Internado Haikyuu [En Pausa]

By Lore__Kg

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Omegaverse 🧚‍♀️Los personajes no me pertenecen sino a Haruichi Furudate🧚‍♀️ ꜱᴏʟᴏ ᴇɴᴛʀᴇɴᴇɴ, ʏᴏ ꜱɪ ᴀᴄᴛᴜᴀʟɪᴢᴏ:... More

【Prologo】
【Capitulo 1】
【Capitulo 2】
【Capitulo 3】
【Capitulo 4】
【Capitulo 5】
【Capitulo 6】
【Capitulo 7】
【Capitulo 8】
【Capitulo 9】
【Capitulo 10】
【Capitulo 11】
【Capitulo 12】
【Capitulo 13】
【Capitulo 14】
【Capitulo 15】
【Capitulo 16】
【Capitulo 17】
【Capitulo 18】
【Capitulo 19】
【Capitulo 20】
【Capitulo 21】
Pregunta¡!
【Capitulo 22】
【Capitulo 23】
【Capitulo 24】
【Capitulo 2 5】
【Capitulo 26】
【Capitulo 27】
【Capitulo 28】
【Capitulo 29】
【Capitulo 30】
【Capitulo 31】
【Capitulo 32】
【Capitulo 33】
【Capitulo 34】
【Capitulo 35】
【Capitulo 36】
【Capitulo 38】

【Capitulo 37】

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By Lore__Kg

A medida que los años avanzaban, la familia Kuroo-Kozume continuó escribiendo su historia en la lujosa mansión de Tokio. Los gemelos crecieron, desarrollando sus propias personalidades, pero siempre manteniendo el vínculo especial que compartían como hermanos.

Los días se llenaron de actividades familiares, desde partidos de voleibol en el jardín trasero hasta tardes de juegos de mesa en la sala de estar. Kuroo y Kenma, con su amor inquebrantable, se esforzaron por brindarles a sus hijos un hogar donde pudieran explorar, aprender y ser ellos mismos.

Tetsuro, siendo un padre apasionado, compartía su amor por el voleibol con los gemelos. Juntos, formaron su propio pequeño equipo en el jardín, donde los fines de semana se convertían en emocionantes encuentros familiares. Kenma, siempre el estratega, observaba desde la distancia con una sonrisa, disfrutando de la felicidad que irradiaba su familia.

Las estaciones cambiaban, y con cada nueva etapa de la vida, la familia se adaptaba y crecía. Cumpleaños, graduaciones y momentos especiales se celebraban con alegría y gratitud. Kuroo y Kenma, siempre unidos en su viaje, se apoyaban mutuamente en cada desafío y logro.

A medida que los gemelos crecían, se aventuraban en sus propios caminos. Uno mostraba un talento innato para el voleibol, mientras que el otro se sumergía en el mundo de la tecnología. Kuroo y Kenma, con su filosofía de aceptación y apoyo incondicional, alentaban a sus hijos a perseguir sus pasiones y seguir sus sueños.

En las noches tranquilas, cuando la mansión se sumía en el silencio, Kuroo y Kenma se sentaban en el balcón, mirando las luces de la ciudad. Recordaban el viaje que habían emprendido juntos, desde los días en la universidad hasta convertirse en una familia amorosa.

La historia de la familia Kuroo-Kozume continuaba, llena de capítulos emocionantes y momentos significativos. Aunque el tiempo pasaba, su amor perduraba, construyendo una fortaleza de lazos familiares que resistiría las pruebas de la vida. La lujosa mansión de Tokio no solo era un hogar, sino un refugio donde el amor crecía con cada risa compartida y cada abrazo reconfortante.

La historia de amor entre Kenma y Tetsurō se convirtió en una epopeya de transformación, superación y amor incondicional. Lo que comenzó como un encuentro marcado por el desdén se transformó en una conexión profunda que resistió la prueba del tiempo.

A lo largo de los años, Kenma y Tetsurō aprendieron a conocerse y comprenderse en niveles más allá de lo superficial. Sus diferencias se convirtieron en un lienzo para el crecimiento mutuo, y cada desafío se enfrentó juntos, fortaleciendo los cimientos de su relación.

Después de una década de amor, risas y complicidad, la vida de Kenma y Tetsurō se llenó con la luz de la familia que construyeron juntos. Los gemelos, fruto de su amor, crecían rodeados de la calidez de un hogar donde la aceptación y el apoyo eran fundamentales.

