Jungkook había cumplido sus sueños, había hecho lo que más quería, había conquistado más de la mitad de Corea del Sur, yo no podía impedir que él fuera feliz, pero él hizo una promesa...una promesa que jamás cumplió: "Iré a verte muy pronto, lo juro".
Me levanté de mi cama, recogí mi cabello en una coleta, y me puse mis lentes. Acomode mi gran falda, y mi suéter gigante. Mi madre me vio del otro lado de la puerta con una gran sonrisa, desde que había regresado a casa, y desde que supo que Jungkook se iría de Busan ella había cambiado totalmente, claro, ella sólo estaría feliz cuando yo no hiciera una maldad.
Hace años que yo no hacía nada malo. Había perdido todo cuándo él se fue.
Hoy me graduaba de la universidad, sería guía de turistas en Japón por un mes, luego me iría a otros países, había aprendido varios idiomas en estos tres años que no tenía nada bueno que hacer con mi vida.
Corrimos las dos al auto que mi padre me regaló, mi mamá lo odiaba, igual no me dejaba manejarlo. Subí al copiloto, y arrancamos.
Probablemente sería un día feliz para muchos otros, pero para mí, era un día como cualquiera, ya nada era bueno, ya nada era divertido: desde que él se fue.