Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 16: Ataque

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By NomiSaez

Capítulo 16:
Ataque

Abandonamos el recinto principal de la academia para sumergirnos en las áreas boscosas.

—¿No me dirás a dónde me llevas?

—No. Ya lo verás con tus propios ojos.

Cada vez nos alejamos más de la academia en sí, yendo más al interior del bosque. Por momentos tengo la sensación de que soy observada, por lo que casi cada cinco minutos miro el camino que dejamos atrás; no hay nada que nos siga, y aun así esa sensación no desaparece. Es como ese día en el boulevard. Intento relajarme, si alguien estuviera siguiéndonos ya Romina se hubiera dado cuenta, pero eso no me calma. Y miro atrás de nuevo.

—¿Pasa algo? —la voz de Romina me sobresalta. Y de mis labios se escapa un grito ahogado.

No sé si es que estoy paranoica, o ha sido real, pero juraría que vi la sombra de alguien deslizarse entre los árboles. Respiro.

—Creo que vi a alguien que nos sigue —digo tratando de no demostrar el miedo que me ha dejado sin respirar.

Ella escudriña la zona con la mirada, y niega.

—No hay nadie, Dess. ¿Estás segura de que viste a alguien?

—Eso creí, pero si tú dices que no hay nadie...

—Mejor nos apuramos, el combate ya va a comenzar y te lo vas a perder. —De un segundo a otro, todo se vuelve un visaje, pero la sensación de que me observan sigue estando allí en alguna parte. Cuando la vampira me deja en el suelo nuevamente, todo me da vueltas. Ella me ayuda a sentarme, mientras se me pasa el mareo.

—Ya ha comenzado —dice con euforia—. ¿Te encuentras bien?

—Aún no. —Me sostengo la cabeza—. Solo veo como dos cuerpos se enfrentan... en el aire. —Obligo a mis ojos a ver claramente lo que ocurre. Romina ríe a mi lado, al principio pienso que es por la locura que he dicho, pero cuando por fin mi visión es clara, me doy cuenta que no, el enfrentamiento se está llevando a cabo en el aire. Lo que me recuerda a Gabriel llevándome por los aires y luego soltándome...

—No puede ser —digo impresionada, qué digo, esto va más allá de la impresión. Se mueven tan rápido.

—Son Gabriel y Dimas —dice la vampira sin quitar la mirada de las dos figuras que luchan en el aire.

—¡Esas cosas brillantes son alas! —Aunque ya había visto a Gabriel, sigue siendo algo increíble.

—Sí. Muy pocos argeles tienen alas, en realidad nadie sabe por qué algunos las tienen y otros no, es un misterio —explica muy entretenida.

—¿Cuántos hay en la academia? —pregunto.

—Aquí en la academia solo están ellos dos y una chica llamada Sandra. Los demás no poseen alas.

El roce de las espadas en el aire me da escalofríos, ellos se mueven con destreza y los golpes que dan son de muerte... es impresionante. Ninguno de los dos cede ante el otro.

El lugar donde estamos es una especie de valle, hay algunas grandes rocas que rodean el lugar ocupadas por algunos argeles, otros están de pie observando el combate, en cambio nosotras estamos ocultas detrás de unos árboles viendo como todo se desenvuelve. Mi atención está puesta en los chicos, pero mi mente sigue renuente a abandonar la idea de que alguien nos observa.

Miro por encima del hombro, y no hay nadie. Solo el imponente bosque a mis espaldas, silencioso... demasiado silencioso, ni una brisa, nada.

—Romina. —En segundos mi respiración se desboca, el miedo emerge... y la vampira no me escucha. Volteo con desesperación y la muevo, pero ella no reacciona, su vista está fija en la batalla.

¿Qué ocurre?

Ninguno de los argeles parece darse cuenta del cambio que presenta el bosque, del otro lado del claro se mueven sombras sin forma acercándose a los argeles. Sostengo a Romina por los hombros y la estremezco con fuerza, hasta que la veo parpadear... Sus manos se mueven rápido a mi cuello, y comienza a cortar mi respiración, gruñe de una manera antinatural, sus colmillos sobresalen de sus labios y sus ojos se han vuelto rojizos, llenos de ira... Siento que el alma se desprende de mi cuerpo, y sus ojos cambian.

