Por más que quería concentrarse en la fiesta que ella misma había improvisado su mente siempre divaga hacia el moreno de ojos verdes.
— Tranquila Anna. — se dice a sí misma. Inhala todo el aire que sus pulmones le permiten y al exhalar siente como el peso disminuye.
Busca entre sus cosas algo de ropa apropiada para la fiesta, ella no estaba segura por qué convocó la reunión, su cuerpo demandaba descanso desde que salió del hospital, pero una parte de la castaña sabía que no podría manejar la mirada de Steven una vez más. Cada vez que pensaba en aquella aparición sus mejillas ardían de golpe.
—¿¡Cómo un rostro de ángel puede ser un espíritu maldito!? — se preguntaba cada vez que pensaba en él. —¿Y qué diferencia era entre ser fantasma y espíritu?
Se quita la ropa con la que salió del hospital, aún tenía el olor a desinfectante impregnado en su cuerpo, avanza hasta la ducha y deja que el agua recorra su cuerpo, tenía que analizar las cosas que pasaban por su cabeza, ¿Cómo va hacer su vida con aquel espíritu rondando por su casa? ¿Por qué su corazón latía tan rápido cuando lo miraba?
Después de quince minutos sale cubriendo su cuerpo con una pequeña toalla. mira una vez más el conjunto perfecto para la fiesta en su casa; una camiseta negra y pantalones ceñidos a su figura.
Seca su cuerpo con la toalla que uso en el cabello, después de sentirse seca lanza ambas franelas a la canasta de la ropa, se gira de golpe y se encuentra con esos destellantes ojos que la custodiaban, su rostro no se inmuto ni un segundo al ver a Anna, ella es atrapada por aquella mirada.
— Steven. — suspira, con sus mejillas quemando débilmente, este le hace un gesto. En ese momento Anna recordó un detalle primordial en su cerebro.
<<Estaba desnuda>>
— AHHHH. — chilla tan alto que sus cuerdas vocales le arden, el comienza a reír de forma burlona. — ¿¡Que sucede contigo!? ¡Maldito pervertido! — enloquece y coloca su camisa para tapar la parte frontal de su pecho.
— ¡Es en serio! — duda el moreno y por un segundo su piel marquesina; enrojece.
— Date la vuelta que voy a cambiarme. — le ordena, su corazón parecía saltarle del pecho, ese leve segundo Anna analizo miles de escenarios donde su cuerpo no estaba desnudo.
Steven se gira conteniendo la risa.
— No es algo nuevo para mí, ya he visto...
—¡NO! — interrumpe la menor su rostro entero arde de la vergüenza. — no quiero saberlo.
Termina de vestirse de golpe, comienza a ondularse el cabello y el sujeto camina hacia un sofá cerca de ella.
—¿Por qué no estamos descansando? — pregunta serio.
— Necesito un cigarrillo. — le responde monótonamente para cambiar la conversación, ella no sabía cuánto tiempo llevaba aquel sujeto en la habitación, pero cada vez que se imaginaba aquella escena de ella sin ropa su rostro enrojecía.
Sale de la habitación con el teléfono en mano, y comienza hacer cientos de llamadas sin prestarle atención a Steven que estaba detrás de ella.
Después de ordenar bebidas, y confirmar la asistencia de los amigos de David; "De un abrir y cerrar de ojos la casa está llena".
La música sonaba haciendo retumbar las paredes, tanto que las pocas personas que bailaban en la sala solo se movían como robots descompuestos, en el pasillo y la cocina las personas conversaban mientras bebían y comían la pizza que Anna ordenó.
Steven se encontraba parado junto al sofá que estaba la castaña, junto a ella su novio David la rodeaba con un brazo mientras hablaba con uno de sus amigos.
La menor comienza a buscar el rostro de su amiga Emily por todos lados; sin resultado alguno. Traga todo el aire que le es posible y observa a David detenidamente. Aunque la casa estaba llena ella sentía que faltaba algo.
—¿Por qué no habrá venido Emily? — consulta Steven en tono burlón. — quizás ella está gravemente herida.
—¡Eso no lo sabes! — confiesa Anna frunciéndole el ceño.
— Mala amiga. — expone el moreno.
— Solo cállate. — chilla, y llama la atención de su novio.
—¿Dijiste algo? — duda haciendo pucheros.
— Vaya, tu novio es una compañía idónea. — se burla de nuevo, y el rostro de la menor se tensa de la furia.
<<El espíritu tenía razón>> pensó. Había pasado más de una hora en aquella fiesta y David ni siquiera pregunto ¿cómo había estado, o que tan grave fue el accidente?
— Nada, David...— suelta molesta. — no dije nada.
Sin inmutarse el regresa a la conversación, su cabeza comienza a dar vueltas.
— Anna mira. — señala Steven a una pareja que comienza a subir las gradas. — van a tener sexo en tu habitación, ¿y sabes? — hace una pausa intrigante. — él tiene una enfermedad contagiosa.
— Ahgg... ¡Qué asco! — coincide ella levantándose del sofá avanza hasta las escaleras y se coloca como una pared frente a ellos.
—¡Muévete! — ladra el sujeto, aparentemente no sabía que ella era la dueña de la casa.
— No van a tener sexo en mi habitación. — presenta y la cara de la chica enrojece. Steven se coloca justo a su lado y aunque nadie pudiera verlo ella siente más valor que de costumbre.
Al ver la escena David abre los ojos como platos; su novia esta armado una película de todo aquello, tantea todas las posibilidades que transcurrían en ese momento, por lo que mejor este opta mantenerse al margen.
— Muévete, o voy a moverte. — se grifa el sujeto como león enjaulado.
— Anna dile de la enfermedad. — le indica Steven al oído, y su rostro se ilumina con una sonrisa perturbadora.
