Compañía Anhelada |PAUSADA|

By SoniadeArnau

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Sean, Víctor y Derek son tres amigos muy diferentes entre sí y que cursan su último año de preparatoria. Por... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24

Capítulo 12

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By SoniadeArnau

—Hola, Derek, ¿cierto? —Lo saludó Sara al percatarse de su presencia, cortés.


—Hola —regresó el saludo y aprovechando la ocasión, alargó la plática—. Qué sorpresa verte por aquí. No me parece un lugar que tiendas frecuentar.


—Es verdad. Yo no, pero Víctor sí.


"Víctor"; un nombre que no quería escuchar en ese momento. Además, la actitud de Sara lo confundía. Víctor había sido realmente grosero con ella la noche anterior y sin embargo, parecía no afectarle en lo más mínimo; hablando de él sin problemas. Como si leyera su mente, Sara continuó hablando, otorgándole respuestas.


—Víctor no es malo. De alguna manera lo entiendo. La noticia del compromiso lo afectó. Antes de eso, lo poco que lo traté, se comportaba muy bien conmigo. Fue a partir de la noticia que se hizo frío, pero sé que realmente no es así.


Derek no dijo nada, no estando seguro de comprender. ¿Por qué le contaba todo eso? Era un asunto bastante personal y ella no lo conocía bien; tan sólo sabía su nombre y éste siempre acompañado de una interrogante.


—No creo que Víctor vaya a aparecerse por aquí hoy —dijo él para romper el silencio que se formó—. Para que no te dieras la vuelta por nada, ¿qué tal si comemos un helado o algo? Yo invito.


Sara asintió sonriente, estando de acuerdo. Los dos se sentaron en una mesa que se desocupó una vez hicieron sus pedidos e iniciaron una pequeña conversación, la que tuvo lugar, nuevamente, gracias a la curiosidad de Derek.


—Por cierto, ¿vas a la escuela? ¿Estudias algo en particular? ¿Tomas clases privadas? ¿Te gustaría aprender algo en específico?


—Sí, voy al instituto, uno privado. Me gustaría ser veterinaria; me gustan los animales.


—¡Oh sí! ¿Cuál es tu favorito?


—Los felinos en general.


—Entonces tienes mascotas, ¿un gato, quizás?


—No, no. Mi padre es alérgico a ellos. ¿Tú tienes mascota?


—No, nunca he tenido ninguna clase de animal en casa.


—¿Y no te gustaría tratar con alguno después? ¿Tal vez cuando tengas tu propia casa?


—Quizás. Si lo tuviera, me gustaría tener algo que no requiera tanto cuidado, como peces o tortugas o aves.


—Ya veo. ¿Y has pensado que estudiar?


—Quiero graduarme de técnico en computación.


Y de aquella manera, continuaron con la conversación que los llevaría a conocerse un poco más.




En cuanto salió de la escuela, Sean se encaminó a la casa del tío de uno de sus compañeros. El hombre iba a mudarse y necesitaba ayuda con algunas cosas pequeñas para meterlas en su auto. Arribó al lugar, siendo un departamento en el segundo piso; la mudanza todavía no llegaba. Saludando cordialmente al señor y presentándose, inició con su labor de ayuda. Al cabo de media hora o poco después, el camión de la mudanza hizo acto de presencia. Desde su lugar como conductor, Rigo vio que Sean salía del apartamento con una caja en sus manos y lo reconoció, recordándolo.


—Oh, mira quién está aquí —le dijo a Karen a su lado—. El chico ayudador de la otra vez.


Karen, dejando de prestar atención al juego de avioncitos en su celular, clavó sus ojos al frente y visualizó a Sean. Invadida por una emoción desconocida, se aventuró a sacar la mitad del cuerpo por la ventanilla del camión aún en movimiento, sentándose en el borde de ésta, para sacudir su brazo derecho con enérgica vitalidad y gritar contenta:


—¡Hey! ¡Hola! ¡Yuju!


Al observarla, Sean simplemente sonrió, extrañado, y alzó la mano en señal de saludo. El camión se detuvo por completo y presurosa, Karen se bajó para ir al encuentro del castaño e inquirir por su presencia en aquellos lares; cuando éste le informó de todo, también dijo que no tendría problemas en ayudarlos con los muebles como la vez pasada. Encantados, los dos se dejaron ayudar y de ese modo terminaron velozmente con la carga, dispuestos a ir ahora a la nueva dirección. Karen iba a montar nuevamente el tráiler, pero Rigo la detuvo.


