mis súplicas no son escuchadas, y allí estoy de vuelta en ese ataúd, viva en un cuerpo muerto, oliendo el hedor de la putrefacción de mi propio cuerpo, sintiendo desde el interior como... se mueven entre la carne.

Gusanos... moviéndose libremente por cada rincón de mi cuerpo y explorando cada orificio... No tengo que abrir los ojos para ver lo que sin entender puedo sentir, pero aun así los abro con la esperanza de que lo que observen mis ojos sea la habitación, pero no es así. Lo que encuentran mis ojos es mi rostro reflejado en el vidrio frente a mí, un rostro en proceso de descomposición con más gusanos de los que alguna había visto devorando mi carne, y mis ojos son solo dos agujeros llenos de esos... De mi garganta escapa un grito, pero la imagen sigue ahí y mi boca no se ha movido.

—Dess —la voz de la vampira llega a mis oídos, pero no es suficiente para hacer que mi mente vuelva a la realidad. ¿O será que esta es mi realidad?: esta urna, mi cuerpo descompuesto; y lo que creo que es la realidad es solo un deseo, o un estado en el que se encuentra el alma después de la muerte.

» Des, reacciona. —Quiero hacerlo, pero la idea se esfuma justo cuando mi mente comienza a cuestionarse cuál es la realidad—. ¿Dess? —repite con una fuerte sacudida

Sus manos frías están sobre mis brazos, sus ojos almendrados me miran preocupados, muy preocupados. ¿Será esta mi realidad, o una ilusión?

—Dess, ¿estás bien? —Más lagrimas caen de mis ojos, ya no estoy en ese lugar oscuro y sintiendo como los gusanos disfrutan de mi carne, pero la imagen sigue allí y no puedo sacarla de mi cabeza, por más que lo intento no puedo.

Esto es más de lo que puedo soportar, cuando todo parece ir bien algo terrorífico se apodera de mi mente arruinando mi vida por completo, mi estabilidad mental.

Los brazos de la vampira se mueven incómodos a mi alrededor y me envuelven en un abrazo helado, pero al mismo tiempo cálido, una calidez que no proviene de su cuerpo sino de su alma, es como si pudiera tocar el alma de la vampira y acobijarme con ella. Reposo la cabeza en su hombro y dejo que las lágrimas saquen todo mi dolor y mis miedos, en compañía de una amiga. Eso es lo único que tengo, amigas, no hay familia, solo amigas que conocí hace un par de días.

—¡Demonios! —maldice la vampira con suplicio. Sonrío en medio del llanto, estoy segura que esto no es algo que Romina haga muy a menudo, es más, me atrevería a asegurar que no lo hace nunca—. ¿Dónde está esa cambiante cuando se la necesita?

Aunque no es su naturaleza dar su hombro para llorar, tampoco se alejó de mi lado. Permanece en un silencio incómodo, hasta que mi llanto pasa a ser un sollozo y luego nada.

Camino por un pasillo rodeada de otros chicos. Pero este lugar no es Luz de medianoche. Además, tanto los chicos como las chicas llevan uniformes, el mismo uniforme que yo llevaba puesto en mi primera pesadilla. Bajo la mirada y me encuentro con esa falda azul marino hasta por encima de mis rodillas.

Continúo hasta la entrada principal. Cruzo la calle y espero.

Una camioneta blanca totalmente cubierta se acerca y disminuye la velocidad hasta detenerse frente a mí. Doy un paso atrás, soy la única de este lado de la carretera y quizás alguien se vaya a bajar. La puerta es abierta y, antes de poder reaccionar, un hombre con el rostro cubierto sale del auto de un salto y me toma con fuerza por los brazos. Me resisto y grito, pero ya no hay tiempo de que nadie me ayude, estoy dentro de la camioneta y un paño es puesto en mi nariz y todo comienza a volver borroso, hasta ser todo negro.

Me sobresalto y abro los ojos.

