Nos encontrábamos recogiendo las cosas de Trish, ya habían pasado tres días desde su ingreso en el hospital, y hoy le daban el alta.
- ¿En casa también me darán pudin? - pregunta haciendo un ligero puchero.
- Eso le tocará a Sam - dice mi mamá riendo.
- ¡Joo! Pero Sam no sabe hacer pudin - se queja.
- Claro que sé - entrecierra los ojos y pone los brazos en forma de jarra.
- ¿Acaso no te acuerdas de la vez que intentaste hacerlo para mi cumple?... Pasé con diarrea una semana - hace una cara de asco.
La habitación se llena de las carcajadas de mamá y mías.
- Es verdad - digo recuperando el aliento.
- Venga, hora de irse - anuncia mi madre.
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Cuando llegamos a casa, mamá baja del coche y saca las muletas de la parte de atrás de éste, mientras cargo a Trish, ya que todavía no puede usar las muletas, camino hacia la entrada, mamá nos sigue con los peluches de regalo que recibió mi hermana en estos días.
- ¿Puedes abrir la puerta rubia? - la pregunto.
- ¡Claro!
Estira su pequeño brazo y gira la manilla.
Cuando la puerta se abre, casi me da un paro y creo que a Trish también.
- ¡¡BIENVENIDA A CASA!! - gritan todos.
- ¡¡OH, SANTA PEPA!! - grita mi hermana tapando su boca con sus manos. La miro, los ojos casi se le salen de las órbitas. No puedo evitar la risa, al igual que todos.
Dejo a Trish en el sofá e inspecciono el salón donde todos le basan las mejillas. La frase "Bienvenida a casa Conejita" esta formada por letras de colores, unidas por una cuerda que está atada a los dos extremos del marco de la puerta del salón. Hay globos de helio en todos los colores y tirabuzones que caen hasta casi tocar nuestras cabezas.
- ¡Hay que partir la tarta! - grita Ana y los compañeros de Trish del colegio y ella gritas 'SÍ'
- Ya voy yo a por ella - me ofrezco.
- Te ayudo - Cameron me sigue, yo solo asiento y sonrió nerviosa.
¿Cuándo va a dejar de ponerme nerviosa?
Todos estos días ha estado llegando a visitar a mi hermana al hospital, y también se ha pasado por mi casa para ver cómo estaba. Ha estado super amable, cariñoso, y sobre todo me ha estado apoyando y animando.
A Taylor no le he visto desde el día que montó el numerito en el hospital, al día siguiente no paro de enviarme mensajes en los que se disculpa, y cuando vio que no contestaba, empezó con las llamadas. Gracias a Dios no se le ha ocurrido venir a mi casa. Porque no se qué haría si le viera. Puede que la rabia me consuma al recordar sus estúpidos celos en un momento tan doloroso.
- ¿Dónde la habéis comprado? - pregunto, es preciosa, y sonrió al ver que tiene la imagen de Pepa Pig en el centro de la tarta.
- La ha hecho el padre de Ana, en su restaurante - dice admirando la tarta - No entiendo porqué les gusta este muñeco a los niños. Parece de todo, menos un cerdo... Tiene cara de pene - lo último lo dice como para sí mismo, pero al escucharlo casi me atragantó con mi propia saliva.
Me mira y sus mejillas se bañan de un leve rubor. Oh, que tierno. Se ha avergonzado.
Le sonrió y me doy la vuelta, dejo las servilletas en la mesa, me estiro para coger los platitos de postre, que están en el armario más alto.
Genial.
Escucho a Cameron reírse por lo bajo. Me doy la vuelta.
- ¿Te estás burlando de mi? - enarco una ceja. Él se muerde el labio inferior para reprimir la sonrisa, se aclara la garganta y se esfuerza por ponerse serio, fracasando estrepitosamente.
- Claro que no. Yo nunca me burlaría de ti - dice.
- Me alegro de escuchar eso - digo sin poder ocultar la sonrisa.
- ¿Lo hago yo? - señala lo que intentaba hacer yo.
- Ya estuvieras terminando - digo riendo.
- A sus órdenes Señora - saluda como un militar, lo que hace que no me pueda aguantar una carcajada.