— No van a tener sexo en mi cuarto, mucho menos aquellos que tienen enfermedades contagiosas. — presenta ella.
El rostro del sujeto desfallece, su acompañante suelta su mano y hace una expresión de desagrado, la fama que tenia de mujeriego tenía sus repercusiones. Este al verse acorralado lo único que hace es bajar las gradas para salirse de la fiesta.
Todos miraban aquel recuadro donde Anna resaltaba como una estrella en cielo nublado.
— Bien hecho. — le celebra Steven.
—¡Controla a tu chica! Está arruinando la fiesta. — le dice el sujeto a David antes de salir de la casa, este avanza hasta las escaleras para encontrarse con Anna, la sujeta del brazo llevándola hasta el vestíbulo del segundo piso.
—¿Qué sucede contigo? — le pregunta furioso al sentirse avergonzado por el llamado de atención de aquel sujeto.
—¡Disculpa! — presenta Steven. — Ella hizo lo correcto.
— Anna siempre fuiste la que se burlaba de esas chicas. — le dice dos tonos más alto que de costumbre.
¿Qué le pasaba? Se consulta la castaña. Él tenía razón ella no era así. Algo había cambiado; su perspectiva de ver las cosas.
Observa al interpelado que traía una sonrisa ladina en el rostro. David la custodiaba con el ceño fruncido.
— Tráeme algo de beber. — dice la menor llamando la atención de los dos que la custodiaban.
— Anna...— duda el moreno.
— Solo no digas nada. — reprime ella, y ambos sujetos se quedan perplejos.
David sin dudarlo va por las bebidas que su novia había ordenado, ella avanza hasta una pequeña terraza que se encontraba en el dormitorio de su madre, Steven como una goma de mascar la sigue dando tras pies a su andar.
Ninguno de los dos dice nada, observan el cielo lleno de destellantes estrellas que iluminaban la noche.
— Aquí tienes amor mío. — canta colocando una de las bebidas en la mano de la menor, le coincide una sonrisa torcida.
"Creo que necesito relajarme." Pensó. Rodeando el cuello de David con sus brazos, sus labios se encuentran por un instante y este sonríe complacido.
— Ahora eres la Anna que recuerdo. — indica complacido con una mueca retorcida en el rostro.
Le da el primer sorbo a la bebida y la mirada del moreno rompe una leve fracción de valor para la pequeña. Trata de ignorar su presencia, pero sus ojos la custodiaban celosamente.
— Seguir las olas según me lleve la marea. — presenta Steven imitando el que sería el tono de la castaña.
—¿Dónde escuchaste eso? — suelta de golpe y el ardor en su garganta le evita tragar.
—¿Dónde escuché el que? — duda David.
Observa el rostro de su novia enrojecido de golpe, podía notar que miraba a su regazo, pero no estaba viendo el rostro. El sujeto alza ambas manos al aire, al instante que las junta para aplaudir las luces de la casa se apagan de golpe.
—¿Qué diablos? — canta su novio en una esquina. — Anna quédate aquí, iré a ver que rayos paso con la energía eléctrica.
Ella no pronunció palabra alguna.
La calma los rodeaba; la noche llena de brillantes estrellas bailaban al compás del sonido de la tranquilidad, nadie hacia fiestas en esta parte del pueblo, los que lo intentaban; terminaban en la delegación. Si la policía no detuvo su fiesta por alguna queja ya había sido un logro.
Cierra los ojos sintiendo el azote del viento impactar con su rostro.
— Que tranquilidad se siente. — se dice a si misma al simplemente escuchar el susurro de la noche.
— No eres como ellos y lo sabes. — amonesta Steven justo a su lado en la terraza.
Una corriente eléctrica se apodera de su cuerpo, aquel éxtasis por tocar esos labios perfectamente modelados.
—¿Por qué quieres sabotearme? — interroga apretando las manos en puños, el moreno duda por un segundo, pero al sentir la respiración acelerada que producía ella, pudo comprender.
— Lo hago por tu bien, Mocosa. — alza el tono de voz.
Si algo estaba seguro Steven es que cualquier sentimiento que los humanos podían tener, la única forma de ocultarlos seria el enojo.
— No me conoces. — canta ella, sus mejillas ardían. — ¿cómo puedes saber que es bueno para mí?
—¿¡Qué no te conozco!? — suelta en tono voraz.
Ella retrocede dos pasos, no tenía mucho tiempo de conocer a Steven, estaba segura que tenía su carácter como todo espíritu, pero el ver sus cejas arqueadas encerrándolas profundamente, su corazón comenzó a latir rápidamente.
— Steven...— dice débilmente.
— Todo este tiempo...— presenta atragantándose con la lengua.
Las luces de la habitación comienzan a parpadear de forma extraña. Un escalofrió recorre la espalda de la castaña. Había leído suficientes historias de terror como para saber: ¡cómo; un espíritu manifiesta su enojo!
— Lo siento. — dice ella temerosa, y se lanza para tocar la mano del moreno, en ese instante como una densa nube de algodón su mano traspasa aquella forma palpable quedando estampada en el pasa manos de la terraza.
Sus hombros se encogen y recuerda que este simplemente era una hermosa aparición que estaba condenado a permanecer con ella.
Las luces regresan a la normalidad y el rostro de Steven se encontraba enrojecido.
— Te conozco muy bien Anna. — comienza tratando de sonar relajado pero sus mejillas lo delataban.
— Esta... bien... — suelta entre suspiros, regresando su vista hacia el cielo.
— Yo te cuidare. — susurra el sujeto.
Estando en el mismo punto de vista, ambos permanecieron en silencio, su voz fue como maná del cielo para Anna, sentir que alguien finalmente velaba por ella, le brindó una pequeña fracción de esperanza...
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