El bufón busca su cordura © T...

بواسطة SamanthaHirszenberg

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❝Nadie sabe lo que el rey desea y el bufón perderá la cabeza por ello❞ Se ha visto a la maldad sollozar por e... المزيد

00. ¿Cómo juzgar?
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Gran Diccionario De Wiggs
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Extra I
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بواسطة SamanthaHirszenberg

Sobre los decretos y las cartas con el Sello Real

    Un Real Decreto se escribe bajo la vigilancia de un notario que lo redacta de la voz de Su Majestad para después ser leído en voz alta como parte del protocolo y el reglamento. Una vez se ha corroborado como correcto y bien redactado, el soberano toma el sello que se guarda bajo el sol de aquel anillo que porta en el dedo anular derecho, sella el documento y entrega la carta al Real Vocero de la Corte junto con todos los demás decretos que se hubiesen redactado ese mismo día. Nuevas construcciones, modificaciones en leyes, veredictos de los juicios que llegan hasta la Corona pues no habían llegado a un veredicto a manos de los jueces públicos. Entonces el vocero entrega las cartas a las diferentes instituciones o provincias para hacer valer la palabra de Su Señor; y todos se ponían en marcha.

    De esta manera Verx se movía en un perfecto engranaje, siempre en comunicación con la corona para que esta pudiese atender y satisfacer las necesidades de las cuatro Grandes Provincias.

    El sello y la firma; todo estaba en orden y cuando Kim Seok Jin recibió el conjunto de cartas. Bastó una ligera inspección a los documentos para comenzar a trabajar. En las letras del notario, Su Majestad le ordenaba construir una red de pasajes bajo tierra que sirvieran como ruta de evacuación en caso de una invasión. Le explicaba que su tratamiento era en extremo confidencial y que solo podía tratar los asuntos con su oficial de seguridad interna, Sir Maschera Nera, quien también ocultaría su identidad por cuestiones de confidencialidad, pero que se identificaría siempre con una daga de plata con el emblema de la corona que Su Majestad le habría encomendado personalmente y cuya empuñadura luciría una rosa con cuatro espinas. Nadie más que el mensajero secreto de su majestad poseería tal objeto y resultaba imposible de replicar para un hombre común.

    No dudó del contenido. Después de todo, el Real Vocero de la corte en persona le había entregado aquella misiva.

    Seok Jin no dudó ni un segundo cuando este hombre en máscara negra apareció y mostró la daga con el emblema.

    La inspeccionó por si acaso.

    Era genuina.

    Sus conversaciones con el mensajero eran escuetas, pues este solo se limitaba a dejar muy en claro esa gran preocupación por que todo estuviese en orden con los pasajes. Nadie quería hacer enojar al Solei con retrasos innecesarios ni mucho menos con operaciones incompetentes. Seok Jin había escuchado rumores de los sirvientes horripilantes a quien Su Majestad daba cobijo y no pudo ocultar su curiosidad en ninguna de sus reuniones. En ningún momento se le pasó por la cabeza que se tratara de la Rosa de Verx, pues era bien sabido que los Kanun no salían del castillo jamás, ¿Qué haría un favorito caminando entre las sucias calles del mercado? No tendría sentido alguno, a menos que viniese acompañado del mismísimo rey o de sus Hanun de compañía.

    A Seok Jin le pareció más natural que el sirviente con quien hablaba era uno común y corriente; lo cierto es que estaba más concentrado en los avances de su gremio. 

    Sus arquitectos eran todos jóvenes de excelencia y de talentos siniguales con la construcción; es más, la bella apariencia en el invernadero de su majestad era justo trabajo de SeokJin y dos de sus subordinados, Mazhar JaeBeom y Mazhar YuGyeom, ambos compañeros desde muy jóvenes y aprendices de Kim desde hacía unos cinco años y medio. Los había dejado con el encargo pues confiaba ciegamente en sus habilidades.

   Y ahora... ¿El viejo Sin le decía que todo había sido un engaño?

   ¿Por qué no había venido sus empleados a notificarle?, ¿por qué no habían llegado a su despacho para explicarle lo sucedido? Así fuera un accidente, así se tratase de un engaño, él los escucharía. ¡Eran sus aprendices después de todo!

