Despierto llena de sudor tras haber tenido una pesadilla sobre mis padres, mi cerebro ha recreado la muerte de mis padres, llevo muchos años despertándome así. Me levanto y me encuentro con un ayudante del Maestro.
- Tienes que lavarte, llevas así de sucia mil años, y no es agradable para los clientes. - dice, y me lanza una toalla y un cubo para llenarlo de agua - Rápido.
Salgo de ese horrible sitio y me lleva al balneario de la ciudad. Mucha gente me mira con pena, compasión, pero nadie hace nada. Nunca se han quejado, ni lo harán.
Me quito la ropa y entro en la gigante bañera. Todo mi cuerpo se relaja al instante, el agua está en una temperatura ideal.
Evito mirar mi cuerpo. Está lleno de moratones y cicatrices que parece que van a permanecer ahí para siempre. Siguen en el mismo sitio, van a seguir aquí, en mi cuerpo. Por lo menos estoy sola en toda la bañera. Cojo el jabón y me lavo el pelo, y seguidamente el cuerpo, con los ojos cerrados. No me gusta mirarme.
He tardado más de lo que esperaba, así que corro al vestidor y me pongo ropa nueva que me han dejado. Una camisa blanca y unos pantalones cortos. Demasiado cortos. Parecen más bragas que pantalones. Claro, para que los clientes se diviertan más.
Mi pelo ha quedado increíblemente suave, ése champú hace maravillas, sin duda. Pero pronto volverá a estar sucio, al igual que todo mi cuerpo. El aliento de los borrachos piratas invade todo mi cuerpo, y el olor a tabaco hace que mi pelo huela horriblemente mal.
Suena mi Den Den Mushi, y lo miro fijamente. No quiero hablar con nadie en este momento, pero es lo que tengo que hacer, estoy obligada.
- ¿Hola? - pregunto.
- Hoy vas a tener muchos clientes, espero que te portes bien. Si no lo haces... te arrepentirás.
Y cuelga. Su voz es horrorosa, asquerosa, todos los adjetivos malos que existen están dirigidos a su voz. Él es un ser despreciable.
Siento un horrible peso sobre mi espalda, me duele demasiado como para andar, y al llegar a la taberna, me siento sobre una silla rota. Entonces, entran al rededor de diez piratas gritando y bailando como locos.
- ¡Sake y cerveza! - grita uno.
Les sirvo. Sólo queda un barril de sake, ¿qué hago yo ahora si viene alguien a por más? Mierda.
- ¿No nos acompañas? - pregunta otro, cuando estoy a punto de volver a sentarme.
- Vamos, ¡bebe un poco!
Justo cuando estoy a punto de unirme a ellos, entra un chico de pelo verde. No consigo verle bien el rostro, ya que tiene un pañuelo verde puesto en la cabeza. Otro pirata, pero éste tiene un aspecto diferente, no se porque. Tiene tres katanas, y parece peligroso. Se pone frente a la barra, y le atiendo.
- Dame todo el sake que tengas. - dice, y deja dinero sobre la barra.
- Sólo tengo un barril...
- Está bien.
¿Está bien? Nunca antes me han dicho eso. Por primera vez un pirata no se queja ni me trata con desprecio, pero por ahora. Estoy muy sorprendida. Dejo el barril a su lado y empieza a beber. Le miro.
- ¿Qué pasa? - pregunta, confundido.
- ¿No quiere nada más?
- ¿Qué voy a querer?
Esto es muy raro. Pido disculpas, y me mira raro. Parece que es nuevo por aquí. Tal vez su técnica sea primero portarse bien y luego...
- ¡Oye! ¡Ven aquí! - gritan otra vez, y me siento al lado de un pirata.
- ¿Por qué no te quitas esto? - dice uno que está más borracho que todos los demás, señalando mi camiseta. Los demás afirman con unas risas.
- Eh... - empiezo a hablar, pero no me dejan. Un hombre me arranca la camiseta y me lanza sake a mi cuerpo.
El capitán saca el cigarro de su boca, y lo apaga sobre mi muslo. Siento cómo mi piel se quema poco a poco, y grito. No puedo hacer nada al respecto, nadie va a venir a salvarme. Los príncipes azules no existen en la vida real.
- Mirad como grita la muchacha... - añade el que más peligroso parece.
- N-no... - empiezo a hablar.
El hombre saca una pistola, y me apunta con ella. Mierda. Voy a morir porque soy una inútil y no puedo hacer nada al respecto. Pero no va a ser así.
De repente, el hombre aprieta el gatillo, pero el chico de pelo verde se pone frente a mí y corta la bala en dos con su enorme katana. Salgo corriendo a una esquina, antes de que todos mueran incluida yo.
Todos los piratas caen de uno en uno, llenos de sangre. ¿Cómo puede ser tan fuerte este chico? No lo entiendo. Me mira y se acerca hacia mí, y es entonces cuando recuerdo que estoy en sujetador. Tapo mi cuerpo con mis brazos, rodeándolo, me siento como una idiota.
- ¡¿Cómo puedes dejar que te hagan eso?! - más que preguntar, me grita.
