La pareja del líder [TodoBaku]

By AgostinaRocy

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Durante generaciones, el clan de los Zorros de la Luna Roja y los Dragones del Sol habían convivido en armoní... More

Prólogo.
Cuestiones Políticas.
El Pueblo de Rinji
Pequeña Notita
Mirio e Izuku.
Intoxicación.
Gradual Recuperación
Visita al Dragón.
Lecciones compartidas.
Keigo y Tenya
Siempre es mejor decir la verdad.
Un pequeño paseo.
Una persona muy directa.
Obligaciones y apoyo
El Festival de la Luna
Sentimientos.
La Luna como testigo.
Preocupaciones y Miedos.
Una sorpresa no tan sorpresa.
Medidas preventivas.
La llegada del invierno.
Cada vez más cerca
La pareja del líder
La estrella blanca.
Agradecimientos y Curiosidades

La Hora de las Luces.

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By AgostinaRocy

Bakugou conocía bien el lugar que le menciono Kirishima a su prometido. Iban ahí de niños a jugar bastante seguido, era privado y por lo general nadie pasaba por las orillas del río durante la noche, demasiado entretenidos con el mercado y el alboroto del festival. Se trataba de un sendero muy largo, colonia abajo se podía observar el río que fluía hacia el sur y los árboles eran iluminados por pequeñas esferas de luces. Era bastante largo y nunca había llegado hasta el final que recordara. Posiblemente se extendería hasta el desemboque del río.

A Todoroki le gustó. Sus ojos brillantes al ver el río y las estrellas en el cielo. Tomo nota mental de mostrarle más lugares en el futuro. Su recuperación iba lo bastante bien como para permitirlo.

El sonido del agua era tranquilizador. Después de un día tan largo, el cenizo lo agradecía, así como también el hecho de el más alto estuviera sosteniendo su mano como si fuera lo más normal del mundo e ignorara que su corazón latía a lo loco. Sí, una extraña mezcla. Pero se sentía aturdido y agotado. Estaba en su derecho en dejarlo pasar.

— ¿Ya está por empezar? —preguntó el bicolor, sin poder ocultar el entusiasmo en su voz y trayendo a su prometido devuelta a la realidad.

—Un minuto más —informó el de ojos rojos observando a su alrededor —Espera y observa. Te gustará, mitad-mitad.

El bicolor asintió e hizo lo que dijo su prometido. Estuvo atento, observó alrededor del bosque y antes de ver lo que sucedía, lo escucho a lo lejos. Los sonidos de asombro, las risas de los niños, el leve canto de los miembros del clan en el aire. Sus sentidos agudos se vieron afectados cuando aparecieron las primeras luces de la nada, dónde antes no había existencia alguna, la pequeña luz se manifestó. Como si fuera una luciérnaga, moviéndose perezosamente de un lado al otro. Había otras que se movían más rápido o un tanto más lento. Pero todos parecían iguales. Misma forma, misma energía, misma cantidad de luz.

Un espectáculo hermoso. Nunca había visto nada igual y le daba una sensación de paz, como si estuviera en su hogar siendo recibido por sus familiares. Las luces no lo tocaban, parecían bailar a su alrededor y se ponían traviesamente a sus costados. Gracias a su sensibilidad como dragón, podía sentir que emitían cierta cantidad de calor y lo hacían sentirse todavía más seguro que antes.

El cenizo le había soltado la mano al más alto para que pudiera disfrutar del espectáculo, lo vio caminar por el sendero sin mirar, embobado por las luces y con las manos extendidas, sin intentar tocarlas pero viendo si ellas se acercaban a hacerlo. Tenía una leve y adorable sonrisa en sus labios mientras sus ojos observaban con asombro todo. Oh, como le gustaba esa vista.

Estaba tan contento viéndole que se olvidó que cierto detalle pasaba durante la Hora de las Luces y que él, con su suerte, siempre tenía la mala suerte de ser una víctima.

—Mí querido descendiente tiene una pareja curiosa —hablo una voz misteriosa —Un dragón. Menuda combinación.

Katsuki contuvo un gruñido de frustración, su buen ánimo se fue en picada. En cambio, Shoto dejo de mirar las luces y se enfoco en quien había hablado. Se trataba de una persona que caminaba hacia ellos, de cabello largo de un tono casi blanco, ojos rojizos y usaba un kimono de un tono celeste sin ningún grabado particular, pero que aún así le hacía lucier elegante. Estaba acompañado de una mujer, cuyo cabello largo sí era en su totalidad blanco y sus ojos grises. Por un segundo, pensó que estaba viendo a su madre, pero ella traía una expresión más soñadora, más ligera y perdida. Como si no estuviera prestando atención a nada en particular. Muy al contrario de su madre, que estaba siempre atenta y avispada a todo.

