Guerra fría [Historia gay]

By Kamm00

677K 20.8K 6K

El destino es traicionero, y la vida da demasiadas vueltas en muy poco tiempo. Harry y Giovanni lo han sentid... More

Prólogo
Primera parte: capítulo 1: Harry I
Primera parte: capítulo 2: Harry II
Primera parte: capítulo 3: Giovanni I
Primera parte: capítulo 4: Giovanni II
Primera parte: capítulo 5: Nuevo hogar
Primera parte: capítulo 6: Casualidad
Primera parte: capítulo 7: Doph's Club
Primera parte: capítulo 8: Una alarma, un coche y un casi-fichaje
Primera parte: capítulo 9: Bueno para nada
Primera parte: capítulo 10: Sorpresa, sorpresa
Primera parte: capítulo 11: Borracho
Primera parte: capítulo 12: Confidencias
Primera parte: capítulo 13: Diangelo
Primera parte: capítulo 14: Demasiado sobreprotector
Primera parte: capítulo 15: Regalo de navidad
Primera parte: capítulo 16: Navidad para cada gusto
Primera parte: capítulo 17: 31 de diciembre
Primera parte: capítulo 18: Will, Cristián Zapata y Giovanni Bianchi
Primera parte: capítulo 19: Alexander
Primera parte: capítulo 20: Segundas intenciones
Primera parte: capítulo 21: El primero en dar el paso
Primera parte: capítulo 22: Algo tan simple como "gustar"
Primera parte: capítulo 23: Venganza
Primera parte: capítulo 24: Cada vez más cerca
Primera parte: capítulo 25: Cada vez más fuerte
Primera parte: capítulo 26: Angel
Primera parte: capítulo 27: Guerra fría
Primera parte: capítulo 28: Dudas
Primera parte: capítulo 29: La primavera siempre trae cosas buenas
Primera parte: capítulo 30: Fútbol
Primera parte: capítulo 31: Is grá liom thú
Primera parte: capítulo 32: Hay una primera vez para todo
Primera parte: capítulo 33: La mentira es el peor de los delitos
Primera parte: capítulo 34: El amor acaba tan sólo como empieza
Primera parte: capítulo 35: Ley de vida
Primera parte: capítulo 36: ¿Encuentros casuales?
Segunda parte: capítulo 37: Un nuevo comienzo
Segunda parte: capítulo 38: Cuenta atrás
Segunda parte: capítulo 39: Dr. Di Capuo. Milo
Segunda parte: capítulo 40: Más que una servilleta
Segunda parte: capítulo 41: ¿Sentimientos?
Segunda parte: capítulo 42: Pequeñas verdades
Segunda parte: capítulo 43: Cercanía
Segunda parte: capítulo 44: Sólo problemas
Segunda parte: capítulo 45: Lamentos
Segunda parte: capítulo 46: El veinticinco
Segunda parte: capítulo 47: Afrontar las cosas
AVISO IMPORTANTE
Segunda parte: capítulo 48: Reír o llorar
Segunda parte: capiítulo 49: Encuentros inapropiados
Segunda parte: capítulo 50: Nadie
Segunda parte: capítulo 51: Lo hecho está hecho
Segunda parte: capítulo 52: Cambios
Segunda parte: capítulo 54: Diferente al resto
Segunda parte: capítulo 55: Nos vemos
Segunda parte: capítulo 56: Amigos
Segunda parte: capítulo 57: Manifestación oculta
Segunda parte: capítulo 58: Drain you
Segunda parte: capítulo 59: ¿Cambios?
Segunda parte: capítulo 60: Aprovechar la vida
Segunda parte: capítulo 61: Colombia
Segunda Parte: capítulo 62: Verano mediterráneo
Segunda parte: capítulo 63: El principio del fin
AVISO IMPORTANTE
SEGUNDO AVISO IIMPORTANTE
Super resumen épico
Segunda parte: Capítulo 64: La gota que colma el vaso
Segunda parte: Capítulo 65: Cruzando la línea
Segunda parte: Capítulo 66: ¿Superando?
Segunda parte: Capítulo 67: Las casualidades no existen
Segunda Parte: Capítulo 68: Sexto sentido
Segunda Parte: Capítulo 69: Repitiendo la misma historia
Segunda parte: Capítulo 70: Jugando con fuego
Segunda parte: Capítulo 71: Adiós
Tercera parte: Sinopsis
Tercera parte: capítulo 72: Cinco años en Italia I
Tercera Parte: capítulo 73: Cinco años en Italia II
Tercera parte: capítulo 74: Cinco años en Italia III
Mi depre ataca de nuevo </3