—Creo que por hoy es todo para ti.


—¿Qué quieres decir? Me necesitas para descargar.


—Me las arreglaré solo, no es como si fuera la primera vez. Puedes ir y disfrutar del resto de la tarde. Es más, si quieres, hasta puedes invitar al ayudador a algún lado.


—¿Pero qué tal si está ocupado? Es un chico muy diligente.


—No sé, ve y pregúntale. Si te dice que tiene algo qué hacer, pues te vienes conmigo, ¡ya qué!


—Ah, eso significa...


—No, no; tú ve, tú ve.


Rigo casi, casi que la empujó para que alcanzara a Sean, que ya se había despedido del ex-dueño del apartamento y caminaba a paso tranquilo, alejándose de allí. Karen lo siguió y lo detuvo.


—Espera un momento. ¿Tienes algo qué hacer en este momento o más al rato?


—La verdad no tengo nada planeado —confesó el castaño.


—Oh, si no estás ocupado, ¿te parece si damos una vuelta por los alrededores? —preguntó como quien no quiere la cosa.


No viendo problema alguno, Sean aceptó. Karen se viró para mirar a Rigo, quien le alzaba el pulgar en señal de victoria para después subir al tráiler e irse, dejando al par de jóvenes con su paseo. Mientras caminaban, Karen hablaba.


—Me gusta caminar... bueno, en general me gusta ser muy activa, pero sobre todo dar paseos porque a mi perrito Mimo le encanta pasear. Tiene seis meses; es un dálmata. ¿Tienes mascotas?


—Ahora no, pero las tuve; llegué a tener un perro, un gato, un concejo, un hámster. En la sala teníamos una gran pecera con varios peces de color; en el patio trasero teníamos una jaula con diversos pericos y tenía un par de tortugas, pero debido a mi falta de tiempo para atenderlas se la regalé a mi amigo Víctor.


—¡Wow! Sí que tenías animales. Te gustan mucho, ¿eh? Entonces le agradarás a Mimo; espero que un día de estos podamos pasear con él.


—Me parece bien.


—Por cierto, ¿has escuchado del nuevo boliche que abrieron en el barrio alto?


—Sí, de hecho ya fui un par de veces.


—¡Ah, qué bien! Yo no he tenido la oportunidad de ir, pero realmente me gustaría intentarlo. Nunca he jugado bolos, pero sé que es divertido —confesó Karen, sonriente.


—Lo es. Tal vez podamos ir los dos en otra ocasión —invitó Sean.


—Genial, me apunto. ¿Y tú has probado subir a los botes del lago?


—No, eso no lo he intentado.


—¿No? Está cerca de aquí, ¿por qué no vamos?


Sean asintió y se dejó guiar por Karen al puertito del lago que disponía tanto de botes con remos, especialmente diseñados para las citas de enamorados, como por lanchas, diseñadas para las familias o cualquiera que deseara pasar un agradable momento y velocidad. Los dos se inclinaron por las lanchas y embarcándose junto al lanchero, recorrieron el lago completo con más amenas conversaciones y risas. Así, el día concluyó.




A la mañana siguiente, con ansiedad e inquietud porque tenía algo muy importante que decir, Víctor se dirigió al hogar de la familia Duarte, y al hallarse frente a la puerta, tocó con prontitud y con golpes desesperados. Ester atendió al llamado.


—¡Qué sorpresa, Víctor! Bueno, no tanto. Últimamente has estado viniendo mucho. ¿Por qué no te quedas, mejor? Podemos compartir cuarto; puedo convencer a mis padres de eso.


—Busco a Derek, ¿puedo pasar a su habitación?


—Oh, sí. Pasa.


Recorrió el camino para llegar a la recámara deseada y si llamar antes, abrió la puerta de golpe, asustando a Derek, quien escuchaba música recostado en su cama y lo miraba con sorpresa.


—¿Qué...qué? ¡Me asustaste! —reclamó el pelinegro, quitándose un audífono.


Víctor se acercó a él con los nervios casi de punta.


—Es que se me ocurrió una gran idea —exclamó emocionado.


Derek se dispuso a colocarse nuevamente el audífono, indicando que deseaba ignorarlo, pero el rubio se los arrebató con todo y reproductor Mp3.


—No, no, escucha. ¡Es para tener una cita con ellas! Así que márcale a Sara e invítala a salir mañana que yo haré lo mismo con Sol.


Derek se levantó y lo encaró, sumamente desconcertado.


—¿Estás loco?

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