ALÉJATE DE MÍ

By Cristina_maxiel

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Siempre creí que todo lo malo que pasaba en mi vida era culpa de mi mala suerte o producto de las malas decis... More

SINOPSIS
BOOK TRÁILERS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29

CAPÍTULO 7

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By Cristina_maxiel



Narra Madison


Estoy loca. ¿Cómo pude preguntarle eso? ¿Cómo debería despedirse según yo? La verdad no sé por qué lo hice, fue un impulso. No quería que se fuera y las palabras salieron solas de mis labios, sin previo aviso, no puede procesarlas.

Estoy más rígida que un tronco y el nerviosismo que siento es tan grande que no puedo pensar con claridad, me he quedado sin palabras, mi cuerpo ha empezado a temblar, sin embargo, no sé si es a causa del frío que siento o la cercanía que de nuestros cuerpos.

Aidan sostiene con firmeza mi cintura, impidiendo que me aleje. El olor de su perfume mezclado con alquitrán que se le ha quedado arriba, inundan mis fosas nasales al instante. Siento mis piernas flaquear, así como mi respiración cada vez se acelera más. Cierro los ojos unos segundos al mismo tiempo que tomo una bocanada de aire para luego expulsarlo. Abro los ojos para finalmente fijarlos en su rostro, encontrándome con sus ojos dilatados mirándome con vigor. Observo cómo las gotas de lluvia se deslizan con rapidez por su cara. Cómo en un momento sus ojos se posan en mis labios y parecen perderse en estos. Era obvio que ya no estaba esperando una respuesta de mi parte. Súbitamente deposito mi mirada en los suyos en el momento que este empieza a acariciar con el dedo pulgar de su mano izquierda, la con la cual aún sostiene mi barbilla, mis labios. Mi cuerpo y todo el vello de este se estremece por su tacto. El palpitar de mi corazón está tan acelerando que estoy segura de que no solo puede sentirlo sino escucharlo también.

— ¿Q-Qu-Qué...? —Inicio nerviosa, pero me callo en el momento que este me acerca a un más, elevándome de tal manera que me encuentro parada de puntillas, mis pies apenas tocan el suelo. Suelto un pequeño jadeo en el momento que este rosa sus labios con los míos.

— ¿Y según tú cómo debería despedirme? —Indaga con voz rosca con sus labios a tan solos unos centímetros de distancias de los míos.

No le contesto. Me encuentro demasiado aturdida, su cercanía y su aroma me han cautivado por completo, mi cuerpo no reacciona más que a sus roces y mi mente se ha quedado en blanco. En el momento que este vuelve a acacias mis labios esta vez con los suyos inconsciente cierro los ojos unos segundos, y al volverlos abrir me encuentro con su mirada, la cual lentamente vuelve a deslizarse hasta mis labios y hago lo mismo, y entonces, sin previo aviso, oprime mi cintura acercándome a él, uniendo así finalmente nuestros labios.

Aidan me besa con delicadeza y suavidad, sus labios recorren los míos con soltura, descubriendo y acariciando cada rincón de estos. A ojos cerrados le correspondo, deslizando mis manos desde su pecho hasta su nuca. Poco a poco el ósculo se intensifica y pasa de acariciar a devorar mis labios, con ansiedad, hambre y sed. Suelto un pequeño resoplo en el momento que este me acerca aún más.

Continuamos besándonos apasionadamente hasta que luego de unos minutos, jadeando, con la respiración y corazón acelerados nos separamos a falta de aire. Aidan finalmente floja su agarre en mi cintura, pero no me suelta, simplemente une su frente con la mía mientras intenta, al igual que yo, regular su ritmo cardiaco.

—Sube. —Manda luego de unos segundos con voz ronca, para luego finalmente soltarme y alejarse.

Observo cómo gira y se aleja acercándose a su moto, pero me encuentro tan perpleja y aturdida que no digo nada. Mi corazón late con fuerza y la sensación de sus labios los siento aún sobre los míos. Con mi mirada fija en la nada y mi mente lejos, llevo inconsciente mi mano derecha a mis labios y acaricio estos.

—Madison. —Me llama luego de unos segundos, sacándome de mi laguna mental, aún atolondrada elevo mi mirada hacia él, y entonces, de repente este me toma del cuello, apretando un poco este y acercándome hacia él, besándome nuevamente. Fue un ósculo corto pero intenso. —Entra. —Vuelve a decir, al separarnos y soltarme. Aidan al ver mi expresión de confusión me sonríe, para luego subirse a la moto, colocarse el casco y salir a toda prisa del lugar.

Luego de eso, permanece de pie en el mismo lugar observando ensimismada la carretera por la cual se había marchado mientras acaricio con mi mano derecha mis labios. Aún no podía creer lo que acababa de pasar, el solo hecho de imaginar nuevamente ese beso provoca que cubra mi rostro con mis manos y sonría de sonrojada.

