CAPITULO XIX LA VERDAD ES UN AMARGO TRAGO DE DOLOR

436 14 2
                                    

Los días pasan y pasan sin detenerse, y no hay reloj alguno que pueda girar en sentido contrario para volver el tiempo en su curso y reparar los errores o caminos mal tomados.

Por diez días sin parar las lluvias incesantes, fuertes, e intermitentes asolaron las tierras de la hacienda San José, el río terminó por desbordarse, la inocente quebrada se volvió un embravecido mar que arrasó con todo aquello que se puso a su paso.  La casa de la hacienda era de lo poco que había podido permanecer medianamente seco, pero el viñedo, las cosechas y los animales se habían perdido para siempre, después de las lluvias solamente podía respirarse en aquel lugar muerte, tierra mojada y desolación, no había nada que hacer Minerva se encontraba sola, y en la completa ruina. 

La primera mañana que se levantó la tormenta y por fin el sol alumbró, Minerva decidió salir para ver la magnitud de su daño, pero al ver todo aquello arrasado, incluso los cadáveres de los todos los animales estaban siendo llevados fuera de la hacienda para evitar una peste, a pesar de nunca haberse interesado pues siempre tuvo la comida segura en su mesa, aun después de la partida de Camilo.  Sin embargo aquella imagen no la esperaba, lo había perdido todo, no era nadie, solo era la dueña de tierra vacía, su riqueza, el medio de vida que había conocido había desaparecido. 

Volvió a casa tan rápido como pudo, era hora de sacar los documentos de la administración, y las carpetas que su papá guardaba en la caja fuerte, y donde una vez le había dicho se encontraba su futuro, claro muchos años antes de su embarazo y la muerte del General.  Entró a la biblioteca y quito los libros de poesía atrás se encontraba la caja fuerte, la abrió con cuidado, solamente guardaba un pequeño cofre y una llave. 

Qué podría contener ese pequeño cofre elaborado en una hermosa madera de ébano, tenía tanto aroma que se llenó toda la habitación, era evidente que no había sido tocada después de su muerte, por un momento los recuerdos le vinieron a la mente, su infancia, sus tragedias, y en ese momento no pudo evitar llorar, por primera vez en casi veinte años, era el sentimiento más cruel de soledad, claro, efectivamente se encontraba sola, pues incluso la servidumbre se había marchado de la hacienda, los peones, los campesinos, todos habían preferido irse el día que anunciaron las tormentas y deslaves.

Suspiró profundo, secó sus lágrimas, y abrió el cofre, no sabía siquiera que era lo que iba a encontrar.  Abrió lentamente la tapa que invadía su olfato con el aroma,  incluso dudó y sintió miedo, calosfrío, por un instante llegó a percibir la presencia de don Rolando en la Biblioteca, es más, recordó como lo vio la última vez, con una botella de wisky, un trago en la mano, con lágrimas en los ojos, y perdido en sus pensamientos, ese terrible sentimiento se llamaba remordimientos y culpa,

Muy despacio abrió la caja, de su interior emanó un suave olor a rosa, algo sumamente exquisito,  mientras destapaba esa cajita de pandora Minerva tenía los ojos cerrados, con tristeza y dolor.  Al volver a la realidad y abrirlos, se encontró con un hermoso botón rojo de rosa, papeles, una caja más pequeña, como un joyero,  y por ultimo un sobre con su nombre, sintió una punzada en el pecho, era la letra de su papá, no la había olvidado, que podría tener ese sobre, lo sacó con mucho cuidado, estaba tan vívida la letra y el papel que parecía escrito ese mismo día, los ojos se le llenaron de lágrimas de nuevo, de golpe la tristeza le estrujó el pecho, y se desbordaron fuertemente, se tapó lo cara con las manos y empezó a llorar con tal desesperación, que los sollozos le ahogaban el alma, a su mente vino el día en que lo perdió, la verdad es que nunca había llorado su muerte como debía, se tragó el dolor en lo más hondo de su pecho, y dedicó sus fuerzas a odiar a su hija, a la que aún no tenía, una hija que no tenía la culpa de su amor por Sergio, de su traición y menos de la muerte de su papá, seguramente la habría adorado.

EL ALMA QUE ACOMPAÑA A LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora