Renacer. Luz de Medianoche (l...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @AleanellF Dessire Lucart es una joven que despierta en un mundo dominado por el mal y a... More

Luz de medianoche
Prólogo
Capítulo 1: Luz de Medianoche
Capítulo 2: Primer Día
Capítulo 3: Una loba enfurecida
Capítulo 4: Extraña muerte de un lobo
Capítulo 6: Centinela
Capítulo 7: Amenaza de una vampira
Capítulo 8: Un desconocido familiar
Capítulo 9: Enterrada
Capítulo 10: Otra vez en la enfermeria
Capítulo 11: Santiago
Capítulo 12: Serpiente
Capítulo 13: Vampiro
Capítulo 14: Cielo dorado
Capítulo 15: Colmillos de lobo
Capítulo 16: Ataque
Capítulo 17: Ojos amarillos
Capítulo 18: Demonio
Capítulo 19: Regreso de la vampira
Capítulo 20: Malditos recuerdos
Capítulo 21: Marcas en la piel
Capítulo 22: Cambiante
Capítulo 23: Secuestrada
Capítulo 24: Vampira enamorada
Capítulo 25: Vástagos del infierno
Capítulo 26: Confesiones
Capítulo 27: Rescate
Capítulo 28: Más cerca de la verdad
Capítulo 29: Extraña petición
Capítulo 30: Transición
Capítulo 31: Huida
Capítulo 32: Traidor
Capítulo 33: Renacer
Capítulo 34: Mis memorias
Capítulo 35: Mi tumba
Capítulo 36: De cara con la verdad
Capítulo 37: Mi ángel vampiro
Capítulo 38: Verdades
Capítulo 39: Inicio de la oscuridad
Capítulo 40: Tercer celestial
Capítulo 41: Elegida del príncipe celestial
Capítulo 42: Luz después de la oscuridad
Capítulo 43: Nuevos lazos
Epilogo

Capítulo 5: Iniciada

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By NomiSaez

Capítulo 5:
 Iniciada

Anastasia saca un buen pedazo de cabello hacia delante, donde cortará mi flequillo y lo pintará de azul.

Mientras, su novio y Romina observan desde el sofá.

Veo como un pedazo de cabello cae a mis pies, ya no me está pareciendo muy buena idea, pero ella me aseguró que solo cortaría el flequillo, nada de tocar el resto de mi cabello. Me relajo cuando el flequillo toca mi frente y casi cubre mi ojo izquierdo. Ya ha terminado el corte, ahora va la pintura.

Las manos de Romina se mueven ágiles. Saca de una cajita un tubo de color azul y letras plateadas, lo perfora con la misma tapa y presiona contra el envase que sostiene Ronald. No transcurren ni tres segundos cuando lanza el tubo vacío a la papelera, y encesta sin siquiera mirar. Otro envase está en sus manos, un líquido blanco y viscoso...

Mientras, Anastasia unta un ungüento en mi flequillo y luego lo envuelve en un pedazo de papel de aluminio.

—Ahora hay que esperar un poco —dice ella. Se deja caer al lado de su novio.

—¿Esto para qué es? —pregunto señalando el papel aluminio sobre mi cabeza.

—Para aclarar esa parte de cabello y poder pintarlo —dice Romina con voz monótona. Hace girar una brocha en el interior del envase que hace unos segundos estaba en manos de Ronald.

—¿Y Karla? —pregunto casi en susurros.

No la he visto desde lo que pasó en el comedor y ya es bastante tarde. Los ojos de Romina se vuelven dorados, y la velocidad en sus manos se vuelve inhumana.

—Romi —dice Anastasia, y ella se detiene.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta que me llames así? —gruñe.

—Karla está reunida con la manada, si logra venir será a altas horas de la noche —explica Ronald—. Casi nunca está aquí, la manada pasa mucho tiempo en el bosque.

—¿Siempre es así? —Mi pregunta desata una furia en Romina.

—¿Por qué no puedes parar de preguntar? —Los ojos de Romina han vuelto a la normalidad, pero su voz es como si fueran cuchillas.

Contengo la respiración. Pero no por lo que ha dicho, ni siquiera por la manera, más bien porque su tono ha removido algo en mi mente, desatando voces sin rostros.

—¿Qué has decidido? —una voz gruesa de hombre grita a mis oídos. Mis ojos están ciegos a los portadores de las voces, pero bastante claros para observar la habitación, a Romina con su mirada fría sobre mí.

—No voy a ser una de ustedes —escucho mi propia voz responder entre sollozos. Pero esas palabras no salen de mis labios, solo están en mi mente.

—¿Será porque no recuerda nada?, absolutamente nada —interviene Anastasia—, y para de una vez que la asustas.