Sacudo con fuerza mi cabeza para tratar de borrar aquella imagen de esta al momento de quitar las manos de mi rostro, aunque la sonrisa es algo que no puede desvanecer.

Al fijar mi vista en el cemento de la calle y ver cómo las gotas de lluvia caen ya más apacibles en este, es que me percato de que ya no siento el agua golpear mi cuerpo, por lo que elevo la mirada y me doy cuenta de que alguien sostiene un paraguas arriba de mí, inmediatamente giro para ver de quien se trata y ahogo un grito de sorpresa al ver a Hanna mirándome con ojos entrecerrados.

— ¿Desde cuándo estás ahí? —Curioseo nerviosa.

— ¿Acaso importa? —Gruñe molesta. Dejo de sonreír. —Madison ¿Dónde diablo estabas? O debería preguntar ¿Qué estabas haciendo y con quién? —Interroga con rostro fruncido.

—Luego te cuento. —Prometo arrasando un poco mi cabeza.

— ¿Luego? —Repite incrédula. —Me dejaste plantada. Estuve llamándote y no me contestabas. Me preocupé cuando vi que habías dejado Arturo, hasta fui para tu trabajo a preguntar por ti y tu jefa me dijo que habías avisado de que no podrías ir porque estabas enferma. —Me acusa haciendo comillas con sus dedos al decir "enferma".

— ¿Me hiciste quedar mal? —Indago preocupada.

—La pregunta ofende. —Bufa, solo la observo con rostro de preocupación en espera de su respuesta. — ¡Por supuesto que no!, al instante mentí e hice como si me llegara un mensaje de tu parte diciendo que estabas en el hospital. —Respondo y suelto un suspiro de alivio. — ¡Madison maldita sea!, recuerda nuestra regla. Si vamos a mentir de lo que sea, la otra tiene que saberlo para qué no pasen cosas así. —Recalca frustrada. Es una de las reglas más importante en nuestro código de amistad.

—Perdona. Lo sé. Se me paso. —Me disculpo haciendo un puchero. Hanna niega molesta. —Estoy bien. —Resalto sonriente.

—No es que estés bien o no Madison, estamos en una ciudad desconocida, no conocemos a nadie aquí, no puedes desaparecer así sin más. —Protesta.

—No exageres. —Digo haciendo una mueca.

— ¿Qué no exagere? —Vocea. — ¿Qué voy a hacer si un día te pasa algo y desapareces?, ¿Dónde voy a ir? ¿A quién le voy a preguntar?, ¿Qué haría?, ¿Qué les diría a tus padres?... —Interroga. —Recuerda que soy la mayor, sea como sea, tus padres confían en mí y piensan que te protegeré, y mis padres..., pues también. —Argumenta y tiene razón. —Piensa igual ¿Qué harías si yo desapareciera? —Inquiere mirándome.

—Tienes razón, perdón. Se me paso, pero no va a volver a pasar. Perdón. —Me disculpo y esta asiente suspirando.

—Bueno, me dirás ¿Dónde estabas o mejor dicho con quién y haciendo qué? —Curiosea.

—Luego te cuento. Tengo frío, ya debería entrar. —Establezco y en el momento que lo hago veo como Hanna entrecierra los ojos. Me conoce y sabe que solo trato de esquivar el tema.

—Así... —Murmura con recelo, para luego empezar a olfatearme, frunzo el ceño confundida. —Pues sí. Tiene razón, deberías entrar y ducharte, porque tienes un olor a Aidan terrible. —Manifiesta cubriéndose la nariz.

— ¿En serio? —Pregunto incrédula al momento de empezar a olerme.

— ¡Así que si estabas con él! —Exclama con asombro al verme. —Y... ¿Haciendo qué? —Inquiere mirándome con picardía.

—No es nada de lo que estás pensando. —Me apresuro a decir.

—No estoy pensando nada. —Niega sonriente, entrecierro los ojos. —Súbete la cremallera, que te la has dejado abajo. —Señala, bajo la mirada y llevo mis manos hasta esta, pero al tratar de subirla me doy cuenta de que fue una mentira, y finalmente entiendo su referencia por lo que instantáneamente llevo mi mirada hacia ella encontrándome con esta con una sonrisa de oreja a oreja observándome sorprendida. — ¡No me digas que te acostaste con él! —Grita maravillada, rápidamente le cubro la boca con mis manos.

—Cállate. ¿Cómo puedes vocear algo así? Alguien te escuchará. —Recrimino molesta. Hanna se disculpa y la suelto, sin embargo, esta no elimina su expresión. — ¡Que no Hanna! Por supuesto que no. ¿Quién crees que soy? ¿Me ofendes? —Chillo.

— ¿Qué tiene de malo? Sabes que yo no te juzgo. —Recuerda.

— ¡Hanna!

—Está bien. Relájate, solo bromeaba. —Dice sonriente en el momento que golpeo su hombro. — ¿Y esa chaqueta? —Indaga mirándola.

