Melody habia dejado la práctica un rato antes de que ésta terminara, le había dicho a Jay que tenia que reunirse con Mal y Jane para una tarea así que lo dejó solo en las gradas.
Y cuando la práctica acabó, el peliblanco se dejó caer en las gradas y soltó un suspiro. Miró a su lado encontrándose a Jay tomando agua y se irritó, el chico no podía creer que Jay estuviera tan relajado.
—Sabes, yo estuve practicando allí, y me estuve matando las piernas mientras tu estuviste sentado aquí sin hacer nada.
—Estuve toda la práctica aquí, dándote órdenes, ¿qué no es suficiente? —Dijo Jay y Urell bufó—. Además, no estaría sentado aquí sino me hubieses lastimado.
—Pues no te hubiese lastimado sino hubieses estado metido en mi camino. —gruñó Urell.
Jay le miró de manera horrible, obviamente queriendo decirle algo realmente malo, pero por alguna razón se detuvo y volvió su vista al campo de Tourney.
—Como sea... yo sólo haré esto hasta que tú puedas hacerlo otra vez —Dijo Urell—.¿Cuánto es?, ¿cuatro semanas?
—Me faltan 3 semanas y media. —dijo Jay mirando su pierna.
Urell lo siguió con la mirada y recordó aquella conversación con Melody en la cual ella le había terminado diciendo que debía disculparse con Jay. Él no lo había entendido pero pensó, que a pesar de todo Jay volvía yendo al campo de Tourney todos los días y estaba allí para enseñarle por mucho que ninguno se soportaba. Y se dio cuenta que a en realidad Jay le gustaba hacer eso.
Y empezó a sentir un mareo en el estómago, cómo sí quisiera vomitar. De la nada este paró y Urell se sintió extraño.
¿Qué había sido eso?
—Oye... —Dijo Urell—.¿Cómo haces para soportar a tanto príncipes?, digo, todos aquí son...
—¿Principes? —dijo Jay, Urell asintió— Bueno, algo que me dijo el entrenador cuando entré al equipo fue que todos aquí somos como un cuerpo, que éste tiene varias partes y que estas trabajan unidas siempre, o algo así. Pero me dijo que eso es lo mismo que ser un equipo, todos trabajamos junto para ser algo grande...
Urell lo pensó y en realidad vio algo de gusto en la cara de Jay.
—Yo soy el puño —Dijo Jay sonriente, como si aquello de verdad le llenara como ser humano. Algo patético, pensó Urell.
—Siempre creí que eras una persona que no le gustaba trabajar en equipo —dijo el peliblanco, serio y pensativo—Hasta que te juntaste con Mal, Evie y Carlos.
—Y no lo era —respondió Jay de igual manera—. Pero ellos me ayudaron, nos ayudamos mutuamente, y son realmente geniales.
—Si tú lo dices... ya deben saber ustedes que en la isla piensan que son unos traidores —dijo Urell, a lo que Jay lo miró con ceño fruncido.
—No pensamos mucho en la isla, estando aquí nos distraen muchas cosas —dijo Jay.
—Oh, sí que lo veo —dijo el hijo de Úrsula sarcásticamente, cosa que Jay notó.
—¿Podrías ser más especifico, amigo? —le preguntó bruscamente, Jay deseaba tomar el cuello de si camiseta y hacerlo hablar por la fuerza, pero sabía dos cosas:
Una, Urell era igual de fuerte que él.
Dos, tenía muletas y no podía pelear bien por ello.
—¿Amigo? —preguntó Urell extrañado, realmente extrañado ante esa palabra—. Jay, tú y yo no somos amigos.
—Eso lo sé —respondió el hijo de Jafar dando una mirada al campo de Tourney—. No desde que teniamos siete.
—Desde que hiciste que me hiriera la cara y me causara esta cicatriz —gruñó el peliblanco, señalando la gran cicatriz en su mejilla derecha.
—¡Sabes que fue un accidente! —exclamó el moreno—, pero claro que tú le dijiste a toda la isla que yo hice algo que no y que fue totalmente mi culpa.
Urell abrió la boca para hablar y replicar a eso, decirle que aún así, Jay tenia culpa, en una gran y cierta parte. Pero entonces ambos escucharon cómo alguien gritaba el nombre de Jay y unos metros lejos de ellos vieron a Evie y Doug parados cerca de las gradas, mirando hacia ellos algo tensos.