—Carajo, ¿no tienen alguien más a quien molestar ustedes dos? —se quejo el cenizo, ya al lado del más alto y poniéndose cerca suyo — ¿Por qué siempre es a mí?

—No es siempre —intervino la mujer, su voz amable y suave —Esta vez es especial.

—Queríamos conocerlo —señalo el hombre a el dragón —Hum, muy bonito. No tanto como mi Yukiko, pero casi. Buena elección.

—Deja de joder y lárgate.

El bicolor agarro despacio el brazo del más bajo, para darle a entender que no podía seguir su conversación y que quería ser parte de ella. El de ojos rojos asintió, no quiso ser grosero, solo se sentía frustrado de que su tiempo con su prometido hubiera sido interrumpido por dos...seres tan extraños y metidos.

— ¿Escuchaste de Ashido y Sero las historias de que El Gran Zorro de la Luna Roja y la Diosa Lunar se podían aparecer durante la Hora de las Luces? —preguntó el cenizo, para saber si tenía que darle una muy larga explicación o ir al punto.

—Sí, no les creí del todo. Pensé que querían asustarme —se encogió de hombros el bicolor mirando a los dos seres con cautela —Kaminari estaba bastante entusiasmado por encontrarse con ellos.

—Creeme que no quiere eso —murmuró el más bajo —En fin, ellos son el Gran Zorro de la Luna Roja y la Diosa Lunar. Mí predecesor y la diosa es una fuente de energía, ha estado aquí desde hace mucho mucho tiempo. Nunca le han gustado los nombres que le han puesto, así que, llamarla solamente Diosa Lunar.

—O Luna —comentó la diosa —Como le guste más al dragón.

—Yo...estoy muy sorprendido —se puso nervioso el bicolor —Nunca pensé qué...

— ¿Que era posible que aparezcamos? Dragón, como criaturas dotadas de magia, la muerte no es el final de descanso que nos espera. Muchos de nosotros tendremos otras facetas más divertidas —sonrió el Gran Zorro —Una gran parte de nosotros sí empezará otro ciclo pero la otra parte hará lo que quiera. Yo quería seguir jugando bromas a mis hijos, estar con mis nietos y ver la prosperidad del Valle de Anteri junto con Luna quien me protegió. Por esa razón permanezco aquí.

—A mí solo me gusta aparecerme con él cerca —dijo la Diosa Lunar —No tengo otro deseo aparte de ese.

Bakugou pensó que debería darle a Todoroki un momento para explicarle todo. La primera vez que estuvo delante de esos dos, a la edad de cinco años, también tuvo una gran cantidad de preguntas. Para empezar, la Diosa Lunar no parecía recordar a nadie más que al Gran Zorro de la Luna Roja, era un ente que si bien era divino, no poseía grandes poderes. Tenía sus ligeras excepciones en ocasiones pero parecía más que nada apegada a su predecesor y lo acompañaba en sus travesuras, como una madre velando por el bienestar de su único hijo. Por otra parte, el Gran Zorro de la Luna Roja sí era conciente de sí mismo, su historia y la de sus generaciones, adoraba jugar bromas a todos y solo visitaba en su forma real su hogar durante el Festival de la Luna Roja.

Hubiera deseado explicarle todo a su prometido para que no tuviera miedo de ellos pero no tuvo la oportunidad de hacerlo. El Gran Zorro de la Luna Roja le arrastró de los hombros y lo llevo hasta una punta cerca de la orilla del río, lejos del bicolor e imitó su imagen con su magia. Ya eran muy similares, solo que su antepasado tenía rastros más andróginos, haciendo que fuera difícil distinguir si era un hombre o una mujer. Pero ahora que adoptó su forma, parecía más joven, casi como si fuera su hermano menor y dejo que le colocará las palmas de las manos junto con las suyas, haciendo que sus brazos se flexionaran y se quedaron viendo fijamente.

—Un paso, dos pasos, tres pasos —canturreo el Gran Zorro —Sigue mis pasos.

—No tenga ganas de bailar...—desvió la vista hacia el bicolor, el cuál estaba junto con la Diosa Lunar y le miraba atentamente —Tengo que hablar con él.

—Tienen el resto del año para hablar con él. A mí me puedes ver solo por ahora —hizo un puchero su antepasado —Vamos. Un paso, dos pasos, tres pasos. Las luces son preciosas, ¿no?

Katsuki rodó los ojos ante la exageración y el dramatismo de su antepasado pero termino cediendo, prometiendo que más tarde le daría una larga y tediosa explicación a Shoto acerca de la presencia de esos dos durante la Hora de las Luces. Coloco sus palmas junto las suyas nuevamente, que se sentían casi reales y frías, siguiendo sus pasos con tranquilidad. Un paso adelante, dos pasos a la izquierda, una vuelta y un paso más a la derecha. Era un baile sencillo, tradicional, en el cuál la pareja se miraba mutuamente y no había más tacto que el de sus manos juntas. Aún así, era considerado muy íntimo y de cortejo.