—Ah, sí. Debo devolvérsela. —Susurro al acordarme. —No me mires así. —Gruño al ver su expresión.

—Vale, pero si te la dio para que te cubrieras del frío o la lluvia no sirvió de nada, ¿no pudo comprarte un paraguas al menos?, o en todo caso esperar que apaciguara un poco la lluvia. —Señala con descontento.

—Es que... No es... ¡Ay! Luego te cuento. —Reitero. —De todos modos, ¿Qué haces tú aquí abajo? —Indago cambiando el tema.

—Estaba lloviendo y me antojé de una pizza. —Revela con normalidad encogiéndose de hombros y cerrando el paraguas, la lluvia finalmente ha parado.

— ¿Y por qué simplemente no la pediste? —Pregunto confundida.

—Está a tan solo dos cuadras. Además, tengo un cupón, me darán dos por el precio de una, y encima prometen darme algo más. —Comenta mostrándome el cupón, y agitando este con entusiasmo. —Bueno, ya entra, no vaya a ser que te resfríes. Yo iré a comprar la pizza. Luego hablamos. —Enuncia y asiento.

Hanna continúa su camino a la pizzería, y yo por mi parte entro al edificio. Mientras me dirijo al apartamento, trato de no pensar en nada, y a pesar de todo lo consigo. Al detenerme frente a la puerta de nuestro apartamento saco las llaves de mi bolsillo derecho y abro esta, pero al hacerlo frunzo el entrecejo al ver a un chico de espalda en la sala.

— ¿Quién eres tú? —Indago ofuscada adentrando al apartamento. — ¿Qué haces tú aquí? ¿Cómo entraste? —Interrogo seria en el momento que voltea a verme, mostrándome a si su rostro.

Edwin quien se ha enderezado y girado a verme, me observa con ceño fruncido al igual que yo a él.

—Uff. Por eso es que es esencial siempre cargar un paraguas. —Comenta recorriéndome con la mirada.

Me quito la chaqueta de Aidan y la coloco en el perchero del recibidor, para luego adentrarme a la sala. Logro ver como Edwin quien parece sostener algo en su mano izquierda lo esconde detrás de su espalda en el momento que me acerco, obnubilándome aún más.

— ¿Qué es eso? ¿Qué escondes? —Inquiero al verlo. Este no me responde, por lo que, me abalanzo contra él.

Durante un par de minutos lucho por quitarle lo que sea que esconde, hasta que finalmente logro tomarlo, sin embargo, en el momento que intento apartarme este se resiste por lo que elevo la mirada molesta. Edwin mantiene rostro serio, no obstante, parece divertirle la situación, literalmente me encuentro pegada a su pecho con mis brazos rodeándolo y mis manos sostenido y tratando de quitarle lo que él con su mano izquierda sostiene detrás de su espalda.

— ¡Suelta! —Ordeno con firmeza, sin despegarle los ojos de encima. Edwin me sonríe, pero no me hace caso, por lo que empiezo a halar con fuerza para arrancárselo de las manos.

Súbitamente, este finalmente lo suelta liberando sin previo aviso la presión con el cual lo sostenía, por lo que, inevitablemente me tambaleo y voy para atrás, sin embargo, Edwin rápidamente me sostiene evitando que caiga de espalda. De inmediato me enderezo, me libero de su agarre y lo empujo lejos de mí, pero como este no se inmuta me alejo yo.

Al observar lo que este sostenía frunzo aún más el ceño al ver que era la foto de Hanna y yo que teníamos como adorno en la pequeña mesita de la sala.

— ¿Estas intento robarnos? —Inquiero confundida elevando la foto, a lo que este hace una mueca mientras pasas sus manos por las mangas de su camisa, ahora mojadas por mi culpa.

— ¿Por qué robaría eso? —Resopla haciendo un gesto de desagrado, al momento de empezar a recorrer con toda tranquilidad la sala. —Además, tú no tienes nada que me interese tomar. —Afirma cruzado de brazos al detenerse frente una de las estanterías y darle una escrutada a los objetos colocados en esta.

— ¿Así?... —Pronuncio, al mismo tiempo que coloco la foto en su lugar. —Entonces ¿Qué haces aquí? —Recrimino acercándome. — ¿Cómo entraste? —Pregunto al detenerme detrás de él.

—Por la puerta. —Contesta con tono obvio al girar a verme.

—No te pregunte por donde, porque eso es obvio, sino ¿Cómo y por qué? —Gruño. Me molesta la forma burlona en la cual me mira y habla, sin embargo, trato de controlarme.

—La puerta estaba abierta. —Responde con indiferencia. Lo veo con incredulidad y desconcierto.

— ¿Cómo sabes dónde vivo? ¿A qué viniste? —Interrogo con serenidad, luego de haber tomado una bocanada de aire y expulsarla con fuerza para calmarme.

