ALÉJATE DE MÍ

By Cristina_maxiel

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Siempre creí que todo lo malo que pasaba en mi vida era culpa de mi mala suerte o producto de las malas decis... More

SINOPSIS
BOOK TRÁILERS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29

CAPÍTULO 25

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By Cristina_maxiel

El chico que me ayudo ayer se encuentra parado frente a mí. Su rostro serio observa a Alan con recelo. Sin decir una palabra termina de acercarse a ambos, para luego sin previo aviso tomar mi mano, liberándome así el agarre que mantenía él sobre mí. Lo observó sorprendida.

— ¡¿Tú por qué coño te metes?! —Grita Alan furioso tomando mi brazo derecho para intentar halarme hacia él; sin embargo, el chico me libera fácilmente de este, impidiendo que logre su objetivo. —¡¿Qué diablos te pasa?!

—Escuche claramente que la joven quiere que te alejes de ella. Así que solo estoy facilitándole el hacerlo, ya que veo que no entiendes español. —Responde en un tono de burla peculiar. Llevándome detrás de él en rápido movimiento para luego soltar mi brazo. — ¿Estás bien? —Inquiere preocupado mirándome. Solo asiento aún pasmada de su presencia.

— ¡Madison!

—Solo vete Alan. No tengo nada más que decirte ni escuchar de ti. Lo mejor es que te marches. —Pido cansada en tono serio.

—Será mejor que le hagas caso. —Amenaza el chico extendiendo el brazo izquierdo para marcar distancia, en el momento que Crawford intenta acercarse, por lo que no le queda de otra que detenerse en seco mirándolo con cólera.

Sin decir nada más, el mayor me hace un gesto con la cabeza de que retome mi camino y eso hago. Ingreso al edificio y camino hacia el ascensor.

—Gracias. —Pronuncio al momento de tocar el botón para llamar al ascensor.

— ¿Estás bien? —Vuelve a cuestionar mirándome, solo asiento, mostrándole una sonrisa. —No dejes que ese chico se acerque a ti, si lo hace solo llama a la policía. —Aconseja.

—Eso haré, gracias. —Finalmente, las puertas del ascensor se abren y ambos entramos. — ¿Vives aquí? —Curioseo al ver que este ingresa conmigo.

—Sí.

— ¿Eres nuevo? Nunca te había visto antes. —Señalo marcando mi piso.

—Podemos decir que sí. —Se limita a decir.

No digo nada, dado lo incómodo de la situación guardo silencio. Observo con disimulo su reflejo en la puerta del ascensor. Tenía tantas cosas que preguntarle; sin embargo, soy consciente de que quizás no sea el momento para un interrogatorio.

— ¿Cómo siguen tus heridas? —Curiosea rompiendo finalmente el silencio, luego de unos segundos.

—¡Mucho mejor, gracias! —Respondí con gratitud. Aprecie el gesto justo en el momento en que las puertas del ascensor se abrieron en mi piso. Salí del ascensor y me di la vuelta para mirarlo. Le hice un adiós con la mano, aunque él no correspondió. —¿Me permites invitarte a tomar un café? —Pregunté sin previo aviso mientras metía el brazo en la puerta para evitar que se cerrara. Por un instante, vi un destello de sorpresa iluminar sus ojos azules. —¿No puedes? —Inquirí haciendo un puchero, pero rápidamente me di cuenta y eliminé esa expresión. Él me examinó con la mirada durante unos segundos que parecieron eternos. —Es en agradecimiento por tu ayuda de ayer y hoy—, expliqué nerviosa mientras mordía mi labio inferior. Sin dejar de mirarme y sin responder, marcó su piso, que resultó ser el siguiente al mío. Suspiré. —Si estás ocupado, lo comprendo. Disculpa. Adiós. —Dije apresuradamente, retirando rápidamente mi mano del ascensor y alejándome.

Al parar frente a la puerta de mi casa, la abro con celeridad y entro de la misma manera, sin voltear la vista hacia atrás. Al cerrarla, me apoyo en ella y murmuro maldiciones internamente mientras cubro mi rostro avergonzada con las manos. No obstante, apenas me acomodo en el lugar cuando alguien toca el timbre.

Busco mi teléfono para ver a través de la aplicación de quién se trata. Al hacerlo veo que es el chico, quien observa directamente al lente de la cámara, así que abro la puerta. Gracias a la claridad del pasillo y la luz de mi apartamento puedo observarlo mucho mejor. Viste una camisa manga corta blanca desabrochada en los primeros tres botones, lo que deja al descubierto un poco su pecho, permitiendo así ver la cadena de plata que lleva colgada, su pantalón de tela holgada de color marrón claro y sandalias del mismo color le da un casual pero elegante aspecto. Su cabello negro está ligeramente peinado hacia atrás, lleva un reloj y pulsera de plata en combinación con su collar. Al recorrerlo con atención he de reconocer que es un chico muy guapo, su piel pálida resalta mucho sus ojos azules, lo que lo hace ver de la realeza británica.

