San Lázaro

Galing kay saori-sama

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Luego de sentir en carne propia la muerte, Helena despierta completamente desorientada en lo que ella deduce... Higit pa

"Prólogo"
Capítulo I "La orden de San Lázaro"
Capítulo II "El tiempo pasa, la vida sigue"
Capítulo III "El rey de Jerusalén"
Capítulo IV "Un nuevo amigo"
Capítulo V "Vidas diferentes"
Capitulo VI "Verdad"
Capítulo VII "Guerra"
Capítulo VIII "Entrégate"
Capítulo IX "Los demás lo empiezan a Notar"
Capítulo X "Herida y pelea"
Capítulo XI "Demasiada suerte"
Capítulo XII "Solo quiero tu presencia"
Capítulo XIII "Manzana de la discordia"
Capítulo XIV "El Amante"
Capítulo XV "Ningún secreto dura para siempre"
Capítulo XVI "Una decisión muy dolorosa"
Capítulo XVII "Verdad, confesion y un nuevo comienzo"
Capítulo XVIII "El peón"
Capítulo XIX "Lo espere por mucho tiempo"
Capítulo XXI "Viejos amigos"
Capítulo XXII "Finalmente, Helena"
Capítulo XXIII "Traidora"
Capítulo XXIV "Un beso de despedida y uno de comienzo"
Capítulo XXV "Baldwin"
Capítulo XXVI "Declaración"
Capítulo XXVII "Las cartas sobre la mesa"
Capítulo XXVIII "Las dudas del Rey"

Capítulo XX "Disforia"

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Galing kay saori-sama

Helena se vio en el espejo una vez más esa mañana, su rostro se veía más duro, sus brazos mas toscos y ni hablar de lo extraño que se estaban tornando sus senos por lo apretado de las vendas. Con cada día que pasaba su mitad femenina parecía esfumarse con crueldad de su ser y de alguna forma aquello la desesperaba.

Ya medio año había pasado desde que se volvió escudero, casi dos años desde que viajó al pasado y se vio obligada a disfrazarse de Elijah para poder sobrevivir, todo lo que había vivido le parecía irreal, aún dudaba de la veracidad de todo aquello, había días que podía jurar que esto era solo producto de su mente, que aun se encontraba en la cama del hostal en un profundo sueño, esperando ser despertada por la amable casera o alguno de sus compañeros.

Donde nunca tuvo que fingir ser un hombre, donde solo era ella y ya.

Pero esa mañana en particular todo le fue demasiado difícil de afrontar. El tiempo le golpeó fuerte cuando calló en cuenta la temporada tan movida en la que se encontraba, pues no era para menos los hechos que estaban prontos a ocurrir.

Por todo el reino resonaba el choque de espadas y escudos escuchándose en toda Jerusalén, al igual que los cantos, festejos y bailes, las calles estaban cubiertas de adornos vibrantes, banderines de esquina a esquina y griteríos de cada uno de sus habitantes, fueran judíos, musulmanes o cristianos.

¿El motivo? El cumpleaños de su rey estaba cerca.

El rey, Baldwin IV de Jerusalén había, frente a todo pronóstico, logrado ganarle a la lepra un año más, cumpliendo inesperadamente los veinte años. Se rumoreaba en la corte y las calles que aquella bendición estaba acompañada de una repentina mejora en su ya deteriorada salud. ¿Milagro o solo un segundo aire antes de su muerte? No lo podían saber.

Y ella tampoco o más bien no podía estar segura.

Era una mujer de ciencia más que de fe, frente a sus más grandes contradicciones morales se decidió ha administrar el medicamento contra la lepra a Baldwin sin que él supiera, no podía ni quería enfrentar un escenario similar al que tubo con su adorado amigo lazarino, siendo ella su hombre de confianza pasaba gran parte del día con el, ayudándole y siendo su principal compañía, no fue una tarea difícil pero, la mejoría de sus heridas no apaciguaba el malestar que la lepra dejó con el pasar de los años y desgraciadamente esos días habían sido de terror.

Sobretodo con el incidente de hace unos días atrás...