De repente la expresión de Edwin cambia a una seria. Observo como este descruza sus brazos y se endereza aún más de ser posible, haciéndose ver aún más grande, denotando su gran altura, la cual unida con su cara inexpresiva y su gran cuerpo lo hace verse bastante intimidante. Sin embargo, no pienso dejarme asustar por él, por lo que le sostengo la mirada y alargo todo lo que puedo mi cuello, para verme un poco más alta, ya que a pesar de no servirme de nada frente a él me da confianza, al menos hasta que repentinamente este da unos pasos rápidos hacia mí, los cuales retrocedo instintivamente a la misma velocidad. Trago en seco, y a pesar de que, si ha logrado ponerme nerviosa, le sigo sostenido la mirada.

—Solo vine a pedirte —Inicia. —No... —Niega. —A ordenarte —Se corrige—, que te mantengas alejada de Aidan. —Establece con voz ronca, no puedo evitar arrugar la cara. —Es por tu propio bien. Créeme. —Dice por último suavizando tanto su cuerpo, tono de voz y como expresión.

—Yo lo único que creo es que Aidan debería escoger mejor a sus amigos. —Arremeto molesta. ¿Quién se cree él para venir a invadir mi casa y exigirme nada? Y mucho menos con esa actitud.

— ¿Qué?

—Olvídalo, no me interesa. Estoy cansada, y no quiero ni tengo ánimos para discutir, así que por favor lárgate de mi casa, y no vuelvas a venir y muchos entrar, aunque te encuentres la puerta abierta. —Pido diciendo lo último con sarcasmo, al momento de acercarme a la salida.

—Aléjate de Aidan Madison. —Advierte serio. Y asiento harta.

—Sí, gracias. Lárgate. —Digo con desdén mientras le señalo la puerta.

—Pareces molesta conmigo. Y tu enojo no parece que sea solo porque entre a tu casa. —Murmura al llegar a mi lado. Bufo y ruedo los ojos al escucharlo. De repente Edwin da un aplauso sobresaltándome. —Parece que tengo razón, estas molesta conmigo. —Comenta bastante animado mirándome fijamente. — ¿Por qué? —Curiosea agachándose hasta que su rostro queda a la altura del mío. —No creo haberte hecho nada.

— ¿Te parece poco lo que me hiciste en la universidad? —Lo acuso mirándolo molesta, a lo que este frunce el ceño.

— ¿Qué te hice? —Pregunta confundido enderezándose.

— ¡Lárgate! —Le grito molesta, para luego abrir más la puerta e indicarle que salga.

Edwin al ver mi expresión no dice nada, simplemente avanza y sale del apartamento. En el momento que me dispongo cerrarle con fuerza la puerta en la cara, este me detiene justo antes estampársela.

—Hablo en serio Madison. —Reitera nuevamente con rostro serio y voz grave, al momento de tomar mi mano derecha. —No te quiero cerca de Aidan. —Continúa. Intento liberarme de su agarre, pero solo provoco que imparta más presión en esta por lo que suelto un pequeño chillido. —Aléjate de él... Es por tu bien. —Finaliza con el mismo tono y expresión, para luego soltarme y marcharse.

Una vez se va ni siquiera me tomo el tiempo para asimilar lo pasado. Rápidamente cierro la puerta y le coloco seguro, para luego empezar acariciar mi muñeca. Edwin definitivamente está loco. De él es que debo mantenerme alejada.



Luego de lo pasado, encendí la radio para que la música me ayudara a despejar mi mente. Tome un baño caliente, el cual me ayudó aún más a relajarme. Luego de eso me coloque el pijama y lave mi ropa mojada. La chaqueta de Aidan decidí dejarla para llevarla a la tintorería mañana, no quería correr el riesgo de estropeársela.

En estos momentos son las nueve y cuarto de la noche. Me encuentro en la sala con Hanna, quien había llegado unos cinco minutos después de que se fuese Edwin. Afortunadamente Hanna no me había preguntado nada sobre Aidan hasta el momento, estaba demasiado ocupada devorando las rebanadas de pizza. Había comprado de nuestras favoritas, las que llevan camarones, y de las dos cajas ya solo quedaban cinco trozos, yo solo me comí los primeros dos trozos, ya que no tenía tanta hambre, y Hanna por su lado se comió el resto. De repente observo como esta apaga la radio, tira las esquinas de la porción que se acababa de comer y me mira con su ceja izquierda arqueada.

—Entonces ¿No piensas decirme nada? —Indaga limpiándose los labios con una servilleta.

— ¿Qué quieres que te diga? —Inquiero mirándola.

—Pues todo. —Contesta con obviedad, al momento de acomodarse en el sofá, elevar su camiseta hasta la altura de sus senos y empezar a acariciar su abdomen.

—Debes tener más cuidado con la puerta. Recuerda que siempre debemos revisar esta antes de salir. —Comento, Hanna frunce el ceño al escucharme.

