CAPITULO XI QUINCE PRIMAVERAS

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Toya y Camilo corrían sin fin de un lado a otro, Leonor estaba a punto de llegar, además estaban a tan solo días de su fiesta de quince años, todo debía ser perfecto. De pronto un carruaje se detuvo frente a la casa, era ella.

-      Al fin en casa, después de tanto hasta me resulta todo desconocido.

-      Niña! Eres tú, santo cielo no podría haberte reconocido… estas hermosa

-      Gracias Nana, solamente crecí

-      Buena tarde Señorita

-      Camilo no me trates así ustedes son mi única familia, y lo saben

-      Pasa niña, pasa…

Leonor ya no era la niña que había salido llorando de la hacienda tres años antes, ahora volvía convertida en una señorita muy hermosa, sus finas facciones, cabello rizado, ojos enormes, era alta y esbelta, pero al verla ya en conjunto no se parecía en nada a su madre, ni a su abuela, poseía una bella muy diferente, y con los nuevos modales, y el vestido parecía una dama europea. Definitivo toda ella era el reflejo de su difunto padre.

-      Aquí nada ha cambiado por lo que veo, la casa esta idéntica tal cual la dejé

-      Si niña, nada ha cambiado

-      Nana, y mi mamá? Quisiera verla

-      No niña, es mejor que no, tu mamá siempre está encerrada en sus pensamientos, no habla, y no sale de su dormitorio, es mejor que no la veas para evitar un disgusto.

-      Ya, bueno será lo mejor, sólo quería verla, y decirle que estoy muy agradecida con ella, el haberme enviado lejos me permitió conocer muchas cosas y madurar.

-      En cuanto se pueda, te prometo que haremos que la veas

-      Gracias

-      Bueno, por hoy creo iré a descansar, mañana quiero salir temprano a pasear, extraño el viñedo, y desempacar todo lo que traje para ustedes, pero hoy me iré a dormir temprano, el viaje me ha dejado muerta de cansancio.

-      Claro niña, tu habitación esta lista, ve a descansar.

-      Feliz noche a los dos, los quiero mucho.

Mientras Leonor se acostaba a descansar, Minerva despertó de golpe, se levantó de la cama y vio por la venta, algo había cambiado de nuevo y nuevas cosas pasarían, se sentó de nuevo en la cama mientras tronaba sus dedos por los nervios y prendía un cigarrillo, el frio en su espalda de nuevo.

-      Mi hija ha vuelto, ha vuelto…

EL ALMA QUE ACOMPAÑA A LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora