INTOXICATED [BRAHMS HEELSHIRE...

By LizzieStuff

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Fanfic basado en la película "The Boy (2016)" En una oportunidad única compras la gigantesca Mansión Heelshir... More

Prólogo
Heelshire Manor
White Porcelain
Darkness
The Boy With Green Eyes
Rules
The Visit
Tears
Blood
Thirteen Hours I
Thirteen Hours II
Rain
Iris
Fearless
Broken
Voces
I'm Not Leaving
Lemon To a Knife Fight
Paralyzed
Unhinged
Whispers
I Don't Know Why I Like You But I Do
The Ominous Day I
The Ominous Day II
Bad Habit
Mirrors
Parley
A Simple Day
Closet Psycho
There's a Murmur In Your Heartbeat, I Think It Says My Name
I Give In, And You Do Not Give Up
Stoke Holy Cross
Charmer
His Morning Elegance
You Are The Whole World And The World Is Mine
Hard Candy I
The Outrageous Mr. Heelshire
Hard Candy II
Liquorice Kiss
Locked
Alibi
Hope in Hell
Lavinia's Incident
I've Been Dead so Long, All I Know is How to Haunt
Intoxicated
You Are Mine Now
As It Was
Interlude
Planos de la Mansión Heelshire
You Know Me Too Well
I Will Let You Get Under My Skin
Imposter Syndrome
Enemies to Lovers
The 6'5 Monster and His Green Eyes
New Year's Dinner and Fancy Suits
Together Through the Gates of Hell
Mr.Sinister
Guilty

Somnus

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By LizzieStuff

Hola de nuevo!! Aquí un nuevo capítulo por fin!! yo se que debe ser muy frustrante que tarde tanto en actualizar (si yo estuviera en su lugar también estaría enojada) pero de verdad que no pienso dejar de escribir, solo que a veces la vida pues no va como uno quisiera, en fin, ojalá que les guste, iba a ser más largo pero pues mejor subir algo que nada. Imaginen que este capitulo debía salir para Navidad y ya en que mes estamos, pero bueno, infinitas gracias a quienes aún siguen leyendo mi historia, a quienes me han tenido paciencia y a los nuevos lectores también, de verdad aprecio a todos los que se toman el tiempo de leerla, el siguiente capítulo ya lo tengo en borrador así que en teoría debería poder subirlo pronto, yo se que debe parecer que la historia está estancada, pero les prometo que habrá capítulos muy emocionantes y todo tendrá sentido.

Les mando un fuerte abrazo y de verdad lamento mucho la espera.


I

La mirada esmeralda de Brahms te juzgaba de una forma en la que no sabías si deseaba asesinarte en ese mismo momento o sólo ignorarte y echarse a dormir.

—¿No tienes hambre? —preguntaste de nuevo un poco más irritada.

—No. Tengo sueño... —soltó cerrando de nuevo los ojos y dejaste salir el aire con frustración.

—En ese caso, dulce sueños su majestad... —susurraste dándote la vuelta y claramente escuchaste un gruñido de desaprobación detrás de ti. El pelinegro no dijo nada más.

Ya no sabías cuantos días llevaban en esa situación, había comenzado después de que se diera cuenta que habías bajado al sótano, por supuesto que te habías disculpado y le habías explicado que no lo juzgabas de ninguna manera y en ese momento Brahms parecía satisfecho con tu disculpa pero dejó claro que no quería hablar de lo que había pasado allá abajo con esas mujeres y tu decidiste que no querías presionar el tema, tampoco habías querido hablar sobre la forma violenta en la que había tomado tu cuerpo sobre la mesa de billar porque si bien lo habías disfrutado, el hecho de que se refiriera a el mismo en plural te había dejado pensativa y preocupada. Fue por eso que cuando notaste que comenzó a dormir más y más y su humor empeoró significativamente supiste de inmediato que tenía relación con todo lo que había sucedido y de cierta forma lo comprendías, habían pasado muchas cosas al mismo tiempo y sabías perfectamente que para el pelinegro no debía ser para nada sencillo.