— ¿Y eso a que viene? —Pregunta confundida. —Yo no deje la puerta abierta. Nunca lo hago. ¿Se te olvida que estoy traumada con eso de dejar la puerta abierta? —Menciona.

Hace tres años, dos chicos que estaban siendo perseguidos por unos policías se metieron a la casa de los padres de Hanna para esconderse, ya que la puerta estaba abierta, Hanna quien se encontraba sola en la casa vivió unos minutos de terror al verlos, pero afortunadamente nada grave paso, ya que los oficiales se dieron cuenta y los atraparon. No eran más que unos jóvenes rebeldes que había robado una cafetería cercana, seguramente para comprar drogas. Por eso me desconcertó tanto que Edwin me dijera que encontró la puerta abierta, ya que sé el pequeño trauma de Hanna con eso. Después de ese día nunca sale o entra a un sitio dejando la puerta abierta.

— ¿Estás segura de que no la dejaste abierta hace rato?

—Por supuesto que sí. De hecho, se me quedo el celular dentro, me cuenta de eso justo después de haberla cerrado, y por no abrirla bajé sin él. —Revela.

— ¿Estás segura? —Insisto mirándola. Le creo, pero necesito que me lo asegure.

— ¡Pues claro! —Exclama alzando los brazos. — ¿Qué pasa? ¿La encontraste abierta? —Indaga. —Porque si es así deberíamos ponernos a revisar si nos falta algo. Porque si estaba abierta cuando llegaste alguien debió meterse. —Establece. — ¿Estaba abierta? —Consulta enderezándose, rápidamente niego.

—No, es solo que cuando llegue vi la del vecino del lado abierta y pensé en nosotras. —Digo al instante, no quería preocuparla. Edwin me ha mentido. Y ahora su visita no solo me resulta extraña y turba sino también preocupante. Definitivamente debo confrontarlo y exigirle explicaciones. Aunque, a decir verdad, no quiero tener que cruzarme con él de nuevo.

—Bueno ya. No me evites el tema y dime. ¿Qué paso con Aidan? ¿A dónde fueron? ¿Qué hicieron? —Curiosea con picardía.

—Primero que todo no hicimos nada, así que deja de pensar mal. —Señalo. —Y respondiendo tu otra pregunta, él está conmigo en literatura y pues, nos tocó hacer un trabajo juntos, del cual casualmente aún no hemos hablamos. —Comento pensativa al acordarme. —Cuando terminó la clase decidí hablar con él sobre la asignación, sin embargo, él estaba un poco raro, y tú sabes cómo soy yo de intensa, así que a pesar de ello decidí seguirlo e insistirle, pero de repente se alteró, me grito y...

— ¿Te grito ese imbécil? —Repite Hanna con ceño fruncido interrumpiéndome.

—Sí, pero relájate. —Me apresuro a decir. —Me gritó porque creo que lo saque de quicio, pero luego se disculpó... El fin es que todo fue raro, y de una manera u otra terminé subiéndome con él a su moto. Me llevó a un acantilado...

—Espera ¡¿Qué?! ¿Aun qué?

—Acantilado. No me preguntes cómo o por qué, porque no lo sé. Solo me dijo después que fuimos a pensar, y literalmente se sentó a la orilla del abismo, y empezó a pensar, durando ahí ensimismado por más de tres horas, que para cuando lo hice reaccionar ya era supertarde y estaba lloviendo. Nos mojamos. Todo fue superraro, pero no pasó nada. —Finalizo. Hanna me observa con una expresión de incredulidad.

— ¿Me estás diciendo, que dejaste que un chico que no conoces y tiene una reputación horrible te llevará a un acantilado y para rematar te quedaste con él ahí, viéndolo "pensar" por más de tres horas? —Inquiere mientras sonríe con escepticismo.

—Sí. —Afirmo, provocando que esta empezará a reír. —Y lo peor no fue eso, sino que yo también lo hice. Me senté a su lado y permanecí por casi una hora pensando. —Le confieso, haciendo que esta ría aún más fuerte.

— ¿Sabes lo loco que se escucha lo que me estás diciendo? —Indaga mirándome.

—Sí. —Contesto, al momento de coger uno de los cojines del sofá y colocarlo sobre mis piernas, para luego empezar a acariciar este.

—Pero... ¡¿Pensando en qué?! —Pregunta ofuscada, mirándome aun si poder creerlo.

—Pues él, no sé. Pero yo, bueno... Él me había hecho una pregunta antes, que no solo me puso a pensar un buen rato, sino también recordar algo que mi mente ha estado tratando de olvidar. —Inicio con melancolía. —Me pregunto que si yo odiaba a alguien y por qué. —Revelo, y puedo ver como la expresión de Hanna cambia por completo. —Y pues, tú bien sabes que si odio a alguien muchísimo. —Digo jugando con mis dedos. —Sin embargo, también me hizo darme cuenta de que ya no solo no hablo del tema, sino que también lo estoy olvidando, es como si mi cerebro estuviera borrando poco a poco cada memoria que me queda, y lo peor es que lo está logrando, se lo estoy permitiendo. Ya no recuerdo muchas cosas, las fechas importantes se me van, los flashbacks de ciertos lugares que sé que son y fueron importantes apenas me acuerdo, y cada vez se me hace más difícil recordar lo sucedido y... Todo... —Finalizo con voz quebrada.