Segunda parte: capítulo 53: Nuevas impresiones

7.4K 279 105
By Kamm00

¡Hola! Ay, mis bellos lectores, hoy sí actualizó pronto, ¿eh? Eso es algo bueno para todos, ¿no? Sin embargo, vuelvo a repetir que la constancia no ha vuelto. He podido escribir porque he tenido unos días de descanso y una repentina inspiración que no podía desperdiciar, jajaja xDD

Bueno, no quiero entretenerlos muchos. La foto de allá arriba es el interior de la Academia de Bellas Artes de Brera, donde estudia Harry. Hace unos años quería yo estudiar allí, ¡es bellísima!

Bueno, ¡que disfruten! Ah, ¡muchas gracias por los comentarios y la paciencia que me tienen, la verdad es que animan! Espero no decepcionarles ;)


Capítulo 53: Nuevas impresiones



-Es tú culpa. Y no, no me mires así, Em, sabes que tengo razón. -Abrielle entró a una de las habitaciones, totalmente vacías y con las paredes pintadas de blanco. Cruzada de brazos, observó críticamente el cuarto, con el ceño fruncido y la nariz arrugada. No, le convencía.

Emma entró tras ella y la miró con la misma molestia que ella miraba la habitación.

-¿Quieres dejar de repetírmelo? Creo que estoy harta de oírte decir siempre lo mismo, ¿sabes? -se quejó, sin prestar mucha atención a la habitación.

Abrielle, su muy buena amiga, estaba preparando su boda con su futuro marido, pero antes del gran acontecimiento, querían comprar una casa como regalo de bodas para ellos mismos. Sí, la parejita que salía desde el instituto, y que ahora se acuestan con cualquier cosa que tenga dos ojos, una boca y algún hueco donde meter cualquier cosa, estaban pensando en convivir para, posteriormente, tener hijos. A Emma no dejaba de sorprenderle la naturalidad con lo que su amiga se tomaba su nueva etapa en la relación con Pietro, cuando él se acostaba con quisiera y ella también. Y bueno, ahí estaban, paseándose por todo Milán para ver cuál es la casa perfecta para la pareja ya no tan perfecta.

-Chica, es que no dejas de quejarte de que si Laura no te dice esto, de que si Laura te mira así, o te mira asa. -dijo, gesticulando con las manos. Abrielle tenía las uñas pintadas de rojo puro, y un corto vestido azul se escondía bajo un enorme abrigo de piel sintética. Su cara, siempre pulcramente pintada y cada hebra de su cabello milimétricamente colocado con Abrielle quería. Ella, en cambio, vestía con unos pantalones jean algo roído, y una chaqueta del mismo material. Su cara no tenía ni un ápice de maquille y llevaba el pelo recogido torpemente en un moño.

Y eran mejores amigas. Eso tampoco llegaba a entenderlo.

-No me estoy quejando. -replicó.

-Oh, no. Claro que no, no has estado todo el camino desde mi casa hasta aquí quejándote de que tu dichoza escritorzuela pasa de tu bello culo. -rió la bailarina, saliendo de esa habitación, volviendo al salón que ya había visto, metiéndose por un pasillo, mientras buscaba las escaleras. -No me gusta tener que pasar por todo este pasillo para subir al segundo piso. -dijo.