    SeokJin palideció.

    Oh, en qué grave lío se habían metido.

    Cierto bufón retrocedió sobre sus pasos cuando los escuchó hablar. Mierda. Mierda. Mierda. Por supuesto que se enterarían en algún momento. Estaba preparado para esto. Sin embargo, el que se descubriesen el uno al otro justo cuando Tae Hyung no podría despegarse por demasiado tiempo de su majestad, lo dejaba en una muy mala situación.

    —Sin Salaud (Hijo de puta)—maldijo el bufón en voz baja. Gracias a su incapacidad de quedarse quieto, ahora no podría moverse con libertad. ¿Habrían corrido con Su Majestad a contarle?, ¿él estaba enterado ya?

    No...

    Decirle sobre un descuido tan grande exigiría una ejecución, y ni Seok Jin ni el viejo Sadayeren se veían con muchas ganas de morir. Son unos cobardes, pensó Tae Hyung, no le dirían a Su Majestad... No se atreverían.

    Ahora contaba con su cobardía.

    Sin embargo, no todos los inconvenientes desaparecerán entre la falta de valor del Consejero y el Arquitecto, moverse dentro del reino sería más complicado ahora. Entonces comenzó a divisar su plan modificarse ligeramente. Consideraba las alternativas y removía las opciones. Quizá entonces los Aves no podrían pasar por los conductos que sean reportados y eso lo metía en un gran problema. No podría comunicarse con el exterior para resolver el problema, estaba solo. Pero más que la incomodidad de las Aves, pensó en su seguridad. Eso era lo primordial.

    ¿En cuánto tiempo tardarían en encontrarlos todos?

    Distraído con inquietantes pensamientos de catástrofe, el bufón chocó contra una persona, quien por su aroma y lo desalineado de su aspecto, lucía como un completo borracho. De inmediato se disculpó en un mascado castellano que irritó al ebrio en el acto.

    —Ese estúpido acento vuestro. No se os entiende nada de lo que pronunciáis —exclamó. Dejó que Seok Jin y el viejo Sadayeren se marchasen al otro extremo del campamento y se plantó allí, confundido por las palabras de este guardia verxian que ahora le molestaba—. Deseáis haceros el inocente, pero sé bien qué clase de rata sois vos. Conozco a los de vuestra calaña, hipócritas, mentirosos. A saber, cuáles son vuestros planes, pero es obvio que estáis engañando a nuestro señor ¡y eso os convierte en nuestro enemigo!, ¡enemigo!, ¡enemigo! —repitió al tiempo que se balanceaba hacia atrás ligeramente—. ¡Enemigo!, ¡enemigo!

    La rosa miró a su alrededor pensando en lo problemático que sería llamar la atención de Su Majestad justo ahora, auscultó los alrededores, pero todos estaban demasiado distraídos con el baile, la comida, la música y las tarotistas que recitaban sus adivinanzas a los ilusos. Nadie estaba reparando en uno de tantos borrachos repartidos en la gran fiesta.

    —Esas no son más que calumnias, verxian —se defendió con gran paciencia, esperando que con sortear un poco el bloqueo del paso, pudiese librarse del hombre y regresar con su majestad.

    Sin embargo, él bloqueó el paso.

    —¿Qué estabais haciendo en los aposentos de Nuestro Señor cuando él no está? —retó el soldado—, ¿qué tenéis en las manos, bufón estúpido? No han pasado por alto a mis ojos que sois tan extraño. ¿Y el arquitecto que desapareció de su despacho? Sé que vos estuvisteis involucrado en eso, me lo han dicho un par de mercaderes que os vieron merodear por el área el día antes de su desaparición. ¿Qué fue lo que hicisteis con él?, ¡¿acaso le habéis matao'?!

    Tae Hyung retrocedió en el momento en que el soldado quiso tomarlo de las muñecas. Era más rápido. Y mucho más ágil.

    —No he hecho nada. Von Rosewald solo compraba telas para sus vestidos, podéis preguntar al general Min, que él le acompañó todo el tiempo. Von Rosewald no quiere hacer enojar a nadie... Ahora debo ir a...

    —¡Calumnias las que salen de vuestra boca! —masculló el hombre, profiriendo un grito que sacudió la poca paciencia de Tae Hyung.

    —Tienes —quiso decir sientes— odio, pues Su Majestad siempre escucha a mis pertinentes súplicas. Súplicas que no he usado para más que para defenderme de monstruos carroñeros como vos.

    No podía dejar que lo tocara. Pensó en el instante en que se acercó que, si este estúpido soldado le lastimaba, Su Majestad estaría disgustado y ambos regresarían al castillo y entonces sería más difícil detener al Concejero y al Arquitecto. No, no podía regresar ahora. Por eso es que sorteaba la cercanía del soldado, girando grácilmente sobre sus tobillos y haciendo hasta lo imposible para alejarse de él de la manera más pacífica posible.

    —¡Que los gusanos os coman la lengua por mentiroso! —El hombre intentó forcejear con él para que le mostrase lo que llevaba en la mano; quería descubrir lo que escondía con tanta insistencia, pero entonces uno de los cascabeles en las mangas de Tae Hyung salió disparado por los aires gracias a los jalones del verxian entrometido.

    El sonido de la tela rasgándose los aterró a ambos.

    —Soltad mi traje —gruñó la bestia de Verx en un castellano mascado—. ¡O responderéis ante la ira de Nuestro Señor por arruinar el obsequio que me ha dado! 

    El verxian soltó al bufón de inmediato y vio con terror uno de los pequeños picos de aquel traje azul, al que le faltaba un cascabel de oro blanco.

    —No entiendo lo que hacéis, pero su majestad se enterará tarde o temprano —dijo el verxian, en tanto buscaba con desespero el cascabel que había caído, luchando contra la doble vista que le regalaba el alcohol. No dejaba de soltar sus calumnias entre hipidos, pero tampoco por eso dejaba de buscar el artilugio. En su pecho comenzaba a crecer el miedo por no encontrar la maldita baratija. Moriría por un cascabel, infiernos. ¡Por un puto cascabel!—. Y estaré encantado de ver en primera fila cómo vuestra cabeza rueda por el puto suelo con la espada de Nuestro Señor.

    Von Rosewald frunció el ceño.

    ¿Le parecía que estaba en posición de soltar aquello?

    —No metáis a Nuestro Señor en vuestras fantasías. Y entended una cosa de una buena vez, verxian —exclamó Tae Hyung con la voz profunda y los centelleantes ojos púrpuras clavados en Julián, quien auscultaba el césped con desespero, esperando hallar la baratija; momento que Tae Hyung aprovechó para esconder el sello que había sacado de su anterior ropaje y lo guardaba en una de sus nuevas mangas. Ese sello que le había permitido burlar a los arquitectos y que ahora llevar encima le provocaba una inquietud indescriptible—: Adoro a su majestad —masculló con determinación, erguido en su sitio, sin nunca dejar de mirar al problemático ebrio gateando por el suelo—. Cada respiro, cada latido en mi corazón existe solo por y para él; no pienso a perdonar a cualquiera que insinúe lo contrario.

    Cuando supo que el sello estaba seguro, se irguió sobre la espalda y revisó la rasgadura de su traje. Estaba ligeramente arruinado. Estúpido verxian, con lo hermosa y suave que era la tela de este en particular. Era el Azul de Prusia que Su Majestad había mandado a traer de la provincia de Geniza. Tae Hyung presionó la quijada con gran fastidio.

    —No sois más que un maldito hipócrita, bestia del averno —exclamó un Julián ebrio de vino y frustrado por sentir que algo estaba haciendo mal con su trabajo—. Vuestras acciones os costarán lo que la plata a Caín.

    Extendía con enfado el cascabel a las manos del bufón, quien se erguía orgulloso y sin bajar la cabeza esperando por el adorno. No parecía intimidado por el guardia, ni se plantaba tímido como cuando Su Majestad estaba cerca. 

    “Maldito payaso, hipócrita” pensó Julián.