Un nudo se me ha formado en la garganta y una gran opresión ha invadido mi pecho, en cuestión de segundos, lágrimas de tristeza empiezan a brotar de mis ojos, y el primer sollozo se escapa de mis labios. Hanna quien se encuentra sentada frente a mí rápidamente se pone de pie y sienta mi lado, abrazándome, rodeándome con sus brazos, dándome confort.

—No llores que me vas a hacer llorar a mí. —Susurra con voz débil. — Sabes que no soporto verte llorar. —Establece abrazándome con fuerza, hundiendo su cabeza en mi cuello. Puedo sentir pequeñas gotas deslizarse por mi cuello. Está llorando, y sus lágrimas solo intensifican las mías. Me apoyo en ella y empiezo a llorar cada vez más fuerte, la aflicción me invade y las ganas de llorar y desahogarme se apoderan de mí, tenía mucho que no recordaba, que no lloraba y lamentaba.

Durante un largo tiempo estuve llorando sin parar, Hanna quien a pesar de querer apoyarme solo pudo llorar conmigo, el recordar hace imposible hacer algo más que eso. Me duele el pecho y mi garganta, no soporta más, mis ojos pican y me es difícil respirar, hacía tiempo que no lloraba así, a pesar de lo mal que me siento no tengo las fuerzas de parar, solo me queda soportarlo. Lentamente Hanna se aleja y levanta la mirada, sus ojos están rojos y lágrimas aún se deslizan por sus mejillas.

—Ya basta. No lloremos más. —Exclama. —Esto no está bien. No nos hace bien. —Establece al momento de limpiar sus lágrimas, para luego tomar mi rostro entre sus manos y empezar a limpiar las mías. —Deja de llorar. El recordar solo te hace daño, quizás tu cerebro tiene razón, para que conmemorar algo que te destruye, hay cosas que es mejor olvidarlas, porque recordarlas solo hace más difícil la realidad, y lo sucedido es una de esas cosas. —Argumenta y niego.

—No Hanna. —Sollozo. —No puedo olvidarlo. Yo no puedo borrar los recuerdos ni lo sucedido. Yo no puedo incumplir mi promesa, no puedo. —Refuto.

—Sabes que es lo mejor, recordar no sirve de nada si al hacerlo no aprendemos o nos hace feliz. Tú no puedes hacer nada. Nadie puede, así que para que atormentarte ya. —Insiste, limpiando las pequeñas lágrimas que se deslizan por mi rostro. —Mejor cambiemos el tema ¿Sí? —Pide, al momento de tomar una de las servilletas limpias que trajo las pizzas y secar mi cara. Una vez hecho eso, Hanna toma mi rostro entre sus manos y empieza a jugar con mis cachetes mientras hace gestos extraños lográndome hacer reír. —Así te ves mucho mejor.

—Te amo.

—Y yo a ti. —Dice riendo, le correspondo la sonrisa. —Bueno ya, cambiemos el tema, ¿Te gusta Aidan? —Pregunta sin más mirándome. Me alejo un poco y acomodo en el sofá de modo que quedemos frente a frente mirándonos.

—No lo sé. —Digo cabizbaja encogiéndome de hombros, al mismo tiempo empiezo a acariciar uno de los cojines.

—¿Cómo que no lo sabes? Si no lo sabes significa que si lo sabes. —Establece. —En temas como los sentimientos las cosas funcionan así. —Explica en el momento que elevo la mirada para verla. —A decir verdad, me gusta, quizás te haga bien, ya sabes tener un novio, entretenerte. Aunque siéndote honesta, si estoy un poco celosa, tú no que buscabas y ya tienes novio y yo que si estaba buscando no tengo a nadie. —Menciona haciendo una mueca.

—No es mi novio. Y no tienes, porque no le haces caso a nadie. —La acuso.

—Es que los que se me insinúan no me gustan —Dice haciendo una expresión de desagrado. —Pero dime, ¿Es cierto lo que dicen de él? Porque la verdad es que he estado escuchando más rumores sobre él, y no son para nada bueno he de señalar. —Curiosea.

