Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

251K 21.5K 1.2K

Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 5: Iniciada
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 6: Centinela

6.6K 580 39
By NomiSaez

Capítulo 6:
Centinela

La negrura del bosque me desorienta, no hay luna esta noche, no sé dónde estoy. Aparte de la cabaña solo hay árboles. No he visto sus rostros, pero la voz de uno de ellos me es familiar, hace bastante tiempo los perdí.

He perdido mis zapatos, y el frío carcome mis huesos, solo llevo el uniforme del colegio, una falta azul marino y una camisa beis.

Me muerdo el labio para reprimir un grito, algo se ha encajado en mi pie, contengo las lágrimas que han intentado salir desde que me encontré en un lugar desconocido, tengo que ser silenciosa o me encontrarán. Tengo una rama encajada sobre la piel, cerca del tobillo, la tomo y duele. Muerdo más fuerte el labio, una lágrima se escapa y corre por mi mejilla, tomo dos respiros y la jalo con fuerza.

Continúo sin poder afincar mucho el pie herido, mi corazón se acelera cuando escucho unas ramas quebrarse no muy lejos de donde me encuentro, entonces corro. No hay nada donde pueda ocultarme, intento no pensar en el dolor del pie, y sigo hasta ver un arbusto, me escondo tras él.

El terror se apodera de mí, mi respiración se agita, y mis pies arden, estoy oculta detrás de unos arbustos en completo silencio e intentando respirar. Mi cuerpo entero tiembla y no es por el frío de la oscura noche, mis ojos están anegados en lágrimas, tengo que huir, es lo único que grita mi mente.

Dejo de respirar cuando siento pasos acercándose, y una voz gruesa me llama por mi nombre.

Dessire esa voz es tan familiar, pero el miedo no me deja dar con la persona. Solo sé que la conozco.

Cuando lo siento más cerca salgo de mi escondite, y corro.

Mis pies descalzos se lastiman con cada piedra o pedazo de madera que se atraviesa en mi camino, miro por encima del hombro y ese hombre me persigue, no distingo su rostro, pero sé que le conozco. Sigo adelante, esforzando mi cuerpo a que continúe, pero casi no puedo respirar y mis fuerzas cada vez menguan más de mi cuerpo. Sin darme cuenta tropiezo, meto mis manos y me las raspo al tocar el suelo, desesperada me pongo en pie, entonces él ya está detrás de mí.

Grito desde el fondo de mi alma, pero en este lugar nadie podrá oírme.

Sus manos están sobre mí. Grito e intento zafarme de su agarre, pero él es muy fuerte y me alza sobre el suelo. Camina a grandes zancadas de vuelta por el camino que pensé dejar atrás.

Después de tanto batallar solo puedo llorar. Vamos de vuelta a la cabaña. Siento una desesperación al sentir sus manos sobre mi cuerpo.

Escucho el crujir de la madera al ser la puerta abierta, aún sobre su hombro observo con la vista empañada el lugar, es una especie de habitación de madera, solo hay una cama con sábanas amarillentas, en la cual desperté.

Me lanza sobre ella, y se monta a horcajadas sobre mí.

Ya no encuentro mi voz, pero aun así me obligo a gritar y luchar. Sus manos se apoderan de mi camisa, y los botones salen disparados por la habitación. Ya mi voz es solo un gemido de terror, me he quedado afónica de tanto gritar, y sus asquerosas manos recorren mi cuerpo.

La puerta se abre, y el otro hombre está allí.

—Dess —una voz grita, pero no es la de esos hombres.

No puedo distinguir sus facciones, su rostro es borroso ante mis ojos.

—Dess, tienes que despertar. —Es Anastasia, pero estoy atrapada.

Sé que es un sueño, pero algo me impide despertar.

Abro los ojos cuando algo helado se impacta contra mi rostro.

Instintivamente me cubro el pecho con los brazos. Mi respiración está tan agitada como si hubiera estado corriendo toda la noche, en la pesadilla lo estaba, pero ahora solo estoy en mi cama, con mi compañera de habitación muy preocupada.