Las mañanas comenzaban con risas y el bullicio alegre de la familia. Kenma, con su astucia, organizaba juegos y desafíos mentales que mantenían a todos entretenidos. Tetsurō, siempre el alma competitiva, no podía resistirse a participar, creando un ambiente hogareño lleno de energía positiva.

Los fines de semana se convertían en pequeñas aventuras familiares, ya fuera explorando nuevos lugares, disfrutando de picnics en el parque o simplemente relajándose en casa. Los gemelos heredaron la pasión por el voleibol de su padre, y las tardes se volvían emocionantes partidos en el jardín.

La mansión que una vez fue testigo de sus encuentros cargados de tensión se llenó de risas, amor y la agradable sensación de pertenencia. Cada rincón estaba impregnado con la historia de su amor, desde las risas compartidas en la cocina hasta las noches tranquilas en el balcón, donde el tiempo parecía detenerse.

Kenma y Tetsurō celebraban aniversarios con la gratitud de haber construido una vida juntos, superando obstáculos y creciendo con cada desafío. Aunque la chispa inicial fue un fuego que ardía con intensidad, el amor que compartían ahora era una llama constante, cálida y reconfortante.

A medida que miraban hacia el futuro, Kenma y Tetsurō sabían que su historia de amor seguía escribiéndose. Cada día era una nueva página llena de aventuras familiares, risas compartidas y el recordatorio constante de que, en su caso, el odio inicial se transformó en una historia de amor que resistió la prueba del tiempo.

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La vida de Tsukishima y Yamaguchi en Estados Unidos se había convertido en un capítulo lleno de amor, crecimiento y risas. La pareja, que una vez compartió las calles de Los Ángeles, ahora disfrutaba de una vida plena en su amplio departamento, que había crecido para acomodar a su creciente familia.

Con cinco hijos correteando por los pasillos y un sexto en camino, el hogar de Kei y Tadashi estaba impregnado de la energía inconfundible de la niñez. Cada habitación estaba decorada con risas, juguetes y la creatividad desbordante de sus pequeños. El departamento, que había sido testigo de momentos románticos y decisiones importantes, ahora resonaba con la algarabía familiar.

Las mañanas comenzaban con el bullicio alegre de los niños, desayunos compartidos y la organización de la jornada escolar. Tsukishima, con su actitud reservada pero cariñosa, ayudaba con las tareas y actividades, mientras Yamaguchi, siempre el alma positiva y alentadora, aseguraba que cada día estuviera lleno de alegría.

Los fines de semana se convertían en pequeñas expediciones familiares, explorando los parques locales, participando en eventos comunitarios y creando recuerdos inolvidables. Tsukishima, ahora convertido en un arquitecto exitoso, encontraba tiempo para proyectos personales que involucraban a toda la familia.

Las noches se llenaban de risas y cuentos antes de dormir. La rutina nocturna se había vuelto sagrada, un momento en el que Tsukishima y Yamaguchi compartían historias y cariño con sus hijos. La espera del sexto miembro de la familia añadía una anticipación especial a cada día.

El departamento, que una vez fue suficiente para dos, ahora era el escenario de una vida vibrante y plena. La pareja encontró maneras de equilibrar la crianza de sus hijos con su propio crecimiento personal y profesional. La clave de su felicidad radicaba en el amor que compartían, en la complicidad que fortalecía su unión.

A medida que Tsukishima y Yamaguchi miraban a su alrededor, veían las huellas de su amor en cada rincón del amplio departamento. Las paredes contaban la historia de una familia que creció juntos, superando desafíos y celebrando los triunfos más pequeños. Con el sexto hijo en camino, la pareja anticipaba emocionada los nuevos capítulos que escribirían en la historia de su vida familiar, sabiendo que cada día era un regalo que compartían con aquellos que amaban.

La luz suave de la lámpara de pie iluminaba la sala de estar, donde Tsukishima y Yamaguchi, envueltos en la calidez de su hogar, se sumían en una conversación nostálgica.

"¿Recuerdas cuando este lugar parecía tan grande y vacío?", preguntó Tsukishima.

"Sí, como si nuestras voces fueran apenas un eco solitario. Ahora... ahora está lleno de vida, de risas y travesuras", respondió Yamaguchi con una sonrisa melancólica.

Desde la habitación contigua, resonaban las risas juguetonas de sus cinco hijos, quienes disfrutaban de momentos de juego antes de la cena. Yamaguchi miró a Tsukishima, sus ojos brillaban con una mezcla de gratitud y asombro.

"¿Quién habría pensado que este lugar sería testigo de cinco pequeños correteando y un sexto en camino?", reflexionó Tsukishima.

