Ambrosía ©

By ValeriaDuval

23.9M 1.9M 907K

En el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
VETE A LA CAMA CON...
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
[2] Capítulo 01
[2] Capítulo 02
[2] Capítulo 03
[2] Capítulo 04
[2] Capítulo 05
[2] Capítulo 06
[2] Capítulo 07
[2] Capítulo 08
[2] Capítulo 09
[2] Capítulo 10
[2] Capítulo 11
[2] Capítulo 12
[2] Capítulo 13
[2] Capítulo 14
[2] Capítulo 15
[2] Capítulo 16
[2.2] Capítulo 17
[2.2] Capítulo 18
[2.2] Capítulo 19
[2.2] Capítulo 20
[2.2] Capítulo 21
[2.2] Capítulo 22
[2.2] Capítulo 23
[2.2] Capítulo 24
[2.2] Capítulo 25
[2.2] Capítulo 26
[2.2] Capítulo 27
[2.3] Capítulo 28
[2.3] Capítulo 29
[2.3] Capítulo 30
[2.3] Capítulo 31
[2.3] Capítulo 32
[2.3] Capítulo 33
[2.3] Capítulo 34
[2.3] Capítulo 35
[2.3] Capítulo 36
[2.3] Capítulo 37
[2.3] Capítulo 38
[3] Capítulo 1
[3] Capítulo 2
[3] Capítulo 3
[3] Capítulo 4
[3] Capítulo 5
[3] Capítulo 6
[3] Capítulo 7
[3] Capítulo 8
[3] Capítulo 9
[3] Capítulo 10
[3] Capítulo 11
[3] Capítulo 12
[3] Capítulo 13
[3] Capítulo 14
[3] Capítulo 15
[3] Capítulo 16
[3] Capítulo 17
[3] Capítulo 18
[3] Capítulo 19
[3] Capítulo 20
[3] Capítulo 21
[3] Capítulo 22
[3] Capítulo 23
[3.2] Capítulo 1
[3.2] Capítulo 2
[3.2] Capítulo 3
[3.2] Capítulo 4
[3.2] Capítulo 5
[3.2] Capítulo 6
[3.2] Capítulo 7
[3.2] Capítulo 8
[3.2] Capítulo 9
[3.2] Capítulo 10
[3.2] Capítulo 11
[3.2] Capítulo 12
AMBROSÍA EN FÍSICO
LOS CUENTOS DE ANNIE
EPÍLOGO I
EPÍLOGO II
EPÍLOGO III
📌 AMAZON
📌 BRUHA • store

Capítulo 18

282K 20K 9.9K
By ValeriaDuval

IL PESO DI UN BACIO
(El peso de un beso)

.

—Por qué me tengo que poner tanta ropa para dormir? —cuestionó, cruzada de brazos, Jessica Petrelli.

Acaba de cumplir cinco años y su madre aún le ponía el pijama.

—Porque está haciendo frío —le dijo Irene. Estaban a mediados de febrero, a finales de invierno.

—Tengo mi edredón —refunfuñó ella.

—No es suficiente. Además, no querrás que alguien abra la puerta y te vea desnuda, ¿no?

La niña bufó. Su mami le había dicho —siempre le había dicho— que nadie debía verla desnuda, y mucho menos tocar su cuerpo, pero... se estaba más cómoda sin tanta ropa. Se lo había enseñado Anneliese, su prima —ésa tan rubia que no conocía hasta hacían seis meses (pero de la que había escuchado tanto, siempre, hasta el cansancio), cuando ella llegó a su casa—.

Su mami le había dicho que Annie y sus hermanos —esos primos de ojos tan claros y bonitos— iban a quedarse con ellos por un tiempo, le dijo que tenía que ser amable y compartir todo con ellos, y aunque al principio a Jessie no le gustó tener competencia en casa —los niños estaban bien, pero... ¿otra niña que iba a robarle la atención? Ya tenía suficiente con Lorena; sus abuelos parecían quererla más a ella, puesto que vivía con ellos— había resultado muy divertido tener a una compañera de juegos en casa.

