Siempre mía

By CaroYimes

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Pobre Joseph, alguien debió advertirle que se estaba equivocando al contratar a Lexy como su nueva secretaria... More

1. Cuatro patas
2. Las mentiras de la novia
3. No confundas las cosas
4. Cuerda floja
5. Mordiscos
6. Debajo de la mesa
7. A jugar
8. Verdad que quema
9. Morir y no florecer
10. Desaparecida
11. Preocupado
12. Lo que Storni quiere
13. Íntimo
14. Adorable
15. Segundas oportunidades
16. Primera vez
17. Conmigo
18. Lo que quieres
19. Mundo pequeño
20. Protector, héroe y algo más
21. Polos opuestos
22. Encuentros matutinos
23. Enfrentamientos y amenazas
24. Tan todo
25. Primeros sentimientos
26. Bien y mal
27. Vivir sin vivir
28. Cansada de esperar
29. Sin criticar
30. Los dramas de Lexy
31. Mango
32. Juegos y expuestos
33. Vergüenza y hombres enamorados
34. La flameante Anne Fave
35. Un castillo para una princesa
36. De bestia a enamorado
37. El miedo y el amor
38. Advertencia
39. Nuevos caminos
40. Renunciar
Noticia
42. Mentirse a uno mismo
43. Piensa en ti
44. Las prácticas de Storni
45. Los sentimientos de Storni
46. El camino correcto
47. La familia Bouvier
48. Salvador
49. Indestructibles
50. La debilidad de Joseph
51. Tres cosas
52. Perfecta despedida
53. Flores y sorpresa
54. Ataque
55. Buscando lo que quema
56. Silenciosa venganza
57. Cuerpo y alma
58. La distancia como prueba de amor
59. Cumpleaños
60. Esa cosa que llamamos amor

41. Su chica

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By CaroYimes

La joven no alcanzó a reaccionar ante sus ejercitados movimientos del hombre y solo pudo dejar que sus manos tocaran su trasero, intentando mantener una cómoda posición mientras el hombre caminó con ella de regreso a la habitación, donde la cama esperaba a por ellos.

La recostó con cuidado encima del colchón y la muchacha estiró los brazos por encima de su cabeza y encogió las piernas, adoptando una sensual pose ante los ojos de Joseph; antes de alejarse para desnudarse, le chupó el abdomen y deslizó la punta de su lengua por la línea media de su cuerpo, llegando hasta su monte de venus, donde depositó un lento beso sin dejar de mirarla a la cara.

La joven no pudo respirar en ese entonces y apreció como su rostro se ruborizaba en cuestión de segundos.

Lexy sintió que Joseph era increíble, no existía otra definición para él, era todo lo que podía haber deseado y mucho más. Y menos mal que lo había encontrado, y justo a tiempo.

Se quitó el saco negro entallado con lentitud, se jaló la corbata del mismo modo e impacientó a Lexy, quien le dedicó un mohín desde su cómoda posición en el centro de la cama.

Ante la presión de la impaciente jovencita, apuró entonces sus movimientos y se bajó los pantalones junto con la ropa interior y aunque no esperaba nada de Lexy en ese momento, se quedó paralizado cuando la jovencita se sentó en el colchón, se acercó a él sin nada de vergüenza y se engulló toda la longitud de su miembro duro en la boca, recibiéndolo con su juguetona lengua y la fresca saliva que calmó ese intenso palpitar que sentía desde que había ingresado a la habitación.

Levantó las manos para tocarse el rostro y se derritió alrededor de su lengua húmeda y suave cuando la joven le chupó el pene con tanto ahínco, que sintió que era la mejor mamada que nadie la había ofrecido antes. Se olvidó entonces de todas las mujeres que le habían dedicado una chupada y solo fue Lexy la que se quedó con el primer lugar.

Gimió al ritmo de sus lengüetazos y quiso gruñir excitado cuando la muchacha le rodeó el glande con la punta de la lengua y le dedicó una serie de besitos que le parecieron tiernos, pero fuertemente placenteros.

No pudo contenerse y le cogió el cabello con un fuerte agarre y si bien no quería maltratarla en ese momento que admiraba, le folló la boca como tanto deseaba. Desde que la joven se había arrastrado por su alfombra, llevándolo a soñar despierto, a alucinar con su piel, con su boca, con todo lo que la componía.

La joven no refutó a sus brutas embestidas y recibió su miembro en su boca como tanto le apetecía. Se ayudó con una mano para empuñarlo bien y con la boca lo succionó al ritmo que Joseph arremetía contra sus labios abiertos y su lengua que lo absorbía gustosa.