—No te sabría decir, no he hablado mucho con él la verdad, pero por lo poco que he llegado a ver y hablar, a mí no me parece malo, al contrario, se me hace un chico además de guapo, agradable, y atento hasta cierto punto. —Confieso. —No sé cómo explicarlo, cuando estoy a su lado me siento extraña y hago cosas que quizás con cualquier otra persona no haría, como sentarme a la orilla de un acantilado. —A punto. —Es raro, me llena de nervios, pero no precisamente de miedo. Me siento bien y segura con él, es como si supiera que nada va a pasarme a su lado, aunque a decir verdad... Me dijo eso. —Digo pensativa al recordar sus palabras. —Trato de creer lo que dicen y sentir miedo, pero me mira y simplemente no puedo, él de algún modo me da seguridad, y no lo sé, me gusto pasar tiempo con él, escucharlo, cuando habla, el tono de su voz, la forma en que me mira es... —Hago una pequeña pausa mientras busco las palabras adecuadas, pero no las encuentro. — ¡Ay no lo sé Hanna! Sé que se escucha loco, pero de verdad no sé qué me pasa. Tienes que verlo sonreír, se ve supertierno, no da para la apariencia de ese chico que describen todos, sus ojos...

— ¡Ay te encanto! ¡No te gusto, te volvió loca! —Exclama entusiasmada mirándome con asombro interrumpiéndome, no puedo evitar ruborizarme al escucharla.

—No lo sé, quizás. Es solo que... Me agrada, me parece lindo y atento. Me es un poco difícil creer lo que dice los demás de él. —Confieso mientras juego con mi cabello.

—Entonces ¿Piensas que es mentira y que la gente exagera? —Cuestiona Hanna mirándome.

—Es que no lo sé, no conozco, no puedo afirmarlo. Pero entiendo por qué la gente puede llegar a sentir miedo de él. O sea, es un hombre alto, fuerte, grande en todos los sentidos, y los tatuajes que adornan su cuerpo, sea como sea, pueden llegar a intimidar a simple vista. Es decir, yo también me sentí intimidada por él cuando lo conocí, y sé que es incorrecto, pero al mismo tiempo normal sentir esas emociones. —Expongo, Hanna me observa y escucha con atención, analiza mis palabras en silencio. — ¿Me entiendes? Es natural que si un hombre así, que siempre está serio, se te acerque o te grite con esa voz ronca y grave que tiene, asustarse. Aunque sé también puede ser que simplemente no lo conozco, o que él quizá no me haya mostrado su verdadera forma de ser. —Declaro dudosa.

—Asimismo puede ser que le gustas y no quiere quedar mal frente a ti. O solo que no le has hecho nada para que te trate mal. —Argumenta Hanna mientras acaricia su cuello.

—No lo sé, quizás. —Murmuro pensativa.

—Bueno yo solo te digo que estés pendiente y que no te confíes ni ilusiones, al menos no tan rápido. Trata de conocerlo y averiguar si es cierto, porque, sea como sea, si muchos dicen lo mismo algo de cierto debe tener. —Aconseja y asiento.

—Lo sé.

—Tú sabes que te apoyo, y si él resulta bueno y te trata a ti bien, pues al diablo lo que digan los demás.

— ¿Y si me trata bien a mí, pero resultan ser ciertos los rumores? —Interpelo.

—Pues al diablo, ¿A quién le importa? Lo importante es que te trate bien, que te respete y quiera. Lo demás pueden irse directo a hundirse con el Titanic. —Enuncia con desinterés.

—Hay actitudes y comportamientos básicos que, si son importantes, y resta mucho el no tenerlos a cualquiera. —Sostengo.

—Bueno como sea, primero averigua y luego actúas. Si ves que es malo, pues te alejas, lo mandas lejos por correspondencia a china y te buscas otro. Recuerda que hombres es lo que más hay. No hay porque agobiarse por uno solo habiendo tanta carne fresca circulando por las calles. —Establece con tranquilidad, no puedo evitar reír ante su ocurrencia.

—Tienes razón. —La apoyo acomodándome.

—Por supuesto que la tengo, siempre la tengo. —Se alaba echando su cabello para atrás. —Pero dime, ¿Realmente no pasó nada entre ustedes? —Curiosea subiendo y bajando las cejas mientras hace una expresión traviesa.

— ¿Por qué la pregunta? ¿Y es cara? —Indago sonriendo confundida.

—No lo sé, solo que cuando baje vi algo, pero no estoy segura si vi bien o no. —Insinúa, no puedo evitar sonreír nerviosa.

— ¿Qué viste? —Pregunto desviando la mirada mientras acaricio el cojín.

—No lo sé quizás... A ti y a Aidan besándose apasionadamente bajo la lluvia en plena calle, sin preocupación de ser vistos. ¿Vi bien? —Suelta sin más. Simplemente asiento cabizbaja avergonzada. —Y... ¿Qué tal besa? —Cuestiona al instante, no le contesto. — ¿Besa bien? —Insiste luego de unos segundos.

— ¡Qué te importa! No harás nada con esa información. —Chillo, a lo que esta arruga la cara molesta. —Sí. Muy bien. —Afirmo rendida cubriendo mi rostro con mis manos, luego de un par de minutos en los cuales Hanna solo se dedicó a mirarme con la misma expresión.

