—Lo único que tenemos seguro en esta vida es la muerte. Aquí en este bello país existe la magnifica tradición de honrar a aquellos que nos dejaron de este plano pero, que nos gusta creer que saludan, cada año, desde otro.
Nuestro ciclo de vida ciertamente es impredecible pero la mayoría de las veces termina en un momento que podría considerarse pronosticable, sin embargo existen ocasiones en donde el cronometro llega a cero inesperadamente, es decir a una temprana edad. Estas tragedias suelen ser recordadas con repudio por muchos y nostalgia por otros, sea cual sea la situación, jamás es bien recibido ese acontecimiento. La aceptación suele ser negada por parte de los dolidos.
La historia se desarrolla en uno de los barrios más antiguos de la ciudad.
Por la década de los 40's, un elegante y atractivo joven extranjero, quien viajaba frecuentemente para hacer negocios, arribó al pueblo. La riqueza cultural lo maravilló, al grado que decidió pasar más tiempo que los breves días que solía quedarse. Una de las mañanas de apacible despertar, en la enorme posada al lado de la catedral, decidió sucumbir a esas campanas que todos los días aun en la actualidad suenan a las 7:00AM, su sonar, luego de un breve y pulcro vestir; dada su opulencia. Se encaminó a su origen.
Se encontró con una majestuosa iglesia, la misma de (Lugar). El joven si bien tenía solo una creencia única en el bien y el mal, accedió a su curiosidad e ingresó, la mayoría de los fieles que yacían dentro del recinto; eran mujeres, a excepción del padre, y casi todas solían cubrir su rostro demostrando el respeto que aquella casa, considerada 'divina', imponía. Una vez a su ingreso las miradas denotaban su presencia como todo un acto inesperado, aun más por ser considerado alguien forastero; por no decir 'ajeno al lugar'.
El muchacho incomodo declinó su estadía, más un suave apartar lo desconcertó detrás suyo, se dieron paso dos mujeres más; la primera de la mano de la ultima, cuyo tranquilo tono de voz atrajo su atención, su altura (no mayor/ligeramente mayor/mayor) a la de él, le lució a través de ese diáfano velo negro; un corto vistazo a su mirar. El contacto de ambos; desconocido. Lo fascinó aún si solo fue momentáneo.
Debido a su seria personalidad y cauta educación ese día no le habló, pero esa chispa de rebeldía en él, le permitió permanecer en una de las bancas del final. Ante la sorprendida mirada de todos hasta el finalizar de la ceremonia, la contempló.
Algo en ese sereno porte lo hechizó al grado de presentarse todos los días sin intentar acercarse, únicamente observar.
El 'ir' de aquella recatada señorita; a cada conclusión de misa, era veloz. Siempre de la mano de (Madre/abuela/tía). Por lo que él logró a averiguar sin permitir ningún rumor. Era la (única hija/hija mayor/hija menor/ hija de en medio) de aquella renombrada familia (Apellido) poseedores de una herencia; de trabajo honrado.
Uno de esos días al finalizar un acuerdo con un nuevo socio, el asombro lo invadió al coincidir con ella, en el jardín de su casa. La chica tan guapa como considerada le sonrió. El corazón del joven inexplicablemente se aceleró, pese a que en su faz de finos orbes azules, casi como el cielo en aquellos días lluviosos de otoño, disimularon. Su respiración se agitó.
A su vez la chica intrigada por aquellos rasgos; poco vistos y actitud inexpresiva se intrigó.
Al fin acorralado por esos vivaces ojos (color de ojos), el joven doblego esa fría actitud de si. Ambos jóvenes se hicieron amigos y al poco tiempo se volvieron novios, nadie se opuso a la relación, pues a la familia de la chica le pareció un muchacho de buenos sentimientos. Por su vestimenta el (Padre/hermano/familiar masculino) de la chica, le apodó como "El Catrín"; elegante como tal y un porte sin igual. Ese nombre que aunque desconocido para él, le fue adquirido paulatinamente por todos en el pueblo.
Solía vérseles pasear, casi siempre a ella más sonriente que a él, pero eso si; por su parte siempre lo atraparías mirándola a su despistar. Lo que hacia genuina su devoción. El gusto, las acciones, el amar su propio suelo fue algo que lo conmovía, eso y su legitimo buen corazón.
Así pasaron los días, pero el joven tuvo que seguir con sus ocupaciones, pues los negocios eran el principal motivo de su presencia en aquel lugar; por lo cual se encomendó a seguir con sus viajes.
Un día, al regresar del joven, se presento en la casa de la chica; pues decidido estaba a pedir su mano, comprar la merecida residencia de ambos y darle el lugar que él ansiaba. No obstante, la desdicha desoló su vida ya que su amada; el amor de su vida. Había enfermado a grave escala.
Desesperadamente intento buscar ayuda, médicos los mejores del pueblo e incluso extranjeros más ninguno de ellos pudieron ayudar, ya que la medicina carecía de la tecnología de hoy en día.
