Minerva nunca lograba explicarse la razón por la cual siempre que se encontraba con Sergio algo en su pecho le decía aléjate de él, aléjate que traerá mucho dolor su presencia.
Esa mañana como una cosa muy extraña, el día amaneció nublado, lluvioso, y muy frío, Minerva salió de su casa a hora acostumbrada, sin embargo, en su pecho llevaba una terrible angustia de los malestares que la aquejaban.
- Hola mi niña hermosa
- Hola
- Qué tienes, te siento distinta conmigo, fría.
- Bueno será porque me siento muy mal últimamente, y temo la razón de mis dolencias.
- Qué sientes
- Muchas nauseas por la mañana, asco a toda la comida y deseos por comer cosas que no acostumbro, el dolor de cabeza no se me quita con nada, ni la terrible somnolencia, y lo más relevante es que este mes no tuve mi, mi, mi …
- Tu qué?, ahhh ya entiendo, lo que tienen las mujeres cada mes
- Aja,
- Es verdad Minerva, es cierto todo lo que me dices, me acabas de dar una gran alegría, seremos padres mi amor! Descuida tu tranquila hoy mismo buscaré al Coronel, ha llegado la hora, lo único que te pido es que no estés presente hasta que hayamos hablado.
- Y eso por qué, si yo soy la más interesada
- Bueno mi amor porque quiero que sea una plática de caballeros, de hombre a hombre, me entiendes, además no quiero que piense mal por la sociedad que tenemos, tú dedícate a cuidarte para que tengamos un precioso niño sano, lleno de vida, tengo mucho que hacer contigo comprarte muchas cosas, amor tenemos que planear nuestra boda, bueno te dejo me iré a casa a arreglar y venir muy temprano por la tarde a hablar con tu papá.
Minerva se quedó sentada a la orilla de quebrada, veía la alegría de Sergio por el embarazo, una boda cercana y todo lo que ello implicaba, sin embargo ella no sentía más el profundo deseo de tirarse a llorar, esa perspectiva no la hacía feliz en lo absoluto y aun sentía en su pecho ese sentimiento espantoso de miedo hacia Sergio, avisándole que algo de él no era normal y que debía cuidarse, pero estando con él, ese magnetismo extraño la invadía y le era imposible siquiera separarse de su pecho en el que le encantaba recostarse, hasta llego a sentirse en estado de bipolaridad, ya que con ese hombre sentía que toda ella era una mujer rozagante y llega de vida, y que algo le vinculaba de manera extraña a Sergio, una especie de lazo anterior incluso a haberse conocido.
Llegada la noche Minerva escucho el carruaje llegar a su casa, -imagino es Sergio que viene a pedir mi mano con mi papá. Pero como no era su costumbre precisamente obedecer, y si no lo hacía con su padre, menos con Sergio, bajo despacio las escaleras como un gato, y se escondió tras el reloj de la sala, y que curiosamente tenía una especie de compartimento interno atrás de la maquinaria, donde pudo ocultarse sin inconveniente alguno.
- Buena noche Coronel, mi nombre es Sergio Milán.
- Mucho gusto, Rolando Arriola para servirle, en que puedo ayudarle
- Pues creo que soy yo quien le ayudará a usted
- Jaja Cómo ha dicho, no le comprendo, pase a la sala y me explica mejor
- Gracias
- Una copa de vino? O gusta un habano caballero
- Ambas cosas, gracias
- Sírvase
- Gracias
- Ahora cuénteme en que le puedo ayudar, o más bien en que puede usted ayudarme.
- Seré directo
- Se lo agradecería ya que tengo poco tiempo
- Claro, entiendo, pues verá usted, desde la fiesta de quince años de su hija Minerva nos frecuentamos, diariamente en la quebrada del río, es mi mujer y está esperando un hijo mío.
- Cómo ha dicho???? Esto debe ser una broma de muy mal gusto joven, y no estoy para ese tipo de juegos, me encuentro muy ocupado, cómo le voy a creer que tiene una relación con mi hija, Minerva es una niña decente, es más ni siquiera lo recuerdo en esa fiesta, todos mis invitados eran amigos cercanos.