    —Las acciones más allá de mi devoción no son de vuestra incumbencia —dijo el bufón. Al hombre llegó un mareo de los mil demonios y cerró los ojos con fuerza por el licor en su sistema. Sobre su espalda, el bufón lucía más alto y mucho más grande. Entonces, mientras se levantaba, sintió un pavor que nunca antes algún enfrentamiento con el enemigo le había provocado. Tragó saliva cuando vio el velo caer de la cara de la bestia, mostrando su rostro moreno, con la cicatriz descendiendo desde el ojo izquierdo hasta la mitad de las mejillas, y pudo sentir que se volvía loco ante la imagen del demonio frente a sí, soltando calumnias en castellano sagrado. Pero... 

    ¿Era... el licor?

    Tenía que ser el licor el que le jugaba bromas pesadísimas, la sangre se estancó entre sus venas y descendió hasta los pies cuando vio a ese rostro de infierno. Los pliegues de sus párpados inferiores parecían costurados a sus mejillas, formando la parte inferior de un diamante y en las cuencas de los ojos, solo había obscuridad.

    —Pero qué coj...

    Tenía que ser el licor, joder.

    Julián se maldijo a sí mismo, pues sabía que debía bajar la cabeza cuando el bufón no trajese el Manto de Jó encima, pero maldición, no podía apartar los orbes de aquel monstruo del averno. Aquel que era un rostro sin ojos, y de cuya obscuridad, emanaban polillas pequeñas que caminaban por su piel podrida y se paseaban entre las costuras y los pequeños pellejos que se salían por los costados, secos y corrugados... La mitad izquierda era coriácea, y la derecha parecía podrida, como carne fresca y pegajosa a la intemperie de la que podría jurar, emanaba veneno en lugar de sudor. Era simplemente aterrador.

    A Julián se le bajó el alcohol en el mismo instante en que su piel se volvió helada del miedo y ya no pudo pensar en más nada; ni en su odio, ni en su racismo, ni siquiera estaba pensando en el castigo de su señor. Hasta que por fin el bufón le soltó para permitirle vomitar, no sin antes exclamar sus advertencias en un idioma que esperaba, Julián entendiera a la perfección.

    —¿He sido claro con mis palabras, o el acento no os ha dejado entender? 

⊰ ᯽ ⊱

    Platicaban cuando un aterrado Julián se atravesó entre las concubinas corriendo hacia el bosque. Se había arrastrado como pudo a través del césped, en dirección contraria a Tae Hyung y con la vista aún borrosa y el corazón a punto de romperle las costillas desde adentro, levantó el cuerpo a duras penas y corrió por su vida. Las mujeres se miraron entre ellas confundidas. ¿Y a este qué le ha pasado?, pensaron.

    —Seguro no se midió con la bebida —exclamó la Arquera con los ojos muy abiertos. Al inspeccionar el lugar desde donde huía, no pudo ver más que algunas sombras que las grandes tiendas de campaña dejaban sobre el césped. Nadie más allá de un par de ebrios entonando canciones de infierno. ¿Estaría huyendo de alguna pelea, quizá?

    —Olvida a ese borracho y dime ya. ¿Qué habéis escuchado, Señorita Ahn? 

    La morena pareció recordar sus palabras en un instante.

    —El concejo ha acordado que comenzarán los preparativos... Buscarán consorte a Nuestro Señor.

    Lejos de sentirse feliz, el rostro de Solar-Hanun palideció.

    —¿Qué? —dijo con duda—, imposible. A Nuestro Señor no le gustan las mujeres de su harén. Nunca ha demostrado planes de buscar consorte, ¿qué lo haría cambiar de opinión a estas alturas?

    La animada ceremonia de pronto hacía llegar los vítores hasta ese lado del campo, por lo que la muchacha tenía que acercarse más a la arquera para poder escucharla mejor.

    —La edad, mi estimada Solar. Nuestro Señor, al infierno destinado desde el nacimiento, está cumpliendo los veintitrés está noche —susurró—. Ya no podrá postergarlo más y le serán enviadas muchas Hanun a sus aposentos hasta que al menos una conciba a un heredero.