Bueno, los primeros días, Annie no quería jugar con ella, pero poco a poco, los juegues rosados de Jessica, sus vestidos de princesas, sus alas de mariposas, sus unicornios y muñecas, y todas ésas cosas que ella había acumulado a lo largo de los años, terminaron por seducir a su prima, con quien jugaba el día entero... pero no en la noche, cuando ella se iba con su hermano. Anneliese se convirtió en la hermana que Jessica nunca había querido, pero a la cual ahora adoraba y quería sólo para ella y quería también ser como ella. Aunque de eso último Jessie aún no se había dado cuenta; en ése momento, sólo sabía que quería dormir sin ropa.

—A Annie sus hermanos todo el tiempo la ven desnuda —protestó, bajito.

—Ya te he dicho que Annie no tuvo quién le dijera que eso no está bien —Irene encontró un par de peludas y brillantes calcetas, de color rosa fiusha, en el cajón—. Por eso estamos intentado que ella use pijama, ¿verdad?

—... Sí —murmuró apenas, entre dientes.

—¿Quieres darle mal ejemplo, entonces, durmiendo desnuda?

Jessica se tiró de espaldas en su esponjosa cama, con los brazos abiertos; su madre le tomó un pie para ponerle la calceta y ella se encogió de hombros:

—¿Qué más da si lo hago o no? Ni siquiera duerme conmigo —se quejó.

—Ella se siente más segura con su hermano —le explicó Irene, poniéndole la otra calceta.

Jessie suspiró:

—¿Puedo dormir esta noche con Annie? Matt ya no duerme con Angelo.

Irene se rió. Matt y Ett habían tenido una conexión instantánea, y tan fuerte, que Matteo se había mudado definitivamente a la habitación de su primo —Ettore había sido el compañero que Matt nunca tuvo en su propio hermano: con su primo tenía gustos en común, juegos..., y a él le sí entendía todo lo que le decía—.

—Sí. Sí puedes —concedió la mujer.

Y la acompañó a la habitación azul, con decorado de aviones, y a penas verla, Annie se metió rápidamente a la cama, con su hermano, para que su tía no la viera únicamente en bragas —ella no sabía por qué estaba mal no llevar ropa, ella siempre había andado así, en su casa, pero a la tía Irene no le gustaba—.

Irene fingió no darse cuenta para no incomodar esa noche a ninguno. Ya por la mañana volvería a meterla en un vestido y ponerle zapatos.

—Buenas noches —les deseó, antes de cerrar la puerta, pero regresó para pedirles que se durmieran.

Y confiando poco en ellos, se quedó un momento del otro lado, escuchando a su hija pedirle a Annie dormir juntas.

Naturalmente, no vio a su sobrina saltar de la cama, dispuesta a jugar, pero perder la sonrisa al instante, al comprender las intenciones de su prima: ¿quería ella dormir en la misma cama? Annie quería dormir con Angelo y, si dormían juntos los tres... la realidad es que ella no quería que otra niña durmiera con su hermano. Por su parte, Angelo no se lo había dicho, pero desde que habían llegado a esa casa —desde que Irene obligaba a Annie a dormir con Jessica— él no podía dormir bien. No, si ella estaba lejos.

—Está bien, Annie —concedió Angelo a su hermana, al notarla contrariada. Estaba bien si ella dormía esa noche con Jessica, de cualquier manera, estaban en la misma recámara.

Y las niñas se metieron a la cama abandonada de Matt, pero sólo Jessica se durmió, mientras hablaban. Entonces Annie se levantó con cuidado y regresó a la cama de su hermano.

—Creí que nunca iba a dormirse —se quejó él.

El mes anterior, él había alcanzado los seis años y, en menos de cuatro meses, Annie los tendría también.

La rubia se rió:

—¿Me haces cosquillas? —pidió a su hermano.

—No. Tengo sueño.

—Anda —gimió ella, formando un puchero con sus labios.

—No.

—Ay —Annie, quién estaba arrodillada, se dejó caer de cara sobre su almohada, dejando el trasero levantado.