"Parece que cada rincón ha sido transformado por el amor y la alegría que hemos compartido. Nuestra historia está impresa en estas paredes", dijo Yamaguchi, tomando la mano de Tsukishima.

Un silencio cómplice se instaló entre ellos mientras sus pensamientos se perdían en los recuerdos que adornaban su hogar. Desde los días de silenciosa complicidad hasta los momentos de celebración bulliciosa, cada instante había dejado una marca indeleble en su morada.

"¿Qué te parece si este fin de semana organizamos una pequeña excursión? Los niños lo disfrutarían, y podríamos sumar más recuerdos a este capítulo de nuestras vidas", propuso Tsukishima.

"¡Me parece perfecto! Podríamos visitar el parque que tanto les gusta. Y, ¿sabes?, también necesitamos algunas fotos nuevas para el álbum de recuerdos", respondió Yamaguchi con entusiasmo.

Mientras planificaban la salida, Tsukishima no pudo evitar sentir una profunda gratitud por el viaje que habían emprendido juntos. Cada rincón de su hogar era testigo de su crecimiento individual y colectivo, desde los días de calma hasta los momentos de risas incontrolables y afecto desbordante.

"Y respecto al nuevo miembro de la familia en camino, ¿cómo te sientes?", preguntó Tsukishima, mirando a Yamaguchi.

"Emocionado y un poco nervioso, pero sé que este hogar tiene espacio de sobra para más amor", respondió Yamaguchi, colocando delicadamente una mano sobre su vientre.

La luz tenue y el cálido abrazo del hogar crearon un escenario perfecto para compartir sueños, planes y emociones. Tsukishima y Yamaguchi, entre susurros y risas suaves, continuaron tejiendo la narrativa de su vida, un capítulo a la vez, en el espacio que llamaban hogar.

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Atsumu y Sakusa habían trazado caminos impresionantes en sus carreras. Atsumu, ahora un famoso bailarín de ballet, cautivaba al público con su gracia y destreza en el escenario. Por otro lado, Sakusa se había convertido en un reconocido ingeniero, dedicado a diseñar soluciones innovadoras para los desafíos tecnológicos.

Aunque su amor había florecido sin la presencia de hijos, la idea de formar su propia familia se había convertido en una conversación recurrente entre ellos. No se trataba solo de crear una familia, sino de tejer una red de afecto que trascendiera los lazos sanguíneos.

Las noches se volvían cómplices de sus planes, mientras compartían sus visiones y sueños en el silencio reconfortante de su hogar. La idea de tener hijos propios, o tal vez explorar otras formas de paternidad, se entrelazaba con la promesa de construir un legado único para ellos.

Atsumu, con la gracia que lo caracterizaba en el escenario, hablaba de cómo enseñaría a sus hijos a apreciar la danza y a encontrar su propio ritmo en la vida. Sakusa, con la precisión de un ingeniero, imaginaba proyectos creativos que compartiría con su descendencia, cultivando el amor por la innovación y la curiosidad.

Así, entre pas de deux y planos ingenieriles, Atsumu y Sakusa tejían un futuro donde la danza de la paternidad se convertiría en su obra maestra compartida. Aunque el telón aún no se alzaba para revelar el siguiente acto de sus vidas, la promesa de crear una familia propia resonaba como una melodía constante en sus corazones.

En la penumbra de su hogar, la luz tenue de las velas pintaba sombras suaves en la sala de estar, creando un ambiente íntimo y sereno. Atsumu y Sakusa compartían un momento especial al final del día, el ruido distante de la ciudad quedando atrás.

Sakusa, con una copa en mano, rompió el silencio con una pregunta sutil.

"¿A qué brindamos esta noche, Atsumu?"

Una sonrisa juguetona se dibujó en los labios de Atsumu mientras sostenía su copa con cierto misterio.

"Bueno, Sakusa, creo que estamos brindando por un nuevo capítulo en nuestras vidas", confesó con un destello de anticipación en sus ojos.

La curiosidad iluminó la expresión de Sakusa, sus ojos buscando respuestas en los de Atsumu.

"¿Nuevo capítulo? ¿Algo que debería saber?"

Atsumu, con un respiro profundo, se sumergió en la revelación que había decidido compartir en ese momento.

"Sakusa, amor, estamos esperando un hijo."

El eco de sus palabras llenó la habitación, un susurro cargado de significado que reverberó en el silencio. La sorpresa se dibujó en el rostro de Sakusa, pero pronto dio paso a una sonrisa llena de ternura al asimilar la dulce noticia.

