Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 9: Enterrada

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By NomiSaez

Capítulo 9:
Enterrada

—Dess —escucho mi nombre. Es Anastasia, pero mis ojos no pueden dejar de mirar. Mi cuerpo no da un paso ni adelante ni atrás. Las alarmas que me decían que corriera se han apagado como si hubiera bajado un interruptor.

—Son ellos —la voz de Romina son filosas cuchillas.

Él se gira y busca entre la gente. A mi parecer ha reconocido mi nombre. Mi subconsciente esta enredado y comienza a buscar entre un sinfín de sombras su rostro. No lo encuentro. Podría ser alguien de mi familia, de la familia que no recuerdo, y quizás me reconozca, pero en el momento en que sus ojos marrones se cruzan con mi mirada, ese rayito de esperanza se convierte en miedo, terror... y mi cuerpo solo quiere salir corriendo, alejarse de él... como en el bosque.

La pesadilla vuelve a mí, y mis pies comienzan a retroceder. Él en cambio está quieto. Diría que hasta aguantando la respiración como si verme fuera una verdadera sorpresa, pero no siento como si estuviera feliz de verme, es más, creo que le aterra verme, lo puedo ver en sus ojos.

Sus labios se mueven formando unas palabras que no llegan a mis oídos. Romina me sostiene del brazo con mucha más fuerza. La mujer de cabello rojo sonríe, alza la mano y me saluda como si fuéramos antiguas amigas. Se gira y le dice algo al chico. No puedo escucharla, pero Romina ya se ha puesto en movimiento.

Mi visión se vuelve un visaje de personas. La voz de Anastasia se pierde mientras nos distanciamos. Todo ocurrió en una fracción de segundo. Para cuando nos detenemos mis piernas tiemblan y mis ojos se encuentran húmedos. Obligo a las lágrimas a retroceder. Ver a ese chico me ha desestabilizado. Las imágenes del bosque van y vienen ante mis ojos.

Un olor desagradable se extiende por el lugar, un callejón atestado de basura.

—¿Qué ha dicho? —pregunto.

Me sostengo de la pared más cercana. No estaba preparada para moverme tan rápido, mi cuerpo está reaccionando con un mareo.

—Solo dijo: mátala. —Su celular suena. Lo contesta de manera apresurada—. Nos vemos en la academia, llévate el auto. —Cuelga—. ¿Te encuentras bien?

—Más allá del mareo, y de saber que quieren matarme, estoy perfectamente.

No estoy tan desequilibrada. Mi mente dormida reaccionó al peligro. ¿Por qué alguien quiere matarme?

—Nos moveremos rápido por el bosque, solo... —Sus palabras mueren para ser remplazadas por la colisión de su cuerpo contra la pared al final del callejón. El sonido es como si dos rocas hubieran chocado. Romina se levanta del suelo como si solo le hubieran dado un empujoncito.

Me encuentro en el medio del callejón con el corazón en la garganta. En la entrada, una mujer extremadamente delgada camina con pasos lentos y precisos.

—No esperaba encontrarme a un Calcurian —la voz de la mujer es fría y plana. Como si no fuera capaz de expresar ningún tipo de sentimiento. Como he visto en los vampiros, viste de negro, solo que no estoy segura de que sea uno.

—Me gustaría quedarme a charlar —dice Romina mientras alisa su franela—, pero vamos tarde.

Sus ojos han dejado de ser almendrados para ser rojizos, inyectados de sangre. Cubre el espacio entre nosotras, y me hace posicionarme detrás de ella.

—¿Un nuevo guerrero? —pregunta la mujer con malicia.

Ahora que está más cerca puedo ver su rostro, su piel... Esa mujer no guarda ningún parecido con un ser humano. Su piel tiene un tono grisáceo casi violáceo, como un cadáver. Sus ojos son negros, como los de esa mujer de cabello rojo.

—¿Dónde dejaste a esa otra chica? —sisea la mujer.