—¡Por los clavos de cristo!, me asustaste —dice ella, con una jarra que estoy segura saco de la nevera—. Paula dice que a veces podemos morir en las pesadillas, y tú no reaccionabas, pensé...

Tomo unas cuantas bocanadas de aire por la boca estabilizando mis sentidos. Es la misma pesadilla, solo que esta vez me ha dejado ver un poco más allá de la simple persecución en el bosque.

—Estoy bien. —Pensé que mi voz no saldría, pero salió temblorosa por el susto—. Morir en medio de un sueño, ¿es eso posible?

—Ah... no tengo idea. Pero el mundo es tan extraño y ocurre cada cosa que pues... mejor tomarlo en cuenta, ¿no crees?

—Supongo.

Ella se deja caer al pie de la cama.

Mi pijama está bañada en sudor, y el flequillo azul está pegado a mi frente, mi rostro gotea agua. Mantengo el ritmo de las bocanadas de aire, mi corazón golpea con fuerza dentro de mi pecho como si aún me encontrara en medio de la pesadilla.

—Bien, ya todo pasó, solo fue un buen susto —dice para calmarme. Le sonrío—. ¿Te duchas tu primero, o yo?

Me quedo con la boca abierta para contestar, pero las palabras mueren en mi garganta, esos dos hombres siguen estando en mi cabeza y se niegan a desvanecerse de mis pensamientos. Además, no tengo ropa.

—¿Qué ocurre? —pregunta aún en el piso.

—Nada importante. Sigo sin tener ropa. —Me encojo de hombros.

—¡Oh! Es cierto —dice alarmada como si fuera fin de mundo—. Te prestaré algo mío, tenemos que solucionar eso cuanto antes. Ahora ve a ducharte, estamos muy retrasadas.

Dejo la cama. Me ducho, y lavo mi cabello ya que estaba muy húmedo por el sudor. Anastasia me dio una toalla de ella, camino con el cabello goteando agua hasta la habitación, entro, ella me da indicaciones de lo que voy a usar y sale disparada al baño.

Sobre mi cama, hay un leggin azul marino y una blusa carmesí, me visto en un santiamén, la blusa llega casi hasta mis muslos, me queda un poco holgada, envuelvo mi cabello en la toalla y me calzo unas botas. Ni idea de dónde las ha sacado, ella parece tener una tienda en su closet.

Estoy secando mi cabello cuando Anastasia aparece envuelta en una toalla, dando saltitos hasta su cama. Salgo para darle más privacidad, y dejo mi toalla en el baño. Voy a la sala, y reviso la nevera, tengo mucha hambre y solo hay sangre, se me revuelve el estómago en el acto. Me alejo y me siento en el sofá.

No volveré a tocar esa nevera nunca más. Cierro los ojos. Pasé una muy mala noche, al principio no podía dormir con todos los acontecimientos del día por lo que terminé leyendo sobre Zemyazza, el líder de los Grigori o vigilantes. Mi investigación culminó con su condena, al parecer se encuentra atrapado en medio del cielo y la tierra, suspendido entre la línea invisible que divide nuestro mundo de lo celestial. Luego conseguí dormir un par de horas antes de que una pesadilla asaltara mi tranquilidad.

Las pesadillas siempre terminan noqueándome, doblegándome ante un miedo irracional que se encuentra oculto al igual que mi memoria, y emerge cuando menos me lo espero. Si me pongo a pensar en evocar esas imágenes, no consigo nada, solo lo que mi mente ya me ha mostrado. Las pesadillas solo vienen a mí cuando estoy en reposo, durmiendo, y cuando hay caos: el incidente en el comedor con Karla Samaniego evocó extrañas imágenes en mi cabeza, y cuando Romina me gritó las voces emergieron de mi subconsciente.

Quizás necesite de alguien para que me ayude a darle sentido a las pesadillas.

Romina dijo que tenía que madrugar. ¿Será que ya se ha ido?, miro la puerta de su habitación y sin pensarlo la toco dos veces. La puerta se abre, y un rostro amargado emerge.

