Avec tout mon cœur -Merthur

By mrsloonylupin

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Arturo Pendragon es un príncipe muy celoso, lo que se demuestra cuando Merlín se vuelve cercano a una señorit... More

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La Cacería
La Adivina
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La Sexta Copa
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El Efecto Mariposa
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La Despedida
El Apuro
El Reencuentro de los Dos Lados
El Buen Adios
Carácter de Bufón
Los dos Idiotas Enamorados
El Viejo Amor Adolescente
Entre un Príncipe y su Sirviente
La Cercanía

La Bufanda

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By mrsloonylupin

Hacía frío, aunque los rayos de sol hacían el ambiente más soportable mientras Gwen caminaba entre los puestos del pequeño pueblo.

Gwen había venido con la Lady Morgana, pero ellas se habían separado ligeramente para ir a ver diferentes puestos en el mercado.

Entonces vio un destello violeta y cuando fijó su vista en él, se dio cuenta que era una hermosa bufanda que colgaba en uno de los puestos.

Ella se acercó para mirarla mejor y quedó embobada con la suavidad de la tela. Pensó en el frío clima y todas las veces que había obtenido un resfriado por llevar el cuello descubierto. Entonces la suave bufanda se le hizo mucho más hermosa.

-Hola, discúlpeme. ¿Puede decirme el precio de esta bufanda morada?- le preguntó esperanzada, aún sabiendo que en su bolso tenía solo una moneda de oro.

El señor vendedor, quien estaba balanceándose perezosamente en su silla, la miró de arriba a abajo disgustado.
-No creo que tengas suficiente para pagarlo, de todas formas. Para qué te molestas en preguntar...-

Gwen abrió los ojos como platos, incrédula y ofendida. Este hombre no tenía derecho a definir su estado económico por cómo vestía ni nada menos.
Estaba apunto de responder al insolente vendedor, cuando una voz la interrumpió.

-Disculpe, señor. Esta dama tiene todo lo que cueste y más, no es que sea de su incumbencia. Me parece una falta de respeto no responder a una simple pregunta que no vino con ninguna mala intención.-
Esa firme voz provenía de Sir Lancelot, el cual estaba parado detrás de Guinevere, fulminando al vendedor con su mirada.

Este, al ver que era un caballero del castillo, abrió los ojos de sorpresa y el color desapareció de su cara.

-E-Eh, Sir Lancelot- Si, ehm, lamento mucho mi comportamiento, p-por favor discúlpeme. La bufanda cuesta una moneda de oro, señor.- le dijo temeroso, esta vez enderezándose sobre su silla en un pobre intento de parecer profesional.

-¡Oh, Lancelot!- sonrió radiante la castaña. -Te lo agradezco mucho.- dijo mientras sacaba su única moneda de oro de su bolsita para pagarle al señor.
Pero entonces el caballero apoyó una mano sobre su brazo, impidiendo que Gwen pagara.

-Aquí tiene.- dijo Lancelot entregando una moneda de oro al vendedor, ignorando las quejas de la sirvienta diciendo que no era necesario.

-Gracias, señor. Eh, ¿Lo quiere envuelto o así está bien?- preguntó el señor mientras intentaba dar una sonrisa, aunque todo lo que salió fue una extraña mueca.

-No. Démelo sin nada, por favor.- le respondió el caballero mirando a Gwen.

Luego de pagar, Lancelot agarró la suave bufanda.

-¿Puedo?- le preguntó gentil a Guinevere, antes de posar la suave bufanda sobre los hombros de la sirvienta.

-Ay, Lancelot. No tenían que hacer esto, en serio. Déjame darte mi moneda, por favor-

-De eso nada.- negó riendo suavemente. -Considéralo como un regalo... y una invitación.-

Gwen lo miró curiosa, tocando su nueva bufanda con los dedos delicadamente.
-¿Para que?- le preguntó entonces.

El caballero la miró como si fuera la octava maravilla del mundo, mientras sonreía levemente.
-Para una cita en el bosque. Hoy. Conmigo y un picnic.-

Los ojos de Gwen se llenaron de sorpresa, aún así sonriendo.

-Mmm, déjame pensar...- fingió la sierva con una sonrisa. -Por supuesto que sí, Lance- aceptó riendo finalmente y abrazando al joven caballero.

Lo que ninguno de los dos sabía, es que cierta vidente de ojos verdes y pelo negro los miraba a lo lejos, con un bolso de regalo que, curiosamente, contenía la misma bufanda violeta que Guinevere tenía puesta. 

***

Lady Morgana caminaba entre los puestos del mercado de Camelot con una pequeña sonrisa.
Esta no se debía precisamente a que hoy fuera un día soleado, si no por lo que sostenía en su mano.

Eso era una pequeña bolsa de regalo que había comprado hace aproximadamente media hora, cuando su sirvienta estaba lo suficientemente lejos.
Se preguntarán qué tenía Gwen que ver en todo esto, pero de hecho ella era la razón principal.

