Hay coincidencias que nos terminan llevando a la perdición.
Leah Jenner es ya una mujer hecha y derecha, veintidós años de su vida y aún sigue cumpliendo los deseos y sueños de los demás menos los de ella misma, guardándolos en el cajón del olvido. Ser la chica correcta, educada, y buen ejemplo a seguir la frustra en ocasiones, pero constantemente se recuerda que esa es su realidad y que hace mucho tiempo aceptó, que ese era su destino.
Cuando su hermana menor se escapa para una fiesta a las afueras de la ciudad, con enojo y preocupación, Leah sale a buscarla por las calles de Beverly Hills a altas horas de la noche, encontrándose para su buena o mala suerte a Aaron Walter, quien en uno de sus recorridos por Brentwood la encuentra merodeando el almacén enemigo. A partir de ahí, decide ayudarla y se da cuenta que no puede sacar de su cabeza aquellos ojos cafés de mirada dulce y asustadiza que le sacudieron los sentidos en pocos segundos. Las cosas se tornarán distintas y Leah comenzará a romper esas reglas que para ella son sagradas, cometiendo locuras que nunca antes imaginó hacer.
Había conocido a un asesino. Había encontrado su perdición.