Por supuesto que estabas acostumbrada a las rabietas del ojiverde, a que a veces fuera mal criado o le faltara delicadeza, pero esto era diferente, era una especie de mal humor que no estaba necesariamente dirigido a ti, pero si que te hacía las cosas más complicadas y eso no era todo, habías tenido que adaptarte a deambular por la casa en silencio porque no sabías en que habitación lo encontrarías tomando la siesta. En los últimos días habías comprendido lo difícil que debió ser para él tratar de pasar desapercibido dentro de las paredes.

Miraste por largo rato la cena congelada que le habías guardado a Brahms en el enorme refrigerador horizontal, estaba a un lado de la carne que le habías pedido a Jonathan para preparar en Navidad, luego caíste en cuenta que ya estaban a 23 de Diciembre, aunque con el estado actual de las cosas, no estabas segura que a Brahms siquiera se le apeteciera una celebración.

Estabas por marcharte de la cocina cuando sonó el teléfono y te sentiste aliviada de escuchar la voz de Micolash del otro lado.

—Pensé que se había arrepentido de ayudarnos... —reclamaste.

—¿Cómo está Brahms? —preguntó con voz cansada, definitivamente no tenia intenciones de explicar la demora de su llamada.

—Después de... su visita no se ha sentido del todo bien, duerme demasiado y todo el tiempo esta molesto —dijiste obviando el tumulto de cosas que habían sucedido entre ustedes, la forma en la que se había referido a sí mismo días atrás y por supuesto el sótano, si bien el señor Esseker sabía lo que había sucedido en la mansión, no encontrabas razón para atormentarlo con la imagen de enormes mesas de madera y cadenas ensangrentadas.

—¿Pero no cree que sea un peligro para usted? —preguntó el hombre con verdadera preocupación.

—No, creo que solo necesita asimilar lo que pasó, creo que no esperaba la ayuda de nadie más que mía, sobre todo si viene de sus padres —comentaste deseando que fuera solo tiempo lo que Brahms necesitaba para reponerse de lo que fuera que le estuviera pasando.

—En eso tiene razón, tal vez mi visita fue demasiado repentina— aceptó el señor Esseker con desanimo.

—Como le dije ese día, necesitamos toda la ayuda posible...

—Y es precisamente el motivo de mi llamada, ¿Sabía usted que los padres de Brahms le dejaron una gran cantidad de dinero en el banco, muy a parte de la cuenta corriente de la cual se le pagaba a Greta por su "trabajo" de niñera?

—Claro que lo sabía, fue la razón por la que el abogado me vendió la mansión, no podía tocar ese dinero, nadie puede al parecer....

—¿Por qué no me lo dijo aquel día?

—¿Usted habría revelado algo así a un desconocido? —preguntaste ligeramente desafiante.

—Tiene razón —aceptó el hombre.

—¿Brahms lo sabe?

—Por supuesto que lo sabe y eso le da un poco de esperanza, él pensaba que lo único que le quedaba era esta casa.

—Un amigo va a revisar el papeleo del banco, debe haber una forma de que Brahms recupere lo que le pertenece.

—El dinero no es el problema señor Esseker, yo puedo llevarlo a donde sea, el problema es que no está tan seguro de marcharse de aquí, además de que tenemos a Greta y compañía sobre nosotros —espetaste con evidente frustración.

—A propósito de eso, ¿ya no ha tenido incidentes con los Beckett? —preguntó el hombre.

—Por fortuna no, el señor Archer terminó solo la limpieza de la mansión, su hijo no ha venido para nada y eso me preocupa...

—La situación de Greta esta detenida por las fiestas, creo que tenemos tiempo aún, pero le aconsejo que se mantengan alertas y tengan precaución.

—Usted sabe que no temo ni por mí ni por Brahms, más bien por ellos, terminarán muertos si se atreven a algo más.

—Precisamente por eso, no queremos más muertes en esa mansión, por eso Brahms debe estar tranquilo y asegúrese de que este dispuesto marcharse.... —dijo la voz con seriedad.

Soltaste un suspiro.

—¿Qué haré si no salimos antes de que alguno de esos locos se aparezca en nuestra puerta y no pueda controlar a Brahms?