"¿Un hijo?"

Asentimientos y miradas cómplices sellaron el instante, mientras el peso de la revelación se disolvía en una atmósfera cargada de amor. Sakusa se puso de pie y envolvió a Atsumu en un abrazo cálido, donde el palpitar de sus corazones narraba una historia compartida.

Estaban a punto de embarcarse en un nuevo capítulo, una travesía que llevaría sus vidas a territorios inexplorados. Juntos, brindaron de nuevo, no solo por la promesa de un futuro lleno de cambios, sino por la sólida conexión que les unía y que ahora se manifestaba en la creación de una nueva vida. Era una sinfonía de emociones entrelazadas, una narrativa que se expandía con cada latido compartido.

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Bokuto, con su inquebrantable pasión por el baloncesto, continuaba destacándose como jugador en la cancha. Mientras tanto, Akaashi había encontrado su propio camino en el mundo del diseño de interiores, transformando espacios con su creatividad y visión única.

En su hogar, la risa juguetona de los trillizos llenaba cada rincón. Tres pequeñas versiones de la felicidad compartida de Bokuto y Akaashi, quienes encontraron en la paternidad un nuevo capítulo de dicha y responsabilidad.

Las noches se convertían en un delicado equilibrio entre el bullicio infantil y la calma que llegaba con el anochecer. Bokuto, con su energía inagotable, se convertía en el cómplice perfecto para las travesuras nocturnas, mientras Akaashi, con su paciencia y ternura, tejía un manto de seguridad alrededor de sus hijos.

Los días transcurrían en una danza armoniosa entre los compromisos profesionales y los momentos compartidos en familia. Akaashi, con su ojo entrenado para el diseño, transformaba su hogar en un oasis de serenidad y elegancia, un refugio donde florecía la conexión entre todos.

Bokuto, por su parte, no solo brillaba en la cancha, sino también como el pilar que sostenía la estructura familiar con su entusiasmo contagioso. Sus tardes se llenaban de risas, juegos y el inconfundible sonido del baloncesto chocando contra el suelo de la cancha improvisada en el jardín.

La relación entre Bokuto y Akaashi se fortalecía con cada desafío superado y cada logro compartido. La dualidad de sus mundos individuales se fusionaba en un solo relato, donde el deporte y el diseño se entrelazaban en un tapiz de amor y complicidad.

Mientras observaban el atardecer desde la ventana de su hogar, con los trillizos sumidos en un sueño reparador, Bokuto y Akaashi compartían una mirada llena de gratitud. La felicidad de su familia, esculpida con cada risa y abrazo, era la verdadera victoria en esta historia que seguían escribiendo juntos.

En la serenidad de la noche, con la tenue luz de la lámpara acariciando la habitación, Akaashi decidió compartir con Bokuto un secreto que guardaba con afecto. Después de que los risueños trillizos se sumieran en un sueño apacible, el momento se presentó propicio para revelar una noticia que añadiría un nuevo matiz a la dinámica familiar.

"Bokuto, hay algo que necesito contarte", dijo Akaashi, sonriendo con delicadeza.

La curiosidad iluminó los ojos de Bokuto, quien con gestos alentadores instó a Akaashi a desvelar el misterio.

"¿Qué sucede, Akaashi? Tienes esa mirada de quien guarda un secreto emocionante", inquirió Bokuto con curiosidad.

"Bueno, es un secreto que ya no puedo contener solo", admitió Akaashi, inhalando profundamente. "Estamos esperando a nuestro cuarto hijo."

La declaración resonó en la habitación como una melodía suave, un regalo inesperado que iluminó el rostro de Bokuto con una expresión de pura alegría.

"¿En serio? ¡Eso es increíble!", exclamó Bokuto con los ojos brillantes.

Akaashi, con una sonrisa radiante, compartió la emoción de esta nueva bendición que estaba en camino.

"Sí, Bokuto. Imagina el rincón extra de risas y travesuras que tendremos en casa."

Lleno de emoción, Bokuto se acercó a Akaashi, envolviéndolo en un abrazo cálido lleno de gratitud y felicidad.

"No puedo esperar para darle la bienvenida a nuestro nuevo integrante. ¿Cómo te sientes, Akaashi?", preguntó Bokuto.

"Me siento feliz, Bokuto. Nuestra familia sigue creciendo, y cada pequeño paso de este viaje es un regalo."