Respiro con ferocidad mientras ella me sostiene, sin poder creer lo que iba a hacer. Me pide disculpas un par de veces, no sé cuántas, no le he prestado atención, me duele la cabeza y hay gritos alarmados por todo el lugar.

—¿Estas bien, Dess? —Me incorporo con cuidado, y asiento—. No entiendo lo que me pasó.

—No importa, sabía que algo andaba mal —mis palabras salen apresuradas.

—Salgan de aquí, ahora —escucho la voz recia de Gabriel romper en el aire.

Romina me hace subirme a su espalda, y prácticamente vuela por el bosque... Mantengo los ojos abiertos mientras nos movemos entre los árboles, y esas sombras negras nos persiguen a la misma velocidad. A mi derecha una de las sombras toma forma humana, un chico fornido, con el dorso desnudo y pantalón negro, va descalzo. Con una espada completamente negra danza un baile mortífero con una chica. Los veo pelear, en la espalda de la chica se forman dos brillantes alas.

Esa tiene que ser Sandra.

Vuelvo la mirada al frente, y un fuerte estruendo hace eco en el bosque en el instante en que la vampira choca contra una de las sombras. No puedo sostenerme y vuelo por el aire, es una sensación extraña que solo dura unos pocos segundos antes de que el tronco de un árbol se impacte contra mi espalda, sacando todo el aire de mis pulmones y enviando una fuerte corriente de dolor por todo mi cuerpo.

Muerdo el labio inferior tan fuerte que sangro para no gritar, con el impacto mis manos y antebrazos tienen raspones. Intento ponerme en pie, pero mis piernas no responden, no siento más que un intenso dolor por intentar moverlas. Una de las sombras viene a mí a gran velocidad y toma forma humana ante mis ojos, alzo la vista y me encuentro con su rostro, es humano, pero donde debería haber ojos solo hay dos agujeros negros... y una espada negra viene directo hacia mí...

—¡No! —grito tan fuerte que siento como mi propia voz raspa mi garganta.

He visto esas sombras antes pero no puedo ubicar dónde ni cuándo. La oscuridad de sus ojos es una entrada, es como si esas rejas se abrieran ante mí nuevamente. Un visaje pasa ante mis ojos.

Romina ha interferido. Se mueve tan rápido que casi no consigo percibirla, ese hombre con la espada deja una estela brillante mientras lucha con la vampira. Retrocedo impulsándome con los codos, intento levantarme, pero me detengo al mismo tiempo en que los visajes toman forma de nuevo. La espada ha atravesado su corazón, sus piernas se doblan y tocan el suelo. El rostro de Romina se contrae de dolor. La espada se alza por encima de su cabeza, pero antes de que pueda tocarla el hombre sin ojos se vuelve una explosión de cenizas. Una espada con la hoja en un tono verdoso desaparece en las manos de Dimas, uno de los chicos que hace unos minutos se encontraba en el aire. Es como si la espada se hubiera unido a su piel. Sostiene a Romina antes de que toque el suelo, la veo en sus brazos con la mirada perdida y vacía.

Esto no puede estar pasando.

—Apóyate en mí. —Volteo, y esa chica que luchaba hace algunos minutos está a mi lado—. Tenemos que volver a la academia, vendrán más.

Su voz es alarmante. ¿Acaso esta es la primera vez que ocurre algo así?

Giro la vista y ellos ya no están frente a mí. Dimas y Romina han desaparecido en el cielo. Me apoyo de su hombro, su brazo rodea mi cintura, y sin saber en qué momento sucede estamos por encima de las copas de los árboles, con el viento golpeando mi cara. Desde aquí arriba todo se ve tan pequeño. Una esfera de luz brillante viene hacia nosotras. Siento como los músculos de su espalda se contraen mientras sus alas se esfuerzan por impulsarnos más alto. Pero el impacto es inevitable, y caemos.

Las voces son molestas, no me dejan dormir... Abro los ojos, estoy en la enfermería, y me duele todo el cuerpo. Lo sucedido toma vida en mi mente, como una película: nuestro camino al bosque, el combate entre Dimas y Gabriel, la extraña sensación de que nos seguían, el ataque sorpresivo de esas sombras... el escape por el bosque, y Romina interponiéndose entre esa espada y yo...

—Qué bueno que ya has despertado —dice la enfermera con entusiasmo—. Me tenías muy preocupada.

Me siento en la camilla con cuidado.

—Romina, ¿ella está bien? —pregunto. Mi voz sale un poco desesperada.

