Ambrosía ©

By ValeriaDuval

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En el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
VETE A LA CAMA CON...
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
[2] Capítulo 01
[2] Capítulo 02
[2] Capítulo 03
[2] Capítulo 04
[2] Capítulo 05
[2] Capítulo 06
[2] Capítulo 07
[2] Capítulo 08
[2] Capítulo 09
[2] Capítulo 10
[2] Capítulo 11
[2] Capítulo 12
[2] Capítulo 13
[2] Capítulo 14
[2] Capítulo 15
[2] Capítulo 16
[2.2] Capítulo 17
[2.2] Capítulo 18
[2.2] Capítulo 19
[2.2] Capítulo 20
[2.2] Capítulo 21
[2.2] Capítulo 22
[2.2] Capítulo 23
[2.2] Capítulo 24
[2.2] Capítulo 25
[2.2] Capítulo 26
[2.2] Capítulo 27
[2.3] Capítulo 28
[2.3] Capítulo 29
[2.3] Capítulo 30
[2.3] Capítulo 31
[2.3] Capítulo 32
[2.3] Capítulo 33
[2.3] Capítulo 34
[2.3] Capítulo 35
[2.3] Capítulo 36
[2.3] Capítulo 37
[2.3] Capítulo 38
[3] Capítulo 1
[3] Capítulo 2
[3] Capítulo 3
[3] Capítulo 4
[3] Capítulo 5
[3] Capítulo 6
[3] Capítulo 7
[3] Capítulo 8
[3] Capítulo 9
[3] Capítulo 10
[3] Capítulo 11
[3] Capítulo 12
[3] Capítulo 13
[3] Capítulo 14
[3] Capítulo 15
[3] Capítulo 16
[3] Capítulo 17
[3] Capítulo 18
[3] Capítulo 19
[3] Capítulo 20
[3] Capítulo 21
[3] Capítulo 22
[3] Capítulo 23
[3.2] Capítulo 1
[3.2] Capítulo 2
[3.2] Capítulo 3
[3.2] Capítulo 4
[3.2] Capítulo 5
[3.2] Capítulo 6
[3.2] Capítulo 7
[3.2] Capítulo 8
[3.2] Capítulo 9
[3.2] Capítulo 10
[3.2] Capítulo 11
[3.2] Capítulo 12
AMBROSÍA EN FÍSICO
LOS CUENTOS DE ANNIE
EPÍLOGO I
EPÍLOGO II
EPÍLOGO III
📌 AMAZON
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Capítulo 10

280K 22K 16.4K
By ValeriaDuval

RITA
(Rita)

.

—Por Annie —dijo Bianca, y alzó su jugo de mango—. Y por su exitosa sección.

—Por Annie —secundó Lorena.

Jessica se limitó a levantar su vaso; estaba incómoda.

Las chicas habían faltado a sus actividades extracurriculares y estaban en el sótano, en la editorial junto a otros escritores, celebrando a Annie; era miércoles y los periódicos aún estaban vendiéndose. Más lentamente, pero aún lo hacían: la venta real había sido el lunes por la mañana. Bianca dijo que había sido uno de los periódicos más vendidos del año, pero Anneliese no estaba tan segura de que hubiese sido gracias a ella. Esa semana, NOSOTROS, HOY había publicado un montón de cosas nuevas.

Además..., estaba arrepentida de haber escrito eso.

Al principio, cuando comenzó a tener éxito, cuando sus compañeros comenzaron a preguntarle sobre el libro, se sintió contenta, casi halagada, pero esa misma noche, durante la cena, sentada frente a Angelo...

Él la había besado, lo había descubierto mirándole el pecho a través de la camisa mojada —¡él había acariciado su cuerpo!—, y, ¿ahora ella se ponía a escribir insinuaciones sexuales sobre él, recomendando un libro medio erótico?

Estaba segura de que su —repentino, estúpido y fugaz— valor para hacerlo, e incluso la inspiración, habían sido producto de las palabras de Bianca: "El periódico se vende un poco más cuando aparece él", había dicho ella, y Annie lo creyó adecuado en ese momento. Ya no. Y no pensaba volver a repetirlo.

—Estaba ese cupón anunciando lo del perrito atropellado —recordó Anneliese, modesta.

La semana anterior, un gran danés había sido golpeado por un auto fuera del liceo y Bianca había estado haciendo recolectas para pagar su cirugía —Bianca Mattu era rescatista de perros y, siempre que podía, se valía del periódico para su causa—.