—Buenos días —digo al ver a Romina. Me alegra que sea ella y no Karla.

—¿Para eso me has despertado tan temprano? —pregunta con una ceja alzada.

—¿Cuál es tu concepto de madrugar? —le respondo con una pregunta.

—¿Qué quieres? —su pregunta es un gruñido.

—Proponerte algo —digo. Ella se cruza de brazos y espera—. ¿Me dejas pasar?

—Comienzas a volverte muy fastidiosa —expresa.

Se hace a un lado y me deja ingresar a su habitación. Es exactamente igual a la que comparto con Anastasia. Dos camas, una se encuentra al final de la habitación pegada a la pared y la otra está cerca de la puerta. Una gran distancia para una habitación pequeña. Los armarios están igual de separados. Es evidente la división de territorio entre la loba y la vampira.

—He pensado que quizás si hablo con alguien sobre mis pesadillas me ayudaría a intentar comprenderlas —digo mientras observo las paredes que son de un color azul claro. No es un color que se adapte a la personalidad de Romina, mucho menos a la de Karla. Imagino que con la rivalidad que tienen nunca pudieron ponerse de acuerpo para elegir un color para su habitación.

—¿Y?

—Creí que tendrías tiempo para escucharme.

—No lo creo —dice cortante. Se hace a un lado de la puerta diciendo indirectamente "puedes marcharte", así que salgo de la habitación. Cierra la puerta de un portazo.

La vampira tiene un temperamento bastante impredecible.

La sala se encuentra vacía, Anastasia aún no ha terminado de arreglarse. Sin darme cuenta comienzo a caminar de un lado para el otro. Me siento inquieta e incompleta. No solo por la falta de memoria, también está la muerte de ese joven que no conozco, el ataque de ese lobo la noche en que llegué a Luz de medianoche. También me siento ansiosa por armar este rompecabezas en que me he convertido. Pero no sé por dónde comenzar, es por eso que pensé que ella podría ser de gran ayuda. Cada vez que pienso en las pesadillas es como si se tejieran mil nudos dentro de mi cabeza, nada tiene sentido. A veces se necesita una segunda opinión.

Una puerta se ha abierto. Anastasia emerge de la habitación, su cabello rizado está recogido sobre su cabeza con algunos mechones fuera, cayendo desordenados por ambos lados del rostro. Lleva los labios pintados de un rosa brillante. Un vestido azul marino con franjas blancas cae sobre sus rodillas, y lleva tacones a juego.

—¿No es demasiado? —pregunto.

—Para nada. Ahora vamos.

La sigo. Los pasillos están desolados, corremos por las escaleras, por un momento pienso que va a caer y rodar hasta llegar a la recepción, pero Anastasia se mantiene muy equilibrada sobre sus zapatos de 15 centímetros. De camino al comedor me explica un poco sobre la academia en sí.

Luz de medianoche existe porque el mundo ha sucumbido a las tinieblas, las puertas del infierno fueron abiertas y los demonios o rebeldes se han propagado sobre la tierra. La academia aloja a jóvenes desde los 16 años hasta los 21 años. Reciben a todo ser que ha desertado del origen de su naturaleza. Los argeles son elegidos por seres celestiales, seres de luz; en cambio los vampiros, hombres lobos... son seres que han nacido bajo la influencia de la oscuridad, y aun así existe una buena cantidad de ellos que se encuentran en la academia para recibir el entrenamiento necesario para combatir a los rebeldes. El libre albedrio es lo que rige nuestro destino. Por lo que todos los que están en la academia han hecho una elección sin importar su propia naturaleza.

Son como las 6:30 de mañana y, como dijo Romina la noche anterior, es momento de comenzar mi entrenamiento. Así que antes de que comiencen las clases regulares Ronald y Anastasia van a llevarme a hacer una especie de prueba de velocidad.

Mientras serpenteamos los senderos del campus para llegar al comedor me fijo en que solo unos pocos estudiantes se encuentran levantados y listos para iniciar el día.

—Tendremos que ir de compras —dice Anastasia de la nada.