—Un problema a la vez, primero necesitamos que acepte marcharse de por vida de ese maldito lugar, lo demás está en mis manos —dijo el hombre y podías sentir en sus palabras el desagrado que le tenía a la mansión.

Su respuesta no era lo que esperabas pero estabas de acuerdo con él, de nada servían mil planes si al final Brahms se negaba a irse, y con su estado de ánimo actual te preocupaba que hubieran tenido un retroceso a la última vez que lo habían hablado, donde había asegurado que se iría contigo.

—Veré que puedo hacer... —dijiste con desanimo.

—Ya logró sacarlo de ahí una vez señorita....

—Pero esto es completamente diferente, la vez pasada el sabía que volveríamos, y no me diga que podemos engañarlo, ninguno de los dos podrá detenerlo si lo sacamos de aquí y tiene una crisis allá afuera, gente inocente podría salir lastimada...

Ahora fue Micolash quien soltó un suspiro.

—Le llamaré pronto, cuídese mucho señorita y Feliz Navidad —dijo el hombre.

—Feliz Navidad... —contestaste y el hombre colgó el teléfono.

De nuevo el silencio abrumador invadió el aire, no le reprochabas al señor Esseker la frustración que evidentemente sentía, lo habían arrastrado a esa situación en contra de su voluntad y aunque tenía la obligación de ayudar a Brahms por una promesa, eso no significaba que no le pesaran los crímenes que el pelinegro había cometido, a diferencia de ti que habías logrado hacerlos de lado con la ayuda de el amor que sentías por Brahms.

II

No había espacio en los arboles y la hierba que no estuviera cubierto de blanco esa mañana y pensaste que era un ambiente perfecto para el día de Navidad si no es porque la única persona con la que podías celebrar se había convertido en un ogro dormilón y mal humorado de la noche a la mañana, despegaste tu mirada de la ventana y observaste a Brahms recostado y profundamente dormido, la cama apenas siendo capaz de contener su gran figura y luego te preguntaste como es que podías dormir con él sin morir aplastada durante la noche, soltaste una risilla, una que se desvaneció de inmediato cuando notaste que la expresión de Brahms se tornaba dolorosa, era evidente que estaba teniendo una pesadilla. Lo miraste por un rato debatiéndote en si era prudente despertarlo de ella, pero la verdad era que no querías enfrentarte a su mal humor tan temprano en la mañana.

Dado los últimos acontecimientos decidiste que seria mejor solo dejarlo dormir, eventualmente la pesadilla tendría que desaparecer o él tendría que despertar y definitivamente no quieras ser testigo de lo segundo.

Hacía unos días habías decidido que no querías arriesgarte a traer a nadie más a la casa y ya que el señor Archer había hecho su trabajo, estabas decidida a no dejar que la mansión se convirtiera de nuevo en el set de una película de terror, todos los días limpiabas al menos las estancias en las que era probable que tu o Brahms entraran, obviamente después de que habían limpiado a profundidad, mantener limpio era pan comido.

Pasado el medio día escuchaste ruido en la cocina y supiste que no solo Brahms había revivido si no que debía de estar famélico.

—Pensé que no despertarías hasta la cena —dijiste con una diminuta sonrisa desde el marco de la puerta.

Brahms se giró para mirarte, sus ojos hinchados lo hacían verse un poco indefenso y hasta inocente, estaba usando un grueso y raído pantalón café y una de sus habituales playeras blancas, miraste sus pies descalzos. Brahms miró al suelo también y luego a ti.

—Estoy acostumbrado al frío... —dijo antes de que fueras capaz de decir palabra.

Asentiste sin intención de echar a andar una discusión sin sentido, el pelinegro parecía estar de mejor humor ese día, aunque fuera solo un poco. Se sentó en silencio mientras comía directamente del recipiente de plástico las sobras que le habías dejado.

—¿Quieres que caliente eso? —inquiriste con una voz casi audible.

Su cabeza negó haciendo la maraña de cabello negro volar al aire, te gustaba tanto cuando eso sucedía, pero en el estado actual de las cosas, más bien te deprimía.