La futura editora sacudió la cabeza, rechazando el argumento de Annie:

—He recibido un montón de correos sobre tu... sugestiva sección. Les gustó la manera en que hablaste del libro —miró a otro lado, torciendo un gesto algo cómico, y añadió—: O tal vez imaginarse a tu hermano teniendo sexo, da igual: les gustó.

Laura y Rita llegaron una hora más tarde, cuando la segunda terminó su práctica con las animadoras. Llevaban con ellas pizza y seis Coca-colas de cereza. Jessica no comió ni tocó nada.

—Annie —le susurró Rita, al oído, cuando se sentó a su lado—, ¿podrías quedarte un rato, cuando todas se vayan? Me gustaría hablar contigo.

Intrigada, Anneliese no respondió, sólo frunció el ceño.

—Necesito hablar contigo —insistió la animadora—. Es importante. ¿Podrías?

—Claro —aceptó la rubia, curiosa.

Poco luego, cuando las chicas comenzaron a irse, Annie envió un mensaje a Matteo, pidiéndole que la esperara —Raffaele había asignado a Matteo como el chofer escolar de sus hermanos menores, era su trabajo, así que, si quería dinero, debía llevarlos y recogerlos cada día..., pero la verdad era que, aunque sí los llevaba, casi todo el tiempo los regresaban a casa su tía Irene o el chofer de Raimondo, o el de los gemelos—.

—¿Te espero, Annie? —preguntó Jessica, percatándose de que su prima se quedaba junto a Rita.

—No —la rubia sacudió la cabeza. Sus rizos rubios se agitaron.

—¿Y yo? —tanteó Lorena.

«¿Te espero?» era la clave que tenían sus primas para preguntar si Matteo, ésa vez, sí se había acordado de que tenía dos hermanos menores esperando por él.

—No, gracias. Matt ya me respondió. Está aquí.

—Bueno. Hasta mañana —se despidió Lorena, mirando discretamente a Rita.

Jessica también la miraba. Ella había estado esperando que salieran de ahí para contarle a sus primas lo que había oído, ésa misma mañana, de la charla entre Bianca y Laura, pero..., al ver a Annie ahí, con Rita, y al recordar a todas personas con las que Annie habló durante esos tres días —sin tartamudear—, se arrepintió un poco: si le decía, muy seguramente Annie dejaría de hablar con Bianca y el periódico.

No quería hacerle eso. Jessica se relamió los labios, le sonrió a Lorena y se marcharon juntas.

En cuanto Annie, ella esperó a que los pasos de sus primas dejaran de escucharse. Creyó entonces que Rita hablaría, pero ella se quedó en completo silencio, poniéndola nerviosa, así que, luego de recorrer el salón con la mirada por un rato, le preguntó:

—Entonces... ¿sobre qué querías hablar?

—En realidad sólo era una pregunta —comenzó la animadora—, pero ahora... ya no sé cómo empezar.

Annie aguardó, en silencio. Recordó entonces la manera en que Rita intentaba tocar a Angelo, en la fiesta de Carlo, y también en el retiro —donde Lorena lo llamó "su amor eterno"—, y lo entendió:

—¿Es sobre mi hermano? —su pregunta casi parecía afirmación.

Rita sonrió; su cara redonda era muy bonita.

—¿Tan obvia soy?

«Pues, hablando de él...».

—No —mintió—. No sé por qué se me ocurrió eso. ¿Pasa algo malo con él?

La animadora sacudió al cabeza.

—Sólo quería hacerte una pregunta... O pedirte un favor.

¿O? ¿No tendría que ser «y»?

—Claro —la animó Anneliese, para terminar cuanto antes. Angelo no era su tema preferido en ese momento.

—Ya se lo pregunté a Lorena, pero dice que no tiene la menor idea y creí que tú, por ser su hermana... —volvió a interrumpirse. Realmente iba muy lento.

—¿Sí? —la apremió.

—Verás —pareció comenzar, al fin—, escuché una plática de los chicos del equipo de soccer —guardó silencio de nuevo, como esperando que Annie le preguntara el qué había escuchado, pero ella no lo hizo y la animadora no tuvo otro remedio que seguir sola—: Ellos decían que Paola... Ya sabes que ella está un poco loca —añadió de prisa—. Decían que ella, este mismo lunes, cuando salió tu artículo, lo sorprendió en las regaderas al final del entrenamiento.