Golpeó el espejo con frustración, molesta de lo que veía y lo que su mente le mostraba, no era bueno pensar en eso, tampoco seguir torturándose con la deformidad de su cuerpo.

Nunca dejaría de ser Elijah, no al menos si Quiteria seguir con vida y al lado de su rey.

Su rey. ¿Como debía comenzar a comprender la delicada relación que tenían?

Ella estaba para él, siempre, para lo que quisiera o deseara. Todo. Sin excepción.

Pero desde aquel primer "acercamiento" real Baldwin no era exactamente el mismo. Habían días en los que simplemente eran amigos, como cuando se conocieron, jugando y riendo, otros en los que su rey caiga en deseos más "bajos" como el mismo explicaba y otros en los que apenas podía mirarle sin demostrar pesar en sus intensos ojos, como si le viera con lastima y arrepentimiento.

Nunca dejo de demostrarle aprecio pero aquello era algo confuso para ella.

Nunca habían llegado a algo más allá que besos y ella misma complaciendo a su Rey, era claro que para él sería demasiado y para ella imposible, pero, aveces dudaba si es que él la tocaría de la misma forma si a la que viera fuera Helena y no ha Elijah.

Era una relación extraña.

Gritó frustrada una última vez, volviendo a golpear el espejo, su mente era demasiado esa mañana, no ayudaba que justa ese día como no pasaba hace ya mucho su periodo se le ocurriera aparecer, las yerbas medicinales no podían quitar esa maldición por siempre.

Aquello la tenía nerviosa, no era buena idea mostrarse a los demás con el riesgo constante de ser descubierta, pero no eran muchas las alternativas.

No cuando el reino entero se llenaba de nobles y viajeros adinerados que venían a saludar a su majestad o a quedarse para las fiestas.

Se termino de vestir con prontitud, acomodando su desordenado cabello y amarrando a su cintura su espada y daga, saliendo poco después de sus aposentos, no fue sorpresa encontrarse a las criadas corriendo, a los mozos limpiando, a cientos de guardias ayudando y diciéndose diferente zonas del palacio.

Era el comienzo de una semana llena de preparaciones.

Paso con prontitud entre la gente, pareciendo apenas una sombra que se colaba por el castillo o al menos así se sentía los primeros tramos en camino a los aposentos reales.

Al llegar apenas saludo a los guardias que custodiaban el lecho, con rapidez respondió el gesto del médico más joven e ignoró la mueca de fastidio de los otros dos mayores. Con el tiempo a Baldwin se le hizo costumbre y mucho más agradable que el primero en despertarle fuera su querido amigo y no los médicos, él se encargaba de ayudarle a vestirse y lavarse, bueno él y un par de mozos que le cuidaban desde su niñez, pero esa mañana tendrían compañía inesperada.

— Elijah...— Exclamó la princesa con gran entusiasmo — Que sorpresa verte tan temprano en la mañana.

— Princesa Sibila... — se inclinó en forma de respeto — No me esperaba que ambos se encontraran tan pronto en la mañana, hubiera madrugado para que nuestro rey le recibiera. Lamento la falta de preparación su majestad.

— Son mis hermanas las que me acompañan, no es necesario tal disculpa — Le calmo, acomodándose nuevamente en las cama donde se encontraba recostado.

— ¿Hermanas? — Pregunto con gran confusión, ella solo podía verlo a ellos dos.

— Isabel...— Le aclaró Sibila — Nuestra hermana pequeña, es algo tímida.

— Isabel ¿Puedes venir un momento? — Pidió el joven rey con gran dulzura — Quiero presentarte a un amigo.

Una pequeña jovencita, quizás se ocho u nueve años, apareció de detrás de las cortinas, de apariencia delicada, cabello largos y rubios, mejillas sonrojadas, acompañadas de dos gigantes zafiros por ojos, si, definitivamente era pariente de ellos dos, ¿Por que nunca la había visto?

Más importante aún, ¿por que le parecía una escena tan hermosa y tierna? Debió usar cada fibra de su cuerpo para no caer rendida en la locura ante aquel cuadro tan delicado y de vista tan espectacular.