Brahms comió sin decir nada pero ocasionalmente su expresión se tornaba contrariada como si algo le molestara.

—¿Te duele algo? —preguntaste preocupada.

—Estoy bien —respondió sin mirarte.

Lo observaste durante un rato y te debatiste en contarle sobre la llamada del señor Micolash, pero luego entendiste que no habían hablando de nada que Brahms no supiera ya y decidiste mejor no perturbar la poca calma que parecía haber reunido en ese momento.

—Hoy es Navidad... —soltaste al aire mirando hacia la ventana.

Brahms alzó la vista hacia a ti y no pudiste descifrar su expresión, pero sin duda no era una agradable, el ojiverde soltó un suspiro y se levantó de la mesa, caminó fuera de la cocina sin siquiera echarte una mirada y sentiste que tu corazón se encogía en un dolor que hasta hace unos meses no creías posible.

—Si quieres que me marche, lo haré Brahms, solo tienes que decirlo... —gritaste al aire conteniendo las lagrimas. El pelinegro no respondió.

Tal vez se había dado cuenta que no te amaba lo suficiente como para tenerte a su lado, tal vez amaba más la violencia, la sangre, la soledad...

III

Esa noche no había alguna razón para cocinar una cena copiosa y celebrar, por lo que te habías quedado a leer en la biblioteca, añorando con intensidad y por primera vez la civilización que habías dejado atrás por Brahms, miraste el reloj en la pared y resoplaste al ver que era muy tarde ya, te levantaste con pesadez y te estiraste como un gato mientras bostezabas. Vaya que Navidad más jodida, pensaste.

Estabas por salir de la habitación cuando te estrellaste de lleno en el cuerpo fornido y rígido de Brahms quien al parecer estaba esperándote afuera en el pasillo quien sabe desde que hora.

—¡Lo siento! —exclamaste mirando hacia el piso sobando tu brazo—. No te vi...

Dado que en los últimos días su estabilidad había alcanzado una fragilidad insospechada no levantaste la mirada y te propusiste salir de ahí hasta tu habitación lo antes posible, pues al igual que en la mañana, no deseabas iniciar ningún conflicto. La fuerza sobrehumana de Brahms te regresó del brazo hasta que estuviste de nuevo frente a él. Te miró desde arriba, su semblante y su respiración eran tranquilos pero aun así decidiste que era mejor no pronunciar palabra.

—Yo lo siento... —soltó por lo bajo apretando los dientes y de inmediato entendiste que no se refería a lo de estrellarse contigo, si no más bien a su actitud de los últimos días.

—No tienes nada de que disculparte —aseguraste con una media sonrisa, iba a ser muy tonto de tu parte reclamarle cuando habías sido tú quien había desobedecido su petición de no bajar al sótano y además habías accedido a quedarte a un lado de un hombre que claramente sufría de problemas mentales.

—Siento que hemos pasado por esto tantas veces que ya te debe ser fastidioso... —comento cerrando los ojos presionando sus manos en tus hombros con la intención de no dejarte ir—. Todas las veces que te he lastimado y todas las veces que me he disculpado... —agregó entre un suspiro.

—Todo lo que te pasa es normal para una persona que ha pasado por tus... eh... por tu situación —aceptaste poniendo tus manos con cautela sobre sus mejillas y acariciaste su cicatriz.

Brahms cerró los ojos por unos segundos y luego sin esfuerzo alguno te alzó del piso y camino contigo hasta uno de los sillones, tomó asiento contigo en su regazo y te miró con temor.

—¿Qué sucede? —preguntaste sintiendo que el corazón se movía inquieto en tu pecho.

—¿Ya te había contado sobre las voces en mi cabeza no? —indagó con un susurro.

—Si... —contestaste tratando de fingir tranquilidad.

—Creo que no es difícil darte cuenta que las voces me han estado... molestando más que de costumbre desde que... desde lo que pasó en la cabaña y con el animal que maté y luego en el invernadero... —comentó cerrando los ojos con pesadez.