—Necesito que te calmes, recibiste muchos golpes en gran parte del cuerpo y sobre todo en la cabeza —explica la enfermera. Entonces recuerdo esa brillante luz y la caída. Con razón me duele todo el cuerpo hasta con solo respirar—. La vampira no está aquí, los argeles la han llevado a otro lugar. Aún no han regresado con noticias. —Su mirada es triste. Romina no está bien, lo sé. Estoy muy segura de que la espada atravesó su corazón.

—¿Qué pasó con la chica con alas? —Ella se queda en silencio. Como buscando las palabras adecuadas.

Cuando caí al suelo mí vista estaba nublada, apenas podía detallar algunos árboles a nuestro alrededor y ramas rotas por nuestro peso. Esa luz impactó directamente a esa chica, y la vi gatear sobre el suelo con parte de sus alas quemadas. Había mucha sangre entre las plumas blancas, y también quemaduras como si le hubieran prendido fuego. Pero solo fue una luz.

—Ella ha ido al mismo lugar a donde llevaron a la vampira —dice un poco incómoda—. Gabriel terminó trayéndote hasta acá.

Así que era él quien hablaba con esa sombra. También quien se interpuso entre la sombra y nosotras.

—Va a estar bien. Cambiando de tema, voy a tener que hacer una tarjeta de visitante.

—¿Por qué? —pregunto, sin comprender.

—Desde que estas aquí, vienes muy seguido. —Es cierto, creo que soy la única que no puede pasar un día sin pisar la enfermería, siempre algo tiene que ocurrirme—. Tendré que hacer una tarjeta especial para ti.

—¿Tendré que pasar la noche aquí?

—Sí. Aún no te encuentras bien, y me gustaría mantenerte en observación. Tranquila, no estarás sola, esos dos de allá fuera se niegan a irse después de lo ocurrido. —Camina hacia la puerta y la abre.

Ronald y Anastasia se precipitan dentro de la habitación.

—Pueden quedarse, pero no quiero escándalos —advierte y sale.

Esa chica de rizos oscuros y algunos azulados me envuelve en un abrazo de oso que hace que todos mis huesos crujan debajo de mi piel. Le doy un par de palmaditas en la espalda, ella se aleja y se disculpa. Ellos desconocen los detalles de lo ocurrido. Las próximas horas las ocupo describiendo los hechos, lo único que me he guardado es la idea de haber visto a Gabriel dialogar con una de esas extrañas sombras que de un segundo a otro se hicieron corpóreas. No estoy completamente segura de lo que vi ni de lo que oí, pero ya tendré tiempo para enfrentar a Gabriel más adelante.

—No te preocupes por Romina —dice Ronald sentado a mi lado—. Ella es muy fuerte, ya verás que cuando amanezca vendrá exigiendo que se lleve a cabo la apuesta. Estará como nueva.

Sonrío. Intenta animarme. Es muy difícil sacarme de la cabeza la herida de Romina o la de esa chica. Ambas estaban muy mal heridas.

—No estoy segura. La última vez que la vi estaba muy mal. ¿A dónde la llevaron?

—No lo sabemos —dice Anastasia—, pero Dimas ni siquiera llegó aquí. Emiliano salió de aquí hace horas con Sandra y otros vampiros de respaldo. La llevaron al mismo lugar a donde fue Dimas. Especulando no vamos a hacer nada, además, necesitas descansar.

No sé si pueda dormir sin saber nada de Romina, pero mis dos amigos me obligan a recostarme. En la habitación hay una camilla más pegada a la pared, Ronald y Anastasia la ocupan, y minutos más tarde están completamente dormidos, y yo sin pegar un ojo.

Todo lo que ocurrió revolotea en mi cabeza una y otra vez, hasta que el sueño me alcanza y me envuelve en sus tormentosos brazos.

El calor es inaguantable, el fuego tortura mi alma...

Las cadenas queman en mis muñecas, mientras que mis pies tocan los barrotes de la jaula. Estoy en una jaula y hay muchas otras a mi alrededor. Está tan oscuro que no puedo distinguir quién más está aquí. Un lugar sepultado por la tierra donde solo se siente el llanto y las súplicas de todo ser torturado.