¿Si ella tuviera un hijo de Balduino sería igual de bellos?

Se mordió el labio solo de pensarlo.

— ¿Sin palabras? — Bromeó la hermana mayor — Lamentó decepcionarte caballero pero la pequeña princesa ya está comprometida ¿No es así querida?

— Sibila — Le regaño su hermano incómodo ante la insinuación de un matrimonio siendo ella aún una infante — Es muy pronto para pensar en matrimonio, ¿Por que mejor no lo saludas? ¿si?

— ¿El es el hombre de los labios lindos? — pregunto mientras miraba expectante a su hermana mayor.

— ¿Labios...lindos? — Repitió con vergüenza y algo de risa la muchacha caballeros.

— ah...Isabel — carraspeó la mujer claramente avergonzada.

Baldwin solo acompañó con una pequeña risa aquel incidente.

— Mi nombre es Elijah, pequeña princesa y soy el escudero de su hermano el rey, es un honor conocerla finalmente, me imagino que a venido por el cumpleaños de su majestad ¿O me equivoco?

— Es correcto — aclaró la pequeña, sus ojos estaban bien abiertos, mostrando la curiosidad que aquel chico le despertaba más, se mantenía alejada, al margen, mostrando su educación y recato, una actitud digna de una princesa, más no de una niña de su edad — ¿Eres amigo de mis hermanos?

— Podría decirse que si — Aclaró con una sonrisa juguetona.

— ¿Ellos confían en ti?

— Espero que si.

— Que extraño. — Balbuceó la pequeña, mientras se acercaba a la cama donde su hermano descansaba, manteniendo en todo momento una distancia adecuado.

— ¿Que cosa? — pregunto el rey, claramente divertido ante el interés que su pequeña hermana mostraba por su escudero.

— Madre dijo que tu escudero era un hombre vulgar, pero no lo parece ¿Seguro que es el mismo escudero que tenías antes? ¿no lo has cambiado?

— No, sigue siendo el mismo, igual de confiable que el primer día que llegó aquí. — corrigió a la chiquilla, quien asentían no muy convencida.

— Isabel, creo que es buen momento para irnos, tú hermano no se siente del todo bien, ya lo veremos en el almuerzo.

— Pero apenas llegamos hace unos minutos...— farfullo con desilusión.

— aún faltan dos semanas para mi cumpleaños, no dejaré que te marches antes de eso, tranquila — le calmo el joven rey — Ve con Sibila, si para la hora del té aún no me siento bien, pediré que me acompañes aquí para la cena ¿Si?

— Estaría muy agradecida si así fuera querido hermano — exclamó la pequeña niña, tratando de parecer un poco menos emocionada de lo que ya lo estaba.

Las princesas se fueron, no sin antes despedirse del joven escudero, dejando a los jóvenes amantes solos, con un grupo esperando tras la puerta la señal del escudero para que pudieran entrar.

Helena sonrió para si sólo un poco imaginadose algunas cosas que podría pasar.

— Con que ¿Hombre vulgar? — Habló la muchacha aguantando la risa frente aquella acusación.

— Es una niña, solo repite lo que escucha — Aclaró el joven rey.

— Bueno, si su madre supiera lo que logró que salga de tu boca, vulgar sería solo una de las cosas que diría sobre mi.

— ¡Elijah! — Le recriminó con vergüenza.

— Solo digo...— se justificó mientras se acercaba torpemente a la cama — Que al menos si tuvieran una justificación real para injuriarme sería menos molesto, la mayoría solo lo hace para "arruinarme" no por que sepan algo o sospechen, me gustaría que al menos supieran que...— se sentó junto a él, sosteniendo la mano, extrañamente tibia del joven — hago gritan al rey mi nombre como nunca nadie lo hará. — se burló.

— Hoy te encuentras muy recurrente ¿verdad? — Agregó sintiendo un repentino malestar en el pecho

— Hoy desperté jodidamente mal, mi cabeza da vueltas y el bullicio del castillo sólo logra ponerme peor pero...— Se detuvo, acariciando la mejilla de plata de su rey, sintiendo un solo momento de paz — Cuando estoy contigo, me siento mejor.