En esa atmósfera de complicidad y amor, la pareja compartió la emoción de esta nueva etapa que se avecinaba. La promesa de un cuarto hijo se transformó en un capítulo adicional en su historia de amor, un capítulo que estaban emocionados por escribir juntos en el libro de sus vidas.

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En las afueras de Tokio, en un tranquilo rincón donde la agitación de la ciudad se desvanecía, Asahi, un destacado neurocirujano, y Noya, el apasionado dueño de un restaurante, construyeron su hogar lleno de amor y éxito.

La casa, rodeada de exuberantes jardines y árboles frondosos, era el refugio perfecto para la pareja. Cada rincón estaba impregnado con la calidez de su amor y la dedicación a sus respectivas carreras.

Las mañanas comenzaban con la calma del campo y el aroma del café recién hecho. Asahi, meticuloso en sus hábitos, se preparaba para enfrentar el día en el hospital. Noya, lleno de energía y entusiasmo, se dedicaba a la cocina de su restaurante, creando platos que se convertirían en la delicia de muchos.

Las noches eran momentos sagrados para la pareja. Asahi regresaba a casa, y juntos compartían cenas elaboradas por Noya, donde los sabores exquisitos se mezclaban con historias del día. La casa se llenaba con risas, confidencias y el sonido reconfortante de los platos.

A pesar de sus ocupadas agendas, encontraban tiempo para apoyarse mutuamente en sus empeños profesionales. Asahi, con manos expertas, expresaba su admiración por las creaciones culinarias de Noya, mientras Noya, con su espíritu vivaz, celebraba cada logro de Asahi en el mundo de la medicina.

En ciertas noches, cuando el cielo estrellado se desplegaba sobre su hogar, la pareja se retiraba al jardín. Allí, lejos del bullicio de la ciudad, compartían sus sueños y esperanzas, disfrutando de la serenidad que solo las afueras de Tokio podían ofrecer.

La casa, testigo de risas compartidas y desafíos superados, se convirtió en un refugio donde Asahi y Noya encontraban la paz y la inspiración necesarias para enfrentar cada día.

En su rincón fuera de Tokio, Asahi y Noya, con sus carreras exitosas y su amor inquebrantable, demostraron que la verdadera riqueza reside en los pequeños momentos que construyen una vida juntos.

Asahi y Noya, después de décadas de exitosas carreras y experiencias compartidas, se encontraban en su acogedora casa. El tiempo había esculpido sus rostros, pero el brillo de su amor continuaba inmutable.

Sentados en el porche, observaban la puesta de sol pintar el cielo con tonos cálidos. La brisa susurraba historias de años vividos juntos.

Asahi, con la serenidad de los años, rompió el silencio. "¿Te has detenido a pensar en todo lo que hemos logrado, Noya?"

Noya, con una sonrisa llena de gratitud, respondió: "Claro que sí, Asahi. Hemos vivido vidas plenas, ¿verdad?"

Asahi asintió. "Después de tantos años como neurocirujano, puedo decir que cada vida que he tocado ha sido un regalo."

Noya, recordando sus hazañas culinarias, agregó: "Y tus pacientes siempre han estado agradecidos. Y yo, con mi restaurante, he llevado nuestro amor por la comida a tantas personas."

Mientras las estrellas comenzaban a despertar en el firmamento, Asahi continuó. "Recuerdo cuando hablamos de tener nuestro propio rincón gastronómico. Y ahora, ha sido un éxito."

Noya rió con nostalgia. "Aunque admito que no esperaba que nuestros pequeños mini Asahi y Noya fueran tan traviesos. Pero han sido la mayor bendición."

Asahi reflexionó sobre el viaje. "Después de tantos destinos explorados, ¿quién iba a imaginar que nuestro hogar sería nuestro refugio más preciado?"

Noya, entrelazando sus dedos con los de Asahi, "No importa cuánto viajemos; siempre regresamos aquí. Este es nuestro lugar, nuestro santuario."Dijo.

En ese momento, el amor se manifestó en las pequeñas cosas: las manos entrelazadas, las miradas cómplices, la tranquilidad del hogar que construyeron juntos.

"Ha sido un viaje increíble, Noya. Y estoy emocionado por cada nuevo capítulo que vivamos juntos."Asahi concluyó

Noya, con la misma chispa de siempre "¡Y yo también, Asahi! Nuestro futuro aún tiene muchas aventuras por descubrir."Respondió.

Así, en la serenidad de su hogar, Asahi y Noya contemplaron el horizonte, listos para enfrentar con amor cada nuevo amanecer que la vida les tenía reservado.

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