— ¿Puedo pasar? ¿O la invitación ya expiró? —Inquiere, tras un par de minutos, llevando sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

— ¡Qué?! ¡Claro pasa! —Exclamo soltando una risa nerviosa. —Disculpa. —Digo al hacerme a un lado para que pueda entrar. Cierro los ojos unos segundos por la pena. Seguro se percató de mi mirada. —Por favor toma asiento. —Lo animo antes de adentrarme a la cocina. — ¿Cómo te gusta el café? ¿Fuerte, aguado, frío, con leche?

—Bueno..., ¿Puedo cambiar el café por una copa de agua o cualquier licor? —Curiosea avanzando hacia la sala, lo miro confundida. —Es que la cafeína a esta hora no creo que sea muy buena para mí. —Comenta señalando el cielo.

—Claro, tienes razón. —Murmuro mientras observo que puedo brindarle.

—Lo que sea para mí está bien. —Enuncia como si hubiera leído mis pensamientos al momento de tomar asiento en una de las sillas del balcón.

Tras analizar lo que podía hacer con lo que tenía en casa. Decidí prepararle un mojito de limón, ya que era algo sencillo, pero que, a la vez elaborado, de tal modo que no quedaría como una perezosa y hasta podría impresionarlo. Una vez término de prepararlo me dirijo hacia él.

—Gracias. —Dice al momento de recibir su bebida. — ¡Vaya!, sabe muy bien. —Exclama sorprendido. — ¿Eres bar tender? —Curiosea antes de darse otro trago.

—Lo fui por un par de meses, sin embargo, no fue lo mío. —Confieso.

—Para no serlo tienes talento. Gracias.

—Gracias a ti por lo de hace rato. Sé lo desagradable que fue la situación.

—No lo sobre pienses. Somos vecinos, para eso estamos. —Plantea en el tono más relajado y agradable que le he escuchado hasta el momento.

—Por cierto, me llamo Madison Willson, aunque eso ya lo sabes.

—Así es. Soy Ethen. —Se presenta extendiéndome su mano.

—Es un placer por fin conocemos como se debe. —Suelto estrechando su mano antes de tomar asiento. —¿Puedo saber Ethen como me conoces? —Pregunto aún con una sonrisa, para no sonar tosca. —Es que yo no recuerdo hacerte visto antes por aquí. ¿Eres nuevo en el edificio?

—Podemos decir que sí. Llegue hace poco, sin embargo, tú también. —Señala mirándome.

—Así es, tengo poco más de dos meses aquí, pero ¿Cómo sabes eso?

—Yo lo sé todo siempre. —Alega antes de darle otro sorbo a su bebida. —Conozco a todos los del edificio. —Explica al tragar. —No obstante, aunque no fuese así, estoy seguro de que como quiera te conocería, es decir, a ti y tu amiga, al menos sus nombres, ustedes son famosas aquí. —Asegura mirándome con una sonrisa coqueta. Frunzo el ceño confundido.

— ¿A qué te refieres? ¿Famosas por qué?

—Bueno, digamos que este edificio está conformado en su mayoría por inquilinos de la tercera, cuarta y quinta edad, por lo que ustedes que son jóvenes resaltan, además chicas de otro pueblo muy bonitas y ruidosas, es imposible que no resalten. —Avala.

— ¿Ruidosas? ¿Cuándo nosotras hemos hecho ruido? ¿Acaso has escuchado tales quejas de nosotras? —Interrogo claramente sorprendida y hasta un poco ofendida. Ethen sonríe al ver mi expresión.

—No, que yo sepa. —Contesta con desdén antes de tomar otro sorbo. Arrugo el rostro con recelo. A lo que él sonríe aún más.

— ¿Me estás tomando el pelo?

—Un poco. —Chista riendo. Suelto un bufido. —Pero, aunque fuera así algo han de comentar, ya ves que es un vecindario tranquilo y un edificio conformado por personas de igual manera, así que el hecho de que se aparezca varias patrullas de policía u ambulancia es un espectáculo para ellos. —Asegura mientras se acomoda en el asiento.

—Eso, fue... —Inicio soltando un suspiro.

—Seamos honestos, no todos los días se ve a un par de extraños destruir una puerta y raptar a una chica. —Plantea lo observo boquiabierta.

— ¿Estás diciendo que todos vieron eso y nadie la ayudo? —Cuestiono molesta.

—Yo me enteré por alguien, pero no te sabría decir. —Ciñe encogiéndose hombros.

—Espero que nadie haya visto nada, porque si no...

— ¿Si no qué? ¿Qué harás? ¿Le reclamarás? —Cuestiona lanzándome una mirada entre desafiante y provocativa.