—¿Te gusta? —preguntó Joseph, resoplando excitado. Lexy levantó la mirada para detallarlo desde su posición y el hombre tuvo que gruñir—. Joder, no me pongas esa carita, me vuelve loco —siseó y le liberó el cabello para dejarla seguir a su propio ritmo—. Sigue así, sí —gimió cuando la joven recuperó el control y dejó caer la cabeza hacia atrás, entregándose por entero a ella.

La vista era incomparable. Ella sentada en el filo del colchón, con las mejillas sonrosadas por el compromiso que le dedicaba a su labor, con los labios entreabiertos y succionándolo con entusiasmo. Parecía que lo disfrutaba, cuestión que lo calentó más y quiso llevar la cosa a otro nivel.

Aunque la joven parecía dueña de su miembro, consiguió abandonar su boca sin que ella protestara y rodeó la cama, apresurado por tenerla también.

Se recostó en el centro del colchón y se deshizo de todas las almohadas que solo entorpecían sus deseos.

Con una mano empujó a Lexy sobre su cuerpo y aunque la joven titubeó muchas veces de lo que debía hacer, se negó rotundamente a lo que Joseph deseaba cuando éste le pidió que se recostara sobre su cuerpo, colocándole el coño a la altura de la boca, de su rostro.

—No, me da vergüenza —musitó con las mejillas calientes y se meció de adelante a atrás en un par de oportunidades.

—¿Vergüenza? —preguntó Joseph y azotó su mano contra su culo, produciéndole una exquisita comezón que la dejó tiritando—. Olvídate de eso, Lexy, ya te dije que estoy loco por ti, que todo de ti me pone.

La joven soltó un sonoro suspiro y barrió a Joseph con su mirada. Le encantaba tenerlo así, desnudo y dispuesto para ella, además de erecto. Y aunque no sabía muy bien qué iba a recibir o a entregar, se subió a horcajadas en el cuerpo del hombre, mirándolo ruborizada por encima del hombro.

Era la pose más intimidante a la que había llegado jamás y lo que ella conocía del sexo y gracias a Esteban, quedaba enterrado bien en el fondo de sus conocimientos.

No tuvo que hacer nada y es que Joseph cogió sus caderas para acercarla a su rostro y boca, y aunque la jovencita estaba lista para escapar, se derritió sobre su pecho y abdomen cuando el hombre le comió el coño con un rápido lengüetazo.

Pasó la lengua cargada de saliva dejando que la misma escurriera por su piel. Se calentó más cuando la escuchó gemir y no pudo detenerse cuando la joven suplicó porque lo hiciera.

Usó sus dedos para separar los labios del sexo, para pasar su lengua de arriba abajo, recogiendo con la misma la humedad de Lexy, esa que demostraba lo mucho que le excitaba aquella ineludible posición.

La encontró deliciosa, una mezcla dulce de la que ya era adicto.

Sus manos recorrieron su empinado trasero y se deslizaron por sus torneadas piernas. La joven no escapó ni se movió y se rindió por completo cuando uno de sus gruesos dedos llegó hasta su trasero, incendiando otros puntos a los que Lexy jamás había buceado.

Fue entonces cuando quiso tocarlo también, quiso retribuirle todo ese placer que encendía en su cuerpo y se engulló su miembro con la misma hambre que había sentido antes.

Todo estuvo bien en ese momento y Joseph entendió que Lexy era su chica.

Le mordisqueó el monte de venus, para después acariciarlo con la punta de su lengua; la barba del hombre le rozaba la zona más sensible y aunque no estaba acostumbrada a ello, la estimulaba más que cualquier otra cosa; ella dibujó líneas invisibles con su lengua alrededor de su glande y bajó infinitas veces recorriendo toda la longitud de su erecto miembro con la punta de su lengua, llegando hasta el tallo y regresando para tragárselo completo.

Cuando lo sintió introducir uno de sus dedos en su sexo, no pudo contenerse más y gimió impudorosa, haciendo que el pene de Joseph vibrara entre sus labios.

Sus manos masajearon su mullido culo con placer y pegó su pelvis a su boca para llegar más hondo con su lengua.

Ella no resistió demasiado y tuvo que abrir la boca para gemir con más fuerza. Joseph le succionaba el clítoris con avidez y sus dedos largos se movían alrededor de su ano, estimulando todas esas partes olvidadas y no descubiertas.

Sin darse cuenta, Lexy movió las caderas para Joseph, siguiendo el ritmo de su lengua, esa que se hundía en su interior y recorría con premura hasta su clítoris, repartiendo algunas caricias que la enloquecían.

La muchacha se quitó el miembro desde la boca y solo pudo acariciarlo con la mano. De pronto le faltaba la respiración y si abría la boca solo gemidos se escapaban por su garganta.