No se encuentra nadie más que yo en la habitación. Me siento en la orilla de la cama. Aspiro un poco de aire por la boca, y por primera vez desde que llegué a esta academia siento que algunas piezas comienzan a encajar.

Esta última pesadilla parece ser el comienzo de todas las demás. Aunque ha sido un fragmento no muy detallado, todo indica que fui secuestrada, quizás me llevaron a un lugar boscoso y eso explicaría por qué mis pesadillas me ubican huyendo en un bosque, también el hombre que me persigue y ese momento en la cabaña. Pero el resto de mis pesadillas no hay forma de conectarlas con esa posibilidad.

Alzo la mirada, la puerta ha sido abierta. Una vampira con el ceño fruncido me espera.

—¿Cómo te sientes? —pregunta con las cejas juntas, parecen que fueran una sola.

¿Qué habrá ocurrido para que esté tan molesta?

—Me encuentro mejor, es más, creo que parte de mis pesadillas encajan —respondo.

—¿Tu salida desconcertante del comedor ha sido de ayuda? —pregunta; antes de que pueda responder, dice—: porque te vi muy mal.

—No, esa parte de la pesadilla aún no logro ubicarla, pero tuve otra y creo que me secuestraron.

—Eso tiene sentido con el bosque y la persecución —dice pensativa, su rostro se ha relajado solo un poco—. Después hablaremos sobre tus pesadillas, no te ves nada mal. Ahora lo importante es el demonio que se encuentra en la academia.

No respondo inmediatamente, me tomo mi tiempo para buscar mis zapatos. Mientras me derrumbé en la inconciencia alguien debió quitármelos, seguramente la vampira.

Sabía que solo era cuestión de tiempo para que Romina se diera cuenta de lo que había pasado la noche anterior. Sobre todo, después del nerviosismo de Anastasia. Aunque la cambiante en realidad no tiene idea de la naturaleza de Gabriel, el haberse comportado tan nerviosa y ocultarle lo ocurrido solo consiguió que la vampira buscara más que mi explicación.

—¿Cómo lo supiste?

—Eso es lo de menos. Estás encubriendo a un demonio, Dess. —Sí que está molesta.

—No estoy encubriendo a nadie. Lo que ocurrió esa noche aún es algo que no consigo entender. El grupo de Ronald regresó de la misión sin él. Gabriel insistió en que yo debería ir, aun cuando me impuse y Daniel también. Pero al final terminé acompañándolo. Estábamos en el auto, cerré los ojos durante el viaje y cuando desperté estaba en las ruinas de una cabaña. Sandra estaba atada contra el piso, un hombre sostenía sus alas y otro estaba cortándolas —explico mientras me calzo mis botas—. Luego un enorme y horrible sabueso se cruzó en mi camino, y fue cuando me di cuenta de que Gabriel no estaba haciendo absolutamente nada para ayudarla. Me enfurecí, discutimos y lo lancé hacia el sabueso. Intenté ayudar a Sandra, pero terminé rodando por la madera podrida del piso de la cabaña, y luego llegaron los chicos. Eso es todo lo que sé.

Me pongo de pie y camino hasta ella.

—¿Los chicos? ¿Quiénes son? —Por lo visto no lo sabe todo—. Anastasia no quiso decirme.

—¿No la habrás torturado por la información?

—Quizás un poco.

—Ella no tenía idea de lo de Gabriel.

—Me he dado cuenta de ello, ahora ¿quiénes son?

—Daniel, Santiago y Dimas.

—Paula aún se encuentra con Ronald, parece que él tiene mucha información sobre Gabriel —dice ya no tan molesta—, ahora nosotras dos vamos a buscar respuestas. Comencemos por Santiago.

Camina al pasillo. Cierro la puerta detrás de mí.

—¿Por qué no con Dimas? —mi voz suena inocente.

—Porque no tengo idea de dónde pueda estar —responde con una mirada amenazante.

Trataré de recordar nunca hacer enojar a un vampiro.

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