— Creo que es momento de que llames a los médicos ...— pidió mientras retiraba la mano de su amante — Mi pecho esta matandome.

Había escuchado bien ¿le ignoraba?

— Si quieres puedo...

— ¡No! no... solo llámalos y vete, dile a algún mozo que traiga mi desayuno, estoy seguro que hoy Tiberias te necesitará más que yo.

— Pero yo...

— Solo hazlo por favor...

¿por que su corazón se sentía tan estrujado? ¿qué eran esas repentinas gana de llorar?

Le había rechazado ¿a que se debía?










(...)












— ¿A donde se dirige mi lord? — preguntaba el joven médico de apariencia caucásica. La visita a Baldwin había concluido para ella y al parecer para él, pues no mucho tiempo después de que su rey la mandara fuera ese muchacho apareció en las dependencias de la cocina algo perdido y con intenciones poco claras.

Bueno, quizás no tanto.

— A ninguna parte en especial, solo quiero comer algo — habló la muchacha en aparente desinterés, su cabeza estaba en otro lado como para mantener demasiado cuidado con ese niño.

— Es así...— le miraba atentamente, jugueteando con sus manos nerviosas, intrigandole la naturalidad con la que se movía por el lugar, sabiendo donde se encontraba cada cosa y como las personas parecían estar acostumbradas a su presencia. — será posible...

— ¿Quieres desayunar? — pregunto la muchacha entregándole un pequeño cuenco vacío que él recibió torpemente ante su sorpresa.

— Si...¡eh, si! Me encantaría mi lord.

— No me digas mi lord, no soy ningún noble, ni cerca. — corrigió la muchacha caminando a unas mesas de madera que se encontraban en una esquina de la gran sala. — Nunca te había visto por aquí, creí que estarías con los médicos, ¿fue tan corta la visita de su majestad?

— No, bueno digo si, al menos para mí, solo me permitieron estar en las revisiones generales, administra el medicamento y...esas cosas — admitió con decepción, sentándose junto al guerrero en una larga mesa de madera — ellos aún no confían en mí y usted joven, ¿por que está aquí? Normalmente siempre está acompañando al rey.

— Su majestad se encontraba...indispuesto, prefirió que me ocupara de cosas más importantes teniendo tan cerca las fiestas. — Exclamó poco convencida de sus propias palabras, ni siquiera ella estaba segura del porqué la había alejado.

— Y...¿Viene muy seguido aquí?

— Eres muy curioso Bard — Comentó intrigada por su interés poco justificado — ¿por que la pregunta?

— Bueno ...— rio nervioso — siempre está con el rey, creí que comerían juntos o quizás tendría un lugar más privado, no que lo haría con el resto.

Helena sonrió por aquello, de alguna forma sabía que gran parte de la nobleza y gente de un poco de estatus pensaba eso, más la gran mayoría de sirvientes, cocineros y personal del castillo nunca habían soltado una sola palabra en su contra, ¿por que sería? Por que ella los conocía, quizás no a detalle, no serían cercanos y tal vez sería difícil que algún día pudieran hablar con gran naturalidad pero ellos estaban acostumbrados a su presencia.

Elijah era uno de ellos y eso era todo lo que importaba.

— Conozco mis límites, nunca me atrevería a comer en la misma mesa que su majestad, sería un falta de respeto. — aclaró la muchacha mientras se encargaba de servir algún tipo de guiso para ella y el joven rubio.

— Ya veo, lamento si he sido grosero, supongo que me apresuré a sacar conclusiones erróneas — se disculpó, recibiendo agradecido el plata que le era entregado.

— No serías el primero, ahora come, entrarás en calor más fácilmente.

El chico era extraño. Eso nadie se lo sacaría de la cabeza, pero no extraño de personalidad, sino de intención. No podía estar segura, pero de alguna forma sabía que aquel muchacho escondía un secreto, su forma de ser... era tan...