—Joseph... —sollozó con la respiración trabajosa y apretó la base de su miembro con más fuerza. El aludido escuchó su nombre ahogado entre gemidos y suspiros y siguió comiéndole la vagina con dedicación, insistiendo más en su interior—. Me voy a venir... —gimió y tuvo que abrir la boca para no ahogarse.

Terminó gritando de placer. Él recogió su recompensa en ese minuto, satisfecho de lo causado en su cuerpo y sus brazos se enredaron por su pequeña cintura, mientras siguió lamiéndole la vagina con lentitud, alargando esa convulsión a la que acababa de someterla.

Ella se dejó envolver por ese espasmo que la golpeó de una manera que su cuerpo apenas pudo resistir, y terminó retemblando encima de su abdomen y piernas y sus gemidos fueron en descenso, aunque seguía sintiendo que el corazón quería abandonarle el pecho mientras que el sexo se le astringía delirante alrededor de la lengua de Joseph.

Se quedó allí, tendida encima del cuerpo de Storni, aún con su intimidad en la boca del hombre, ese que seguía lamiéndole los pliegues con satisfacción, llevándose a la boca todo el néctar que emanaba desde su interior, vicioso de su rico sabor.

La muchacha podría haberse quedado largas horas recostada en su abdomen, descansando después de tan agotador momento. Las piernas seguían temblándole y un absurdo mareo la tenía soñando despierta.

—Lexy... —escuchó a la lejanía y solo el eco de su voz consiguió despertarla.

Se ruborizó cuando abrió los ojos y sintió la respiración cálida de Joseph entre sus piernas. Respondió a su nombre con un gemido y cuando las manos del hombre le acariciaron los muslos y el trasero, quiso salir corriendo y encerrarse para toda la eternidad en el cuarto de baño.

"¿De qué tienes vergüenza?". —Molestó su conciencia, intentando hacerla ver la verdad—. "¿De qué te vio el culo desde otra posición o de que por fin practicaste el sesenta y nueve y lo gozaste como una loca?". —Insistió con fuerza y Lexy contuvo la respiración—. "Escúchame bien, princesita del melodrama, vamos a seguir divirtiéndonos, porque ya me estaba cansando de lo mismo siempre: misionero o cucharitas". —Continuó, recordándole lo aburrido que resultaba su exnovio en la cama, quien solo la sometía a dos posiciones cuando practicaban sexo y que no le permitía liberarse como ella anhelaba, no como Joseph lo hacía.

Se mordió la lengua al entender que su conciencia tenía razón y gateó tímida por encima del cuerpo del hombre, rodeando su cuerpo con sus piernas y buscando una posición para acomodarse a su lado.

Aunque seguía repitiéndose que no debía sentir vergüenza por lo ocurrido, llegó al lado del hombre con las mejillas rojas y un tonto temblor corporal que obligó a Joseph a abrazarla contra su cuerpo.

El joven hombre no le dio tiempo de reaccionar, y si bien Lexy esperaba descansar entre sus brazos, el hombre se subió sobre su cuerpo, le comió la boca con apetencia y recorrió su cuello, su pecho y su abdomen con el mimo gusto que antes.

Le levantó y le dobló las piernas encima de su abdomen y las separó para deleitarse con la hermosura de su coño. La forma era simétrica y pequeña; poseía un color rosáceo que lo seducía y un aroma que lo hechizaba.

Sostuvo su miembro desde la base y rozó la punta de este entre los pliegues de la vagina de Lexy, esa que se encontraba sensible y húmeda después de tan pasmoso orgasmo.

La joven cerró los ojos y soltó todo el aire que tenía en sus pulmones y encontró alivio cuando los aguosos roces siguieron y le transmitieron una corriente eléctrica que viajó por todo su cuerpo.

El coño se le apretó ante el estímulo y deseó fervientemente tenerlo dentro, hundiéndose en su interior, quitándole la calentura que sentía, esa que nacía desde el fondo de su vientre y que prendía con mayor frenesí cuando sus ojos se encontraban con la perfecta imagen de Joseph.

El hombre parecía decidido a una sola cosa y mientras seguía masajeando el glande de su erecto miembro contra sus pliegues y clítoris, humedeciéndola bien con sus líquidos preseminales, expresaba lo bien que se sentía, gimiendo al mismo ritmo que Lexy, temblando por estar en su interior, ansioso por poseerla.

Rozó otra vez de arriba abajo y repitió la misma acción unas cuantas veces. Quiso hundirse en su interior, pero solo punzó con fuerza para volver a salir y si bien esperaba contenerse un poco más, el modo en que Lexy suplicaba con la mirada y ahogaba gemidos de puro placer, lo llevaron a perder la cabeza y a acelerar las cosas.