    Ambas mujeres se notaban preocupadas ante la realidad. No es que no supieran que el tiempo llegaría. Por supuesto que el reino llevaba mucho tiempo sin príncipes en el castillo, pues Jeon había ascendido al trono a muy temprana edad y no había nada que esperar entonces. Pero las cosas habían cambiado y cada vez era menos efectivo evadir esa realidad. Verx necesita herederos. Jeon necesita dejar su sangre en la tierra de los hombres para que les guíe, de otra forma, el reino correría el riesgo de quedarse sin un guía, sin un protector. El Guía de los Perversos no podía dejarlos a su suerte.

    Y aunque era cierto que los súbditos más jóvenes no pensaban en este asunto en particular, eran los ancianos y las personas mayores las que no perdían oportunidad de expresar sus preocupaciones acerca del Imperio.

    —El Cielo Vacío nos libre de su ira —dijo Solar con mucha seriedad mientras observaba a su Señor a lo lejos, caminando entre los pueblerinos, probablemente esperando a su rosa. Nunca nadie pensaría en Jeon como un rey que evada sus responsabilidades. Incluso cuando las fiestas eran frecuentes y la caza obtenía mucho financiamiento, no descuidaba el más mínimo aspecto dentro de sus tierras de infierno... ¿Sería que veía todo el asunto del heredero como una más de tantas responsabilidades?, ¿algo que pudiese tratarse como no más que un simple trámite? Lo dudó, en verdad lo dudó—. Estará muy enfadado con todas nosotras.

    Por supuesto que, para un rey que amaba y respetaba tanto sus tradiciones, el faltar a una responsabilidad tan grande era imposible. Jeon cumpliría con su deber con la corona. Pero eso no significaba que no haría sufrir a quien se interpusiese en su camino cuando el enfado lo invada. Se sentiría impotente y quizá se desquitaría con sus sirvientes. La diminuta parte perversa en las muchachas las emocionó ante la idea de su rabia, y aún así, la prudencia las hizo temer de nuevo por sus vidas.

    —Debéis apresuraros, Solar-Hanun —dijo la Arquera en tanto tomaba un mechón de la muchacha y admiraba las largas trenzas adornadas de diminutas flores blancas.

    —¿De qué habláis? —exclamó el antiguo sol, completamente ofendida. De inmediato interpuso una de sus manos con mucha suavidad para que le soltase el cabello—. Renuncié al amor verxian de Nuestro Señor hace mucho. No deseo hacerlo infeliz.

    Pero Ahn no parecía contenta con su respuesta. Parecía que un gruñido se había escapado de sus labios.

    —No seáis tonta, Señorita —masculló al fin, invadida en la frialdad—. ¿En dónde ha quedado vuestro sentido común? Vos misma lo habéis dicho en el pasado, es tan solo pasajero ese gusto por el calaíta. Pasajero. —Los ojos grandes de solar la miraron expectante. "Solo se hace la bonita, la mosquita muerta" pensaba HyeJin—. ¿O preferiríais que esa malnacida de ByulJi ocupe vuestro lugar?, ¿en serio sois tan estúpida? Sois la más cercana a nuestro Solei, mujer. Si alguien tiene oportunidad, sois vos.

    Pero era un chiste. HyeJin tenía que estar haciendo un burdo chiste de muy mal gusto. ¿Tener oportunidad? Ser desechada mucho antes de siquiera poder intentarlo, ¿podía llamarle a eso oportunidad?

    —No poseo un lugar. El corazón de Su Majestad pertenece a Verx y solo a Verx —No quiso pronunciar a la Rosa. No se atrevería jamás a insinuar nada en voz alta, nada que involucrase a Su Majestad amando a su bufón. Era su manera de ser respetuosa con las decisiones del Solei (y su manera de mantenerse a salvo también). No debía dar pie a malas interpretaciones... Plantarse como enemiga del bufón no solo le costaría el cuello, le costaría también el poco aprecio que Su Majestad tenía por ella, pues si bien ella entendía que jamás voltearía a verla, al menos...—. Eso debería ser suficiente para vos también.