— Mira nada más el perro faldero del rey a bajado a comer finalmente con su gente — Una voz pomposa y algo rasposa, seguramente por la edad hizo aparición en la sala, no fue difícil saber quién era, más cuando la gente a su alrededor comenzó a inclinarse ante su presencia — ya era hora, estabas jugando mucho a ser noble ¿no te parece? Leproso asqueroso.

— "La Puta que te parió..." — maldijo en su idiota muy a sus adentros, mientras apretaba los cubiertos con los que comía, más sin pararse de su lugar. — ¿No le parece muy temprano para mezclarse con los marginales, mi lord? Oh pero miren trajo un acompañante, que sorpresa, ¡Un gusto Lord de Chatillon! — Ironizó en completa calma, apenas levantando la mirada a esos dos.

— ¿Y Este es el muchacho de Marjayoun? — soltó Reinaldo con sorpresa, aparentemente olvidando al muchacho que había hablado en su contra — Lo recordaba más fuerte y estoy seguro que portaba una máscara de leproso.

— Oh! Se confunde, ese era mi compañero, el mismo que le contradijo y usted llamó blasfemo, un par de cientos de veces— rio con poca gana, jugando con el borde de su plato aún rebosante de calor, sintiendo también la mirada nerviosa de Bard sobre ella. — pero supongo que es difícil para una mente tan...dañada recordar ese tipo de detalles...

— Bueno claramente un mero plebeyo no...— Se jactaba con confianza, sin saber que la joven le insultada de manera directa pero con gran sutileza.

— ¡Reinaldo! — Le paró su compañero, consciente de aquello — No es necesario que le respondas — soltó mientras su vista se centraba plenamente en el muchacho — Ya verás que, muchos nobles comienzan a llegar, creo que pronto deberás acostumbrarte a este lugar.

— ¿Así? ¿Por que lo dice? — pregunto con fingido interés.

— El rey recibirá a gente de todo Jerusalén, incluso de otros reinos, Eruditos, estudiosos, príncipes y genios, ¿crees que luego de que ellos se presenten ante el, tú seguirás triunfante como su escudero personal?

— Bueno eso está por verse— Le reto la muchacha, calmada y completamente segura de sus posibilidades.

— Seré el primero que te saque a patadas de este lugar, lo disfrutaré mucho.

— Al igual que yo cuando tus expectativas sean destruidas, Aún que ya estás acostumbrado a eso ¿verdad?

— Eres asqueroso, no tienes ni una pisca de dignidad masculina
— le reto asqueado y ofendido.

Elijah golpe la mesa, ganando más atención de la que ya tenía, parándose con brusquedad y quedando frente a frente a ese hombre, siendo solo unos centímetros lo que les separaban.

— Y tu ningún tipo de dignidad humana, eres un vil trepador social, que no sabe más que relucir un título que no merece y que debía cuidar si estima la vida que posee.

— ¿Me estás amenazando?

— ¡Si! Lo hago, tú y esa bola de grasa están en la mira, estás advertido y sabes el por que lo digo, ahora vete. — enfatizó con gran potencia la última frase de su oración, cargando su mirada de odio y de alguna forma aquella gelides que mostraba le intimidó.

Guido se quedó sin habla, estático, algo nervioso y por que no, un poco temeroso de aquellas palabras tan directas con tanta implicación detrás.

Como nunca se quedó callado, tomando a su acompañante que se encontraba confundido, gritó un par de órdenes a unos mozos y cocineros, los cuales solo asintieron. saliendo por la gran puerta no se atrevió a mirar en ningún momento atrás.

— Que Hombre más insistente. — Reclamó fundiéndose en la banca en la que estaba sentado — Demasiado pronto para tanto drama.

— ¡Elijah! ¿Acaso estás loco? — demandó el rubio frente a ella, reaccionando de manera frenética y temerosa — El podría matarte...

— No lo hará, no tiene tanto poder — soltó sintiendo como su cabeza daba mucha vueltas. — No me estoy sintiendo bien, iré a tomar un poco de aire, sigue comiendo.

— Pero...

No le escucho, apenas le miro, ya tenia suficiente con las demás personas a su alrededor quienes se debatían si hizo bien o solo se arriesgó demasiado. Era sofocante.