¿Cómo hace para pasar desapercibida entre la multitud? No existe forma ni manera de que su tono de piel se pueda ocultar a menos que se ponga un disfraz, cosa que no lleva en este momento.

—No es de tu incumbencia —gruñe Romina mostrando sus colmillos. La mujer sonríe mostrando los suyos también—. Alguien más viene.

Sin previo aviso ella me lanza por los aires. Grito.

—Sostente del muro —grita Romina. Apenas tengo tiempo de reaccionar, me sostengo del borde de la pared. Mis manos arden, me he raspado la piel. Me encuentro suspendida de un muro de unos tres metros y medio—. No mires abajo, solo sube al techo.

Miro abajo. Mis manos amenazan con dejarme caer. En la entrada del callejón se encuentra esa mujer de cabello rojo y el chico. Simplemente estupendo. Dos opciones y ninguna me gusta más que la otra. Si me dejo caer al piso, ellos me matan. Me inclino por la segunda opción. Tomo un respiro y me impulso, obligo a mis brazos a subir el resto de mi cuerpo al techo. Me duelen las manos, los brazos. Consigo montar una pierna sobre el muro, pero me siento desfallecer. Los ruidos de una pelea brutal hacen que se me erice la piel.

—No dejen que se escape —grita una mujer, pero ni es Romina, ni la de piel grisácea, eso deja a la de cabello rojo. Tomo impulso de nuevo, y ruedo sobre mi cuerpo. El techo es de concreto y está tan caliente que podría freír un huevo. Me he quedado sin aire.

—Levántate, Dessire. —Romina está justo sobre mí. Una gota de sangre se desliza desde la comisura de su labio hasta la mejilla. Me toma de los brazos y me pone de pie de un solo tirón. Se da la vuelta—. Sube y sostente con fuerza.

—Sangras —digo.

—Estaré bien.

Paso mi brazo por debajo del suyo y me aferro a su hombro, antes de que pueda acomodarme mejor sobre su espalda comienza a correr.

Todo a mi alrededor es solo un visaje, el viento golpea mi rostro, obligándome a cerrar los ojos. Para cuando consigo abrirlos ha bajado un poco la velocidad y puedo distinguir los árboles. Aspiro el aire de la naturaleza y me relajo. Ya debemos estar cerca de la academia. Por instinto miro detrás pero mi mente me juega una mala pasada, y revivo la pesadilla.

El bosque se vuelve oscuro y la silueta de un hombre me persigue. Me sacudo sobre la espalda de Romina. Mi cabeza se vuelve un caos entre la realidad y mis memorias. Siento que colisiono contra un gran muro de concreto. De momentos el bosque está claro, con esos luminosos rayos de sol interpuestos entre las hojas de los árboles, y al siguiente segundo todo oscuro como la boca de un lobo. Un segundo estoy siendo perseguida por un hombre sin rostro, y al siguiente simplemente estoy sobre la espalda de Romina.

A lo lejos escucho la voz de Romina y la de alguien más pero no alcanzo a reconocer su voz. El caos en mi cabeza me lleva directo a la oscuridad.

Ser perseguida en un bosque sumido en la oscuridad da paso a algo mucho más terrorífico. Estar enterrada es vivir el horror uniéndose a tu piel. Una cosa es saber que en algún momento morirás, y otro muy diferentes es verte en un ataúd y sentir que ya has estado allí.

Doy vueltas sobre la cama, y abro los ojos. Me encuentro en mi habitación. En la puerta Paula, la responsable de las hadas en la academia, tiene los ojos entornados por la preocupación; la acompaña Emiliano, un vampiro. Ambos son parte del concejo de Luz de medianoche.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta Paula alarmada.

—No sé exactamente. —Emiliano se encoje de hombros—. Estuvieron de compras, se toparon con alguien que al parecer reconoció a la chica desmemoriada. Un sin alma apareció, la situación se complicó un poco, pero lograron llegar ilesas. Dessire se quedó inconsciente unos minutos antes de que llegaran a la academia.