—Pero no tengo dinero. —Me distraigo mirando como una chica de cabello claro que pasa a nuestro lado habla a través de un teléfono. Ríe de algo que le han dicho y luego dice:

—El fin de semana estaré allí, mamá.

Esa simple frase es un impacto para mi mente. Ella tiene una vida allá fuera, una familia, recuerdos. Mientras que yo estoy vacía por dentro, no hay nada más que pesadillas sin sentido que me hacen ser débil y frágil. Y también está el miedo, el dolor... que de alguna manera me fortalecen.

—Eso no importa. Una chica no puede andar por ahí sin nada en su armario, necesitas un buen guardarropa. —No le prestó atención a lo que dice. Solo quiero entender quién soy, o quién fui. Creo que estoy pasando por un antes y un después de algo que no puedo recordar y que me desestabiliza. Es una buena teoría para quien no tiene idea de quién es.

—Por el dinero no hay problema, mis padres están divorciados y tengo dos tarjetas de crédito.

La miro llena de incredulidad.

¿Tarjetas de crédito?, una idea viene y con la misma rapidez se va sin darme tiempo de comprender lo que significa.

—Una será para ti, y la otra para mí.

—Anastasia, ¿qué es una tarjera de crédito? —pregunto.

Mi intuición sobre algunas cosas no da para asociar eso. No tengo idea de qué es.

—Ah... bueno, es una forma de tener mucho dinero, sin que ocupe mucho espacio.

—Sigo sin entender.

—Olvídalo, no tengo idea de cómo explicártelo. —Una sonrisa genuina se dibuja en sus labios como una media luna. Las puertas del comedor están abiertas, algunos estudiantes comienzan a atravesarlas, entre ellos distingo a Ronald junto a otros chicos con rostros angelicales, hadas.

—Dessire, ¿cierto? — dice una voz masculina detrás de mí, lo que hace que nos detengamos.

El rostro de Anastasia ha abandonado su color natural para parecer un papel. Giro para enfrentar lo que sea que la ha puesto de esa manera.

Él es... no sé cómo describirlo, su piel es blanca pero como si brillara con los rayos del sol, quizás estoy teniendo problemas de la vista, pero juraría que es real. Sus ojos son de color plata, luminosos e irreales; creo que su cabello es lo único humano que encuentro en él, es rubio. Pero la belleza que irradia comienza a inquietarme, como una especie de hormigueo sobe mi piel. Está acompañado de otros dos jóvenes, y si no estoy equivocada son argeles. Solo que de él se desprende un aura diferente al de los otros chicos.

—¿Qué pasa? ¿La loba te desgarró la lengua? —Su boca forma una media sonrisa de superioridad. Él es un chico atractivo y deslumbrante, pero nada intimidante. Por lo menos no para mí.

—¿Qué quieres, Gabriel? —pregunta Anastasia antes de que pueda responder. Volteo la vista, ya ha recuperado un poco el semblante.

Gabriel mueve la mirada a mi amiga, y sus ojos se muestran despectivos, como si él fuera la persona más importante en la academia. Su mirada está cargada de divinidad, como si hubiera caído del mismísimo cielo para embellecer una maltratada tierra.

—Cálmate, escoria, solo quería ver de cerca a quien se hace llamar argel y convive con... —deja las palabras en el aire. Me cruzo de brazos y doy un paso hacia él. Es más alto que yo, unos buenos 20 centímetros sobre mi estatura.

—Bien, aquí estoy. ¿Querías comprobar que no soy tan radiante como tú? —Alza la ceja con un poco de desconcierto. Como si no se esperara que lo enfrentara.

—Exactamente —dice con desdén—. No hay nada en ti que demuestre que eres un argel. Eres una simple chica. A mi parecer eres una farsante.

Solo hemos cruzado un par de palabras y algunos estudiantes de la academia se han aglomerado a nuestro alrededor, no muchos, pero sí los suficientes como para que toda Luz de medianoche se entere de que me han tildado de farsante.

Respiro. Primero Karla y ahora este chico.