Hundió su glande en su interior y salió rápidamente al sentir sus mullidas paredes recibiéndolo gustosas. Su coño se apretó alrededor de su miembro para recibirlo y ante dicha asombrosa acción tuvo que recitar su nombre con un ahogado gemido que nació desde lo más profundo de su ser:

—Ahhh, Lexy...

Se quedó afuera algunos segundos, procesando bien lo que estaba ocurriendo con su cuerpo, lo caliente que se sentía, lo ansioso que se ponía cada vez que estaba en su interior y cuando encontró un poco más de tranquilidad a todo ese torbellino de conmociones y goces que lo anegaban, se hundió en ella con lentitud, haciéndola explotar de manera inmediata.

Se abolló en su vagina con un resuelto movimiento de caderas que la hicieron gemir descomedida, arrastrándola avivadamente a ese orgasmo que retenía con fuerza gracias a sus provocaciones y no bastó mucho para que el tallo del pene se le humedeciera con sus líquidos, acorde Lexy acababa gracias a sus profundas embestidas.

Se la folló con nervio, intensificando sus arremetidas, pellizcándole los muslos internos con los dedos y rozando su abdomen con sus grandes manos. Salió de su interior unas cuantas veces para rozarle la punta del pene en el clítoris y volvió a hundirse con arranque en su esponjoso y acuoso coño para arrastrarla otra vez al clímax.

Lexy luchó para no caer tan rápidamente y es que le tomaba un largo rato recuperarse después de un espasmo, pero el modo impetuoso de Joseph de seguir insistiendo, la dejaron al borde del barranco.

Acabó entonces, consintiendo al hombre; apretó los ojos para contener un exagerado chillido cuando Joseph abandonó su explosivo interior para golpearle el clítoris con la punta del pene.

Le propinó una larga serie de golpecitos cortos en su clítoris, usando el glande y creando un rico golpeteo que los calentó a los dos. La joven apretó los puños y se corrió con tal furor que tuvo la necesidad de pellizcarse los pezones para estallar de otro modo, para librar toda esa energía que la recorría.

—¡Joseph! —chilló después, cuando el hombre volvió a arremeter contra ella, follándosela tan duro como la primera vez.

Y volvió a caer en ese espiral de placer que se acumulaba en su abdomen bajo, en su sexo, y que terminaba recorriendo cada fibra de su ser. En esta oportunidad, el hombre se vio arrastrado por la fuerza de su culminación y juntos cayeron en un interminable bamboleo de caderas que los llevó a otro universo.

»No pares, por favor —suplicó la muchacha, rendida bajo su cuerpo y separó más las piernas para recibirlo más profundo.

Todo se sentía impreciso y él parecía conocer su cuerpo de una manera que ni ella misma lo hacía. Un escalofrío recorrió su espalda, bajando y subiendo por su columna.

El tacto de Joseph se convirtió en un golpe de electricidad que la hizo estallar y aunque quería seguir gozando bajo su tonificado cuerpo y sus brutas embestidas, explotó en un clímax presuroso que se le extendió por todo el cuerpo como una frecuencia cadenciosa que la hizo vibrar y palpitar.

Joseph se rio complacido cuando la escucho respirar con dificultad. Se ahogaba entre gemidos y la acompañó mientras se corrió en su interior, llenándola de su esencia por entero.

Cerró los ojos para difundir ese orgasmo al que Ley lo había llevado, mucho antes de lo que él esperaba y abrazó sus suaves muslos para sentirla cerca, para sentirla suya.

La joven buscó su tacto, aún perdida entre espasmos violentos que la hacían trepidar, con la vulva palpitante por el insistente roce y la seguidilla de orgasmos y suspiró aliviada cuando se encontró con sus brazos regados de vellos masculinos, esos que la sosegaron y la hicieron sentir segura.

Enlazó sus piernas por su espalda cuando el hombre se acercó y se recostó sobre su cuerpo para buscar su boca y besarla con arrebato y sus labios recorrieron su mentón, su mejilla y terminaron entre su nariz y boca, respirando su aliento dulce, ese que lo llevaba tan lejos como cualquier otro orgasmo. Chupó su labio superior con deleite y creó un rico cosquilleó en su paladar que hizo reír a Lexy y a revolcarse como una niña bajo su cuerpo, a disfrutar de ese momento de otro modo.

Se abrazaron por el rededor del colchón y se respiraron con cariño, fundiéndose piel con piel, fundieron también sus almas y se durmieron entre arrumacos y besos.


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