-¡Pero es que pasa de mi culo! -exclamó Emma, únicamente viendo la espalda de su amiga. Con ese pasillo tan estrecho era imposible caminar cómodamente.

-Ay, cariño, ¿tanto te extraña que pase de tu culo? -salieron por fin del pasillo, y al otro lado esperaba el hombre de la inmobiliaria, con una carpeta entre los brazos, mirando ansioso a Abrielle. Antes de que el hombre dijera cualquier cosa, Abrielle le miró. -No me gusta el pasillo. Pero terminaré de verla.

Emma sabía lo exigente que era su amiga, y lo poco delicada que era para decir algunas cosas. En eso se parecía a su madre: a veces pensaba que la gente trabajaba sólo para ella. El hombre no dijo nada, y dejó que Abrielle y ella subieran por las escaleras. En cualquier otra situación, se habría disculpado en nombre de su amiga, pero ella tampoco estaba de humor.

-¡Pues sí, me extraña! -replicó, de nuevo, cuando ya estaban en el segundo. -O no... bueno, lo que dijo... ¡pero ya le dije que me gustaba!

-Oh, sí, ese "me gustas" equivale al mea culpa del Papa.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Oh, vamos, Em. Es normal que tu mujercita esté molesta. Fue tal como ella lo dijo, la utilizaste como un trozo de carne, un trofeo entre una competición. A mí no me molestaría ser el trofeo de dos bomberos masizorros, pero por lo que me cuentas de Laura, ella es bastante seria y no disfrutaría con eso. -Emma frunció el ceño, pensando que, efectivamente, Laura reprobaría ese tipo de actitud. -Además, tiene, ¿cuánto? ¿Treinta años?

-Veintiocho.

-Lo que sea. Lo que menos querrá es que una niñita de veinte vaya detrás de ella, tratándola como trofeo. Vamos, mirándolo desde su punto de vista, la has cagado, pero bien.

-¡Pero que ya lo sé! Ya sé que la he cagado, que no fue precisamente mi mejor idea ponerte en una bandeja de plata y mostrársela a Laura -Abrielle soltó una risita con ese símil -, pero sigue molesta. Muy molesta. -precisó.

-¿Le has pedido perdón?

-¿Perdón? -su voz sonó como si jamás hubiera oído tal palabra, pese a que supo al instante a lo que se refería su amiga.

-Sí, perdón. -Abrielle abrió la puerta hacía una enorme terraza, que daba directamente a un hermoso parque natural. Su rostro, por fin pareció conforme con lo que veía. -Perdón, Emma, perdón. Estoy segura que conoces ese término. -añadió, viendo que su amiga no decía nada.

-Sé perfectamente lo que es perdón. -replicó Emma, frunciendo el ceño.

-Bien. ¿Lo has hecho?

-Sí...bueno, no directamente, pero...

-Por favor, no digas que "pero le he dicho que me gusta". Porque te lo he dicho antes, Em, ese "me gusta", no equivale al mea culpa del Papa.

-¿Quieres que me ponga en un balcón, con un micrófono y entone el mea culpa, o qué?

-Pues sí. Algo así, sin lo del balcón y el micrófono, pero sí. -se giró. -Y no me mires así. Fuiste tú la que me enseñó el valor de pedir perdón. -dijo, esto último imitando el acento del sur de su amiga. Emma, por un segundo, recordó una vez que Abrielle discutió con sus padres por haber roto un vajilla de a saber dónde, que había sido su regalo de luna miel. Abrielle admitió que fue ella, y Emma le dijo que lo único que tenía que hacer era disculparse. Lo hizo, y las cosas se arreglaron. -¿Le pediste perdón? -repitió Abri, nuevamente girada y mirando la enorme terraza.