Lo sé, ahora estamos más... Normal. En estos días hemos pasado mucho tiempo juntos. Sé más cosas de él, como él de mi. Como por ejemplo su cumpleaño es el 31 de diciembre, es Capricornio, su comida favorita son los macarrones a la boloñesa, tiene una cicatriz en la pantorrilla de cinco centrimetros, causada por su primera caída en bicicleta.
Así que se podría decir que nos hemos hecho amigos.
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- ¡¡Nos vamos a Paris!! - gritan las chicas.
- ¡Wowwww! - todas gritamos.
Hemos estado planeando este viaje desde hace cinco meses. Hoy es viernes, y lo más importante... ¡ES EL ULTIMO DÍA PARA EMPEZAR LAS VACACIONES DE NAVIDAD!
- ¡Ashton ya tiene todo listo! - dice Ana leyendo un mensaje enviado por éste.
- ¿Creéis que Marco me pida ser su novia en este viaje? - suspira Carla presionando sus manos entrelazadas en su pecho.
Ana y yo reírnos tiernamente.
- Espero que sí, porque sino, entre Sam y yo le arrastramos de los huevos por los Campos Elíseos - suelta Ana con voz dura.
Nuestras carcajadas fueron silenciadas por la llegada de la Sra. Adams al salón de clase.
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- ¡Trish venga que llegamos tarde! - grita mi madre desde la cocina. Yo estoy viendo Penny Dreadful cómodamente en el salón.
- Ya vooy - bufa mi hermanita colocándose la sudadera rosa.
Ya está perfectamente bien de su pierna, tardó un mes en reponerse por completo. Ya que no paraba quieta. Y que esperabamos, es una niña de cinco años. Ósea que intentar que esté quieta más de una hora es Misión Imposible.
- Sam nos vamos. Recuerda que al redor de las diez llamará tu padre - recuerda, ruedo los ojos.
- Que si mamá... Me lo has dicho más siete veces. Las he contado - digo sin quitar la mirada de la TV.
- Lo sé... Luego no quiero que tu padre me eche la culpa a mi de que tu no quieras hablar con él.
- Okay... Diviertanse - las despido.
En el hospital han organizado una mini fiesta de cumpleaños. Por un peque que se hizo amigo con Trish durante su estadía en el hospital.
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Había pasado unas cuatro horas viendo capítulos seguidos de Penny Dreadful. Me había enganchado a esa serie, al sólo ver la portada me llamó la atención y me descargué las dos temporadas estrenadas. Estaba en el capitulo 5 de la T1, concretamente cuando alguien había entrada en la casa donde viven los Protas, y justo cuando Él (el diablo o eso dicen en la serie) aparece para robarse a Vannesa (la prota) Justo en ese momento de suspenso, justamente en ese corto pero intenso momento, se oyen tres fuerte golpes en la maldita puerta, haciendo que tire el bol de las palomitas y las chuces caigan al suelo. Quedando esparcidas por todo el salón.
- ¡JODER!
Le pongo pausa al vídeo y me levanto furiosa, con todas las ganas del Mundo de lanzarme a la persona que casi me provocó un infarto y arrancarle la cara solo con mis propias uñas.
Mi enfado crece cuando no para de aporrear la puerta.
- ¡Te mataré si no pa...
- Vaya... Ganarias mucho dinero como sicaria - dice divertido.
Un rubor baña mis mejillas instantáneamente. Dios, el pensamiento de lanzarme a él no estaría mal, claro que no para destrozarle su magnífico rostro. Sobre todo cuando se aparce así de... Arrebatadoramente sexy; con esos pantalones negros, que se ciñen a sus muculosas piernas, y ese jersey gris con el cuello en V que se ajustan a sus bien formados brazos y torso, y con sus botas militares de color negro con los cordones desatados. ¡¿Puede haber algo más sexy que esto?!
- Lo siento... - bajo la mirada hacia mis pies avergonzada.
- Tranquila... - dice risueño.
- Emmm... Y ¿Qué haces aquí? No me dijiste que vendrías o ¿si? - no lo olvidaría.
- No, no te dije. Ana me ha enviado a dejarte estos papeles, creo que ayer te los dejarte en casa - explica sonriendo de lado.
Puta madre...
- ¡Oh! pasa... - me hago a un lado de la puerta para que entre.
Pasa a mi lado, dejando un camino de su maravilloso olor que llega inmediatamente a mis fosas nasales, asiendo efecto en mi como una maldita droga.