Angelo se rió y le dio una nalgada suave. Ella bajó rápidamente el trasero y se rió, acostada boca abajo aún, volviendo el rostro hacia él.

—De acuerdo —accedió finalmente el niño.

Habían pocas cosas que negaba a su hermana.

Se sentó y le apartó los cabellos rubios de la espalda, descubriéndole los hombros y, mientras recorría su piel dorada con las yemas de sus dedos, comenzó a repartirle besitos desde la nuca hasta la base de la espalda. A Annie se le erizó la piel, se estremeció y él paró. Se dejó caer a su lado y Annie se quejó:

—Un poquito más —le suplicó, volviéndose hacia él.

—No.

—Por favooor.

—Estoy cansado, Annie.

—Te voy a morder.

—Hazlo.

Ella suspiró y se giró, boca arriba, con los brazos extendidos; el derecho quedó sobre su hermano. Él se rió y se incorporó, utilizando su codo izquierdo como soporte.

—Sólo un poco —accedió... de nuevo.

Annie le lanzó un beso y él se inclinó para que se lo diera en la boca.

Esta vez, la recorrió únicamente con sus yemas. Deslizó sus dedos, de manera muy suave, desde la cara, pasando por el cuello, recorriendo en zigzag todo en pecho, el vientre que se tensó al tacto, y siguió bajando; acarició con sus yemas, y a través de las bragas blancas, la entrepierna femenina, la acarició de arriba abajo y ella abrió las piernas, entonces él bajó al interior de los muslos y los acarició ambos, antes de volver a subir hasta el rostro.

No la tocado acariciado de manera distinta en ninguna parte. Era una caricia suave, que cosquilleaba la piel en todo lo que él alcanzaba, desde su lugar. No había nada más en eso. Ellos tenían sólo seis años... pero Jessica se quedó muy confundida.

Cuando Annie se levantó, un momento antes, para ir a la cama de su hermano, la había despertado, pero ella no tomó verdadera conciencia hasta algunos segundos luego.

No dijo nada porque estaba viendo a sus primos. Ellos eran tan raros. Su mami decía que no era correcto andar por ahí, en ropa interior, pero Annie andaba siempre en bragas; también había dicho su mami que nadie, nadie, nadie, absolutamente nadie y por ningún motivo, debía tocar a una niña o a un niño ahí abajo. Y ahora veía que su prima...

¿Eso que ellos hacían estaba bien?

Annie y su hermano eran tan raros, pensó Jessica.

Lo pensó entonces.

Lo pensó de nuevo a los diez años —once para ellos—, cuando supo que aún se duchaban juntos y... lo pensaba ahora, que tenía quince.

*

Si fuese algún otro ser humano, cualquier otra persona y no Anneliese, Angelo Petrelli le habría dado un golpe en la cabeza, con la esperanza de que le hicieran contacto las neuronas... pero era Annie.

Su Anneliese.

... su hermana.

Su inocente e indiscreta hermana.

Su hermanita.

Por eso fue que él sólo se urgió a callarla, sintiéndose desesperado y temeroso: Jessica era aún más inoportuna que Annie.

—Eh —comenzó Jessica, un poco nerviosa; sus ojos color miel fueron de los grises a los azules y de regreso—. Sí —había sido muy evidente que se obligó a hablar. Parecía realmente confundida—. Vamos a ir con Lorenzo. ¿Y tú?

—Sí —mintió él; no tenía realmente planeado absolutamente nada, además de quedarse en casa, cuidando de su hermana. Justo por eso es que él no iba a jugar aquel día—. Claro.

—Pues te estás tardando —siguió la muchacha—. Ya casi llega mi mamá. ¿O no te vas a ir con nosotras?

—No. Yo me voy más tarde —aseguró y, al marcharse, no miró a Annie ni para decirle «torpe», sin palabras..., aunque justo eso era lo que pensaba, pero no sobre ella: sobre él mismo. Él tenía la culpa de eso. Él tenía la culpa de todo: de que Annie se hubiese percatado de lo que él sentía, de que Lorena los hubiese sorprendido besándose y, ahora, también de que Jessica los escuchara. Todo era su culpa. Lo era por no poder reprimir lo que sentía por su hermana y, sobre todo, por lo que ahora sucedía con ella...