—Yo podría decir lo mismo de ti. —Siento como Anastasia se tensa detrás de mí, es más, me toma del brazo para hacerme retroceder. Él frunce el ceño, sus ojos plata se endurecen, hay furia en ellos. Me intimida un poco su fría mirada. Pero sostengo mi posición. Justo ahora no sé a quién debo temerle más, la loba, la vampira o a él—. Hay mucha luz que desprende de ti. No sé qué arcángel te eligió. Pero a mi parecer, tu luz es tan hermosa que se parece mucho a quien reina bajo tus pies.

Sus finos labios se abren, pero no emiten palabras. Todo se ha quedado en un incómodo silencio. Anastasia me jala del brazo y me hace caminar hacia la puerta. Él no se ha movido de lugar. Una chica nos cierra el paso, su cabello rubio cae en suaves ondas sobre sus hombros, sus ojos son de un tono gris tan claro que parece un blanco traslúcido, llenos de pureza.

—Eres solo una farsante —dice con media sonrisa en los labios, y luego se quita de en medio. Bueno, es obvio que anda con él.

No le prestó atención a su insulto. La realidad es que Anastasia no me da tiempo de que reaccione. Me hace entrar al comedor, donde solo un par de mesas se encuentran ocupadas. Quienes están aquí no se han dado cuenta de lo ocurrido afuera.

Me dedico a mirar la bandeja que han puesto en mis manos, y que Anastasia ha comenzado a llenar de comida.

—¿De dónde sacaste eso que le dijiste? —pregunta terminando de llenar su propia bandeja con algunos sándwiches.

—No tengo idea —murmuro.

Todo lo que dije fue sin pensar, y ahora que me detengo a meditar mis palabras me doy cuenta de que quizás fue una gran imprudencia. Soy la chica nueva, que no tiene memoria, que no tiene idea de qué arcángel la eligió. Voy y le digo a un chico, que sí sabe perfectamente quién es, que podría ser un farsante y en público.

Eso no me va ayudar mucho para encajar. Sobre todo, después de lo de ayer, y el hecho de que soy sospechosa de la muerte de un joven lobo. Según Paula Estrada yo no pude haberlo hecho, sin embargo, Karla no piensa igual. Y como mi mente pasó de estar vacía a ser un caos de pesadillas en solo un día no puedo estar segura de lo que sea que haya ocurrido antes de que despertara en el bosque.

Me hago camino a la misma mesa de ayer, en una esquina del comedor lo más alejada posible de las demás. Me acomodo en la silla en el momento en que ese chico Gabriel entra el comedor. Su rostro está endurecido por la rabia, el ceño fruncido hace que la piel de su frente se arrugue un poco. A su lado se encuentra la chica rubia, exuberante y de largas piernas. Nuestras miradas se cruzan el tiempo suficiente para darme a entender que debo permanecer distanciada de todos ellos, o quizás solo de Gabriel. Eso último tiene un poco más de sentido, si se toma en consideración que busca cualquier excusa para tomar la mano de él. Mi rostro reacciona antes de que pueda darme cuenta, mi ceja se alza dejando entender claramente que me importa muy poco su mirada amenazante.

Comenzamos a desayunar en silencio.

—¿Por qué te insultó de esa manera? —le pregunto a Anastasia después de unos minutos.

Ella se mueve un poco incómoda en su asiento, y deja de lado el sándwich que llevaba a su boca.

—Ellos son... los más cercanos a los arcángeles, y nosotros somos... digamos que los que nos perdimos en el camino.

—No te sigo —digo con la boca llena.

—Los argeles nunca se mezclan con los demás, como son elegidos por arcángeles ya tienen un lugar en el cielo, o por lo menos es lo que ellos creen. Pero los demás no. Las hadas fueron esos ángeles que se perdieron entre el cielo y el infierno, perdieron sus alas, pero aún conservan esa belleza encantadora. Los vampiros y los hombres lobo son criaturas nacidas de la oscuridad, y los cambiantes, bueno, nosotros somos el resultado de personas insatisfechas que buscaron un bienestar bajo las artes oscuras, bajo peticiones a seres de la oscuridad. Lo que ellos no entienden es que no tenemos la culpa de ser lo que somos. Cada quien elige su camino, sin importar sus raíces, pero ellos no lo ven así. Solo somos peones en una batalla donde ellos están al mando.