—Tengo que irme —Jay gruñó, tomando su bolso bruscamente y ponerse de pie con las muletas. Jay se alejó rápidamente con los dos chicos, dejando a Urell irritado, sabiendo que Jay y él tenían puntos de vista diferentes sobre lo que había pasado cuando tenían siete años el día de la fiestas cumpleaños de Evie.
Ese chico yo no somos amigos. Se había dicho Urell en ese entonces, y aún hasta aquel día lo seguía pensando.
***
Ben se encontraba sentado en el sillón de su estudio mientras esperaba impaciente a que su hermana entrara por la puerta. ¿Su impaciencia?, era debida a que tenía una propuesta para su hermana, y sinceramente estaba preocupado por la reacción de esta.
En cuanto el rey de Auradon no yo como la puerta se abría, instantáneamente se colocó de pie y trato de calmarse lo más rápido posible. La princesa se vio luego de un segundo. Entrando tranquilamente dentro del despacho y caminando a se hermano.
—Hey, Ben. —saludó ella y él sonrió—. Lumiere dijo que querías hablar conmigo.
—Hola, As. ¿Podrías sentarte por favor? —pidió Ben, señalando la silla en frente de su escritorio antes de él volver a tomar su asiento.
La princesa hizo caso a su hermano y tomó asiento al frente de su hermano mayor.
—¿Está todo bien? —preguntó ella, cambiando su expresión por una seria.
—¡Sí!, todo está perfecto. —Ben le dijo, pero su hermana frunció el ceño ante eso.
—¿Entonces por qué juegas con tus pulgares? —preguntó Astrid, bajando la mirada hacia las manos de Ben que jugueteaban sobre el escritorio.
Ben se dio cuenta fe ello también, solía hacerlo inconscientemente cuando estaba nervioso, por eso odiaba aquello, la gente sabía cuando él mentía.
—No te preocupes, As. No ha pasado nada malo, o depende de como vayas a tomar lo que voy a decirte —le dijo su hermano mayor
—¿Qué cosa? —preguntó ella.
—Es que el ayer en la noche estuve hablando con mamá y papá acerca de Auradon, y de ti. —dijo Ben.
—¿Que quieres decir? —la chica se sobresaltó al escuchar eso y rápidamente tomo la rosa entre sus dedos buscando confort.
—Es que recuerdas que después de nuestro... Incidente, y antes que te fueras a estudiar te dije que quería que cuándo yo me convirtiera en rey, tú fueras mi mano derecha en todo. —dijo Ben.
Los ojos de Astrid se iluminaron y ella asintió.
—Bueno... estuve hablando con papá, y él pensó que sería bueno hacer una ceremonia para que tú lo hagas oficial. Ese cargo en el reino es bastante importante.
Astrid miró y suspiró, ya sabia que se venía.
—¿Una ceremonia para mi?, Ben ya sabes lo que pasó en la última fiesta... sumándole que no me gustan las fiestas en las que yo soy el centro de atención... —dijo ella
El chico miró a su hermana y recordó todo lo ocurrido en su fiesta de presentación hacía casi tres años ya.
—Lo sé... Traté de explicárselo a mamá y papá, pero cuándo papá me lo propuso los ojos de mamá se iluminaron, y ella realmente se emocionó por eso. Yo no pude decirle que no era necesario pero... sabes que a mamá no le puedo negar nada cuando está así.
La princesa asintió ya que ella sabía ese sentimiento.
—Así que pensé y les dije que primero tenía que saber una opinión tuya y no planear eso así... —le explicó su hermano, agradeciendo que ambos aprendieron de todo lo que les pasó, y ahora Ben estaba consciente que la opinión de su hermana para este tipo de cosas realmente era importante.
Astrid bajó la mirada y lo pensó. Ella no era de las personas que odiaban las celebraciones, sin embargo, cuándo éstas solían ser para ella no se sentía cómoda y usualmente ella quería esconderse bajo alguna manta o en algún lugar secreto para leer. Y usualmente lo hacía.
—Ben yo... no estoy segura. —dijo ella.
Él asintió.
—Comprendo hermana, el asunto es decirle ahora a papá y a mamá —dijo Ben.
Astrid estaba a punto de asentir cuándo la puerta del despacho se abrió detrás de ellos y los dos castaños dirigieron sus mirada allí encontrándose a sus padres entrar por la puerta.