—Nos mudaremos. —Concluyo un poco vacilante.

— ¡Ya! —Pronuncia incrédulo, para luego terminar de tomarse el mojito.

— ¿No me crees?

—Claro que sí. —Replica irónico. Entreabro los labios para defenderme, sin embargo, pienso en mis palabras y decido no decir nada, cosa que él nota y por alguna razón le da gracia. Arqueo mi ceja izquierda al ver su mirada burlona. ¿Qué me mira? —Ahora lo entiendo. —Murmura aún con una sonrisa que no deja al descubierto sus dientes.

— ¿Cómo dices?

—Nada. ¿Cómo está tu amiga? —Pregunta cambiando el tema, suponiendo que pensó en voz alta le sigo la corriente.

—Ella está bien, pero el susto que se llevó, no se lo quita nadie. —Digo con pesar.

—Pero ¿El problema se resolvió? ¿Dieron con los delincuentes? —Curiosea. —Bueno, aunque con todas esas cámaras supongo que sí. —Da por hecho en un susurro, pero niego.

—Realmente no tengo conocimiento de eso, sin embargo, estoy segura de que darán con ellos. —Afirmo relajada. —Y sobre las cámaras, esas fueron colocadas el día de hoy, así que no, no son de ayuda. —Concluyo.

—Ya veo. —Murmura observando la que está en la sala. —Te seré honesto, por un momento sentí curiosidad sobre lo que ocultaban en este apartamento. Imagine las joyas preciosas y artículos de lujo para tanta seguridad, sin embargo...

—Ves que no hay nada. Somos pobres. —Interrumpo sonriendo. Pero él niega.

—La joya eres tú. —Suelta de la nada, sorprendiéndome. —Eres la posesión valiosa que proteger. Ahora lo entiendo. —Explica en un tono peculiar, que parece apuntar a que hay un doble sentido en sus palabras.

—En realidad, luego de lo que paso, no pude evitar que mi novio las mandara a instalar, es un poco paranoico, según él son para mayor seguridad. —Explico algo nerviosa.

—Entiendo, pero espero que sean para eso y no para espiarte. No quiero problemas. ¿Es celoso? —Inquiere enderezándose en el asiento mientras observa la cámara.

—No, claro que no, él no es así, te lo aseguro, así que tranquilo —Exclamo al instante a lo que este pliega la cara en señal de desconfianza—. Además, eres mi vecino, es normal que me visites. —Señalo, pero parece no convencerlo mucho mis palabras. —Solo Hanna y yo tenemos acceso a ellas, no puede espiarnos, no te preocupes. —Aseguro a lo que sonríe con incredulidad.

— ¿Y así que chiste?

— ¿Cómo?

— ¿Por qué crees que solo ustedes tienen acceso? ¿Cómo se supone que las protegerá si no puede verlas? No tiene sentido. —Plantea, y de cierta manera tiene razón lo que dice. — ¿Tienen audio? Como dije, no quiero problemas. Ya tengo suficiente y supongo que tú también. —Reitera evidentemente intranquilo, no puedo evitar reír al ver su expresión de preocupación.

—No, no tienen, y tranquilo como dije es para que nosotras nos sintamos más seguras, para que podamos ver a través de estas antes de abrir la puerta y demás.

—Vale, si tú lo crees..., digo dices.

—Hablas como mi amiga. Eres igual de paranoico que ella al parecer.

—Unos llaman paranoia al saber. —Suscita agitando la cabeza hacia un lado mientras alza las cejas.

—Como digas. —Cedo con serenidad.

—Bueno Madison, fue un placer coincidir contigo. Agradezco mucho tu bebida, estuvo exquisita. —Inicia poniéndose de pie.

— ¿Ya te vas? —Consulto un poco triste mientras copio su acción.

—Sí, mañana trabajo. —Clarifica extendiéndome el vaso.

—Entiendo. Te acompaño a la puerta. —Propongo él solo asiente. — ¿Puedo saber dónde trabajas o a que te dedicas? —Curioseo, por alguna razón quiero saber más de él.

—Bueno, ahora mismo trabajo remoto. Soy ingeniero en sistema, programo y desarrollo aplicaciones. Ahora mismo tengo un proyecto como hacker para una compañía. Hace poco llegué de Suecia, así que no me he puesto a buscar nada más.

— ¡Ah!, ¿Eres hacker? —Consulto sorprendida.

—Sí. Hacker experto en programación y desarrollo de software no cracker suena semejante, pero es distinto.

—Entiendo. Y.., ¿Piensas quedarte aquí o planeas volver a Suecia? —Curioseo en el momento que abro la puerta.

—Volver por el momento no es una opción y quedarme tampoco, pronto vendrán a echarme. —Responde con cierta melancolía observado la cámara al lado de la puerta.

