Pablo y Adela [EN EDICIÓN]

By elvientoadentro

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La primera vez que la vi, pensé que el diablo me perseguía para llevarme al infierno. Literalmente. Adela es... More

Sinopsis
Prólogo
1. De cuando el diablo y yo nos volvimos a encontrar
2. Las rubias siempre vienen bien
3. El diablo no deja de perseguirme
4. De indecisiones y advertencias
5. Definitivamente Adela está loca
7. Prometo que le ayudaré
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Entrevista a Adela por @UnDemonioRadioactivo
Capítulo 18
Entrevista a Pablo por @Andsig4
Capítulo 19
Entrevista a Lucía por @Romi_Arias
Entrevista a Adela por @Andsig4
Capítulo 20
Entrevista a Pablo por @Undemonioradioactivo
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
ESTO NO ES UNA ACTUALIZACIÓN
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
IMPORTANTE
Capítulo 46 (penúltimo)
Capítulo 47 (y final)
AVISOS IMPORTANTES

Capítulo 8

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By elvientoadentro

8

Lucía se acerca a mí con una sonrisa enorme en la cara. Le trato de sonreír, pero me sale algo más parecido a una mueca ridícula. Me quejo internamente porque toda la culpa de este extraño mohín que sé que tengo en la cara es culpa de Adela. Hace días que no logro ver a Lucía de la misma forma.

—Podríamos salir otra vez, ¿no?—dice acomodándose un mechón de cabello tras la oreja.

Le sonrío coqueto (no puedo abstenerme), mientras entrego algunas muestras pequeñas de pasta dental a los clientes.

—¿No deberías estar en Informaciones, Lucía?

—¿Debería?—dice y pasea su dedo índice por mi hombro, yendo hasta mi cuello.

El mohín se transforma en una verdadera sonrisa. Okay, como siga voy a terminar creyéndole más a Lucía que a Adela.

—Si te quedas, no me quejo. Mira como atraes a los clientes—bromeo, aunque tampoco es mentira.

Un par de tipos se me acercan para sacar las muestras de los dentífricos y ni siquiera me dan una mirada. Solo observan a la rubia voluptuosa que está a mi lado. Sin embargo, se van luego de que ella les dirige una mirada envenenada. Seguro está acostumbrada a estas cosas.

—Entonces, ¿qué dices?—pregunta, poniéndose frente a mi con una sonrisa coqueta que me nubla el cerebro. —¿Salimos?

—¿Te parece bien el viernes por la tarde?

Ella arruga la frente y niega con la cabeza.

—Debo hacer algo el viernes. Pero podemos salir el sábado si quieres.

—Quiero—digo, sonriendo de medio lado.

La sonrisa que me lanza desactiva todas las conexiones de sensatez que tengo en el cerebro y activa las de estupidez: ¡Al fin, señor! ¡Al fin voy a pasar a tercera base! ¡Gracias, dios, gracias! ¡Al fin!

Se despide con un beso en la comisura de mis labios y sale despedida a informaciones, contoneando su cuerpo al caminar. Sonrío mirándola, y doy un salto feliz. Sin embargo, al darme vuelta me echo hacia atrás del susto. Adela está frente a mí.

—¡Adela, tienes que dejar asustarme!

—La gente suele decirme eso—repite como la otra vez y me sorprende igual que antes que no parezca triste, ni afectada. De hecho, parece más animada que de costumbre—. En fin. Discúlpeme, Pablo, pero no he podido evitar escuchar la conversación que ha tenido con la señorita Lucía.

Frunzo tanto el ceño que temo que no se me vean los ojos.

—No puedes ir por la vida escuchando conversaciones ajenas, Adela.

—Lo sé—dice ella con una disculpa en el rostro—. ¡Pero se me ha ocurrido una idea genial, Pablo! Ella ha dicho que estará ocupada el viernes. ¡Podemos seguirla y espiarla! Estoy segura de que podremos esclarecer todo y encontrar pruebas para inculparla.

—Basta, Adela. Yo no haré nada de eso. No puedo creer que me estés pidiendo esto.

Ella hace un pausa y luego habla determinada:

—Si me acompaña, habrá un bono por horas extras en su sueldo.

Ni siquiera lo pienso. El dinero no sobra en esta vida.

—¿Dónde nos juntamos a afinar los detalles?

Adela se ríe muy fuerte y se me contagia la risa. Últimamente, siento que entiendo más como es y, por alguna razón, me alegra.

—Entonces, acepta.

De un momento a otro, me doy cuenta de que realmente quiero hacer esto, así que digo:

—Acepto.

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