No recordó el como llegó a los establos, ni mucho menos el como ya se encontraba en su yegua montando en dirección a las calles de Jerusalén, solo que por fin estaba respirando en paz, tranquila. El viendo que soplaba aquella mañana era reconfortante y fresco, Justo lo que necesitaba y quería.

Quizás también un abrazo.

Uno grande y reconfortante para poder soportar tanta mierda junta. Lo hombres eran jodidamente complicados, aun que no los podía culpar, mucho menos al que la tenía así.

Baldwin, su adorado Baldwin.

No eran nada de todos modos, nunca él le confesó directamente su cariño ni le había pedido que solo fuera de el, nunca se habló de exclusividad, mucho menos de formalizar, ella solo estaba ahí, para él, pero él quizás no estaba preparado para ser de ella.

Quizás nunca lo estaría.

Tomo la riendas del caballo con fuerza, obligándole a que apurara el paso, necesitaba con desespero alejarse del castillo y de paso de toda esa mierda.

Y bueno, la verdad la idea que se le había ocurrido nunca fue de sus favoritas pero, ¿que importaba en ese momento?

¿Que podía pasar si simplemente volvía a su real naturaleza?

Hace tiempo había querido hacerlo, pero se rebatía constantemente si aquello sería adecuado o una decisión realmente  necesaria para arriesgar todo por lo que había trabajado casi dos años, por unos meros minutos de ...¿que exactamente? Ser mujer en la Edad Media nada bueno debía de tener, ¿por que le entusiasmaba tanto la idea? ¿Que tenía de agradable salir a la calle y que te persigan y te griten cosas desagradables? ¿Porqué querría que la acosaran por no tener a un varón a su lado? Era ridículo.

Pero...luego estaba la otra parte.

¿Acaso no extrañaba el sentirse ella? Lucir sus encantos, adornar su cabello, aplicar un poco de maquillaje a su magullada piel, usar vestidos lindo, poder hablar sin forzar la voz, despreocuparse del como caminaba, el como se comportaba, del como la veían por que solo debía ser como era, simplemente ella y lo más importante, verse en el espejo y ver a Helena, esa mujer que había abandonado, que Elijah se aseguró de cuidar del mundo exterior.

Ella también merecía ser feliz.

Allard hace un tiempo atrás le había mostrado ese escondite, recordaba que el mismo había sido el responsable de conseguirle uno que otro vestido, según él para el día en que decidiera que sería un momento adecuado para escapar o en el peor de los casos tuvieron que hacerlo de improvisto.

Ambas pasaron, más nunca los uso.

Tomo las riendas, apretándolas con fuerza entre sus manos, mientras caminaba en el mar de gente que ese día poblaba la cuidad, encontrar el escondite que su hermano le había mostrado no fue una gran proeza, al contrario le pareció sumamente fácil, lo difícil fue encontrar el lugar adecuado para poder lograr su cometido.

Sinceramente no se calentó demasiado la cabeza.

Un callejón de mala muerte, poca vista, poca gente, era perfecto.

Nada parecía real en ese momento, la ropa se retiraba con suma facilidad, la túnica, la cota de malla, incluso sus arneses, pero algo de cordura volvió cuando comenzó a jalar a tirones violentos las vendas que le cubrían el pecho.

Se estaba lastimando y no solo físicamente, en ese momento pudo notarlo.

Su pecho rojo, con diversos arañazos, algunos hinchados, otros que sangraban superficialmente producto de la presión, las vendas apretadas friccionando contra su piel provocando quemaduras

¿Que estaba haciendo? ¿En que momento se odio tanto así misma? ¿Cuando sintió tanto repudio a su propia mentira?

Helena se abrazó a si misma, sintiendo un escalofrío que le recorría toda la columna vertebral.

Y lloró, lloro como no se había permitido desde hace tiempo, lloro por ella, lloro por que extrañaba su vida anterior, lloro por Allard y la falta que le hacía en ese momento.

Lloro por que sabía que Helena nunca podría reemplazar a Elijah.

Lloro por su vida.

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