Era verdad que ya lo habías intuido, todo se había vuelto errático en su comportamiento después de la primera vez que tú y Brahms habían tenido sexo, ya habías supuesto que un acto tan importante como ese lo había sacado del poco balance que tenia su mente.

—Lo he notado, sí —respondiste con una sonrisa tímida.

—Pues ya me cansé... —dijo soltando todo el aire que estaba conteniendo.

—¿A que te refieres? —preguntaste con inquietud.

El ojiverde miró al vacío y podías ver en su expresión que trataba de ordenar sus ideas de la forma más coherente posible, después de varios minutos, por fin habló:

—Antes, con la ayuda de la mascara, del muñeco y de las reglas podía estar en algo de silencio... —soltó apretando los ojos con fuerza— Pero desde que... Desde que no tengo nada de eso me ha sido más y más difícil controlarlo, ya te lo había dicho desde la otra vez, pero cada es más cansado mantener las voces a raya, a mi mente...—agregó con un aire de fastidio y desolación.

—¿Por eso no haces más que dormir? —comentaste, acariciando de nuevo su mejilla y su cabello. Brahms asintió.

—Y no solo eso, tener todo ese ruido en la cabeza me pone de mal humor, pero no se que hacer, siento que poco a poco solo quedaran las voces y dejare de ser yo...

—No, Brahms, no digas eso...—dijiste abrazándolo y sintiendo escalofríos de tan sólo pensar en lo doloroso que sería ver a Brahms perder la batalla contra la enfermedad que le atormentaba—. Debe haber algo que podamos hacer para que te sientas mejor al menos en lo que salimos de aquí.

Hubo un silencio y supiste de inmediato que tus sospechas eran ciertas, Brahms ya no estaba tan seguro de marcharse de la mansión, luego recordaste la conversación con el señor Esseker del día anterior.

—Micolash llamó ayer, sabe sobre el dinero, el que te dije que el abogado que me vendió la mansión no puede usar, cree que hay una posibilidad de acceder a él... —dijiste en tono amable mientras acariciabas su cabello, de inmediato sus ojos se abrieron en sorpresa.

—¿Crees que sea posible? —preguntó y notaste en su voz, esperanza. Asentiste sonriendo a medias.

Sabías que una de las razones por las que el ojiverde estaba reacio a abandonar la mansión era por que a sus ojos, no tenia nada que ofrecerte, aunque ya le hubieras dejado claro que ese no era problema, así que tal vez, con la facilidad del dinero, podría decidirse a salir de ahí.

—No hay que apresurarnos a las conclusiones pero pienso que si el señor Esseker lo mencionó es porque lo cree viable.

Brahms suspiró un poco aliviado y viste como su mirada se perdió en el vacío una vez más.

—Esas son buenas noticias... —dijo apenas esbozando una sonrisa, sabías perfectamente que Brahms se rehusaba a vender la mansión, lo había dejado claro antes, pero esa información cambiaba un poco las cosas.

—Hasta entonces, dime que podemos hacer para que te sientas mejor —comentaste recordando el motivo de la platica en primer lugar.

—No lo se linda _____, no quiero seguir durmiendo todo el tiempo... —soltó con pesadez cerrando más tu cuerpo entre sus brazos y meciéndote ligeramente en su regazo.

Pensaste por un rato y luego se te ocurrió algo que si bien no era para nada de tu agrado tal vez era una posibilidad.

—¿Crees que... Crees que si volvemos al muñeco... —dijiste casi con susurro.

Brahms dejó de mecerte y te miró horrorizado.

—No... No podría hacerte eso de nuevo... además... ya no sería como antes, no sin la máscara... —dijo negando y cerrando los ojos.

—¿Podrías repararla? —Te aventuraste a decir.

—Incluso si así fuera, algo cambió, se siente diferente como si ya no pudiera contener el ruido ahí dentro aunque quisiera... —aseguró apretando de nuevo tu cuerpo al suyo como si de repente sintiera que lo abandonarías.

Te mordiste los labios pensativa y hundiste tu rostro en su cuello.

—¿Y las reglas? —dijiste después de un rato.

—¿Qué hay con ellas? —preguntó Brahms confundido.