— ¿Echarte? ¿Quién? —Inquiero confundida, pero él solo sonríe con amargura

—Adiós Madison. Buenas noches. —Se despide.

— ¡Oye! — Exclamo en el momento que esté gira para marcharse. — ¿Podrías darme tu número? —Pregunto extendiéndole mi teléfono. —Por si necesito algo, para saludar ya sabe, somos vecinos. —Aludo mostrándole una sonrisa nerviosa. Él suelta un suspiro mientras sonríe y asiente.

Le paso mi teléfono y lo observo con atención digitar el número, sin embargo, de repente se detiene en seco y me observa. Por su expresión, la cual cambió de la nada, sé que se ha percatado de mis intenciones.

— ¿Pasa algo? —Inquiero ofuscada, en el momento que esté borra el número que estaba escribiendo, para luego extenderme el celular.

—Lo siento. Me acabo de acordar que hoy saque mi número aquí, por lo que un no lo he memorizado, sin embargo, prometo pasártelo mañana, una vez lo confirme ¿Vale? —Explica sin titubear, pero sé que no es más que una vil mentira, por lo que pliego la cara.

—Está bien.

—Buenas noches, Madison. —Se despide, para luego marcharse sin más.

Cierro la puerta frustrada, por no haber sido capaz de comprobarse si él es el que ha estado escribiéndome todos estos días. Sin embargo, algo dentro de mí me grita que lo es, por lo que pensaré en una manera de confirmarlo.

Narra Hanna

Viernes por la noche.

Luego de no ser capaz de conciliar el sueño por culpa de mi conversación con Carl, decidí que lo mejor para mi tranquilidad era verlo.

Le envié un mensaje informándole que planeaba ir a buscarlo, era algo que tenía que hacer, y le pedí que me confirmara su dirección. Sin embargo, él pensó que estaba bromeando, así que lo llamé insistentemente para que me proporcionara su dirección. Después de hablar conmigo y escuchar mi determinación, se negó a hacerlo, pero no le quedó otra opción después de que lo amenacé.

Me dijo que regresaría, que lo esperará, que iría a buscarme, pero me negué y le anuncie que lo esperaría fuera en su apartamento. Eran las tres y cuarto, casi cuatro cuando hable con él, falta poco para las diez de la noche y llevo aproximadamente tres horas estacionada frente a su parqueo asignado a la espera de su llegada, la cual finalmente sucede. Me encontraba hablando con Madison cuando visualice su coche estacionándose, sin pensarlo me despido de ella y cuelgo, para luego salir del auto y acercarme a él.

—Hola. —Lo saludo tan pronto se baja de coche.

— ¡Hanna! —Clama abrazándome. — ¡Dios mío! Cuéntame ¿Cómo estás? ¿Qué fue lo que sucedió? Me dejaste muy preocupado con eso de que te atacaron. ¿Cómo estás? —Expresa preocupado recorriéndome con la mirada al alejarse. Entrecierro los ojos al escucharlo, no entendía por qué era tan hipócrita, era obvio que mentía.

—Yo estoy físicamente perfecta, pero mentalmente turbada. —Contesto en tono serio.

— ¿Cómo así? ¿Qué fue lo que sucedió? —Inquiere confundido cerrando la puerta del coche. Trago en seco para controlarme, pero me es complicado.

— ¡¿En serio?! ¡¿De verdad?, Carl! ¿Pretendes volverme loca? ¿Qué es eso de que no estuviste en mi casa? Te vi, fuiste golpeado por ellos. —Chillo frustrada quitándole la gorra que llevaba puesta, dado que no podía verlo bien; sin embargo, la poca iluminación del estacionamiento no me permite fijarme en los detalles.

—Hanna... —Inicia suspirando. —Vamos dentro, ¿Sí? —Pide. Lo seguí en silencio.

Por su postura y forma de andar, no parecía sentir ningún dolor, pero tal vez estaba fingiendo, así que rápidamente lo seguí y mantuve su ritmo, para poder ver su expresión mientras caminaba.

—Cuéntame lo que ocurrió. —Pide al momento de detenernos frente al ascensor.

—Tú ya lo sabes. —Bufo.

Carl chista y gira a verme con ceño fruncido, pero al ver mi expresión suspira y sonríe.

—Recuérdamelo entonces. —No le respondo. Me adentro al ascensor y marco el piso. — ¿Qué? ¿Vas a ignorarme? —Pregunta haciéndose el sorprendido, desvío mi mirada. — ¿No me hablas? ¿Ya no me quieres? —Bromea. No le contesto. —Mmm...

Una vez el ascensor se detiene en el piso marcado, salgo y me dirijo a su apartamento. Él me sigue el paso y abre la puerta.