El varón se sumergió en la desesperanza, abatido por su impotencia y tristeza. No obstante la joven lo alentaba aun si ella era la de salud inestable y silueta desgastada. El chico llego tan lejos como para orar, rezar sin respuesta pues la salud de su bella novia empeoraba al pasar del raudo tiempo. Fue entonces cuando en repudio por su inutilidad cedió a los rumores poco gratos del pueblo. Pensando tontamente que había encontrado la salvación en una opción errónea.
Fue a un lugar, a la mitad de la nada a seguir las instrucciones que alguien a muy buen costo le consiguió; las cuales consistían en la burda creencia de un intercambio más allá de lo natural. Su desesperanza incitaba su proseguir y su desconsuelo su apresurar.
Finalmente invocó a quien conmemora la palabra perdición, quien se presentó como un elegante caballero de distinguido y negro vestir; mas en su mirar se evidenciaba la maldad. El joven, bajo un juicio menos desesperado; pudo haber percibido el mal.
El deseo del varón ciertamente desconcertó a la obscura presencia mas esta le aseguró que su muy amada novia, sobreviviría a su matrimonio. Juró que sin lugar a dudas mejoraría y ambos podrían felizmente casarse, pero el precio por ese gozo era alto, tanto que lo llegaría a condenar pero al joven no le importó y dichoso aceptó. Sellando así el trato con el mal.
El contrato se llevo a cabo y los resultados no se hicieron esperar. Pues a su llegar, la joven daba, a simple vista, rasgos de verdadera vivacidad; su piel, la cual días atrás lucia opaca, ahora traslucía un bello tono (tono de piel) que era reavivado, a los pocos días, por una mejillas rosadas.
Anhelante y ufano el varón le propuso matrimonio. Ese mismo momento en que se hincó y le suplico su aceptación, ella se lanzó contra él en una demostrando del jubilo que ambos sentían y a su vez transmitían.
La madre de la chica, ese mismo día, atribuyó a ese hecho como un verdadero milagro.
La boda se llevó a acabo, tanto el inicio como el final fue maravilloso e inolvidable para ambos.
Tres días después de la culminación de su amor, el joven tuvo que acudir a un llamado; muy temprano, por parte de un cliente que aseguraba en su despacho que era indispensable su presencia por que no se iría hasta no hablar directamente con él, o eso fue lo que dijo en aquel entonces el mensajero; un pequeño niño que también entregaba la leche en el pueblo.
Al llegar, su sorpresa paso a impacto cuando vio a aquel hombre; de porte prominente y atemorizante. En ese instante las sirenas en la calle avisaron de un horrible incendio en una de las enromes haciendas de la avenida.
Fue entonces cuando ese 'ser' le sonrió a aquel joven apodado 'El catrín' y sin mas le declaró, en su cara y entre una estridente risa, que su parte del contrato había sido cumplida pues su novia vivió hasta que ambos formalizaran. Entre conmoción e incredulidad el joven lo ignoró y corrió fuera del lugar, comprobando con horror que su casa estaba en llamas; las tan peligrosas e incontenibles llamas. Su novia, su todo ese día acabo...
La joven Profesora que contaba el relato pauso ante las sorprendidas miradas de sus alumnos, que conforme a la historia había comenzado el poner de la ofrenda había terminado. —Dicen que hoy en día, aquel joven vaga sin descanso pues su alma se le negó al diablo, aun si su rostro inexpresivo y serio siente pena y arrepentimiento; por condenar a la que era su vida;su única alegría. Aún yace en este mundo con el único propósito de encontrar a su esposa.
—Pero ella se murió...¿No?
La Profesora de cabello castaño rió —¿Acaso no existe la reencarnación?— Preguntó mirando al otro profesor en la sala, él cual había dejado de mirarla. Aquellos ojos de tonos azules se posaron en las flores naranjas sobre el suelo; que tenían el camino marcado a la ofrenda. Sus agendas los ubicaron a ambos como coordinadores de la ofrenda del grupo (A/B/C/etc.); respectivo a lengua extranjera.
(Nota: En mi universidad se coordina por materia, sin importar la nacionalidad de los docentes los días festivos respectivos a la nación se celebran con presentaciones entre otras cosas. Como el día de independencia que tenemos cena patria; pozole ea ea).
—Es cierto— Añadió una joven de entusiasmos ojos (color) mirando a su compañero quien de inmediato asintió. La atención del varón de cabello negro e inexpresiva faz se centro en ella. —Es eso lo que celebramos hoy.
—Muy bien (Nombre)—Añadió la docente, turnando su mirada entre su colega y su alumna, en su faz una sonrisa atravesaba simulando saber algo de lo que nadie más se percataba.
—¿Tu realmente crees en eso?— Cuestionó otra compañera de clases de incrédulo semblante.
—Yo creo que expresa algo mas allá de los comprendido —Respondió (Nombre).
—¿A que te refieres?— Preguntó nuevamente su compañera.
—Es difícil explicar, mucho mas si intento hacerlo. Siento que es real. Al menos...— Pausó siendo ajena a la fascinación con la cual su Profesor de francés la miró.—Eso es lo que yo decidí creer— Y con eso sonrió.
—Y usted profesor Ackerman... ¿Creé en la reencarnación?