Emma repasó todos sus encuentros con Laura desde aquella noche. Le había confesado que le gustaba, y tal vez incluso el sentimiento era mucho más fuerte (tal vez incluso demasiado más fuerte), y sabía que no actuó de la forma más correcta. Sin embargo, no recordaba en ningún momento haberle pedido disculpas. Algo tan simple como pedir perdón.

-Tu silencio lo dice todo, Em. -dijo Abrielle, mirándola de nuevo. -¿Por qué no lo intentas? Digo, tal vez funcione de algo. Y deja de intentar conquistarla, ¿quieres?

-¿Cómo?

-A ver, te gusta de verdad, ¿no? -Emma asintió, convencida. -Pues deja de ligar con ella, de hacer que caiga a tus pies y todas esas cosas que haces con las tías. Simplemente demuéstrale que tus sentimientos son de verdad. Porque, cariño, lo único que has hecho hasta ahora es tratarla como a otra más de tus chicas coleccionables, cuando se supone que ella es diferente.

Emma se quedó callada, mirando a su amiga. No es como si jamás hubiera pensado algo así. De hecho, ideas por el estilo se le habían pasado por la cabeza algunas veces, pero era totalmente diferente pensarlo que oírlo. Era como si las palabras cobrasen un sentido diferente, como si se abriera un camino que jamás hubiera considerado.

Y se dio cuenta de que era estúpida. No: más que estúpida. Había sido una ilusa.

-Emma, me has escuchado, ¿verdad? -Emma asintió lentamente, aun digiriendo las palabras. Torció los labios y se cruzó de brazos, mientras Abrielle se apartaba un momento para hablar con el tipo de la inmobiliaria.

Había una parte de ella no le gustaba la idea de ir a disculparse; no lo veía necesario. Al fin y al cabo, ella ya le había dicho a Laura que le gustaba, y había insistido en que aquella era verdad. Estaba segura de que, aunque no lo hubiera dicho con las palabras directas y precisas, se notaba que estaba arrepentida: porque lo estaba. Sin embargo, fue lo último que Abrielle dijo que le dejó realmente pensativa.

Dejar de conquistarla y empezar a demostrarle que realmente sientes algo por ella. ¿Acaso no eres capaz de hacerlo? Abrille tiene razón: se supone que Laura es diferente a las demás, pero lo único que has hecho hasta ahora es tratarla como a las demás.

Emma suspiró y decidió dejar de pensar sobre el tema un rato. Aunque realmente estuviera dispuesta a demostrárselo, ¿cómo lo hacía? ¿Diciéndoselo? No, eso ya lo había hecho y no había funcionado, y estaba segura de Abri se refería más a actos que a palabras. Ella nunca había tenido la necesidad de demostrar que sentía algo por alguien, normalmente, había sido al contrario: las chicas se acercaban a ella, y ella, si gustaba o no, cedía. Nunca, jamás, había sido la que había comenzado aquel juego más allá del sexo.

Pero algo tenía que hacer, porque aunque no consiguiera nada, quería que Laura se diera cuenta de que verdad sentía algo por ella. Que no era como las demás. Laura era diferente.


*


Se había acostumbrado demasiado a ir a la casa de Jim. Tal vez demasiado. Pero era imposible para Bea resistirse a los ruegos infantiles que el rubio le hacía, y siempre terminaba en casa de él, hablando o jugando a la Play. Jim era un obseso con los video juegos, y a ella también le gustaban muchos, y jamás podía jugar con Paolo; según él, los videojuegos son para niños e inmaduros.

Lucca había salido a una entrevista de trabajo como fotógrafo, y ella estaba sola en la casa con Jim, jugando al FIFA. No era precisamente su favorito, tampoco nunca fue una apasionada del fan, pero tampoco le disgustaba. Cada vez que podía y quería, apoyaba al AC Milán con todo su espíritu. Jim, por el contrario, odiaba a ese equipo, y como Irlanda no era un país que sobresalía por el futbol (a excepción del Cork, que comenzaba a tener mucho protagonismo en el viejo continente), se consideraba un fan del Manchester o el Munich.