Mientras la vidente caminaba por la familiar calle, se encontró con un pequeño mercado de bufandas. Ahí fue cuando la vio;
Fue la bufanda más bonito que presenció en su vida y tenía un intenso color violeta que le recordaba a alguien cercano.

Ese alguien, como no, era Guinevere.

La bufanda era suave como ella y de un color fuerte, como su carácter.

Así que, ¿puedes culpar a Morgana cuando no pudo resistir en comprar la hermosa bufanda para su amiga? Seamos sinceros, la prenda estaba hecha para Gwen.

O al menos eso dijo Morgana en su cabeza.

Un leve sonrojo subió a su cara cuando pensó en qué respondería si Gwen le preguntaba porqué la había comprado para ella.

"Me recordó a ti", se respondió mentalmente, pero por alguna razón esa respuesta sonaba infinitamente tonta.

Fue en ese momento cuando los vio;
Gwen, su dulce sirvienta, abrazando al mismísimo Sir Lancelot.
Con nada más ni nada menos que la bufanda violeta envuelta en su cuello, posándose perfectamente sobre sus hombros y quedándole como anillo al dedo, justo como Morgana había predicho.

Pero, Guinevere lo estaba abrazando a él. A Lancelot.

Además, no había que ser tonto para entender la situación;
Lancelot, en un intento de conquistar a la dama, pagó por la prenda de ropa sabiendo que Gwen la quería, así ganándose su corazón.

Era ridículo.

Sin embargo, ella había hecho casi lo mismo.

Pero claro, ella lo hizo como una amiga y por todo su duro trabajo como sirvienta, como un agradecimiento, no una conquista.

Así que no tengo que preocuparme, se dijo Morgana mentalmente, antes de apretar los dientes y dirigirse de vuelta al castillo, ya que ya se estaba cansando del mercado.

***

Julieta caminaba sonriendo por los pasillos del castillo, llevando una bandeja llena de comida en dirección a la habitación de su reina.

El día hoy estaba hermoso y deseó poder salir a tomar un poco de sol, ya que a ella le encantaba el sol.

Pensando sobre eso y con la vista media tapada por la bandeja, no vio cuando una joven pasó, demasiado distraída para notarla y chocó fuertemente contra ella.

Entonces, todo pasó en cámara lenta;

Un destello dorado, tan rápido como la luz y tan luminoso como la misma. Luego un fuerte estallido que tendría que haber llegado pero nunca lo hizo, ya que la bandeja, con todo colocado cuidadosamente, flotaba inmóvil en el aire, justo un momento antes de haberse estrellado contra el suelo.

Entonces una fuerte inhalada de aire, como si fuera una sorpresa para la otra persona también, antes de un largo momento de silencio.
Finalmente el choque de bandeja contra piso que Julieta estaba esperando.

Miró para arriba, completamente confundida y vio a la Lady Morgana con una mirada de shock tremenda, mirándola directamente a ella.

-¡Magia!- Julieta gritó en un susurro de repente.

-Yo— respondió la pelinegra repentinamente nerviosa. -No se de donde salió eso, yo—

-Tienes magia.- interrumpió la sirviente, incrédula.

Morgana no dijo nada.

-Eso es... impresionante.- De repente la rubia empezó a sonreír. -Nunca pensé que habría de eso, aquí en Camelot. Bueno, obviamente si no cuentas a Merli- ¡Quiero decir-! Lo siento. No le diré a nadie de esto.- la chica bajó avergonzada la cabeza.

-¿Que quieres decir con Merlin?- preguntó Morgana aún sin poderse creérselo completamente.

-Yo... nada, no quise decir nada sobre Merlín.

-Ah, te refieres a que tiene magia.- afirmó la pelinegra de la mismísima nada.

-¡Aja! Así que es verdad.-

A Morgana se le abrieron los ojos como dos platos.

-¡Entonces no sabias!- acusó algo ofendida.

-Lo sospechaba,- corrigió rápidamente. -Duplicó una flor de la nada, sabía que no era normal.-

Morgana la miró detenidamente, como si evaluara si Julieta era de confianza.

-Mira, se lo que pasa en este lugar si alguien usa magia.- explicó la rubia bajando la voz, aún que no había ni un alma en ese pasillo. -No le desearía una muerte tan cruel a nadie, ni siquiera a mi peor enemigo. Además, la magia me parece una cosa extraordinaria. Ya se que no nos conocemos como para que me tengas confianza, pero ahora también se el secreto.-

Morgana la miró a sus ojos, tan peculiares, y entendió por que a Arturo le molestaba esta mujer.
Eran sus ojos. Decían más que mil palabras e indicaban que sabían cosas. Como si leyeran tus pensamientos y eso a cualquiera lo haría sentir vulnerable.
Pero tan pronto como los miras mejor, eran dos simples avellanas marrones que te miraban sin juzgarte realmente. Dos ojos que miraron a través de lo más profundo en ti y igualmente no te juzgan.
A Morgana le agradó la chica.

Entonces suspiró rindiéndose.

-Habrá que avisarle a los demás que saben que también eres parte del grupo.-

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