—¿A Angelo?

—Sí.

—No tenía idea —«No era necesario que me lo contaras», era lo que realmente quería decir.

—Sí —siguió la animadora—. Y los chicos se reían. Cuentan que, cuando la vio, dio un salto fuera del cubículo y ya que iba todo enjabonado, se cayó.

Annie no pudo evitar soltar una risilla al imaginar la escena —¿habría caído de frente o sentado?—. Rita no se rió.

—Bueno. Quizá no es cierto —intentó comportarse Annie—. A los chicos les gusta inventar cosas. Especialmente a los del equipo de soccer.

—No: esto sí es verdad —replicó Rita—. Se estaban burlando de él, en su cara.

—Ah —Annie no sabía qué decir—. Y... ¿dónde está el problema? —preguntó, sin encontrarlo por ningún lado.

—Paola está esparciendo el rumor de que Angelo es gay.

¿Gay? Anneliese frunció el ceño. Un hombre gay no roba besos a una chica... ¿cierto? A menos, claro, que él lo hubiese hecho para intentar definir su sexualidad, pero... ¿por qué hacerlo con su propia hermana, teniendo un montón de chicas bastante dispuestas a ayudarlo a dispersar dudas? La pregunta se esfumó rápidamente, pues un tenue brillo de esperanza iluminó en su interior: si Angelo estaba confundido y desesperado porque dudaba de su sexualidad, ella estaría dispuesta a perdonárselo todo. Una parte de ella deseó con todas sus fuerzas que fuese así.

—¿Qué opinas? —la despertó Rita, pues la rubia se había quedado pensativa.

—¿De qué? —parpadeó un par de veces.

—De lo que te dije. De lo que dice Paola... sobre él.

Annie suspiró y lo pensó mejor. ¿Había posibilidades de que Angelo fuese gay? Dios... ¿qué caso tenía hacerse ilusiones tontas?

—No —confesó; su voz sonó triste.

Sin embargo, la animadora asintió, complacida, ajena a los intereses de la rubia.

—Yo pensé lo mismo. Pero —hizo una pausa—... no me queda claro por qué la rechazó.

Annie se encogió de hombros.

—Estaban en el liceo —comenzó a enumerar las razones obvias—. Estaban rodeados de personas...

Rita volvió a asentir, dándole toda la razón:

—Además, ella es algo... promiscua —la animadora mencionó la última palabra bajando la voz y desviando la mirada.

—Sí —aceptó Annie y, aunque esperó un poco más, al final preguntó—: ¿Eso era todo? —ansiosa por dejar de hablar de Angelo, y marcharse.

La animadora la miró; Anneliese jamás había visto tanta angustia y vergüenza, juntas, en una mirada.

—¿Te estoy molestando? ¿Tienes algo más qué hacer?

Annie se sintió mal por ella. Rita no era su amiga, pero era una de las pocas personas que jamás se habían portado mal con ella.

—No, no —sacudió la cabeza—. Me refería a si era toda tu pregunta.

Rita se obligó a sonreír.

—No. Tengo una más. Sólo una, lo prometo.

—No te preocupes.

—Antes —se detuvo de nuevo; las mejillas se le habían sonrojado— me gustaría contarte algo, pero no sé cómo hacerlo sin sentirme como Paola.

Eso sí que intrigó a Anneliese: ¿qué tenía en común Rita y Paola, además de que ambas eran animadoras?

—Cuéntame —le pidió, con verdadero interés.

—Pues, que lo que dijiste antes también lo pensé yo: la escuela, las personas..., una chica promiscua.

—Ajá.

—Y pues... —la mirada de Rita se detenía por unos instantes en algún objeto y luego iba a otro; no veía a nada en particular, pero no se quedaba quieta ni miraba a la otra a los ojos—. Yo me cansé de esperar.

¿Esperar? ¿El qué? Annie torció un gesto:

—No entiendo —confesó.

Rita bajó la mirada y se acarició el inicio de la frente con el índice derecho; a Annie le pareció que ella se cubría el rostro y, sin darse cuenta, era lo que realmente hacía la animadora:

—Desde que tenemos doce o trece años he estado... intentado salir con él.

—Eso es mucho tiempo.