- Pues para serle honesto Coronel, ese día llegue de España, escape de mi país por que fui acusado de fraude, estafa y algunas otras cosas, averigüé quien era la mejor familia de esta región y sin problema alguno me acerque a su hija, quien se encuentra muy enamorada de mí, y pues como le decía espera un hijo mío.
- No no, usted me está mintiendo, todo esto es una gran mentira, quiere chantajearme cierto, eso quiere, salga de mi casa inmediatamente o le juro que aquí mismo lo matare por invadir mi propiedad.
- Jaja no señor, usted no hará eso, afuera hay dos caballeros esperándome y si usted me hace daño se sabrá todo, además no creo quiera romperle el corazón a su hija, la linda Minerva cree que soy su socio en la vinícola, además que soy un empresario, que la amo y que he venido a pedir su mano.
- Haber maldito timador que es lo que usted quiere, a que ha venido, en el supuesto de que todo lo que me ha dicho es cierto, que quiere de mí.
- Pues verá usted, yo deseo casarme con Minerva, para salvar digamos su honra, que nadie sepa que la pobre se entregó sin estar casada a un defraudador como yo, bien puedo irme lejos claro con una muy buena cantidad de dinero por mantener mi boca cerrada, pero preferiría casarme con su hija y que esto nunca se llegue a saber.
- Mire maldito chantajista, lárguese de mi propiedad en este instante, si no le puedo jurar que me encargare de matarlo, a usted y a quienes vengan en compañía y su muerte pasará sin siquiera saberse que existieron.
- Jaja claro, ya me retiro, pero le garantizo que en pocos días, será usted quien vaya a mi casa a suplicarme porque me case con su princesa y no sea una madre soltera, deshonrada ante todos, jajaja se imagina la hija del disciplinado y regio Coronel Arriola, quien hace apenas unos meses la pudo lucir como una dama, lista para ser tomada como esposa por el mejor postor de la región.
- Largo he dicho, maldito largo de mi propiedad
- Jaja como quiera, se acordará de mi muy pronto, y verá como lo tendré a usted y a su hija en mi puerta suplicando.
A la salida de Sergio el Coronel quebró su preciada copa en la puerta, era tan horrible lo que acaba de escuchar, no podía siquiera creer que su hija haya hecho algo semejante, pero lo que más le dolía no era el que fuera a ser madre, si no el que un maldito desgraciado y timador como ese tipo pudiera haberla engañado, aprovechándose de su juventud e inocencia para enamorarla, y que encima tuviera el descaro de venir a su casa, decirle la clase de hombre que era, y chantajearlo a cambio del honor de su familia.
Se quedó sentado toda la noche en ese mismo diván, sin moverse, a cada momento volvía a su mente el día que conoció a la bella Leonor, mientras atendía una modesta fonda, y que al momento de haberla visto le pareció el ser más hermoso que había conocido. Para ese momento él era viudo, sin hijos, y ya no esperaba nada de la v vida, cuando conoció a tan perfecta mujer. Recordó que con tal de verla, comenzó a asistir diariamente a la fonda para que ella lo atendiera. Una de esas noches se atrevió a decirle que la invitaba a cenar en otra parte, a lo cual ella aceptó con mucho gusto… El Coronel para ese momento tenía cuarenta años, era alto fornido, preciosos ojos miel, y cabello entre cano, y con una sonrisa que era capaz de enamorar a distancia. La joven Leonor, era una chica sencilla, Rolando la tenía tan presente como si hubiese sido ayer, que era de altura mediana, ojos color almendra, y cabello rubio dorado, pero que en su mirada podía denotarse la tristeza profunda de un secreto que la acompañaba.
La noche que fueron a caminar la tenía plasmada en su mente, como un retrato.
- Eres muy hermosa
- Gracias señor, es usted muy amable, mientras se recogía el cabello con especial coquetería, algo que parecía serle nato y no aprendido.
- Sabes, yo sé que soy un hombre mayor para ti, no puedo andarme con rodeos, me gustas y deseo pedirte que te cases conmigo.