No podía comprender porqué el Gran Zorro de la Luna Roja eligió ese baile. Siempre le hacía lo mismo cada vez que llegaba, bailaba con él, se burlaba un poco y después se iba a molestar a alguien más. Posiblemente a sus padres. La Diosa Lunar intentaba que fuera leve la mayoría de las veces, no obstante, en esta ocasión parecía haberse adjudicado la tarea de cuidar de su prometido quedándose a su lado.

Un prometido que, cada vez que le miraba de reojo en una de las vueltas, le miraba más y más intensamente.

¿De qué se estaba perdiendo?

Shoto tenía sus ojos fijos en él, en sus movimientos, haciendo que sintiera calor por su cuerpo y un extraño subidón de energía. De repente, las luces se veían más brillantes que antes. Y empezaba a marearse entre tantas vueltas.

El cenizo trago saliva e intento enfocarse en el baile, en los pasos, pero cuando fue nuevamente su turno de girar, su pie izquierdo no tocó el piso y el Gran Zorro de la Luna Roja le dió una mirada burlona antes de ver cómo caía por la orilla hacia el río


Era como ver dos versiones de Bakugou. Una más joven y risueña, otra madura y sería. Sus pasos eran elegantes, sus ojos rojos agudos observando todo en el bosque, podía ver el movimiento de su yukata que en cada vuelta se iba abriendo más y más, dejando a la vista su pecho blanco, sin rastros de vello a la vista y sentía que la vista, por muy poco reveladora que fuera, le hacía estremecer. Por eso, no podía separar sus ojos de su figura, de la manera en que se veía tan masculino y, a la vez, delicado con cada paso que daba. El Gran Zorro de la Luna Roja parecía un niño jugando al lado del cenizo, que manejaba el baile con un aire sereno y atractivo.

—En verdad te gusta mucho, ¿no? —murmuró la Diosa Lunar, con un aire distraído, casi como si estuviera hablando consigo misma.

—Sí —contestó el dragón, sin saber si ella quería que le respondiera o no.

—Me recuerdas a él. Cuando miraba a su Yukiko —se refería al Gran Zorro, le estaba mirando justamente en ese momento —Su esposa. La amaba mucho. Lindo. Cuando amas a alguien, es muy lindo. Me encanta verlo.

—A mí me encanta sentirlo —confesó el bicolor —Me encantaría más si fuera correspondido. Deseo que sea así.

La Diosa Lunar sonrió al escucharlo pero no volvió a hablarle, se quedó con las manos sobre su estómago y estuvieron en silencio un rato, hasta que ella murmuró algo nuevamente en su dirección.

Fue un segundo antes de que el cenizo se resbalara por la orilla del río, por lo tanto, el bicolor no lo recordaría hasta un año después. Hasta que estuviera nuevamente delante de ella y el Gran Zorro de la Luna Roja que le mirara con burla y diversión.

Hasta que recordara el tono cariñoso en su voz, mezclado con esa sensación de que ella no estaba ahí en ese momento y que hablaba a la nada.

—Hoshi es un lindo nombre. Y Shiro también. Preciosos.

No la escucho, para nada. Ya que lo primero que hace al ver a Bakugou desapareciendo por la orilla del río, es correr e ir tras él, agarrarlo del yukata para mantenerlo cerca y llevarlo a su pecho para que no se lastime en la caída.

Todoroki no se da cuenta de que tan mala idea es hasta que llegan al final de la caída.

Cuando se da cuenta que las luces son mucho más brillantes ahí abajo, cerca del agua del río y que la luz de la luna ilumina perfectamente a su prometido, que está encima suyo, con la parte superior del yukata caído por completo, revelando su sensual y esbelto cuerpo.


Bakugou debió suponer cuáles eran las malditas intenciones de su antepasado desde el principio. El muy maldito prácticamente lo dejo servido para su prometido y les dió un lugar privado para estar, ya que podía sentir las barreras de protección que estaban rodeando el área de la orilla. Estuvo muy tentado en ponerse de pie y buscarlo para golpearlo. Sin embargo, al apoyar una de sus manos en el pecho del más alto —no tenía otro lugar para hacerlo, estaba aplastado contra su cuerpo, literalmente— pudo sentir lo rápido que le iba el corazón y eso hizo que tuviera una extraña sensación de superioridad. De orgullo, casi.

Y puede ser que le halla parecido divertida la manera en que el dragón contenía la respiración y se mantenía rígido debajo suyo.