—Sí, pero cuando tienes una esperanza, entonces... —Rita estaba haciendo muchas pausas; le era difícil hablarlo—, la espera no duele tanto: me sentía un poco por encima de las demás, supongo.

Annie se sorprendió, jamás se hubiese imaginado que Rita —la dulce y modesta Rita— tuviese aires de superioridad. La animadora pareció adivinar sus pensamientos y se rió:

—No, no es que me crea extraordinaria o inmejorable —intentó explicar—: es que creo que le gusto un poco, ¿sabes?

—¿Ah, sí? —Annie torció un pucherito suave, ¿por qué Rita creía gustarle? ¿También a ella la había besado?—. ¿Por qué crees eso?

—Porque, cuando íbamos a graduarnos de la primaria, él y yo casi nos besamos.

»Estábamos solos, en el salón, pero llegaste tú y... —se limitó.

Anneliese frunció el ceño, ¿Rita estaba culpándola?

—Lo... ¿siento? —se escuchó decir, pero realmente no lo sentía. Ni siquiera le importaba y, es que, no era como si le hubiera arruinado encuentro alienígena de tercer grado.

—No lo decía para que te disculparas; te estoy contado.

—Oh —se limitó Annie.

Y entonces volvió el incómodo silencio, luego, Rita se aclaró la garganta y continuó:

—Bueno... y tomando en cuenta que no he sabido que se acerque tanto a otra chica, creo que le gusto. O eso creía. Ahora que lo cuento, se escucha una tontería, ¿no? —parecía más apenada que antes.

—No, para nada —«Totalmente»—. ¿Y cómo sabes que no se ha acercado tanto a otra chica? —«Porque conmigo ha hecho más que acercarse».

La animadora suspiró.

—Esas cosas se saben de inmediato, supongo, y más con alguien como él (¿quién no querría presumirlo?). Tal vez fue por eso que me animé.

¿Animarse?

—¿A hacer qué?

Rita guardó silencio nuevamente.

—Angelo es —comenzó, y volvió a detenerse—... un poco más maduro que el resto de chicos. O al menos no es un idiota.

—No, sí es bastante idiota —discrepó Annie.

La animadora la miró a los ojos y se rió apenas:

—Bueno, un poquito inmaduro, a veces, pero sólo a veces —aceptó—. Pero eso es porque es hombre (maduran más lento), y partiendo de ésa idea, yo me porté como cualquier mujer y... lo invité a mi casa. Mis padres no van a estar este fin de semana y yo creí que... —se detuvo ahí.

—¿Él podría visitarte? —terminó Annie por ella.

Rita asintió:

—Visitarme y... pasar la noche conmigo —soltó al fin, sin mirarla, bajito.

Guardaron silencio una vez más. Rita no sabía cómo seguir y Annie no quería saber más, pero era incapaz de retirarse y dejarla hablando sola.

—Sinceramente, creí que iba a aceptarme. No iba a pedirle luego que fuéramos novios o algo, y él lo sabe y... ¿quieres saber qué me dijo?

«No, por favor» suplicó en su mente. Rita se lo dijo:

—Que si me ofrecía a cada hombre que me gustara, ninguno iba a tomarme en serio. Me sentí como... Paola —se burló de sí misma.

Anneliese no fue capaz de reír su chiste. ¿Por qué Rita estaba contándole todo eso?

—¿Me llamó ofrecida o puta?

¿Eh? Annie pareció despertar con ésas palabras. No, él no haría eso.

—No —sacudió la cabeza, frunciendo el ceño un poco—, no creo que te dijera nada de eso.

—Pues así lo sentí y, ¿sabes qué es lo peor?

Anneliese notó que los ojos de Rita se habían enrojecido. De nuevo sintió pena por ella.

—... ¿Qué?

—Que ni siquiera he tenido novio nunca. Ni siquiera he dado mi primer beso, ¿sabes? Temo que él me mire con alguien más y se... desilusione —confesó.

Y, de todo aquello que había dicho Rita, la única palabra que se quedó flotando en la mente de Anneliese, fue: «desilusionar». Qué palabra tan mala había elegido ella, pensó. Desilusionar implicaría que la persona estuviese ilusionada, y según lo que contaba Rita, Angelo no parecía tener siquiera interés en ella. La rubia no supo qué decir y la animadora continuó:

—Me puse un poco a la defensiva y le aclaré que yo no... Le hice saber que nunca he estado con nadie y que, si quiero estar con él, es porque lo amo. Porque lo he amado siempre, desde el mismo instante en que lo vi —Rita volvió a guardar silencio, tal vez esperando a que Anneliese hablara, pero ella no dijo nada—: Y, ¿sabes qué me dijo?