Se quita el pañuelo de su cabeza, y al fin puedo verle la cara. Es bastante atractivo, pero me olvido de eso lo más rápido posible. Me mira fijamente, como si estuviese enfadado conmigo. ¿Quién es éste chico? No entiendo porque me ha defendido, nunca antes me ha pasado esto. Nunca he conocido a alguien tan...
De repente, se quita la camiseta blanca que lleva y me la lanza a la cara.
- Vístete antes de que te enfríes.
- ¿Por qué... me ayudas? - pregunto, al fin. Intento no mirar a su pecho.
- ¿Es que te han tratado así siempre?
No digo nada. Siento que si le digo que sí, se cabreará aún más. Nunca pensé que existían los piratas amables. Aunque, la verdad, no sé si es un pirata o no. Me pongo su camiseta, que, por cierto huele demasiado bien, aunque me queda muy grande.
- Gracias, pero... será mejor que te vayas.
- Responde a mi pregunta.
- Éste es mi trabajo. - por fin consigo decirlo.
- ¿Dejas que te traten así?
Cada vez se está acercando más y más hacia mi, y noto una presión horrible sobre mi pecho. ¿Qué me está pasando?
- No es de tu incumbencia. Odio a los piratas.
Me levanto, y empiezo a limpiar todo. Hasta que él me agarra de la mano. Ya está, su verdadera faceta ha salido a la luz. Todo era una mentira, después de todo, me usará como todos los demás han hecho.
Tira de mi mano y salimos de la taberna. Ninguno de los dos decimos nada, y algunos habitantes nos miran extrañados. No tengo ni idea de a dónde me va a llevar, pero no sé porque... confío en él. Su mirada... parece que de verdad está disgustado por cómo me tratan.
Está mirando a todos lados, creo que ya hemos pasado por la plaza unas tres veces, y estamos dando vueltas en el mismo sitio.
- ¿A dónde me llevas? - pregunto, después de pasar de la plaza principal por cuarta vez.
- ¿Dónde está el puerto?
- Por allí. - señalo, y empieza a andar hacia otra dirección - ¡Oye!
- ¿Qué pasa?
- Nunca antes he conocido a nadie con tan mala orientación... ¿Por qué quieres llevarme al puerto? Se supone que los clientes no pueden sacarme de la taberna.
- ¿Crees que te voy a utilizar para... algo? - pone los ojos como platos, y suspira - ¿Tengo cara de malo?
- La verdad es que un poco.
Intenta ponerse triste, pero no le sale y no puedo evitar sonreír. Hace meses que no sonrío. Este chico es especial... y fuerte. Después de varias vueltas, llegamos al puerto, y todavía no me ha soltado la mano. Al darme cuenta, noto mi cara más caliente de lo normal.
- ¡ZOROOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! - grita un chico con un sombrero de paja, de repente.
Nos acercamos a un barco enorme, que por cierto es muy bonito. Dentro de él hay muchas personas, y en lo alto del barco consigo ver una bandera pirata.
- ¿Quién es ella? - pregunta una chica con el pelo naranja.
- Ella es... - empieza a decir el del pelo verde, que al parecer se llama Zoro - ¿Cómo te llamabas?
- Lo siento mucho, pero... tengo que irme, sino-
Noto un pinchazo en la espalda. Cada vez que estoy en problemas, me duele. El Maestro se ha enterado de lo que he hecho, y estoy perdida. Mierda. No hay vuelta atrás. ¿Por qué me he largado con él? Nunca he tenido una idea tan estúpida.
Me caigo al suelo, y cada vez me cuesta más y más respirar. Pongo la mano sobre mi cuello. Ni siquiera puedo mantenerme sentada. Una especie de reno se acerca hacia mi, y mi vista empieza a nublarse.
- ¿Estás bien? - pregunta.
- No debería de haber venido aquí... siento un dolor horrible en la espalda.
Empiezo a levantarme, y a correr, pero en cuestión de pocos segundos me caigo. No puedo aguantar el dolor. Zoro apoya mi cabeza sobre su muslo, y el reno empieza a examinarme. Tal vez sea médico, pero no tengo ni idea.
- Ni se te ocurra salir corriendo de vuelta a ese horrible sitio. - dice Zoro, muy serio - Júralo.
- Zoro, no creo que pueda hablar ahora... - añade el reno.
Mis párpados empiezan a cerrarse, y no puedo mantener los ojos abiertos. Todo se vuelve negro, pero todavía puedo notar el dolor sobre mi espalda. Siento algo clavado en mi cuerpo.
No quiero morir todavía, quiero que me saquen de este horrible sitio, y si éstos piratas me ayudan, nunca podré agradecerles de verdad.
La luz invade mi visión, y cierro los ojos varias veces para acostumbrarme a la iluminación. Estoy en una cama, y el reno está vertiendo un líquido extraño en un pequeño vaso.
- ¿Estás mejor? - pregunta él, y asiento - Soy Chopper, el doctor de ésta tripulación.
- ¿Qué me ha pasado?
- Tenías esto en tu espalda. Es algo como un localizador, todavía no estoy muy seguro de lo que es.
Tiene un objeto cuadrado del tamaño de una moneda. Dios mío, ¿tenía eso en mi espalda? No recuerdo que me hayan metido eso.
Nunca perdonaré lo que me han hecho.