Entrecierro los ojos, y la sensación de estar enterrada vuelve a mí. Me sobresalto, creo que hasta dejo escapar un alarido. Llevo mi mano al pecho, mi corazón pretende salir disparado.

Respiro. Todo ha sido una muy mala pesadilla. Esto no es real, es imposible que haya sido real. Lo del bosque quizás sea un fragmento de mis recuerdos, pero eso es imposible. Solo estoy asustada, me repito una y otra vez.

—¿Una pesadilla? —Sus ojos marrones me observan con simpatía y preocupación.

¿A dónde se ha ido Paula?

—Algo así —digo en un hilo de voz, aún con la respiración agitada.

—Paula ya regresa, solo está contestando una llamada. —Justo en el momento en que él terminar de hablar ella entra. Me dedica una sonrisa, y veo como el alivio cubre su rostro.

—Emiliano, hay una pelea en el bosque, del otro lado del lago, ¿podrías hacerte cargo? —dice amablemente.

—Por supuesto. —Me suelta—. ¿De quiénes se trata?

—Las eternas rivales —ella deja escapar un suspiro de cansancio.

—Karla y Romina —asegura él al cerrar la puerta, dejándonos a solas. Lo dice como si ya estuviera acostumbrado a los enfrentamientos de la loba y la vampira. Ambas son mis compañeras. ¿Por qué se estarán peleando esta vez?

Me recuesto contra la pared.

Paula se sienta al borde de mi cama, me observa con acritud.

—¿Te siente bien? —pregunta como si estuviera tanteando un terreno fangoso. Mi mente es un caos. Soy una cobarde cada vez que me asaltan las pesadillas, y ella lo sabe.

—Sí, estoy bien. —Me abrazo a la sábana, la idea de estar enterrada viva vuelve a mi mente, y un escalofrío me recorre el cuerpo.

—¿Me quieres contar lo que pasó? —pregunta con cautela.

Peligro. El terreno fangoso tiene cavidades ocultas. A un paso de hundirme en el lodo. Recapitulo mentalmente los eventos del día. Todo marcha bien hasta que me encuentro con su mirada, y aunque no está aquí le temo... Estoy aterrada hasta los huesos. Dios, padre, ilumíname y dame fortaleza para enfrentar lo que mi mente insiste en ocultar.

—Estábamos en ese Boulevard lleno de personas. Al principio tuve una sensación de querer huir de ese lugar, como si algo malo me persiguiera, pero no tenía idea de qué. Luego vi a alguien que se me hizo familiar, hasta pensé que podría ser alguien de mi familia, pero cuando se dio vuelta y lo vi bien, solo sentí miedo y quería alejarme... También estaba una mujer. Sus ojos eran oscuros y vacíos. De repente ya no estaba allí, si no en una especie de callejón, entonces apareció esa otra mujer que parece un cadáver. Romina tuvo un par de palabras con ella, me lanzó por los aires y terminé aferrándome al muro.

—Eso explica tus manos —parece muy divertida por los acontecimientos.

—Luego escapamos. Mi mente se volvió un desastre, y creo que terminé inconsciente.

—De alguna manera eso es bueno, tu mente está soltando piezas de un rompecabezas. Solo tienes que tener la agilidad para unirlas.

¡Estupendo!, solo tengo que ponerlas todas sobre la mesa y buscar meticulosamente las que encajan. Como si fuera tan sencillo.

Ella se queda pensativa:

—Necesito preguntar otra cosa.

—¿Qué será? —digo con fingido entusiasmo.

—Santiago me comentó algo sobre unas luces...

¡Oh, las luces!

—Es complicado... —digo en un hilo de voz.

—Intenta explicarlo. No soy una experta con los argeles, pero soy lo único que tienes ahora... —Le doy una débil sonrisa, ella ha sido tan amable conmigo desde que llegué—. Claro, también está Emiliano, pero es un vampiro, y el señor Ismael, ¿lo recuerdas? —El señor que me recibió cuando llegue aquí. Murmuro un "sí"—. Él es un hombre lobo, y ninguno de los dos son muy buenos con los consejos.