—¿Qué? —Anneliese se vio obligada a responder.

—Que tiene a alguien —los labios Rita se fruncieron.

—¿A alguien?

La animadora asintió.

—Es de lo que quería hablarte. ¿Eso es verdad?

—¿El qué?

—Novia. Él dijo que tiene a alguien. ¿Angelo tiene novia?

Anneliese volvió a fruncir el ceño, hasta ese momento, no se había planteado la posibilidad de que Angelo pudiese tener pareja. De hecho, estaba segura de que no tenía.

—Pues... si eso fue lo que él dijo.

—Pero yo nunca lo he visto con nadie —debatió la animadora—. ¿Tú, sí?

«No».

—Podría ser que no la conozcamos. Tal vez sea de la universidad.

—¿Universidad?

—Sí. Está yendo a un diplomado de física o--

—¿Tú lo has escuchado hablar con alguien? —la interrumpió Rita, dejando el claro que lo único que le interesaba en ese momento, era la vida amorosa del muchacho, no la académica—. Por teléfono, quiero decir.

Annie, un poco sorprendida por la manera en que ella la interrumpió —por su desesperación—, respondió, un tanto insegura:

—¿Así, en particular?, no. Aunque... usa poco el teléfono de casa. Le fastidia eso, así que tampoco usa mucho su celular.

—Pero, ¿sí le llaman?

—¿Chicas? Sí, algunas —aceptó y meditó entonces sobre eso—: Pero él nunca coge las llamadas y, si llega a hacerlo, es por un error, ya que no responde a teléfonos desconocidos —tampoco usaba redes sociales, ni abría correos si identificaba al remitente.

—Ya veo —asintió Rita—. Y, ¿lo has visto salir con alguien?

—Con alguna mujer, no. O sea, sale casi todos los fines de semana con Raimondo y Lorenzo, pero no sé a dónde van. Tal vez deberías preguntar a ellos.

Rita se rió de manera nerviosa.

—No quiero. Es que —gimió—... Hay otro rumor.

—¿Otro? —se alarmó Annie.

La animadora se mordió un labio.

—Es sobre... Raimondo.

—¿Raimondo? —¿qué tenía qué ver Raimondo con... Anneliese tuvo que reprimir una carcajada, al entenderlo—. ¡Absolutamente no! —sonreía—. Para él es otro hermano, así como Matt, han sido amigos desde que tienen como cinco años, sin mencionar el hecho, claro, de que Raimondo es novio de Lorena.

—Sí —Rita fingió una risilla; Anneliese pensó en que, fingiendo, era peor que ella—. Lo sé, perdón, pero es que... cuando Paola comenzó a decir esas cosas tan feas, yo me dije que ella estaba ardida porque Angelo la rechazó, pero... luego de que también me rechazara a mí...

Anneliese, son perder esa sonrisa retorcida que había llegado a sus labios, comenzó a entender.

—¿Y ahora también tú comienzas a creer que es gay porque te rechazó? O sea que, ¿cada hombre que rechaza a una mujer en este mundo, es por gay?

Rita apretó los labios.

—No quise decir eso, Annie —parecía haberse ofendido—. Y no porque sea precisamente yo. Es que...

—¿Qué?

—Me está comenzando a parecer extraño que rechace a tantas chicas. ¿Qué clase de hombre heterosexual hace eso?

Annie volvió a reírse. No pudo evitarlo. Angelo no era gay... Eso ella lo sabía bien y estaba comenzando a cansarse de esa plática.

—Pues... tal vez uno al que no le gustan las ofrecidas —se escuchó decir..., y entonces se dio cuenta de lo que dijo.

Acababa de llamar «ofrecida» a Rita, justo como antes había hecho Angelo. La miró con vergüenza. La animadora se rió.

—Está bien. Mirándolo fríamente, supongo que eso fue lo que hice.

Volvió el silencio. Annie estaba a punto de ponerse de pie y huir lejos de ella y de esa perturbadora charla, pero Rita decidió seguir hablando:

—Tal vez yo sí soy una ofrecida, pero... de ninguna manera es normal que un hombre, y menos en la edad que está Angelo, rechace a tantas mujeres sin existir un motivo.