No tenía idea —verdaderamente no lo entendía— del porqué Annie estaba... haciendo lo que hacía —buscándolo, besándolo—, pero eso no estaba bien. No lo estaba porque ella era su hermana y porque, de seguir con eso, toda su familia iba a darse cuenta.

En el corredor, en una mesilla, al lado de un florero que contenía dos docenas de rosas blancas, estaba un marco de plata, con una fotografía de Raffaele abrazando a una Anneliese que no debía tener ni ocho años; ella sonreía y él la besaba con evidente veneración —Raffaele adoraba a su niña—. Sintió escalofríos.

Lo mejor que podía hacer —lo único que podía hacer—... era terminar con eso.

//

—¿De qué beso hablabas? —preguntó Jessica, en voz baja, mirando la espalda masculina y bien trabajada, de su primo hermano, mientras éste andaba hacia su recámara.

Annie sentía el corazón acelerado. ¡Vaya error había cometido! ¿Angelo estaría muy enojado?

—En la fiesta de los gemelos —se escuchó decir, luego sacudió la cabeza y se encogió de hombros, como si no tuviese importancia—. Ya luego. Angelo y yo nos encontramos cuando él estaba yéndose, en la mañana, y me tiró un sermón sobre las drogas y hasta me dio un beso —arqueó sus cejas rubias, ligeramente oscurecidas por una sombra color chocolate que Jess le había puesto; se rió—. Se puso en modo «Hermano mayor» —volvió a reírse. La risa le tembló—. Quería justificar de alguna manera el meterse siempre en mis cosas —concluyó y, al momento, supo que Jessica no le creía nada; había sólo desconfianza en sus ojos color miel.

Y así era: no le creía, pero asintió, fingiendo aceptarlo, fingiendo que no recordaba la mañana posterior a la fiesta, cuando bajaron a desayunar y Annie preguntó por su hermano, quedándose sorprendida y decepcionada de que él, en algún momento, se hubiera marchado.

Jessica Petrelli sonrió y miró una vez más hacia la recámara de su primo. Dejó que Annie entrara al cuarto de baño sin preguntarle lo que quería —¿llevaría un bolso dorado o uno de conejo?—; ya ni siquiera se acordaba de lo que había querido preguntarle.

*

—Qué bueno que mi tía Gabriella al fin dejó jugar fútbol a Lorenzo —comentó Jessica a Lorena, sentándose a su lado en las gradas del campo donde se celebraría el partido—. ¿Qué la hizo cambiar de opinión?

Gabriella Petrelli sabía de la afición de su hijo por dicho deporte, sin embargo, la hemofilia que Lorenzo padecía le hacía temer algún incidente; él tenía hemorragias con facilidad.

Ahm —Lorena frunció el ceño, pensándolo—. ¿Que tal vez no lo sabe? —tanteó—: Ella se fue a Roma con sus hermanos y Lorenzo se aprovecha del pequeño descuido materno.

»Mi mamá lo trata como a un niño y él se comporta como tal —lo justificó.

Annie se limitó a sonreír; no había podido relajarse desde que habló con Angelo. Jessica abrió una caja de pockys sabor fresa.

—¿También mi tía Gabriella está con ellos? —preguntó, convidando de sus galletas—. Parece que ellos están haciendo algo grande, ¿eh? Escuche a mi papá decir que no es precisamente restaurante éste, sino un hotel.

Lorena la miró con interés y lo pensó por un momento. Costaba trabajo imaginar que una chica tan madura y elegante se había emborrachado tanto en su fiesta de dieciséis.

—Qué guardado se lo tienen —comentó—. Ya veo por qué el abuelo está molesto. De socios con el tío Raff —esto último lo dijo despacio, como si lo meditara.

—¿Molesto? —hasta entonces, la charla no había tenido interés alguno para Anneliese—. ¿Mi abuelito está enojado porque mis tíos tienen negocios con mi papá?

