Lo primero que pasó a la mente de los cuatro jóvenes era que la chica era hermosa.
Pero no una hermosura que venía acompañada de joyas y maquillaje, sino una belleza natural.
Incluso Evie no pudo evitar sentir un poco de celos
Ellos vieron que Ben abrazaba a la chica con mucho cariño y cuándo él la soltó la siguieron sus padres le abrazaron igual, estaban unos metros detrás de ellos, el hada madrina y ella intercambiaron un par de palabras y esta hizo una reverencia hacia la princesa.
Carlos miró a sus amigos, ellos estaban atentos y firmes, él cargaba a Chico consigo, su mejor amigo debía acompañarlo en ese momento.
Vio cómo la chica sonreía y saludaba a los demás con una reverencia y la multitud. Al final vio cómo Ben la tomaba de brazos uno a dirigía a dónde los cuatro se encontraban.
—Chicos. —Anunció Ben cuándo estuvo en frente.—. Ella es mi hermana Astrid. Astrid, ellos son Mal, Evie, Jay y Carlos.
La chica les dedicó una sonrisa.
—Es un gusto por fin conocerlos. —Ella hizo una leve reverencia, llevaba un vestido azul claro hasta a las rodillas. —. Ustedes son los hijos de los villanos, ¿cierto?
Carlos escuchó eso ultimo, sin embargo él frunció el ceño, algo, no supo que le incómodo de eso. Él sólo asintió, al igual que lo hizo Evie.
—Soy Jay, hijo de Jafar.
—Soy Evie, hija de la reina malvada. —Evie hizo una reverencia a la princesa.
—Yo soy Mal, hija de Maléfica.
—Y yo soy Carlos, hijo... —dijo él antes de ser interrumpido por la voz de la chica.
—Adivino... Hijo de Cruella De Vil. —Dijo ella.
Carlos se sorprendió.
—Si... ¿Cómo lo supiste?.
—Bueno por que eres el único que estoy segura que seria capaz de tener el cabello teñido de blanco y negro.
Carlos frunció el ceño con disgusto.
—¡¿Que quieres decir?! —preguntó él rápidamente.
—¡Carlos! —le regañó Mal y le dirigió una de esas miradas de "comportate".
Él negó.
—Cierto. Mis disculpas princesa. —dijo a regañadientes.
—Sí, claro... —él escuchó eso y se tensó.
—Astrid... —murmuró Ben sorprendido.
—Oh lo siento... Disculpame a mi. —Dijo ella haciendo una reverencia. —he estado un poco cansada del viajes eso es todo.
Ahí fue cuándo Chico ladró.
—Oh... Y este amigo es... —dijo la princesa.
—Chico. —Respondió él de manera fría.
La chica trató de acercarse a acariciar al animal entre los brazos de Carlos pero este volvió a ladrar y ella retrocedió.
—Oh... Creo que no le agrado. —Dijo ella
Ben rió.
—No... A lo mejor es por que todavía tienes aroma de afuera.
—Sí... Tal vez eso. —dijo ella. Carlos no dejó de mirarla con el ceño fruncido
-Bien.-anuncio Ben.-Vamos al patio del instituto. ¡Hoy habrá un gran almuerzo!
Los chicos asintieron y vieron cómo el rey Adam y la reina Bella se unían a sus hijos y estos invitaban a los alumnos y maestros a pasar a la institución. Ellos les siguieron, menos los cuatro.
—¡Carlos! ¿que ha sido eso? —preguntó Evie indignada.
—¿Que, crees fue mi culpa?, ¡¿acaso no viste cómo se refirió a mi?!
—Sólo hizo un comentario de tu cabello, no es la gran cosa hermano. —Dijo Jay.
—Pero... —el chico seguía extrañado
—Dejalo así, Carlos. Está cansada por el viaje, tú lo escuchaste. —Evie le replicó.
—Sí... Y mejor comportarte. Hay que dar buena impresión.
Carlos trató de hablar pero Jay y Evie se fueron detrás de la multitud. Dejándole.
—¿Tú también sentiste algo raro? —escuchó la voz de Mal detrás de si.
Él se volvió a Mal.
—¿Que? —preguntó el peliblanco/negro.
—Soy hija de maléfica tengo el don de saber si algo no va bien —dijo Mal. —. Sentí algo raro cuándo nos llamó "hijos de los villanos''. Algo no va bien. Sólo que no sé que...
—¿Vas a decirle a Ben? —preguntó Carlos.
—No sé... Sabes que aquí es diferente a La Isla de Los Perdidos. Tal vez sólo sea mi imaginación.
Carlos asintió.
—Además tiene razón... Tu cabello es teñido. —Mal rió y se fue con el resto.
Carlos suspiró. Ahora estaba sólo con Chico.
—A ver amigo... ¿Que acaba de pasar? —dijo pero no obtuvo respuesta a cambio. —sip, a veces olvido que eres un perro.
Carlos tomó camino adentro del castillo que era la escuela.
***
—Bueno parece que han de servir las tartas de fresa. —Anunció el rey Adam.
Mal sonrió. Adoraba las fresas y le pareció genial que Astrid también, al menos sabía que había algo en común.
Ese sentimiento del cuál había hablado con Carlos había desaparecido. Tal vez había sido su imaginación. La hermana de su novio era agradable.
Por su parte el chico de cabellos blanco y negro veía a sus amigos y la chica nueva hablando elegantemente. El debía admitir que la chica era linda. Sin embargo esa incomodidad no se quitaba.
Y fue mayor cuándo la vio acercarse a él.
—Hola... Carlos. —le escuchó decir.
—Hola, princesa Astrid. —respondió él.
Ella sonrió. —Me disculpo por lo de hace un rato. Yo... Es extraño verlos aquí. En buen sentido. Veo que se han acostumbrado rápidamente.
—Sí... Creo que así es —dijo. —. Es muy diferente a La Isla de los Perdidos.
La mirada de la chica era seria.
—Sí... Yo me imagino que sí —dijo ella. —. Bueno, yo sólo me quería asegurar que no habían rencores
—No veo por que deberían. —Dijo él serio.
—Bien... Si me disculpas. Voy al baño.—dijo ella antes de levantarse e ir a dirección al baño.
Carlos la miró fijamente un par de segundos antes de perderla de vista.
Tal vez fuese y imaginación o no. Habia algo extraño con Astrid. Él lo sentía, y si daba el caso de que asi fuese él iba averiguarlo.
Por otro lado en el baño se podía ver a la joven princesa viéndose en el espejo. Sin embargo ella veía su reflejo detenidamente, el cuál mostraba sólo para ella y no para los demás su verdadero ser.
Alguien que no era Astrid.
***
—No van a salirse con la suya —dijo la joven directamente a los otros chicos que estaban al otro lado de la celda.—. Ellos van a darse cuenta que no soy yo.
Los dos chicos rieron.
—Voy a decepcionante pero Pearl ya esta bien colocada con tu familia y amigos y todos pescaron el anzuelo.
La chica sonrió.
—No van a conseguir la rosa de Auradon. Alguien va tener que darse cuenta de lo que está pasando.-ella recalcó.
—Y para cuándo eso pase, los hijos de los secuaces habrán logrado lo que los hijos de nos villanos no. —dijo el primero de los chicos. —Ahora la dejamos para que descanse, princesa Astrid.
Ambos hicieron una reverencia y salieron de la parte de la cueva. Astrid sabía que alguien iba a darse cuentan de lo que estaba pasando. Ella estaba segura.