Hay tristeza en su voz.

—Eso quiere decir que ninguno de ellos está mezclado con vampiros, lobos... en las habitaciones.

—Tú eres la única que está mezclada con nosotros, como no... ya sabes.

—Eso lo entiendo, lo que no alcanzo a comprender es ¿cómo pueden tener certeza de que irán al cielo? —Sus labios se mueven, pero no hay respuesta. Le da una mordida al sándwich. Su mirada se ve perdida hasta que se enfocan de nuevo en mí.

—Bueno, eso es difícil de responder —es lo único que sale de sus labios.

—Estoy en desacuerdo —expreso mientras recorro con la vista a cada uno los seres que se encuentran en este recinto. Todos están aquí por la misma razón, y sin embargo la rivalidad es más fuerte. Ronald se despide de su grupo y viene hacia acá—. Que ellos hayan sido elegidos por seres de luz no significa que tengan una entrada segura en el cielo, sus acciones en la tierra son las que determinarán eso. Si el ángel más hermoso de Dios se rebeló contra él, ¿por qué una persona de carne y hueso no lo haría?

Ella se queda atónita, un poco sorprendido por mis palabras

En mi lectura sobre los ángeles caídos me he dado cuenta de que al final todo provenimos de la misma fuente de creación, solo que algunos decidieron revelarse ante el creador y seguir su propio camino que terminó en oscuridad.

—Me doy cuenta de has leído un poco el libro que te traje de la biblioteca —Asiento con la cabeza—, y tienes razón, pero el rechazo cansa. —No le discuto. Ella también tiene razón.

—No podía conciliar el sueño así que terminé por leer sobre el líder de los Grigori. Hasta que me quedé dormida y terminé envuelta en otra pesadilla —explico.

—¿Cómo fue tu primer encuentro con Gabriel? —es lo primero que dice Ronald al sentarse al lado de su novia. Sus ojos se iluminan al verla. Comparten un rápido beso que hace que Anastasia se sonroje un poco.

—No muy bien —digo con una mueca.

—Era de esperarse, ellos se creen superiores a los demás. —Voltea la vista a la mesa de Gabriel, entre ambos se debate una guerra de miradas.

—¿Por qué mejor no nos olvidamos de Gabriel? —Anastasia le da un codazo a Ronald, él voltea en nuestra dirección.

—Desearía que algún día dejaran de vernos por debajo del hombro —dice Ronald.

—Para mí todos somos iguales —digo con una sonrisa.

—Tú no eres como ellos.

—Eres diferente —concuerda Ana.

Si, definitivamente soy muy diferente a todos en este lugar. Tan diferente que ni siquiera tengo idea de quién soy.

En vista de que no tengo memoria aún no han conseguido donde ubicarme. Ronald y Anastasia han decidido con una extraña práctica determinar mis habilidades.

¿Cuáles?, ni idea.

Se supone que un argel es un ser rápido, fuerte, letal. Pero no me veo de esa manera. Igualar a un vampiro u hombre lobo en una pelea parece ilógico dentro de mi cabeza. Pero no para ellos dos.

—No creo poder con esto.

Cuando dijeron que pondrían a prueba mis habilidades no hablaron sobre una máquina que dispara pelotas de tenis. Tampoco dijeron que yo me encontraría en su trayectoria. Ronald se encuentra detrás de la máquina, y Anastasia se dedica a explicar lo sencillo que significa la prueba, solo tengo que esquivar las pequeñas pelotas a medida que van siendo disparadas a gran velocidad.

—Solo necesito ver tus reflejos, lo apagaré si veo que todas van a tu cara —dice Ronald.

Ha sido un muy mal chiste.

—Eso no es alentador —me quejo.

—Pudiste haber hecho eso conmigo también —se queja Anastasia cruzándose de brazos.