—Tal vez podríamos reanudar algunas, quizás la rutina te ayude de alguna forma, hemos tenido días muy tormentosos —. Aunque era verdad que dentro de esos días también había habido muchos muy placenteros donde Brahms y tu pasaban horas en la cama, era evidente que quizás todos esos acontecimientos y sensaciones nuevas estaban sacando a Brahms de la rutina que había llevado religiosamente por 20 años y que le habían proporcionado estabilidad.

El pelinegro repasó por buen rato tus palabras y definitivamente tu sugerencia le entrego algo de calma porque te miró fijamente y asintió.

—Creo que tienes razón, creo que podría ayudar —dijo por fin pensativo—. ¿Te molestaría?

—Bueno, dadas nuestras circunstancias creo que solo podría cumplir algunas de ellas —soltaste recordando en que consistían las 10 reglas de Brahms—. Puedo leerte, ponerte música, limpiar las trampas y darte un beso de buenas noches.

—¿Sólo un beso? —preguntó arqueando una ceja y te maravillaste una vez más de cómo ese hombre podía cambiar de estado de animo de un momento otro.

—Podemos agregarle el número que quieras —aceptaste sonriendo—. Además, hay otras cosas que podríamos agregar a la lista... —dijiste pensativa recordando todas las nuevas actividades que ya se habían vuelto cotidianas antes de que tuvieran que salir de la mansión por el acoso de Jake.

—Esta bien linda_____ —comentó el pelinegro entre un suspiro y una risilla y supiste que para Brahms, el conflicto se había resuelto, era evidente que se sentía mucho mejor después de decirte lo que pasaba.

—Debiste contarme que te sucedía desde un principio —reprochaste plantando un beso suave en sus labios, y recordaste cuanto habías extrañado esa sensación tan cálida y placentera.

—No es nada sencillo para mi hablar de estas cosas... —soltó el ojiverde mirando a tu cuello y luego pasó los dedos con suavidad por tu piel. Comprendiste perfectamente que en su mente, al menos por ese momento, ya no gobernaban los pensamientos oscuros si no otra cosa, mucho mas romántica y placentera. Lo besaste por unos segundos mientras Brahms seguía balanceado tu cuerpo sobre su regazo. Extrañabas el calor y la sensación de su cuerpo aprisionándote con suavidad, las ultimas dos veces que Brahms te había tomado habían sido salvajes y violentas y notaste que a pesar de que también habían sido placenteras, preferías que el pelinegro fuera gentil y delicado.

—Lo lamento... —dijiste entre un suspiro ahogado cuando por fin te separaste de sus labios.

—¿Por? —preguntó el pelinegro clavando sus labios húmedos en tu cuello haciendo que sintieras escalofríos.

—Ya no cociné nada para esta noche...

—No necesitamos una cena elegante para celebrar —dijo deteniendo los besos y mirándote con ternura.

—Solo hay galletas y helado que planeaba servir para el postre —dijiste en una mueca pensativa—. Comiste todas las sobras en la mañana.

—Helado y galletas será...

—Quería este día fuera diferente —comentaste escondiendo tu rostro en el espacio de su cuello y disfrutaste de la paz que ahora solo eras capaz de sentir a su lado.

—Lo sé... —dijo con un suspiro.

—Esta bien —aseguraste apretándote mas hacia su cuerpo—. Aún nos queda Año Nuevo...

—Es verdad... Es más yo mismo te ayudaré a cocinar...

—¿Seguro? —preguntaste sintiendo miedo de que a pesar de que Brahms te había confesado el porqué de su actitud, eso no fuera suficiente para regresar a la normalidad, esa extraña y agradable que habían llegado a tener dentro de esa mansión.

—Lo prometo...

Te aferraste de nuevo a su cuerpo y en ese momento entendiste perfectamente que el tiempo de paz que podías vivir con Brahms era sagrado, pues la realidad era que desde el principio, tu relación con él corría contra su propia mente, no sabias con exactitud hasta cuando podría controlar la nube negra, cruel y salvaje que vivía en su cabeza, no era cuestión de saber si sucedería o no, si no de cuándo... 

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