—No te molestes, ¿Sí? —Pide cabizbajo en el momento que nos adentramos. —Hanna. —Bufa tomándome el brazo. —Solo déjalo pasar ¿Sí?

— ¿Qué lo dejé pasar? ¿Te diviertes jugando con mi cordura?

—No.

—¿Entonces? —Chillo molesta. Carl me da una mirada que no logro descifrar, parece frustrado.

—Lo siento. —Se disculpa soltándome.

— ¿Qué sientes? ¿Por qué te disculpas? —Cuestiono cruzando mis brazos a la altura de mi pecho. — ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué me mientes? —Pregunto desilusionada.

—Yo no te miento.

—Carl ví las cámaras de seguridad de la entrada del edificio. Fuiste a casa ese día. También presencié como esos hombres te llevaban consigo. —Miento y me cree, dado que su expresión es exactamente la que esperaba. Su rostro sorprendido está conformado por sus ojos bien abiertos, incapaces de sostenerme la mirada, por lo que cabizbajo la evita a toda costa. Suelto un suspiro de pesadez. — ¿A dónde te llevaron? ¿Ellos te han pedido que me mientas? —Pregunto con serenidad. Más él no me responde. — ¿Qué te hicieron? —Insisto.

—Hanna...

— ¿Realmente estás bien? —Inquiero acercándome para verlo bien. Seguía con rostro cabizbajo, así que tomo su cara con mis manos. — ¿Sabes lo preocupada que estaba? No estoy molesta Carl. Solo dime la verdad. —Ruego.

—No puedo. —Confiesa agobiado, liberándose de mi agarre.

— ¿Por qué? ¿Ellos te lo han prohibido? ¿Te han amenazado? —Curioseo acercándome, pero él retrocede. Estaba claramente perturbado por lo que solo me preocupaba aún más.

Lo observo sentarse en el sofá y llevarse las manos al rostro. Me siento a su lado.

— ¿Estás bien? —Pregunto en un susurro luego de un par de minutos de silencio al escucharlo inhalarse los mocos. —Perdóname. —Digo, mientras acaricio su cabello rizado. Me disculpo, porque no sé lo que le ha paso. Quizás la está pasando mal, por lo que no quiero hostigado.

Luego de unos minutos, Carl suelta un suspiro y eleva lentamente su rostro. Al hacerlo veo como sus mejillas se encuentran empapadas de sus lágrimas. Algo de dentro de mí se contrae al verlo así. Él limpia su rostro con rapidez, pero le es imposible ocultar su aflicción.

—Lo siento Hanna. —Inicia tras sonarse la nariz con un paño que le paso, el cual se encontraba recostado del brazo del sofá.

—Vayamos a la policía. Denunciemos a esos delincuentes. Hablaré con Madison para que nos apoye. —Propongo.

—No, no podemos hacer eso. —Niega al instante.

— ¿Por qué no? ¿Qué fue lo que sucedió?

— ¿No puedes dejarlo pasar? Por favor. Estás bien, yo estoy bien, tu amiga está bien. ¿No puedes solo ignorarlo esta vez? —Inquiere agitado, era evidente que estaba asustado, algo le habían hecho o dicho. Carl me observa fijamente con desespero. Suspiro y asiento.

—Está bien. Haré como que nada sucedió. —Accedo en un susurro.

—Gracias.

— ¿Está bien? —Pregunto preocupada, él asiente mientras me muestra una sonrisa forzada, la cual no es capaz de mantener por mucho tiempo, su rostro se torna triste y aparenta estar a punto de estallar en llanto. Consciente de ello, rápidamente desvía su mirada de mí y se pone de pie, para luego refugiarse en la cocina. —Carl.

—Lo siento. No sé cómo soy capaz de llorar enfrente de ti, es vergonzoso. No me mires por favor. —Pide con voz entre cortada dándome la espalda. Me pongo de pie y acerco lentamente.

—Está bien. No tienes por qué avergonzarte. Llorar es algo bueno. Expulsar esos sentimientos te ayudará a sentirte mejor. —Lo animo al entrar en la cocina y pararme delante de él.

—Tú no lo entiendes. Soy un cobarde Hanna. Me siento tan fatal contigo.

—Carl.

—Lo siento Hanna. Tú realmente no deberías acercarte a mí.

—¿De qué hablas? ¿Por qué no? ¿A qué viene eso ahora? —Interpelo confundida. Quizás no se dé cuenta, pero sus palabras me están haciendo pensar lo peor.

—Yo... yo soy... —Balbucea.

—Tú eres un buen chico Carl.

—No, lo soy Hanna. Soy un cobarde.

—No digas eso.

—Aléjate de mí Hanna. Es lo mejor.

—Pero me gustas. —Confieso a lo que él me observa sorprendido. —Me gustas Carl, y no pienso rendirme contigo. —Anuncio acercarme un poco más.