Siento mis ojos húmedos, y una presión en la garganta. Hay tantas voces, las desconocidas que han aparecido de la nada, y las de las chicas discutiendo.

—¡Demonios! ¿Cómo puedes tener tanta fuerza de voluntad? —gritan. Siento que mi pecho se comprime de dolor, de miedo... pero no hay imágenes en mi mente, solo esas voces haciendo eco en mis oídos como si estuviera pasando justo ahora—. Esta chica es incorruptible, no sabe lo que es, y aun así es fiel a ellos.

—¿Podrían callarse las dos? —la voz de Ronald hace que sus voces se callen de momento—. Ella no está bien.

Gimo entre lágrimas, tres rostros preocupados me miran. Ronald se mueve hacia mí, y sus manos sostienen mi rostro, sus ojos cristalinos me observan con preocupación.

—¿Qué tienes? —pregunta con voz suave. Su rostro está a escasos centímetros del mío.

—Hay voces —digo entre sollozos. Las voces en mi cabeza son peor que las pesadillas, solo quiero que se callen. Pero continúan:

Si no quiere acceder, tendrá que morir —interviene otra voz, pero esta vez es una mujer.

No puedo parar de llorar. Ronald me abraza y comienza a decir palabras tranquilizadoras, pero las voces siguen allí.

—¿Prefieres morir? —me grita el hombre.

—Sí —escucho mi propia voz gritar con todas mis fuerzas.

—No tienes idea de lo que te espera después de morir —la voz sutil de la mujer susurra a mi oído.

Un escalofrío me recorre el cuerpo, y tiemblo en los brazos de Ronald, él me presiona más fuerte.

—Tranquila, solo pasa en tu mente —su voz me tranquiliza—. No son reales. ¿Vale?

Afirmo con un movimiento de cabeza, me hace dejar la silla para ir al sofá. Las voces se vuelven susurros inentendibles. Cierro los ojos hasta que ya no las escucho más. Hay tanto silencio que me tranquiliza, sin embargo, permanezco así un par de minutos. Parece ilógico, pero le tengo más miedo a oír voces que observar una pesadilla desfilar ante mis ojos. No abro los ojos hasta sentirme completamente segura de que mis lágrimas se han ido. Cuando al fin los abro, hay un vaso frente a mí. Romina me hace tomar un vaso de agua con azúcar. Su rostro es ilegible. No sé qué efecto pueda tener esto en mí, pero le complazco en tomármelo.

—Creo que es momento de quitar eso —dice Anastasia con una sonrisa incómoda.

Pongo el vaso en las manos de Romina, y me levanto del sofá. Para ser sincera me siento estupendamente, las voces se han ido y me siento bien. ¿Será que, en vez de estar desmemoriada, simplemente sufro de cambios de personalidad y eso ha causado un desorden en mi cabeza?

—¿No has pensado que quizás tengas doble personalidad y tu cabeza se haya atrofiado por eso? —la pregunta de Romina me deja anonadada—. Es que ya no te ves afectada por lo que ocurrió hace unos minutos, es como extraño.

—¿Puedes leer la mente? —pregunto en cambio.

—En realidad sí —admite. Anastasia se queja—. Pero no lo he hecho, solo hago suposiciones.

¡Magnifico!, una vampira con la habilidad de leer la mente.

—Comienzo a pensar que es una posibilidad. —Me siento normal. Confundida, pero bien.

Anastasia niega como si la simple idea de que sea posible fuera una aberración.

—Yo me inclino más hacia la idea de que has pasado por un evento traumático, y has fortalecido tu personalidad —comienza a explicar Ronald—. Tu mente se ha desatado cuando Romina prácticamente gritó, lo que me hace pensar que ha existido algún tipo de agresión. Te desmoronas ante lo que podría ser un recuerdo, y es normal, pero te recuperas rápidamente, porque para empezar no tienes idea de que sea totalmente real.

—También es posible —admite Romina pensativa.

Anastasia me rodea por la cintura y me aleja de la sala, directo al baño. Cierra la puerta.

—Yo creo que lo mejor es que dejen de suponer. Ninguno de los dos es un psicólogo. Tú solo necesitas dejar que todo fluya, para que los recuerdos lleguen con más claridad. —Asiento.

Ella también tiene razón. Retira el papel de aluminio de mi flequillo. Entonces ese mechón ya no es negro, sino blanquecino.

—Agáchate un poco, hay que enjuagarlo. —Hago lo que me dice, y me sostengo del borde del lavamanos, mientras el agua moja un poco mi frente—. ¿Te sientes bien?

—Sí —respondo.

—Siento mucho...

—No es culpa de nadie —me apresuro a decir.