—Claro que no —soltó de inmediato Lorena, echándose los rizos color caoba detrás de la oreja—. ¿Cómo crees? Supongo que está enojado porque, si sus hijos inician sus propios negocios, entonces no cuidarán los de la familia —reflexionó—. Y ya una vez lo perdimos todo, ¿recuerdas?

Por supuesto que no lo recordaba, se dijo Annie, eso había ocurrido dos generaciones anteriores al nacimiento de Giovanni Petrelli, ¿cómo podría recordarlo ella? Pero lo sabía, claro. Los Petrelli no olvidaban ni perdonaban...

—Ah —se limitó Annie, pero sabía que su prima mentía; seguramente su abuelo sí estaba enojado porque Gabriella y Uriele tenían negocios con Raffaele (el excluido de la familia, el único que no trabajaba para él, al que ni siquiera le dirigía la mirada...). Era innegable que algo malo había pasado entre ellos. Y algo muy malo.

El partido comenzó y las chicas guardaron silencio. A los diez minutos, Jessica comenzó a bostezar y Annie a mirar en todas direcciones, buscando algo con que entretenerse —el fútbol las aburría tanto—; y así fue así como los vio.

En algún momento, Rita había dejado a las otras animadoras, en el campo, y ahora estaba sentada junto a Angelo, dos gradas detrás de Annie, aproximadamente a seis metros a la derecha.

Jessica y Lorena miraron en la dirección que la rubia, intrigadas por esa curiosidad que la hacía girar el cuello cual búho. La pelirroja se rió, bajito, y comentó:

—Pobre Rita. Ve a Angelo y se olvida de su propio nombre —no había ninguna clase de malicia en sus palabras, claro que no: ella era su amiga—. Esperemos que él pronto ceda.

Anneliese sintió una punzada en el estómago. ¿Qué cosa había dicho ella? ¿Ceder? ¿Exactamente a qué? ¿A acostarse con Rita, justo como ella quería? No pudo evitar mirar a su prima con desprecio; no se percató de que lo hizo.

Lorena perdió la expresión; fue algo tan sutil que Annie no se dio cuenta.

—De acuerdo, no —aceptó, algo intrigada por la reacción de su prima—. ¿Por qué no quieres a Rita? ¿Qué hay de malo con ella? —la segunda pregunta la dirigió a Jessica... y no. Era como si no quisiera hacer sentir interrogada a Anneliese... aunque justo eso hacía.

Mh —Jessica lo pensó por un par de segundos—. No sé. Simplemente no me gustaría que Angelo saliera con ella.

—¿Por? —siguió la pelirroja—. Es una persona increíble.

—Tal vez, pero... No la veo con Angelo. ¿Tú qué opinas, Annie?

—¿Yo? —la rubia dio un respingo. Recordó que ella, hacía un rato, la había escuchado hablando con Angelo (y que Lorena los había sorprendido besándose) y, sin darse cuenta, se puso a la defensiva—. ¿A mí qué me importa? Él puede hacer lo que quiera.

Los ojos verdes de Lorena, rasgados, oscuros, la escudriñaron.

—¿Te pasa algo? —le preguntó directamente. Lo que antes era sólo una sospecha, se había vuelto una confirmación—. Estás un poco tensa, ¿no?

—¿Yo? Para nada.

—¿Te volviste a pelear con él? —insistió.

Y en la paranoia propia de una persona culpable, Anneliese no advirtió que Lorena estaba siendo realmente persistente con el tema. En ése momento, para Annie —quien intentaba tranquilizarse—, su prima sólo era inoportuna. De quien temía —y con justa razón— era de Jessica.

—No —soltó, y quería decir algo más, pero no tenía nada que añadir y se escuchó tajante.

La pelirroja suspiró y miró hacia el campo, buscando a su hermano, o tal vez a su novio —ambos participaban en el encuentro—. Annie creyó que ella había renunciado, pero no fue así. Lorena, aunque con tono distraído y mirando a otro lado, continuó:

—¿Por qué han estado peleando tanto? —parecía sólo curiosear... pero Annie sabía que no era así. Lorena no era curiosa—. Hace poco no sabía dónde terminabas tú y comenzaba él —añadió, con una sonrisa, mirándola nuevamente a los ojos—, y ahora... —dejó su frase inconclusa.