»Él dice que tiene novia, pero yo nunca lo he visto con nadie (ni yo, ni nadie más)..., y siempre anda con Raimondo, quien le dedica unas miradas tan bonitas.

¿Ella estaba diciendo eso en serio?

—¿Le contaste eso a Lorena?

—¡Oh, no! —Rita se volvió hacia ella—. Jamás. Me mataría —apostó, casi arrepentida de haberlo sugerido.

Anneliese suspiró; no pudo ocultar ya su incomodidad.

—Te estoy molestando, ¿verdad, Annie?

«Un poco, sí».

—No es eso. Es que no le veo sentido a la charla o en qué te puedo ayudar.

Rita difirió:

—Sí que puedes: puedes investigar quién es su pareja.

—¿Cómo?

—Quiero saber quién es su novia.

—Él y yo no hablamos de esas cosas —«Él y yo ya no hablamos de nada».

—Pero tú puedes estar atenta. Poner atención a... con quién habla, por ejemplo.

Annie sacudió la cabeza.

—No voy a espiarlo. No quiero y, aunque lo intentara, te repito que Angelo no usa el teléfono de casa (casi no), así que no podría escuchar del otro lado de la línea (en caso de que eso quisieras).

La animadora parecía decepcionada.

—Además —continuó Anneliese—, ¿para qué quieres saber quién es su pareja? —ella no respondió—. ¿Planeas matarla? —jugó, tal vez para aligerar el momento.

Esta vez, la risa de la animadora fue auténtica; estaba asombrada de la propuesta y apenada, y las lágrimas se le cayeron. Anneliese no supo qué hacer; generalmente era ella quien lloraba.

—No voy a hacerle daño a nadie, Annie. Quizá te parezca tonto, pero... yo lo amo verdaderamente. Mi mundo gira en torno a él. Hace tiempo decidí que, si no es él, no será nadie (¿dónde encontraría a alguien como él?).

»Quiero ser importante para él, quiero que me ame. Quiero —se interrumpió—... Quiero saber si estoy perdiendo mi tiempo. Quiero saber si es hombre o mujer su pareja porque, si es chica... si es chica, aunque esté tan enamorado de ella, que no le interesa nadie más, yo aún tendría posibilidades, pero, si es hombre... —se interrumpió. Sus palabras llevaban mucho dolor.

«"... tan enamorado de ella, que no le interesa nadie más"» repitió Annie, en su mente; eso era muy poco probable, se dijo, tomando en cuenta que... a ella la había besado como un hombre besa a una mujer. La estremeció un escalofrío.

—Mira, Rita —se escuchó decir, ansiosa por concluir—. Yo voy a preguntarle a Angelo, pero no te aseguro que me conteste nada.

—Pero ¿vas a intentarlo?

—Sí —prometió.

Rita la abrazó y, cuando se separó de ella, lloraba.

Anneliese sintió mucha lástima.

* * *

«"Es displicente, ¡y arrogante!, pero tiene una cara preciosa y un buen cuerpo"», Anneliese recordaba las palabras de Bianca.

Se encontraba en el comedor, en compañía de su familia. Cenaban ese filete que la misma Hanna había pedido por teléfono a un restaurante inglés. Comían en silencio y eso favorecía a que la mente de la muchacha volara.

La tarde entera había estado preguntándose el por qué Rita quería tanto a Angelo, si él no parecía mostrar ninguna clase de interés en ella. «Ni en ella, ninguna otra» pensó; fue el primer pensamiento intrusivo de la noche.

«"Es displicente, ¡y arrogante!, pero tiene una cara preciosa y un buen cuerpo"»; era curioso, hasta esa misma tarde no recordaba las palabras de su amiga, pero al comenzar a pensar en Rita y en su inmenso amor por Angelo, las recordó detalladamente. Sería, tal vez, porque quería entender a la animadora.

Y al final lo hizo. Bianca lo había dicho muy claro:

«Porque es guapo —decidió—. Lo quiere únicamente porque es guapo» se sintió confundida, ¿cómo alguien podía enamorarse tanto de una persona sólo porque lo encuentra físicamente atractivo?

Lo miró bien: bueno, Angelo sí era muy —muy, muy— guapo, pero, de arrancar suspiros, a dedicarle tu vida sólo por eso...