—Yo no valgo la pena, Hanna. Tú eres una chica maravillosa, eres linda, educada, agradable. Puedes conseguirte a un chico mucho mejor que yo en todos los sentidos. —Plantea apenado y asiento.

—Lo sé, pero eso debo decidirlo yo, y si tengo mal gusto, dime tú, no se puede hacer nada. —Suelto sin más, provocando que este sonría por la sorpresa.

—Eres increíble. —Dice aun sonriendo.

—Y tú eres lindo. Te ves presentable cuando sonríes. —Alago provocando que su sonrisa se amplíe más. —Tu rostro se ilumina bonito. —Continuo.

Carl me observa con ternura al momento de tomar mi rostro con sus manos.

— ¿Vas a besarme? —Cuestiono juguetona en cuanto él empieza a acercarse.

— ¿Puedo hacerlo? —Cuestiona con voz ronca, sin dejar de aproximarme, asiento en el momento que sus labios rozan con los míos. —Gracias. —Susurra antes de unir nuestras bocas en lo que fue nuestro primer beso.

En cuanto sentí sus cálidos labios, apoderarse de los míos, cerré los ojos y lo abracé. La suavidad de sus labios, junto con la dulzura de su boca al besarme, rápidamente me hizo desearlo más, por lo que me incline sobre él, rodeando su cuello con mis manos, elevando mis pies para acercarme más, intensificando así nuestro ósculo, el cual paso de algo lento y placentero, a fogoso y excitante. Un gemido se escabulle de entre mis labios en el momento que siento sus dedos tomar mi cintura tras estos adentrarse debajo de mi blusa.

Narrador.

11:00 P.M.

Después de la interrupción de Ethen, a Crawford no le quedó de otra que marcharse. Sabía que llegar hasta la chica sería difícil ahora; Aunque no espero que precisamente él fuese el primero en impedirlo.

Soltando un profundo suspiro, entra a su casa. La cabeza le latía con fuerza, apenas era capaz de mantener los ojos abiertos, debido a ello, al entrar se lanza al sofá del cual para su mala suerte se cae, sin embargo, no se inmuta más allá de soltar un quejido y maldición.

Estaba exhausto, la cabeza le dolía a muerte, lo único que quería y necesitaba era dormir hasta el otro día, por lo que toma uno de los cojines del sofá para apoyar su cabeza y poder descansar, ya luego pensaría como solucionar el problema con la Madison.

Alan no había logrado acomodarse adecuadamente para descansar cuando, de pronto, el sonido de una pistola al ser empuñada hace que abra los ojos de par en par. Se encontraba en total oscuridad, pero era consciente de que alguien estaba junto a él.

—¿Quién anda ahí? —Pregunta con voz temblorosa.

—Podría acabar contigo en un abrir y cerrar de ojos. —Responde el individuo, cuya voz áspera y profunda resulta inconfundible como el sonido del choque de las olas contra la costa. Esto hace que Alan se incorpore rápidamente y se apresure hacia el interruptor de luz, aunque Aidan lo enciende antes de que pueda alcanzarlo.

Una vez que sus ojos se adaptan a la claridad, se da cuenta de que Aidan está frente a él, apoyado en la pared y apuntándole con el arma. Se había acercado inadvertidamente, de manera que la boca del arma rozaba su pecho; Alan retrocede de un salto.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¿Cómo entraste? ¿Qué haces aquí? —Inquiere Alan molesto, retrocediendo con cautela.

Evans no responde de inmediato, se toma unos segundos para examinarlo detenidamente a él y a su hogar.

La vivienda no solo luce descuidada por fuera, sino que adentro está aún peor. Las paredes y los muebles están decorados con polvo y telarañas, restos de comida rápida adornan la mesa y el suelo de la casa, el olor a humedad y suciedad dificulta la respiración, resulta desagradable.

—No debería preocuparte cómo entré, sino por qué vine y para qué. —Contesta en tono tranquilo, enderezándose.

—¿Por qué has venido? Si quisieras matarme, ya lo habrías hecho. ¿Qué haces aquí? —Cuestiona el chico, entrecerrando los ojos debido al dolor punzante en su cabeza.

—Quiero saber por qué agrediste a Madison. ¿Por qué lo hiciste? —Pregunta con calma mientras guarda el arma y se acerca.

—Fue un accidente. Herirla nunca ha estado en mis planes. —Responde, observando fijamente cada uno de sus movimientos.

— ¿Y cuáles son tus planes? —Curiosea deteniéndose al percatarse de lo tenso que estaba el chico.

—Quiero alejarla de ti. —Confiesa.

— ¿Por qué? —Inquiere tomando asiento en el sofá, no sin antes sacudir el polvo del área.