—No me imagino cómo debes estarla pasando. Con todas esas cosas extrañas que te ocurren. Listo. —Me pongo erguida, y dejo que seque la parte de cabello húmedo.

—Es horrible —expreso con una leve sonrisa—. Pero Ronald lo ha dicho, me recupero rápido de esos momentos extraños. Aunque mientras ocurre el miedo me consume.

—Eso es bueno. Ahora somos como una familia y te vamos a apoyar lo más que podamos. —Mi sonrisa se hace más grande con sus palabras—. Bueno... una familia algo disfuncional, pero familia al fin. Ronald y yo somos los pilares de esta familia, y Romina y tú son los retoñitos...

No puedo evitar que una carcajada salga de mis labios, no creo que a la vampira le agrade eso de ser un retoñito. Muero por ver su rostro enfurecido.

—¿A quién estás llamando retoñito? —la dura voz de Romina nos sobresalta a ambas.

—Lección del día de hoy, con un vampiro nunca se tiene privacidad —dice con un encogimiento de hombros.

Volvemos a la sala, donde Anastasia cubre mi flequillo blanquecino con otra mezcla y lo sujeta en una pequeña cebolla con una pinza. Mientras esperamos el tiempo estipulado para lavar mi cabello la vampira se dedica a hojear mis notas y luego revisa el libro en la sección donde lo he dejado.

Ronald está haciendo lo mismo, pero con otro libro, adelantándole un poco el trabajo de investigación a su novia sobre la metamorfosis de las brujas.

Los minutos pasan y es momento de volver al baño, donde lava mi cabello completo con un líquido espumoso y con olor a chocolate. Después me unta una crema con el mismo olor y la retira minutos después. Me envuelve la cabeza en una toalla y masajea mi cabello.

La retira y me hace acercarme al espejo, sonrío ante mi nuevo look, el flequillo es completamente azul y se ve muy bien con mi cabello negro.

—Simplemente ¡me encanta! —Anastasia da saltitos. Ella es todo amor y alegría. Siempre está sonriendo, y tiene hoyuelos en las mejillas.

—A mí también. —Y la acompaño en los saltitos. Nos vemos ridículas en el espejo, pero es como dar un respiro después de haber estado sumergido en aguas profundas. Ha sido un día muy largo. Han pasado muchas cosas.

—Nosotros también queremos ver —la voz de Romi es distante.

Anastasia sale delante de mí. Cuando estoy frente a ellos, veo sus expresiones de asombro.

—Me gusta —dice Romi requintándose contra el respaldo del sofá y los brazos detrás de su cabeza.

—Sigues estando muy pálida, pero tienes mucho mejor semblante ahora —dice Ronald—, y ya es hora de que me vaya.

—Te acompaño. —Anastasia se apresura y abre la puerta.

Ronald me da un abrazo, y se aleja.

Me dejo caer en el sofá en el instante en que la puerta se cierra detrás de ellos. La vampira comienza a murmurar algo que no entiendo, pero luego caigo en cuenta que me está recitando la cursi despedida entre la cambiante y el hada, casi olvido que es un vampiro y que escucha perfectamente hasta un mosquito a kilómetros.

Comienzo a reír por el cambio de su voz, delicado y fino nada comparado a su voz normal. Sus ojos almendrados me observan, y su voz suave se ha ido. Romina la vampira dura y fría que conocí está de vuelta.

—¿Cómo te sientes? —pregunta indiferente.

—Bien. —Me encojo de hombros para restarle importancia a lo que sucedió hace rato. No quiero ni pensar en esas voces, ni en lo extraño que ha sido. Eran tan reales...

—Lamento haberte hablado así, es que esa... me saca de quicio —dice con la mirada fija en la puerta—. Y bienvenida.

Me sorprende, se ha disculpado. No creo que eso sea algo de su naturaleza, es tan fría que una disculpa debe ser un gran reto para ella.

—Ya está olvidado.

Anastasia entra suspirando. Como derritiéndose sobre sus pies.

—Besa tan bien —dice con la mirada perdida y brillosa.

—Ay, no comiences otra vez con lo mismo. —Romina hace un gesto como si fuera a vomitar—. Ustedes dos son tan melosos.

Romina alza los brazos y los agita con ferocidad, mientras solo me dedico a observar.

—Solo estás celosa porque no tienes novio, y yo sí —se jacta Anastasia pavoneándose por la sala.

—No necesito a ningún hombre detrás de mí —replica la vampira mientras abre la nevera y saca un vaso de un líquido rojo, y no es jugo de tomate de árbol.

Hago una mueca de asco, y ella me mira ceñuda.

—Tendrás que acostumbrarte —me dice. Se toma el vaso de sangre de un solo trago. Lo deja en la nevera nuevamente y se deja caer en el sofá, otra vez—. Ya tienes el cambio de look, ahora hay que pasar a lo más importante: hacerte parecer realmente un argel. Porque no podemos permitir que Karla te noquee de nuevo.