—¡¿Y... mi pequeña ya decidió?! —Dijo su madre con una sonrisa.
—Mamá, papá... Yo... —dijo la chica pero la voz dulce de su padre la interrumpió.
—Bueno Astrid, Ben ya debió contarte nuestra idea acerca de una ceremonia en tu honor. Oh, estoy imaginandote en la catedral del reino aceptando tu cargo cómo mano derecha del rey y todo el reino mirando lo bella que vas a estar. —dijo Adam, sonriente.
¿Todo el reino?. Pensó ella. Astrid podía asistir a reuniones y eventos en familia con todo el reino. Sin embargo todo el reino, pendiente de ella. Ahora ella se sentía de vuelta con la presión de actuar cómo una princesa, y eso empezó a fatigarla. A veces trataba de que la presión de ser la guardiana de la rosa no la afectara, eso podría ser riesgoso, como decía la reina Elsa, no pensar en eso evita que puedas alterar tus sentimientos y eso afecta a la rosa de Auradon.
-—Mamá, la verdad es que Astrid... —dijo Ben levantándose de su asiento.
Pero Astrid no dejaba de ver los iluminados ojos de Bella. Y sintió la presión en su pecho, su madre ya estaba ilusionada con esa ceremonia.
—Va... A ser un gusto hacer la ceremonia. —Dijo Astrid sin dejar de mirar a su madre.
—¿¡Qué!? —preguntó Ben extrañado.
Pero su madre pareció ignorarlo y sonrió aún más a la chica.
—Oh, hablaré con Din Don para que empezar a planear esto. —Dijo su madre y la chica asintió con una sonrisa torcida.
Su padre les sonrió a los dos chicos en forma placentera, y éstos miraron como Bella y Adam se daban la vuelta y se alejaban hasta salir del despacho de Ben. Cuando la pareja dejó la habitación Ben dirigió su mirada a su hermana y la miró extrañado.
—¿Qué fue eso, pensé que no querías la ceremonia por un minuto —preguntó Ben confundido, a lo que su hermana suspiró
—Y así era... fue la debilidad. —dijo Astrid sin dejar de mirar la puerta.
***
Carlos ya se había acostumbrado a sacar a pasear a Chico siempre después de las practicas de Tourney, era algo realmente relajante para él, observar el paisaje de la escuela, conversar de vez en cuando con algún compañero o compañera, e inclusive pensar en ideas nuevas para inventos que le gustaría crear en un futuro cuando consiguiera tener su propio laboratorio en Auradon, muy diferente al que tenía en La Isla De Los Perdidos, con ejores equipos y mejor distribución tanto de espacio como de instrumentos.
Esperaba que esas fueran una de las cosas que lograra tener en Auradon, bien ganadas y...
—Hola, Carlos —Los pensamientos del peliblanco/negro se esfumaron en cuanto se volvió al escuchar su nombre ser pronunciado, y él se tensó al ver a la persona que estaba detrás de él.
—Harriet... —susurró él frustrado en cuanto la vio. Carlos tomó la correa de Chico y caminó más rápido para alejarse de ella, pero ella era mucho más rápido que él por ende alcanzarle el paso había sido fácil.
—¡Carlipoo! —dijo ella, en cuanto estuvo en frente de Carlos, cortandole el paso.
—¡No me llames así! —exclamó Carlos, bastante irritado por el sobrenombre.
—¿Y por qué no?, a mi me gusta ese apodo —dijo ella con una risa divertida
—Sí pues... a mi no —contestó él, rodando los ojo. Harriet sabía aquello, que Carlos odiaba que lo llamara así desde que se lo puso a los once año, recordaba perfectamente como Mal y los demás se burlaron de él por todo un año con aquel sobrenombre.
En definitiva no era algo que él quisiera oir de nuevo.
—Bueno, entonces no te llamo así. —La hija de Garfio alzó ambas manos en fomra de culpa.
—Vale... lo agradezco —dijo Carlos de manera seria.
—¿A dónde ibas? —preguntó la pirata entonces, con suma curiosidad.
—Iba de vuelta a los dormitorios
—Bien, te acompaño —dijo la pelinegra, decidida.
Carlos alzó ambas cejas.
—No es necesario, Harriet —dijo a la chica, pero la hija de Garfio negó.