Angelo terminó de mascar un trozo de carne y le dio un trago a su té helado, para luego relamerse un colmillo y... «De acuerdo —suspiró Annie, derrotada—, es más que guapo» aceptó, pero... ¿eso de qué servía si él ni siquiera te miraba?

Angelo clavó sus bonitos ojos grises, en ella, y Annie bajó rápidamente la mirada a su plato; su corazón se aceleró un poco. No quería que la descubriera mirándolo..., no quería que él —luego de haberla besado, luego de que ella escribiera semejantes cosas sobre él— malinterpretara nada. Levantó su mirada lentamente y se dio cuenta de que él ya veía a otro lado y..., también de que su perfil era muy, muy lindo.

Entendió un poco a Rita: si no fuera su hermano, quizá también ella querría andar con él, pero lo era... Aunque él no la quisiera más así.

Sintió dolor al pensar en eso y recordó el sufrimiento en las palabras de Rita, en su mirada, y en su desesperación al pensar que existía la posibilidad de que Angelo fuese gay.

«No lo es —Annie lo sabía bien—. De homosexual no tiene un pelo» sentía una extraña mezcla de sentimientos dentro de ella —el hermano que no la quería más, el muchacho que la había tocado sin su consentimiento—. Tuvo deseos de levantarse y dejar la cocina, de alejarse de él cuanto pudiera, pero sabía que su padre no lo permitiría. La hora de la cena era el momento del día que dedicaba completamente a su familia y los quería a todos juntos.

—Qué asco —espetó, de repente, Angelo.

Anneliese levantó la mirada y se encontró con Matteo observando su reflejo en el salero de acero, mientras se limpiaba la sangre de una mejilla con una servilleta.

—Sólo era un barrito —Matt le restó importancia—. Tú también has tenido.

—Sí, pero no me las he e--

—Basta —los silenció Raffaele.

Ambos chicos guardaron silencio. Angelo dejó sus cubiertos sobre su plato, negándose a comer un bocado más. Raffaele se rió y le acarició la cabeza, enredándole los dedos entre sus cabellos negrísimos y agitándolo un poco, como si quisiera dispersar su mal humor.

—Quieres ser médico, pero te da asco la sangre.

—No me da asco la sangre —se apresuró el muchacho—. Me dan asco sus manías tan desagradables.

Sus padres se rieron. Matteo se presionó la piel, en afán de obtener más sangre y fastidiarlo.

—Toma —Raffaele ofreció su vaso con whiskey a Angelo—. ¿Quieres un trago?

El muchacho miró el líquido ámbar por un momento. Al final, alargó la mano y le dio un pequeño trago. Anneliese notó lo bonitos que eran sus labios.

—Dale otro trago. Uno más grande —lo animó su padre.

Angelo obedeció. Angelo siempre obedecía a su padre y generalmente acataba todas las reglas. O casi todas. «Siempre ha sido pulcro y educado» reconoció Annie, sin poder recordar algo que él hubiese hecho mal. Además de besarla, claro... no recordaba ningún otro momento en el que él hubiese actuado de manera inadecuada o indecente.

«Debió haber traído muchas ganas —se dijo—. Si se atrevió a besarme... a tocarme». No estaba justificándolo, de ninguna manera. Sólo lo pensó y también pensó —se preguntó— si él ya había calmado su apetito con alguna chica.

«"Yo nunca lo he visto con nadie"» había dicho Rita. Y la realidad era que Annie tampoco. Nunca. «Pero yo no estoy con él las 24 horas». Aun así... «"De ninguna manera es normal que un hombre, y menos en la edad que está Angelo, rechace a tantas mujeres sin existir un buen motivo"», esa frasecita estaba incomodándola.

Anneliese no sabía mucho sobre hombres, pero estaba segura de que la animadora tenía algo de razón. Había leído en algún sitio que, el pensamiento más frecuente, en la mayoría de los varones, era el sexo y, a los dieciséis años, que tenía Angelo, ése pensamiento se intensificaba por diez. Entonces... ¿por qué rechazaba a Rita, que era tan buen y atractivo partido, y que además estaba tan bien dispuesta a acostarse con él... pero la besaba a ella?

«"...tan enamorado de ella, que no le interesa nadie más"» también había dicho Rita... y el recuerdo le llegó a Annie ajeno, insinuante...

Miró a su hermano y él volvió a clavar sus ojos grises en ella.

** ** ** ** ** **

Gracias por leer. Un beso.


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