—¿Y cómo harán eso? —pregunto intrigada.

—Los argeles son rápidos y fuertes, hasta podrían igualar la velocidad de un vampiro y hombre lobo —explica Romina.

—Son ágiles con las armas filosas también —interviene Anastasia con emoción.

—Yo no creo poder usar un arma.

La simple idea es inconcebible para mí.

—Solo necesitas práctica —dice Anastasia como si fuera algo muy fácil.

Su novio lo dijo, soy muy torpe para ser un argel, y estoy segura que lo soy también para usar un arma.

—¿Está permitido aquí usar armas? —pregunto.

—Por supuesto, ¿qué crees que hacemos aquí? —Romina dirige su fría mirada a mí—. ¿Coser y tejer?

—No lo sé... —imito su voz. Ella alza una ceja, pero lo deja pasar—. Paula dijo que necesitaba entrenamiento, pero no imaginé que tendría que ver con armas filosas y cosas por el estilo.

—Entrenamos, y nos preparamos para una guerra que se debate cada día —dice Anastasia con nostalgia—. Ya Ronald te explicó lo del chico lobo. Nunca se sabe cuándo nos puedan atacar.

—Mañana inicia tu entrenamiento —anuncia Romina—. Me voy a dormir porque tengo que levantarme muy temprano.

La veo entrar en su habitación, sin poder comprender, ¿no se supone que los vampiros no pueden dormir? O por lo menos esa es la imagen que encaja en mi mente dormida.

Le pregunto a Anastasia después de que cierre la puerta de nuestra habitación.

—Tienes tanto que aprender —esa es su respuesta.

Tengo tanto que aprender, y tanto que recordar.

Doy vueltas en la cama, pero no puedo conciliar el sueño. Todos los eventos del día me abruman, no puedo dejar de pensar. Anastasia está completamente dormida, envuelta en un cubrecama a cuadros entre tonos marrones, cobrizos y dorado.

Mi cuerpo está cansado pero mi mente está más activa que nunca, dispuesta a entrelazar las pesadillas. Así que dejo que las imágenes salten ante mis ojos, respiro despacio y me concentro en revisar mi frenesí al ser perseguida por el bosque. Las imágenes oscilan una tras otra, y el miedo irracional que sentí la primera vez que aparecieron en mi mente se mantiene tenue por debajo de mi piel. Más allá de encontrarme siendo perseguida por un hombre que posiblemente me conocía, no hay nada que me diga cómo fue que termine allí en primer lugar y cómo pudo haber sido el desenlace.

Luego están esas voces, mi piel se encrespa ante el recuerdo, en ningún momento tuve acceso a imágenes que pudieran revelar sus rostros o el lugar, solo era sus amenazantes voces sentenciándome a morir. Si existe alguna relación entre ambas, no puedo verlo.

Solo había un hombre el bosque. Aunque nunca vi su rostro, su voz indiscutiblemente es de un hombre, pero las voces indican que había más personas, entre ellos una mujer.

Dejo ir las imágenes, y con ellas esa pequeña pero latente sensación de miedo. Mejor no me fuerzo con esas imágenes, no quiero terminar gritando aterrada en medio de la noche por haber desatado alguna otra terrorífica escena.

Cierro los ojos e intento que el cansancio de mi cuerpo llegue a mi mente, y el sueño me engulla de una vez. Los minutos pasan y el sueño no llega. Me siento en la cama, me debato unos minutos decidiendo si ir en busca del libro y revisar el capítulo sobre Zemyazza.

Un poco de lectura podría cansar mi cerebro más rápido que buscándole sentido a mis pesadillas. Dejo mi cubrecama a un lado y me levanto de puntillas para no despertar a Anastasia. Camino hasta mi armario y con sumo cuidado abro una de las gavetas.

Como no tengo ropa lo único que se encuentra en la gaveta de madera es el libro y la hoja con mis apuntes.

Regreso a la cama. La cambiante da un giro extraño en la cama y termina en una posición transversal, con uno de sus brazos colgando fuera de la cama.

Vuelvo mi atención al libro. Ya he leído sobre Azazel, un ángel caído que fue condenado a permanecer en la oscuridad, otros dicen que fue convertido en un demonio al ser condenado. Lo único que parece claro es que es un poderoso demonio.

Abro el libro en el índice y busco el nombre de Zemyazza, lo encuentro un par de hojas antes que Azazel. Página 222.

No hay mucha información sobre él, solo que fue el líder de los vigilantes, quien los convenció de unirse a las mujeres mortales. Está colgado entre el cielo y la tierra.

Solo eso.


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