Aquí no existen las horas, solo la eternidad. No hay manera de medir el tiempo. Menos cuando eres un alma en el lugar equivocado. Las decisiones son un gran peso en una balanza, y la mía se inclinó del lado equivocado. Por más que intento huir de aquí no puedo. Este lugar es un laberinto sin salida. Mi jaula está cerrada, pero sin seguro. El señor de este calvario disfruta mucho mis intentos de escape. Me deja correr con la esperanza de encontrar una salida al mundo exterior sabiendo que siempre regresaré a mi jaula. Derrotada. Mi llanto y mis súplicas no sirven de nada. Los que estamos aquí no tenemos descanso, aún puedo sentir los látigos de fuego sobre mi espalda. Es un dolor que no se compara con el de la carne, una sensación que no desaparece. Nada en este lugar puede ser comparado con la vida terrenal.

Mi castigo es para doblegarme, para que acceda a... Lo he pensado pero el rostro de mi madre siempre aparece cuando creo que no puedo soportarlo más y me mantiene firme en mi decisión. La creencia y la religión que me inculcó son un salvavidas que me mantiene a flote aun cuando mi alma es torturada.

El silencio da paso al llanto desgarrador de las demás almas. Ellos están aquí, han vuelto. Cierro los ojos. Estoy aquí porque decidí no servirles, sacrifiqué demasiado por esa decisión. Solo necesito fortaleza. Dios, lléname de fortaleza para enfrentar mi destino.

—¿Realmente crees que te escucha? —Abro los ojos.

El hombre que está frente a mí es muy joven, casi de mi edad, pero su mirada plateada es antigua. Con muchos siglos encima. Aun cuando mis labios no han pronunciado una sola palabra ante él no hay secretos.

—Estás aquí, Dessire, y nunca podrás salir de este lugar.

Se da media vuelta y se aleja, quedan frente a mí unos profundos espacios oscuros y vacíos. Unos ojos escalofriantes responsables de mi martirio. Lleva un látigo en su mano, que al contacto es ardiente. Ruegos y súplicas llegan a mis oídos, ya otros están siendo torturados por el fuego, y mi llanto y ruego se unen a los de ellos, mientras ese látigo lastima mi alma...

—No, por favor. —El látigo me golpea una y otra vez.

—Dess, despierta —esa voz se une a los lamentos, pero no es de aquí—. Es solo una pesadilla.

Una pesadilla, esto no es real, pero se siente tan real.

—Dessire, reacciona. —Abro los ojos de inmediato.

Ronald me sostiene por los hombros, su respiración está agitada y Anastasia no está por ninguna parte de la habitación.

—Solo fue una pesadilla, ¿bien? —Muevo la cabeza, indicando que sí.

Me recuesto en su pecho, sus brazos me rodean, estoy temblando. La pesadilla ha cambiado, ya no estoy en el bosque, ahora estoy en un lugar muy diferente... un lugar oscuro, donde me torturan. Respiro despacio. Canalizo el recuerdo, verlo como una pesadilla se siente como evadir la verdad. Esa voz, ese hombre, solo me dicen que conseguí escapar de algún lugar. Las cavidades oscuras en esos rostros vacíos son las mismas sombras corpóreas que nos atacaron.

¿De dónde provienen esas sombras?

—¿Cómo está? —la voz de la enfermera me hace incorporarme. Siento como mi corazón sigue estando agitado dentro de mi pecho. Por lo menos no estoy llorando.

—Estoy bien —obligo a mis labios decir.

—¿Segura? —la voz de Ronald también está distante.

—Sí, solo fue un mal sueño. —La enfermera se acerca. Ronald se retira de la cama.

La mano de esa mujer se posiciona sobre mi frente, luego en mi cuello.

—Tienes un poco de fiebre —murmura para sí misma—. Te traeré algo para eso.

Me dejo caer en la camilla cuando la veo salir. Lo que sucedió no pudo haber sido casualidad.

—¿Esas sombras que nos atacaron de dónde provienen? —pregunto. Quizás eso ayude para ubicar parte de mi pasado. Esas sombras podrían ser una clave en mi vida.

—Falta poco para el amanecer. No deberíamos hablar de eso ahora —dice Anastasia.

La enfermera vuelve con un extraño brebaje de hierbas y me hace tomarlo, además de una píldora. Intento sacarles información, pero mis párpados se vuelven muy pesados.

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Este libro, son poemas, pensamientos, versos. Palabras que vuelan con el viento y se mezclan en el aire, en murmullos incesante.