Aún así, una parte suya se mostró preocupada y le ganó a la que tenía ganas de jugar con los nervios del dragón. No cayeron desde una gran altura, solamente rodaron colina abajo hasta quedar cerca del río. Pero el más alto podría estar lastimado igualmente, después de todo, le sostuvo y se llevó gran parte del impacto en su espalda.

— ¿Te lastimaste Todoroki? —quiso saber, alzándose sobre el dragón, sintiendo como su mirada se deslizaba sin reparos por su cuerpo —Hey, presta atención a mi pregunta y no a que estoy semidesnudo arriba tuyo, maldito pervertido.

—Perdón —murmuró el más alto, con la voz ronca y sus manos cosquillando por tocar al contrario —Estoy bien.

— ¿En serio?

A Shoto le hubiera encantado en ese momento poder gritar del pánico que sentía por tener al cenizo tan cerca, rozando sus labios con su aliento y viéndolo con esos ojos rojos cargados de atención hacia él. Su pulso estaba disparado y no le ayudaba en nada que el más bajo siguiera sobre su cuerpo.

— ¿Te puedes mover? —preguntó en un hilo de voz. Le sería más fácil hablar sin tenerlo tan cerca.

—Estoy bastante cómodo aquí —respondió el cenizo, con una sonrisa engreída, notando como el dragón se moría de los nervios.

—Bakugou, por favor, bajate —rogó el más alto, sin poder creer lo lindo que le parecía su prometido, incluso cuando estaba jugando con su cordura —Yo...no creo poder soportar más si sigues estando tan cerca. Bajate.

Katsuki se sintió todavía más tentado por esa declaración y se acercó más al rostro del más alto, observando con atención cada uno de sus rasgos, dándose cuenta que sus pupilas azul y gris ya estaban dilatadas en señal de que le encantaba lo que estaba viendo y eso era a él. Una sonrisa torcida apareció en sus labios y llevo una de sus manos hasta su rostro, haciendo que se moviera hacia arriba, mostrándole su cuello a su entera disposición. Apoyo sus labios ahí, sintiendo la manera en que se ponía todavía más tenso que antes y paso su lengua, deseando marcar ese pedazo de piel.

—Bakugou, por favor —rogó una vez más el dragón —No sabes en lo que te estás metiendo. Déjame.

El cenizo resopló y disfruto de la manera en que la corriente de aire hizo que el bicolor se estremeciera. En realidad, tenía una idea clara en lo que se estaba metiendo. Mitsuki le explicó que los dragones no solían tener otras parejas fuera de su especie porque no se sabían controlar y terminaban hiriendo a esas parejas durante el sexo. Ella le aseguro que acepto a Shoto porque, según Enji, era el dragón más fuerte de sus hijos, el que más control de impulsos tenía y que mejor se manejaba en sus facetas más salvajes.

Teniendo en cuenta de que el bicolor no asesino a todos cuando lo envenenaron con Gas de Tum en el Abismo, el más bajo estaba bastante seguro de su autocontrol. Aunque dudaba en parte por lo sucedido durante la Cueva de Cristal, dónde se abalanzó sobre él con una maldita erección y algunas otras veces en dónde su mirada era más intensa de lo normal. Bien, eso no era tan importante en verdad, ya que él confiaba en que sin importar que tan alterado, deseosos o exitado que estuviera, el dragón jamás le haría daño. Tenía una confianza ciega en ello.

Así que se deleitó a sí mismo besando su cuello con cuidado antes de alejarse y mirarlo a los ojos, notando que partes del dragón ahora eran más evidentes que antes para dar un indicio de lo alterado que lo puso. Sus dos cuernos se mostraban en su frente, las líneas en su rostro también de color azul oscuro y, por último, sus pequeños colmillos que parecían ansiosos por reclamarlo.

Algo dentro suyo debía estar muy mal sin en vez de tener un poquito de miedo por su seguridad, solo se sintió fascinado por la vista y exitado.

—Shoto —uso su nombre por primera vez, sintiendo un cosquilleo en la lengua al hacerlo y disfrutando muchísimo de la forma en que el dragón dió un respingo al escucharlo —Sé bien en lo que me estoy metiendo. Y, joder, quiero que pase.

Al parecer, Katsuki dijo las palabras mágicas para terminar de despertar el instinto de la bestia que se despertó dentro de Shoto, que al escucharlo sus ojos casi se salieron de sus órbitas y no dudo en cambiar sus posiciones, subiéndose encima suya, colocando una mano sobre su vientre caliente y dándole un repaso con la mirada, hasta que se encontró con sus labios.

El cenizo sintió que se le cortó la respiración cuando, después de una larga espera, finalmente el dragón reclamo su boca con la suya y empezó a tocarlo.

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