Era una pregunta más allá de la curiosidad, lo desafiaba a darle una buena respuesta, por lo que Alan guarda silencio durante unos segundos, analiza lo que le dirá, ya que sabe que utilizará todo en su contra. Aidan lo observa con superioridad, pese a que se encuentra sentado, su expresión y postura le deja saber quién tiene el poder y la fuerza entre ambos.

— ¿No me responderás? —Inquiere al cabo de un minuto de espera.

—Eso no es de tu incumbencia. —Gruñe Alan.

—Acabas de revelarme tu intención de separar a la mujer a quien amo de mi vida, por lo tanto, tengo interés en conocer la razón. —Se defiende. El castaño permanece en silencio, así que toma este como respuesta. Con los ojos entrecerrados, le dice—: Es evidente que ni siquiera tú tienes la respuesta. Solo lo haces para molestar —Lo acusa. — ¿Qué debo hacer para que me olvides? Tu vida no puede girar en torno a mí, Alan. No puedo ser el motivo de tu existencia. Es enfermizo, por eso estás como estás. Ha llegado el momento de pasar la página. El pasado no regresará, nada de lo que hagas cambiará lo que ya sucedió. Lo único que puedes hacer es seguir adelante. —Establece con fastidio.

—Qué fácil es para ti decirlo. Me quitaste todo; perdí a mi familia... —Le recuerda resentido.

—No fuiste el único, es más, si fueras menos narcisista podrías ver que yo también perdí a mis padres y que también tuve una vida difícil. Pero claro, para ti eso es imposible de creer. Es más fácil culparme que reconocer la verdad. —Arremete en el mismo tono.

—Tú eres el menos indicado para llamarme ególatra. No puedes comparte conmigo. Mis padres y Alicia eran mi única familia. Tú tienes a Ethen, a Andrés, a Edwin, a Madison y cientos de hombres leales dispuestos a dar su vida por ti. —Le recalca.

—No es mi culpa que te alejaras. Tú decidiste odiarme, no yo. Tú fuiste quien prefirió vivir así. Mírate, das lástima, no queda nada del Alan Crawford que conocía. —Plantea mirándolo decepcionado.

—Claro. Tú te encargaste de destruir mi vida. —Imputa. —Todo lo que sucedió es...

—Culpa mía, sí, sí, sí, ya he escuchado eso tantas veces que ya me sé de memoria tu discurso. Pero, francamente, ya estoy cansado de escuchar lo mismo. Antes me daba tristeza, luego rabia, después me diste pena, pero ahora simplemente estoy hastiado. Basta, Alan, es suficiente. ¡Supéralo! —Bufa molesto. —He venido a hablar contigo de buena fe, como dos hombres adultos.

— ¿En serio? ¿Y por eso has irrumpido en mi casa como un ladrón para amenazarme con un arma? — Cuestiona incrédulo. Aidan suspira.

— Tienes razón, lo admito, he actuado mal y me disculpo por ello. La verdad es que venía con la intención de matarte, pero al ver las condiciones tan lamentables en las que vives, me he conmovido. Te brindaré otra oportunidad. —Confiesa mirándolo detenidamente. Alan frunce el ceño. — Te perdonaré por última vez. Tendrás la oportunidad de cambiar, de irte a otro lugar. —Propone. —¿Tienes problemas? ¿Necesitas dinero? Puedo darte lo que desees, lo suficiente para que no tengas que trabajar nunca en tu vida. Solo dime a dónde deseas ir y me aseguraré de que se haga realidad —Manifiesta con calma. Alan ríe con amargura e incredulidad. — Hablo en serio —Recalca al ver su expresión desconfiada.

—No permitiré que seas feliz con esa chica. Mientras yo esté vivo, me encargaré de que la felicidad no llegue a tu vida. — Responde mirándolo con ira.

—Estoy contento. Siempre lo he estado. Observa, ¿Por qué no habría de ser feliz?, tengo todo lo que deseo y más. No soy un fracasado como tú. —Presume, levantando los brazos y sonriendo.

—Quizás, pero no podrás tenerla a ella. Le contaré todo.

—De eso ya está informada.

—¿Seguro? ¿Estás seguro de haberle dicho toda la verdad? ¿Incluyendo lo que ocurrió hace dos años? —Le cuestiona con un tono que alerta al chico.

—¿De qué estás hablando? —Pregunta seriamente.

—Sé todo, Aidan, le revelaré la verdadera razón por la cual te acercaste a ella, le contaré lo que hiciste. —Amenaza. A pesar de que sus palabras realmente generan reflexión, mantiene la compostura.

—Madison ha perdido la confianza en ti. Nada de lo que le digas logrará que crea tus palabras por encima de las mías. —Afirma, mostrando una expresión impasible, sin rastro de preocupación. Eso lo hace dudar.