— ¡Ay picará! —Exclama burlona golpeándome ligeramente. —Bueno esta conversación me gusto, tuvo un poco de todo, pero ya debo irme a dormir. —Avisa estirando sus brazos al techo, al mismo tiempo que suelta un bostezo.

—Tan temprano. —Exclamo sorprendida al momento de elevar la mirada. Apenas son las diez, lo cual es bastante temprano para ella.

—Sí, mañana debo entrar más temprano al trabajo, por lo que no podré venir a casa a descansar, además llevamos varias noches durmiéndonos tarde, tú también deberías acostarte. —Manifiesta y tiene razón. —Bueno yo ya me voy. Tengo sueño. ¿Recoges eso? —Inquiere señalándome la mesita, en la cual están las cajas de pizza y demás. Asiento encogiéndome de hombros. —Perfecto. —Susurra, mientras bosteza. —Buenas noches. —Se despide al momento de ponerse de pie, para luego dirigirse a su recámara.

Hanna se marcha y por unos minutos permanezco sumergida en mis pensamientos. La escena de aquel beso que mi amiga me ha hecho acordar, se ha apoderado de mi mente, sin embargo, la sensación no es la misma, ya que se ve mezclada con aquellos recuerdos que mi mente está tratando de olvidar. Aquellos que me lastiman y hacen sentir culpa y remordimiento. En el momento que siento mis ojos cristalizarse sacudo con fuerza mi cabeza. Hanna tiene razón culparme o lamentarme no me servirá de nada, y quizá sea mejor simplemente olvidar todo por completo.

Me pongo de pie y empiezo a limpiar y ordenar la sala. Una vez término me voy a mi habitación. En el momento que me acuesto en mi cama dispuesta a buscar la mejor posición para dormirme mi celular empieza a vibrar y sonar a la entrada de varios mensajes seguidos, por lo que lo tomo de la cómoda en el cual lo tengo cargando. Tenía varios mensajes y llamadas perdidas. Todas las llamadas y cinco mensajes por parte de Hanna, dos mensajes de mis padres saludándome y preguntando por mi día y cuatro mensajes de un número desconocido.

Le contesto a mis padres, y me disculpo por la tardanza, para así no correr el riesgo de olvidarme, si no lo ven hoy, pues podrán verlos mañana. Veo los mensajes de Hanna literalmente peleándome, y luego reviso los del número desconocido. No puedo evitar fruncir el ceño al ver lo recibido.


Mensaje de Número desconocido.

«Foto». Tomada de no muy lejos, en la cual aparecemos Aidan y yo besándonos.

«Espero que te haya gustado mucho el beso, linda; pero más te vale mantenerte alejada de Aidan si no quieres salir muy mal de eso».

«PD: Hazle caso a Edwin, es un imbécil, pero tiene razón. No lo dijo por mal y créeme que se arriesgó al decirte eso».

«PD2: Buenas noches, niña de ojos de cielo».

Fin del mensaje.


Mientras escrutaba la foto y los mensajes no sabía qué pensar acerca de ellos. Alguien me estaba espiando, o advirtiendo sobre Aidan. Sin importar cuál de las dos opciones era la acertada, quizás ambas, no dejo de perturbarme el hecho de que esa persona no solo consiguió mi número de teléfono, sino que también sabe dónde vivo. La idea de quizás se trataba simplemente de una broma no me tranquilizo en absoluto porque de serlo no solo era de muy mal gusto sino preocupante, ya que no solo me sabe mi número y dirección, sino que sabe o escucho de alguna manera mi plática con Edwin.

En estos momentos me siento inquieta y nerviosa la idea de que alguien me esté observando me asusta, observo las ventanas de mi cuarto y me levanto rápidamente a cerrar estas. Vuelvo a mi cama esta vez sentándome sobre esta y analizo nuevamente los mensajes. Mi mente se encuentra procesando, analizando y generando todo tipo de hipótesis y explicaciones. Aidan y Edwin definitivamente no son, ya que la persona los menciona, además ninguno de ellos posee mi número, al menos que yo sepa. Y por otro lado Alan tampoco es, porque ya he intercambiado número con él y no es.

Después de unos minutos de solo pensar y suponer, decido sencillamente responderle el mensaje y preguntarle todas las inquietudes que tengo, no obstante, mientras me encuentro escribiéndole, otro mensaje me llega, turbándome aún más.


Nuevo mensaje de Número desconocido.

«No te asustes. Soy de los buenos. No te agobies pensando en mí».

«Duerme tranquila, niña de ojos de cielo».

Fin del mensaje.


Leo el mensaje y solo puedo preguntarme ¿Quién diablos era esa persona y que quería de mí?



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Si la historia les gusta no olviden dejarme una estrellita 🌟 o un comentario 💬 aunque no lo crean eso me ayuda y ánima mucho. 😊

🎈 Capítulo decicado a erikitart gracias por votar y comentar linda.😊

¡Gracias por leer! (^̮^)

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