—No todas fueron a tu cara, solo algunas te dieron —le sonríe a su novia con complicidad.

—¿Lista? —Niego, pero él la enciende.

Las pelotas de tenis salen disparadas una tras otra, directo hacia mí. Siento como si mi cuerpo se hubiera despertado de un letargo sueño, y comienzo a moverme sin siquiera darme cuenta, lo hago por instinto.

Las pelotas dejan un visaje a medida que esquivo, mantengo la vista fija en la máquina, y en Ronald.

Él parece sorprendido y creo ver sus manos moviéndose, entonces las pelotas de tenis salen disparadas mucho más rápido. Casi no las puedo ver, pero puedo oír claramente el zumbido que ejercen en el viento, y mi cuerpo se mueve más rápido. Una me roza el brazo, pero es lo más cerca que pasa una de mi cuerpo. Me detengo exhausta cuando ya no escucho zumbidos, y de momento todo me da vueltas, entonces unos brazos me rodean.

—¿Te encuentras bien? —Es Ronald quien me sostiene.

—Solo un poco mareada —respondo con la voz entrecortada. Ahora que me he detenido todo da vueltas, lo único que puedo ver son motas brillantes.

Me ayuda a sentarme en la banca donde estaba Anastasia, y que ya no está.

¿A dónde fue?

—Respira pausado —dice él.

Lo hago, dejo que el aire fluya dentro de mí con lentitud. Creo que ya se me ha pasado el mareo, entonces abro los ojos y veo a Ronald asombrado, aunque no entiendo el porqué.

Giro la vista y él está allí, mirándome con la misma expresión que tiene Ronald en el rostro. Santiago también está sorprendido. La gran pregunta es ¿qué hice para sorprenderlos? y ¿en qué momento llegó él? No estaba allí hace unos minutos. Sus ojos marrones están tan claros que parecen avellanas.

Anastasia aparece con un vaso de agua, y lo pone en mis manos. Me lo tomo sorbo tras sorbo, y se me calma más el mareo.

—¡Eso fue increíble! —exclama mi amiga. Anastasia da saltitos de emoción, pero no comprendo.

—¿Qué fue increíble? —pregunto sin entender.

Para mí todo fue más que confuso, casi ni percibí las pelotas de tenis, y se me ha ido el mundo por completo.

—Esquivaste todas las pelotas de tenis, cuando subí la velocidad eras como un visaje, te movías muy rápido —explica Ronald con el orgullo saltando de sus ojos.

—¿Eso qué quiere decir? —pregunto con cautela.

—Que está comprobado que eres un argel, aunque aún falta práctica para que tu cuerpo despierte por completo. Mañana tendrás una carrera con Romi. —Abro los ojos de par en par—, tendrás que alcanzarla.

—¡¿Qué?! —pregunto anonadada—. Ustedes dos están completamente locos.

Alcanzarla quiere decir igualar la velocidad de la vampira. Santiago, oculto detrás de un árbol, extiende una sonrisa en sus labios. ¿Qué le hace tanta gracia?

—Puedes hacerlo —me anima Anastasia—. Yo creo que solo te hace falta alimentarte mejor, todo lo demás irá fluyendo.

—Pues no estoy de acuerdo —expreso.

—Tienes que hacerlo. Tienes que demostrarles a todos esos idiotas argeles que puedes ser igual o mejor que ellos, más que eso, tienes que hacerlo por ti misma. ¿No tienes curiosidad de saber qué tanto puedes hacer?

Suspiro ante la derrota, Ronald tiene razón. Un paso a la vez. Soy como un rompecabezas, y las piezas deben ir encajando a medida que voy descubriendo cosas sobre mí.

—Vale, pero aún no sé quién me eligió, y solo tengo ese acertijo —digo aun con la respiración entrecortada—, y todo sigue siendo muy confuso. Esta academia, ustedes, yo.

—Lo bueno es que lo estás asimilando muy bien —dice Anastasia con una brillante sonrisa.

—Pues no cuento con muchas opciones —replico.

