CAPITULO V OBEDECE A TUS INSTINTOS MIENTRAS PUEDAS

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Minerva nunca lograba explicarse la razón por la cual siempre que se encontraba con Sergio algo en su pecho le decía aléjate de él, aléjate que traerá mucho dolor su presencia. 

Esa mañana como una cosa muy extraña, el día amaneció nublado, lluvioso, y muy frío, Minerva salió de su casa a hora acostumbrada, sin embargo, en su pecho llevaba una terrible angustia de los malestares que la aquejaban. 

-      Hola mi niña hermosa

-      Hola

-      Qué tienes, te siento distinta conmigo, fría.

-      Bueno será porque me siento muy mal últimamente, y temo la razón de mis dolencias.  

-      Qué sientes

-      Muchas nauseas por la mañana, asco a toda la comida y deseos por comer cosas que no acostumbro, el dolor de cabeza no se me quita con nada, ni la terrible somnolencia, y lo más relevante es que este mes no tuve mi, mi, mi …

-      Tu qué?, ahhh  ya entiendo, lo que tienen las mujeres cada mes

-      Aja,

-      Es verdad Minerva, es cierto todo lo que me dices, me acabas de dar una gran alegría, seremos padres mi amor! Descuida tu tranquila hoy mismo buscaré al Coronel, ha llegado la hora, lo único que te pido es que no estés presente hasta que hayamos hablado.

-      Y eso por qué,  si yo soy la más interesada

-      Bueno mi amor porque quiero que sea una plática de caballeros, de hombre a hombre, me entiendes, además no quiero que piense mal por la sociedad que tenemos,  tú dedícate a cuidarte para que tengamos un precioso niño sano, lleno de vida, tengo mucho que hacer contigo comprarte muchas cosas, amor tenemos que planear nuestra boda, bueno te dejo me iré a casa a arreglar y venir muy temprano por la tarde a hablar con tu papá.

Minerva se quedó sentada a la orilla de quebrada, veía la alegría de Sergio por el embarazo, una boda cercana y todo lo que ello implicaba, sin embargo ella no sentía más el profundo deseo de tirarse a llorar, esa perspectiva no la hacía feliz en lo absoluto y aun sentía en su pecho ese sentimiento espantoso de miedo hacia Sergio, avisándole que algo de él no era normal y que debía cuidarse, pero estando con él, ese magnetismo extraño la invadía y le era imposible siquiera separarse de su pecho en el que le encantaba recostarse,  hasta llego a sentirse en estado de bipolaridad, ya que con ese hombre sentía que toda ella era una mujer rozagante y llega de vida, y que algo le vinculaba de manera extraña a Sergio, una especie de lazo anterior incluso a haberse conocido.

Llegada la noche Minerva escucho el carruaje llegar a su casa, -imagino es Sergio que viene a pedir mi mano con mi papá.  Pero como no era su costumbre precisamente obedecer, y si no lo hacía con su padre, menos con Sergio, bajo despacio las escaleras como un gato, y se escondió tras el reloj de la sala, y que curiosamente tenía una especie de compartimento interno atrás de la maquinaria, donde pudo ocultarse  sin inconveniente alguno.

EL ALMA QUE ACOMPAÑA A LA MUERTEWhere stories live. Discover now