Annie sintió el pecho pesado, las manos débiles y temblorosas, y el mismo desasosiego que cuando se bebía dos o tres razas de café seguidas.

—Ya basta —ordenó, algo ruda—. ¿Por qué peleas tú con Lorenzo? —inquirió a la pelirroja—. ¿O tú, con Ettore? —miró a Jessica.

Y a pesar de que eran preguntas retóricas, ambas contestaron:

—Yo no peleo con Lorenzo —soltó Lorena.

—Porque es un idiota —expuso Jessica, serena.

Annie suspiró. Sí, Lorenzo no peleaba con nadie —a no ser que hubiese un motivo realmente válido—. Y sí, Ettore era un idiota que molestaba a su hermana por mera diversión; pero eso también lo hacían Raimondo y, en menor medida, Matteo (aunque él lo hacía con cariño y luego la abrazaba, buscando su perdón); todos molestaban a Jessica por ser la más pequeña —en edad, porque en estatura era más alta que Anneliese— y explosiva. A ellos les encantaba hacerla enfurecer y chillar..., hasta que llegaba su madre y los regañaba a todos.

—¿Qué es lo que te molesta de Angelo? ¿La manera en que te trata? —intentó adivinar Lorena.

Annie frunció el ceño. En serio, ¿ella no pensaba dejarlo?

—¿Demasiado protector? —siguió.

—Sí —se escuchó decir Annie, brusca—. Eso. Luego del partido hay algo en casa del entrenador, ¿cierto? —cambió de tema sin siquiera disimular.

Lorena la observó por un segundo y aspiró, por la boca.

—Si ganan, sí —dijo, desistiendo finalmente—. ¿Vas a ir? Será en su casa, me parece.

—¿No era sólo para los del equipo y las animadoras? —terció Jessica.

La pelirroja se encogió de hombros.

—¿Tú irás? —tanteó Annie.

—No: tengo ensayo —Lorena Petrelli estudiaba actuación y, en estaba cerca su primera obra profesional, en el teatro.

—¡Ay, es cierto! —se emocionó Jessica—. ¿Cómo te va con eso?

—Pues... —comenzó Lorena.

Y mientras ellas hablaban, los ojos azules de Annie buscaron a su hermano... y a Rita, cogiendo por un brazo al muchacho.

—Creo que sí quiero ir a casa del entrenador —comentó. No se dio cuenta de que lo hizo ni de que las interrumpió.

Tanto Lorena como Jessica se percataron de la mirada que la rubia dedicaba a la animadora; intercambiaron miradas.

—Oye —comenzó la pelirroja—: Rita no le gusta. Ella me contó que él la rechazó de la manera más cruel que puedas imaginarte.

»Me sorprende que siga hablándole.

—¿En serio? —y quien respondió, fue Jessica—. ¿Qué fue lo que le dijo? — por algún motivo, sonreía.

—Que era una ofrecida —respondió Annie, seca—. Ya vengo —concluyó, se levantó y las dejó ahí.

Ambas continuaron mirándola, intrigadas, mientras ella andaba rumbo a los sanitarios.

*

—¿Por qué no acompañaste a Lore a su ensayo? —preguntó Jessica a Raimondo, bajando del autobús escolar.

—No le gusta que la vean ensayar —suspiró el muchacho.

—Pero Lorenzo la acompaño, ¿no? —notó Marcello.

Él y Angelo habían estado distanciados toda la semana, desde la fiesta de los gemelos. Su presencia ahí, junto a Raimondo, Jessica y Annie, se debía precisamente a que Angelo no estaba con ellos, sino unos asientos atrás... con Rita.

Anneliese no había podido dejar de mirar en su dirección. Ni lo notaba, ni le importaba, ni entendía cómo es que él pasaba de llamarla «ofrecida» a ser su mejor amigo.

—Privilegios de hermano gemelo —suspiró Raimondo, rió su propio chiste y luego sacudió la cabeza, para confesar—: ése fue el trato. O la acompaña Lorenzo o lo hago yo.

—¿Por? —siguió Marcello.

Anneliese permanecía ajena.

—El director —se limitó él—. Ese tipo...

—¿Mira demasiado a tu novia? —adivinó Marcello.

—Lore es muy bella —expuso Jessica, y su tono decía que no era ninguna novedad que los hombres estuvieran interesados por su prima.

Hm —Raimondo asintió, completamente de acuerdo: su novia era bellísima—. Lo es. Pero ése tipo mira de manera extraña a todos: tiene unos ojitos de loco que ponen nervioso —explicó, uniendo su índice y pulgar.

Marcello y Jessica soltaron una risotada —intentado imaginarse unos ojos chiquititos— que llamó la atención de Annie.

—¿Eh? —dijo ella, mirando a cada uno de sus acompañantes, por si hablaban con ella—. Perdón —se disculpó sin siquiera saberlo—, ¿me hablaban?

Raimondo se rió y bromeó con ella. Jessica la contempló en completo silencio.

*

El entrenador de soccer vivía en un departamento modesto, en el segundo piso de un edificio algo deteriorado, sin embargo, el lugar era amplio y sus treinta y ocho invitados pudieron acomodarse sin ningún problema.

La pizza llegó diez minutos luego que ellos y las chicas supusieron que el entrenador había llamado a la pizzería en el camino.

—Debe querer sacarnos de aquí cuanto antes —adivinó Jess, quien aún no terminaba de entender qué hacían su prima y ella en un festejo que era exclusivamente para los jugadores y las chicas que los apoyaban (y no en su casa, mirando doramas y comiendo ramen).

Realmente no entendía qué estaba pasando con su prima —con su mejor amiga—. No hacían muchos meses atrás que, al entrar al comedor, en el liceo —o a cualquier otro sitio con mucha gente—, se escondía detrás de ella, totalmente cohibida y, ¡¿ahora estaban ahí, en una reunión con los atletas y las chicas más lindas de la escuela?! Y como si eso no fuera ya lo suficientemente malo, ella sólo respondió:

—Sí —demostrando que ni siquiera la había escuchado.

Jessica frunció el ceño, ofendida, y miró en la dirección que Annie: vio a Rita coger un pan de ajo y morderlo, antes de ofrecérselo a Angelo.

//

«Ofrecida» pensó Annie, mientras su hermano mordía el palillo de pan. Sintió que se le revolvía el estómago; la saliva de Rita había entrado, una vez más, en la boca de su hermano, y... esta vez no sólo eso: él la había mascado, junto con ese pan asqueroso, y se la había tragado. Los gérmenes de Rita ahora estaban dentro de su ser.

Angelo buscó la mirada de su hermana; esta vez fue ella quien se volteó a otro lado, molesta.

—Hola, niñas —Carlo Yotti salió del departamento y se sentó junto a Jessica, en la escalinata que dirigía al tercer piso.

Él tenía las manos culpadas con dos vasos llenos de soda de cola, los cuales cubría con platos que contenían una rebanada de pizza, cada uno, y algunos palillos con aderezo.

—Decidí traerles algo antes de que todo se acabe —dijo, tendiéndoles los vasos.

—No. Yo no quiero, gracias —Annie torció un gesto al ver los (asquerosos) palillos.

Jessica sí cogió el suyo:

—Gracias —le dijo, aunque no tenía ninguna intención de comerlo. Lo hizo por educación y miró nuevamente a su prima: generalmente la amable era ella.

Carlo levantó una ceja.

—¿Eres de ésas que no comen nada para no eng... —preguntaba a la rubia, cuando dos chicos pasaron a su lado, corriendo, y lo empujaron, provocando que derramara la soda sobre Jessica.

Ella chilló. Él intentó disculparse.

—¡Cabrones! —gritó a sus compañeros.

