Había una vez dos grandes reinos, el de los demonios y los ángeles.
Como siempre a lo largo de la historia estos dos reinos se han llevado extremadamente mal, pero llego un momento en el que todo comenzó a cambiar.
Un día, en el palacio del rey demonio se realizo una reunión para ver en la situación en la que el pueblo estaba, pero más allá de eso era hacer un trato con el rey de los ángeles.
-Mi trato es que dejemos de pelear y seamos aliados, por así decirlo. - hablo el rey demonio, un ser con apariencia de hombre, alto, fuerte, cabellos negros y ojos rojos.
-Estas demente, tú sabes muy bien que es imposible, los demonios y los ángeles siempre se han odiado. - respondió el rey de los ángeles, un ser que también tenía apariencia de hombre, cabellos blancos y ojos celestes, pequeño y se apariencia un tanto débil.
-Si, lo se, pero últimamente estas guerras que hemos tenido nos ocasionan problemas. -Demandó el rey demonio. - Dejemos de pelear aunque sea unos años - murmuró.
-Yo también me encuentro en condiciones un tanto malas, pensándolo mejor, quizás debamos hacer un trato.
Ambos reyes se quedaron callados, ambos querían hacer el trato, pero no sabían como hacerlo.
-Te propongo algo - dijo el rey de los ángeles interrumpiendo el silencio, -Tengo un hijo que es muy lindo, es el menor, quizás podamos cerrar nuestro trato con una boda, unos de tus hijos con el mio-.
-Mmmm..., es una buena idea, yo también tengo un hijo, solo uno y es bastante atractivo, seria un buen trato.
-Entonces, trato hecho?
-Trato hecho.
Ambos reyes se dieron las manos, dando así por finalizada su reunión, comenzando así la nueva vida de sus hijos.
-Continuará-