    Al menos era feliz de que él no apartase el manto de su protección y su cariño. No es por los obsequios, ni por las telas, ni por las joyas. Ningún verxian podría vivir a la sombra de ser odiado por su rey. No lo soportarían.

    —¡No hablo de su corazón, mujer estúpida! Hablo de su hijo. Parir al hijo de su majestad os elevaría al puesto más alto en el castillo, seríais más, incluso que Rose-Kanun, quien por más que lo desee no puede darle hijos. Nuestro Solei no podrá negarse a vuestras peticiones, y cumplirá todos vuestros caprichos… ¡Seríais una madre!

    —Oh, Infiernos Gélidos, permitid nazca paciencia en donde no la hay… —exclamó la concubina, escandalizada por las ideas de la arquera—. Que Nuestro Señor no os escuche.

    —¿Es posible que no tengáis ambiciones?

    —¿Es posible que no tengáis vergüenza?; Mi única ambición es la felicidad de Nuestro Solei, os lo he dicho ya.

    Se habían alejado. Ambas mujeres, en desacuerdo la una con la otra. Solar mantenía su distancia, quizá por miedo a ser confundida con una traidora... quizá por miedo a caer en las tentaciones de ese diablo en pieles de mujer le tendía frente a las narices.

    —Sois una estúpida —exclamó la arquera—. Vuestras convicciones os convierten en una completa idiota. —La insultaba, pero ya no tenía ganas de escucharla—. Pensadlo bien, Solar-Hanun. Una muchacha del harén será escogida y Su Majestad no podrá hacer más que aceptarla… ¿Por qué no ser vos la privilegiada? —Cuando vio la negativa de la joven verxian, explicó—: Si bien no podríais tomar el título de Kanun, sí podríais convertiros en Madre si lleváis a su hijo en vuestro vientre, mujer. ¡Seríais una Madre! Quizá vuestros ancestros en el infierno os lleven algún día a Consorte. ¡Seríais una esposa y por fin podríamos deshacernos de ese estúpido buf...!

    Fue entonces que la antigua favorita se tiró sobre su cuerpo y presionó la palma de sus manos quemadas contra la boca de HyeJin, quien no dejaba de mirarla con los ojos abiertos de par en par.

    —¡Cerrad la boca de una buena vez!, Calumnias las que salen de tu boca —dijo al zarandear su rostro con firmeza—. Sería lo mismo que traicionar a Nuestro Señor. ¿Es que deseáis morir? —La arquera se soltó de inmediato y guardó silencio—. No quiero volver a escucharos, Ahn-Hanun —advirtió la antigua Favorita—. Me meteríais en problemas con Nuestro Señor. Además, si tantas maravillas pensáis del puesto, ¿por qué vos no lo tomáis?, ¡vamos, valerosa! —Solar-Hanun estaba furiosa con la proposición de la arquera y lo hacía notar con la piel roja de su rostro y los orbes inyectados en espanto que le dedicó—. ¡Tratad de aproximaros al sol, será entretenido ver cómo os quemáis las estúpidas alas de cera en el proceso! Anda, que la vida en el harén comienza a tornarse aburrida y necesitamos una ejecución para mover un poco las aguas. —Burlándose Solar hizo una reverencia por respeto a la arquera quien ahora la miraba con desaprobación en tanto se sobaba las mejillas, y se retiró volviendo los ojos al cielo, sin deseos de seguir escuchando las blasfemias de HyeJin.

    Cuando al fin se quedó sola, una sombra pasó al costado de la arquera. La capa de una pueblerina caminó a su lado con mucha rapidez, impregnando el aire de un aroma particularmente dulce, como a orquídeas. Volteó de inmediato hacia donde se había ido, pero ya era tarde. Se había perdido entre la multitud.

    La antigua favorita no se prestaría para ser el entretenimiento de las demás concubinas, HyeJin tendría que comunicarlo como le habían ordenado.

Nota de Autor:

Iba a esperar hasta mañana para publicarles esto, pero tengo energía ahorita y hay que aprovechar ✨🦕 Les amo. Mañana debo publicar el otro que les dije ♡

26052023 | Love, Sam 🌷

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