—Estás acabado, Alan, simplemente lárgate. —Insiste de forma burlona al ver que su respuesta ha plantado la semilla de la inseguridad en él. Aunque trata de ocultarlo, sus ojos titubearon y eso fue evidente para él.

—La haré dudar, y la duda es solo el primer paso hacia la búsqueda de la verdad. —Declara con determinación en el instante en que lo ve sonreír, creyéndose vencedor. No podía permitirle que experimentara tal regocijo, y lo consigue, pues aquel gesto desaparece de su rostro.

—Aléjate de Madison, no quiero volverte a ver cerca de ella. Si te atreves a molestarla de nuevo o si tan solo intentas lastimarla, me aseguraré de que pagues por todo lo que me has hecho. Rodarás a mis pies, suplicándome que te perdone, antes de que acabe contigo. —Advierte enfadado, levantándose de su asiento.

—Solo hazlo. Mátame ya si quieres, porque esa es la única manera en que te libraras de mí. No sé por qué te ha hecho tan difícil. —Incita de pecho subido. Aidan se abalanza contra él y lo pone boca arriba sobre el sofá polvoriento en un rápido movimiento. Fue tan veloz que Alan no pudo hacer nada, se percató del acto una vez golpeo con el cojín.

— ¿Eso es lo que buscas? ¿Es lo que quieres? —Pregunta apretando la mandíbula al igual que su cuello. El chico no le responde, porque está ocupado intento quitárselo de encima. No puede respirar y eso hace que se desespere cada vez más. Pese a que Alan era un poco más alto, en fuerza no podía igualarse a él. Evans están literalmente sobre él ejerciendo todo su peso y fuerza sobre su cuello. En el momento que ve como su rostro enrojecido se torna morado, lo suelta y se pone de pie. —Aléjate de mí. Solo hazlo. Por favor. —Clama en un suspiro, viéndolo con amargura.

—Por favor. —Comienza en voz entrecortada, incorporándose en el asiento mientras se acaricia el cuello. —El gran Aidan Evans, el famoso Diablo para muchos, me está rogando que lo deje en paz. ¿A mí?, ¿A un don nadie como yo? Quién lo habría imaginado. —Se burla con voz apagada, provocando la falta de aire, mientras lo mira con una sonrisa irónica.

Al escuchar su burla, después de que él literalmente le había perdonado la vida, un sentimiento de desagrado y amargura se apodera de él y comienza a imaginar cómo lo mataría de un disparo. Sin embargo, al ver su expresión de satisfacción, se reprime, no le va a dar el gusto.

— ¿De verdad quieres que te trate como a un enemigo? —Pregunta con el ceño fruncido, mirándolo con serenidad.

—Yo soy tu enemigo Aidan. ¡Lo soy! —Grita poniéndose de pie. El hombre de pelo oscuro suelta un suspiro y asiente.

—Está bien, si es así, te trataré de la misma manera entonces. —Sede. — ¡Chicos! —Exclama a voz en grito. Y de repente, dos hombres corpulentos de casi dos metros de altura, vestidos de negro, emergen de entre las sombras de las habitaciones. Alan los observa sorprendido y da unos pasos atrás. —Ya saben, en cuanto este hombre se acerque a Madison Willson, lo llevan a donde les indique. Si se resiste, lo eliminan. No planeo perder mucho tiempo con él, de todos modos. —Les ordena, ambos asienten en respuesta.

—¿Me estás amenazando?

—No, a mis enemigos no los amenazo, los desafío a contradecirme. Acércate a ella y comprobarás por qué me llaman el Diablo. —Responde severamente mirándolo.

—No le tengo miedo, Aidan.

—Perfecto. Cuanto más rápido hagas que todo esto termine, mejor. —Alega con desdén.

Alan lo observa con cautela, aunque sabe que no puede hacerle nada en este momento.

—Vas a pagar por esto. —Gruñe resentido.

—Tal vez estés en lo cierto, pero yo también. Sufrirás por todos los inconvenientes que me has causado y debo admitir que estoy ansioso por verte pagar. —Confiesa con una sonrisa. —Desde que casi arruinaste mi trato con los Murphy hace dos años, he estado preparando tu tumba, solo falta ponerle la fecha de defunción a tu lápida. —Confiesa acercándose. —Si quieres, puedes ir a visitarla. Es realmente hermosa. —Asegura mientras busca un pedazo de papel en su billetera y se lo ofrece. Alan ni siquiera lo abre, lo rompe con ira, lo cual provoca una juguetona sonrisa en el rostro del hombre mayor.

—No podrás manipularme.

—Buenas noches, Alan. —Se despide con una sonrisa siniestra en el rostro. —Chicos. —Dice haciendo un gesto con la cabeza antes de marcharse.

El hombre de cabello castaño no era consciente del daño que había causado con su actitud. Perder el respeto y el apoyo de aquel hombre era un grave error del cual pronto se daría cuenta.

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