- Está usted hablando en serio?
- Si, perdóname que sea tan franco, pero ya no puedo perder el tiempo, si tú me aceptas como esposo, cambiaré mi vida, tomaré el puesto que me ofrecen como Coronel, te compraré una preciosa finca y me dedicaré a hacerte feliz.
- Disculpe, no puedo creer que usted quiera casarse con una simple mesera, agradezco su oferta, pero no quiero que sea por todo eso, no soy interesada, además hay algo más que no puedo ocultarle, estoy embarazada, tengo tres meses, creí en el amor, y pues me engañaron.
- Ummm, ya, comprendo, pues yo soy viudo, y no busco a la virgen María, así que eso creo no me es relevante.
- Pero no, eso no puede ser posible aceptarme con mi bebé
- Shh calla por favor, quiero que seas mi esposa, para toda la vida, no me importa tu pasado, solo quiero ver para el futuro, y que seamos felices.
- Acepto, Rolando…
Sellando su compromiso con un cálido abrazo y un beso tierno de amor naciente.
Mientras esas escenas del pasado cruzaban por su mente, el Coronel se había quedado a oscuras en la habitación ya no con una copa pues la había destrozado con la puerta, si no con una botella de vino, sin querer por su mejilla corrían lágrimas, de amargura y tristeza, con un sollozo que no podía ni contener en el alma. Recorrió en su mente ese mismo recuerdo, una y otra vez, hasta el cansancio, de pronto, en la soledad de la madrugada le asaltó otro triste recuerdo…
- Gracias por estos años que me diste de amor, eres lo mejor que pudo llegar a mí, y sin miedo te puedo decir que eres el amor de mi vida
- Leonor, no me dejes te lo ruego, mi vida sin ti no tiene sentido, eres el amor de vida también, no me dejes que mi alma se va contigo.
- Perdóname amor, mi corazón se apaga lentamente, siento la muerte muy cerca, y antes que eso pase, necesito pedirte dos favores.
- Los que quieras, lo que pidas
- Uno, no te separes de mi hasta que mis vida se haya apagado, no llores mi partida, no guardes luto y si puedes rehaz tu vida.
- No eso no me lo puedes pedir, tengo derecho a llorar tu muerte y guardarte duelo, además no podría amar a nadie más que a ti contigo se va mi corazón.
- Bueno solo te pido que no te dejes morir mi amor, y que si puedes volver a ser feliz lo seas, porque con ello esta lo más importante que te tengo que pedir.
- Dejo en tus manos a nuestra hija, tu eres su único padre, cuida de ella, cuídala mucho, no permitas que nadie le haga daño, que nadie se aproveche jamás de su inocencia, haz de ella una buena mujer, y que jamás sepa mi pasado, para ella solo tú eres su padre, y algo que sabes de sobra es que eres mi gran amor.
- Te juro por mi vida, y por nuestras almas que dedicaré mi vida a cuidar de nuestra hija, jamás la veré como otra cosa, porque para mí es como parte de mi ser, haré de ella una dama, y una mujer digna, y te puedo jurar que mataré a quien daño le pueda procurar, pero ayúdame amor, no te apartes de mí y desde donde te encuentres guíame y protégenos.
- Te lo prometo… estaré contigo siempre…
Dichas estas palabras, la mano de Leonor cayó, su vida había llegado a su final, víctima de una enfermedad de la que poco se conocía, leucemia. Con el dolor más grande que alguien pueda concebir por la muerte de un ser tan amado, Rolando cerró los ojos de Leonor y comenzó a llorar desenfrenadamente sobre el pecho de Leonor, el amor de su vida había partido, y ahora debía enfrentarse a la vida nuevamente solo, y con una niña a la que debía cuidar, y dar la mejor educación…
Las horas de la madrugada transcurrían, y esos dos recuerdos flotaban en la mente del Coronel, así como una mezcla de enojo, tristeza y soledad. Entre lágrimas, el vino, los habanos y la sombría oscuridad teñida de luna, llegando al amanecer con una sola frase en sus labios… - Perdóname mi amor, te fallé no pude cumplir lo que te prometí…