—No me molesta —respondió ella, entonces sacando un reloj oxidado de uno de los bolsillos de su levita y viéndolo—Se hace tarde, igual tengo que volver con Holly.
Carlos alzó sus cejas, él podía ir solo con Chico hacía los dormitorios. Eso era lo que quería, pero sabía muy bien que Harret no se iría, esa chica era muy obstinada, todos los piratas lo eran.
—¿No harás nada? —preguntó él.
—Lo juro por el Garfio de mi padre, sino que me coma la mano un cocodrilo —Harriet dijo sonriendo y haciendo gesto de un juramento con ambas manos al aire.
—Vale, entonces vamos —dijo el chico y entonces, la hija de Garfio se les unió a él y Chico. Para Carlos trataba de no ser tan incómoda la situación, y fue a los segundos cuando Harriet dijo:
—¿Cuando dejaste de tenerles miedo? —preguntó ella,llamando la atención de Carlos.
—A los perros, De Vil —dijo ella, diciendo como si fuese la cosa más obvia del mundo.Carlos entendió de lo que hablaba, su miedo a los perros impuesto por su madre allá en La Isla De Los Perdidos, todos allá conocían su miedo de ellos, que pensaba que eran bestias rabiosas que se comían a los niños que no se portaban bien. Era un saber común que Carlos les tenía pavor, y muchos tomaban ventaja de ello, aunque Harriet fue una de las pocas que nunca jugó con eo para molestarlo. Carlos agradecía eso de ella al menos.
Pero ahora estaban en Auradon, y Carlos ya no es tenía miedo, eso debió notarlo Harriet al ver que estaba con Chico sin desmayarse.
—Oh, eso... cuando llegué aquí Ben me ayudó con mi miedo, me demostró que los perros no eran lo que mi mamá me hizo creer, desde entonces la escuela me cedió e poder de cuidar a Chico como mío. —explicó él, recordando su primer encuentro con Chico. Obviamente no iba a decirle a Harriet que huyó despavorido del lugar cuando escuchó el primer ladrido.
Chico ladró como si estuviese pensando en lo mismo, y eso hizo sonreír a Carlos.
—¿En serio?, vaya... que generoso —dijo Harriet metiendo sus manos en los bolsillos de su levita. Con un toque de sarcasmo en su voz, notó Carlos, pero supuso que era porque ella debía seguir creyendo que todos en Auradon eran aburridos y cursis, apenas y llevaban dos semanas en Auradon Prep, era normal.
De vez en cuando Jay suelta algo al respecto de ello, pensaba Carlos.
Pero al fin y al cabo, Auradon era genial a su manera, muy diferente de La Isla De Los Perdidos.
Eso le recordó.
—¿Cómo está la isla?—preguntó él, a lo que la chica lo miró y arqueó una ceja.
—¿Interesado en aquel lugar?, creí que ya eras completamente Auradoniano—preguntó ella—. Pues, la verdad es que igual que siempre, y a la vez diferente, cuando se fueron ustedes cuatro se sentía una especie de tensión, entre los que creían que era una perdida de tiempo, y los que querían estar en el lugar de ustedes. Luego pasó lo de la coronación y todo fue un caos por un tiempo, luego las cosas se calmaron un poco para que la gente pudiese asimilar que ustedes se habían hecho buenos, y que a Malefica la habían convertido en una lagartija. Los vilanos trataron de hacer que las cosas funcionaran como antes pero se sentía vacío. Y cuando la cosas empezaban a tomar un rumbo, Ben nos trajo a nosotros cuatro. Imagino que la tensión de antes volvió.
Carlos entonces se detuvo a pensar lo que Harriet le había contado, no había pensado en que aquello podía pasar, debía admitir que a pesar de todo la isla tenía su propio orden, algo extraño y retorcido pero era algo que funcionaba perfectamente a su manera. Imaginarse que los villanos no se veían a si mismos sin Maléfica durante un tiempo era algo inquietante.
—Claro que... este lugar es muy diferente a la isla —dijo Harriet seriamente.
—Sí... la verdad es que es muy diferente —respondió Carlos.
Ambos chics llegaron al edificio delos dormitorios donde desde una de las ventanas, un chico de cabello negro los miraba con una sonrisa, su plan estaba yendo bien. Sólo debían esperar un poco más.