Ambas reímos un poco. Es algo muy cierto, los lobos por lo general son muy testarudos y poco amigables, al igual que los vampiros.

—Pues... ocurrió después de la práctica con las pelotas de tenis...

—¿Y cómo estuvo eso? —pregunta con entusiasmo.

—Ronald y Anastasia dicen que fue asombroso, pero realmente no sé con exactitud qué hice. —Ella asiente sonriente—. Eso me recuerda que tengo una apuesta con Romina, para mañana.

—Eso me parece bien.

—A mí no tanto, siento que he puesto mi cuello en bandeja de plata para sus colmillos.

Paula comienza a reír, sostiene su estómago con su mano mientras se dobla sobre la cama. Me cruzo de brazos, intentado parecer enojada, pero no puedo zafarme de la sonrisa que dibujan mis labios.

—Hacer una apuesta con un vampiro no es recomendable, pero en tu caso me parece bien, eso quiere decir que tienes mucha confianza en ti misma.

Desearía que esa misma confianza surgiera cuando estoy atrapada en una pesadilla. En ese momento Dessire la cobarde resurge en toda su gloria.

—No pienso igual, pero ya no me puedo echar para atrás. —Romina está contando con esas tres bolsas de sangre, pienso.

—¿Y luego? —me incita a continuar.

Doy un fuerte suspiro.

—Al terminar, vi esas luces que formaban un camino al interior del bosque, y me sentí muy atraída por ellas, además escuché como voces que sentí que conocía. Las seguí, pero Santiago me detuvo. Él solo dijo que no las siguiera.

Paula mete sus dedos en su cabello, y se masaje la cabeza mientras su mirada esta fija en las sábanas de la cama.

—Es extraño. —Alza la vista—. Siempre que los argeles tienen... o más bien reciben alguna señal, nadie más que ellos pueden verlos.

Entonces no es una señal, Santiago también vio las luces.

—Lo mejor es que hagas caso de la advertencia del vampiro, no las sigas si las vuelves a ver —afirma—. Geraldine, el argel de la directiva, dijo que vendría la semana que viene, si no se le presenta ningún contratiempo. Quizás ella pueda guiarte un poco mejor.

—Gracias.

—No me agradezcas, para eso estoy aquí. —Me da un apretón de mano y se levanta—. Me gustaría quedarme un poco más, pero tengo que ir a ver qué pasó entre las eternas rivales.

Sale de la habitación. La puerta se cierra y todo parece más pequeño. Una habitación reducida. Tomo una fuerte bocanada de aire y siento que la habitación se vuelve más pequeña y oscura. Es como soñar despierta, todo ocurre delante de mis ojos, me aferro a la sábana con fuerza mientras la forma del ataúd me envuelve, me atrapa... me encierra.

La desesperación crece en mi interior.

—No, otra vez no —digo con ferocidad, intentando volver a la realidad, pero esa especie de sueño no se desvanece.

Respiro despacio, y me obligo a calmarme.

—Es solo un sueño —me repito—, no está ocurriendo realmente, estoy en mi habitación, y sostengo una sáb... —Dejo de respirar. El terror recorre mi cuerpo. No hay sábanas, en cambio mis manos sostienen solo una fina... rama. Tanteo y esta se hace trizas en mis dedos, tengo miedo de mover la mirada más allá del oscuro vidrio que está frente a mí. Me tomo unos segundos para armarme de valor y ver a mi alrededor, con un suspiro, levanto mis manos lo suficiente como para poder verlas.

Un grito desgarrador sale de mi garganta, mis ojos detallan mi cuerpo huesudo.

Mis manos son solo huesos blancos, sin nada de piel, las dejo caer en mi pecho y la tela del vestido lavanda se hunde al no haber nada, apenas rozo las huesudas costillas. Mis manos tocan el hueso de mi columna a través del vestido.

Desesperada me toco el rostro y no hay carne.

Solosoy un cadáver.


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