Estoy en una academia que prepara a chicos prodigios para una guerra, donde los arcángeles han elegidos a sus guerreros y los demonios también. No es como si existieran muchas opciones, además de asumir la realidad.

—Creo que por ahora solo deberíamos centrarnos en tu entrenamiento, tu alimentación y descubrir tu pasado —propone Ronald—. En cuanto a saber quién te eligió, podemos esperar a que Geraldine vuelva.

—¿Quién es Geraldine? —Ese nombre me es familiar, pero no estoy segura de donde lo escuché.

—Es la guía de los argeles en esta academia —explica Anastasia—. Luz de medianoche tiene muchas academias alrededor del mundo, y aquí ella es quien los lidera.

Alzo una ceja sin comprender. Aún hay mucho que no sé de este lugar, y eso me exaspera.

—Paula no es la única que dirige esta academia, son varios... Es como un concejo, donde está la representación de cada uno, un vampiro, un lobo, un hada, un cambiante, y un argel —explica Ronald.

—Geraldine es el argel que está en el concejo de la directiva —dice Anastasia.

—¿Y cuando vuelve? —Por un segundo me siento perfectamente, todo podría esclarecerse. No más misterios.

—No estoy muy seguro. —Ronald pasa la mano por su cabello—. Paula es la única que permanece a tiempo completo aquí en la academia, los demás siempre están fuera, vienen por muy poco tiempo, y la verdad no sé exactamente cuando ella vuelve, pero debe ser pronto. Ya Paula le informó sobre tu caso, así que seguramente intentará venir lo más pronto posible.

—Tú eres un caso especial. —Anastasia me da una sonrisa.

—Bien —digo un poco desanimada. Me gustaría hablar con ella hoy mismo si fuera posible, pero no lo es. Me pongo en pie. Ni rastros del mareo.

Ya es hora de que los chicos se integren a sus clases. Anastasia y Ronald comienzan a alejarse, veo como él la abraza por la espalda y ella ríe a carcajadas.

Comienzo a caminar tras ellos, pero me detengo, siento como si algo me llamara, me giro y entre los árboles comienzan a formarse unas luces doradas incandescentes, hay una voz diferente en cada una, y todas son tan familiares. Las luces forman un camino entre los árboles y mis pies se mueven solos, dispuestos a seguirlos, no puedo pensar en otra cosa más que averiguar de quiénes son esas voces. Hay lamentos en ellas. Un sufrimiento que ya he experimentado. No sé cuándo, ni dónde. Sin embargo, me siento tentada a terminar con su tormento. Voy detrás de esas luces. Las sigo entre los árboles, mientras un flash cubre mi mente. Esa extensa fila delante de esas imponentes puertas... Me golpeo contra alguien que me sostiene por los brazos. Y todo desaparece, hasta las luces brillantes.

Muevo la cabeza desorientada, y Santiago está frente a mí.

—¿A dónde ibas? —pregunta con su tono frío y distante. Sus ojos son de un color avellana, y sus pupilas son de un negro petrificante. Odio perder oxígeno cada vez que está frente a mí.

Ahora que está tan cerca, puedo ver bien su rostro, su nariz perfilada y sus labios no tan gruesos, ni muy delgados.

—No... lo sé —digo aturdida—. Creí haber visto unas luces doradas, pero ya no están.

—Nunca sigas esas luces —advierte, y desaparece.


Continue Reading

You'll Also Like

242K 6.6K 32
Tras un trágico incidente en su instituto, Carolina es trasladada al Colegio Mayor El Primor. Pero en el centro todos parecen ocultar algo y nadie le...
241K 15.5K 34
Modelo de la portada: Noa Sánchez. Yo, solo tengo un deseo.Es matar lenta y dolorosamente a mi familia por lo que me a hecho pesar desde los 10 años...
4.8K 1K 71
¿Creen que el orígen de una persona define lo que será? Jean de la Fontaine dijo "a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos...
7.4K 493 31
Wei wuxian está profundamente enamorado del segundo jade pero su amor no puede ser.... correspondido por qué el ya tiene a alguien más... también qui...