//

—Voy a buscar con qué limpiarme —Jessica se levantó, sacudiendo sus manos mojadas de soda, y pasó entre los muchachos empujando a unos cuantos. Pensaba en lo idiota (y patético) que era ese festejo y se sentía casi furiosa con Annie. Naturalmente, la rubia ni siquiera lo sospechaba, pues estaba demasiado ocupada cuidando de Angelo. O al menos eso parecía, ya que, cada vez que la volteaba a ver, a su vez, Annie miraba a su hermano..., quien tenía un inusual interés en Rita, aquel día.

Ya estaban ellos de anormales..., de nuevo.

//

—¿Se habrá enojado mucho? —preguntó Carlo a la rubia.

Annie sacudió la cabeza, aunque sabía que la respuesta era afirmativa.

—No fue mi culpa —siguió él.

Y si hubiese estado menos concentrada en su hermano, ella le habría contestado algo como: «Da igual. Jess te va a odiar dos o tres días. No te preocupes», pero no lo estaba, así que sólo se encogió de hombros.

Él aspiró profundamente y luego arrojó el aire por la boca. Annie tosió discretamente; pensó en que Carlo no sólo debía ir al médico por su acné, sino también por su halitosis. Lo miró bien. Se preguntó, de nuevo, qué en él atraía a las chicas. Entendía el por qué Rita —y ésas otras muchas chicas— estaba loca por Angelo (no comprendía su supuesto «amor», pero sí el motivo de su obsesiva atracción): él era guapo. Era impresionantemente apuesto, siendo así... ¿qué les gustaba de Carlo? Bueno, era amable, considerado, dedicado y siempre intentaba incluir a los demás.

—¿Qué pasa, desgraciado? —Fabrizio empujó al capitán del equipo de soccer, a modo de saludo.

Sin poder evitarlo, Carlo chocó contra Annie, pero la sujetó rápido y aventó a su amigo con algo de rudeza.

—Hace rato que pasaste le tiré el vaso de soda a Jessica, animal —le reprochó—. Voy a mojar también a Annie.

Otro jugador de fútbol, que Annie conocía sólo de vista, añadió al tema, riéndose:

—Mójala y Angelo te va a romper el hocico, como a Fabio.

Fabrizio arqueó las cejas y concordó con él:

—Cierto. Y luego te van a expulsar a ti —se quejó.

Annie detectó verdadera inconformidad en su voz y, sin darse cuenta, frunció el ceño.

—Ay —suspiró Carlo, irritado—. No le hagas caso, Annie —él también pareció percatarse de la maldad en su tono—. Así es Fabrizio de baboso.

—Sí —lo apoyó el otro chico, y poniéndole una mano sobre el hombro a Fabrizio, continuó—: mejor ve y díselo a Angelo y no a su hermana. ¿O no, Angelo?

Fabrizio volteó rápidamente hacia atrás, asustado, buscando al Petrelli, pero ahí no había nadie. O al menos no estaba Angelo.

Carlo y el otro muchacho se burlaron de Fabrizio, con ganas. Uno de ellos incluso aplaudía. Anneliese no lo notaba: cuando el futbolista comenzó a hablar sobre su hermano, los ojos azules de Annie, automáticamente, lo buscaron y... ahí se quedaron, mirándolo coger a Rita por la nuca, con una de sus manos, y acercarla a él, para luego inclinarse... hasta alcanzarle los labios.

** ** ** ** ** **

Ay, Angelo :'c

Gracias por leer.


Continue Reading

You'll Also Like

111K 5.4K 26
Hebe Ibsen Vinter, es una chica reservada sin amigos a causa del abandono de su papá cuando tenía once años. Siete años después regresa para llevarl...
36.1K 1.6K 18
Jeongin siendo el Omega más coqueto y lindo no ayuda mucho para changbin. En el sexo con él no se puede ser amable. Changbin top Jeongin bottom ¡18+...
9.6K 684 26
Una chica llamada Kate Michaelis entra en la academia más famosa e importante del país la academia Rose. Alli se encuentra a uno de los más famosos a...
81.3K 10.2K 65
Han pasado nueve años desde la última vez que Axel vio a Jane, y a partir de ahí su vida cambió por completo. La ha buscado por todas partes, en tou...