A veces discutían sobre futbol, otras veces de temas sociales, aunque de esos se cansaban rápido, porque terminaban con las garras fuera; sus opiniones ideológicas era en lo que más se diferenciaban. Normalmente hablaban de los estudios, los videojuegos o sus amigos en común. Las tardes con Jim eran muy entretenidas, sobre todo porque él se consideraba un bromista nato, cuando sus chistes eran tan ridículos y de un humor muy infantil, sin embargo, eran tan malos, que Bea no paraba de reírse. También solían ir con sus tres perros al parque, al bosque o simplemente a pasear por la ciudad.

Pero, era como si las cosas hubieran comenzado a cambiar. Jim siempre era el que, con cierto descaro, coqueteaba con ella, y ligaba de la forma más obvia que podía existir. Ella, normalmente, o se enfadaba o se reía, pero seguía como si nada. Últimamente, en cambio, le seguía el juego. Tonto, tal vez, pero se lo seguía. Comenzaba a gustarle cada vez más ese jueguecito, únicamente si Jim estaba implicado en él, y de alguna forma admiraba como seguía, seguía, seguía y seguía insistiendo, aunque ella tuviera novio.

Y es que allí estaba el problema: novio. Bea tenía novio, seguía con Paulo, mientras ligaba (vamos a decir ya claramente) sin ninguna vergüenza con Jim. ¡Ella nunca había hecho algo como eso! Jamás, y se sentía como una zorra cuando le daba ilusiones a uno, estando aun con otro. Sí, la típica zorra calienta braguetas que no saber controlar las sonrisitas. Pero... es que Jim comenzaba a hacerse irresistible bajo sus ojos, aunque fuera un idiota, infantil, algo inmaduro, creyente (protestante a más no poder, con una cadenita con la cruz. Bea estaba totalmente en contra de la iglesia) e insistente. Su novio, en cambio, era... simplemente el novio que sus padres querían para ella: para la oveja negra de la familia.

A veces pensaba que Paulo era un actor pagado, o la viva imagen de su padre en versión joven y guapa, diciéndole cada dos por tres: ¿y por qué n te quitas esas rastas? Tu pelo es muy bonito para llevarlo con eso; ¿por qué no te pones este tipo de ropa? Ya te la compro yo, parece como si fueras con trapos viejos; ¿por qué no estudias algo medicina, ingeniera o derecho? Tú hablas muy bien; deberías dejar Brera, sólo te juntas con raritos. ¡Raritos! ¡Esos raritos eran sus amigos!

Y Jim... Oh, Jim era todo lo contrario. Se reía de sus rastas, de su forma de vestir, incluso de lo extremista que podía ser con algunas cosas, pero después decía algo como: eh, sabes que es broma. Si a mí me encanta como eres. Últimamente ya ni hace falta que se lo dijera, Bea sabía que era así. Era un pijo, sí, un pijo que siempre va bien peinadito, con la ropa de marca que se puede permitir y que odia que se machen o rompan. Pero en Jim, es vanidad incluso quedaba mejor que en Paulo.

-¡Oh, mierda! -Bea casi lanza mando de la Play al suelo. Había vuelto a perder.

-¡Te gane, te gane! ¡Jódete, guapa, jódete!

-Vete a la mierda, Jim. Seguro que haces trampa o algo.

-¿Crees que necesito hacer trampas para ganarte? Soy el As de los videojuegos, princesas.

Bea negó, con una sonrisa en los labios.

-Que no me llames princesa. Suena ridículo.

-¿Por qué? -se acercó a Bea y pasó su brazos sobre los hombros de ella. No la miró directamente. -Te va como anillo al dedo ese término. Eres toda una princesa.

Bea comenzó reír, y apartó el brazo del rubio: -Oh, Jim, eso te ha quedado ridículo. -dijo, entre risas. -Peor que tu intento de llamar a la amiga de Bea.

-Oh, Abrielle, menuda mujer. -Bea intentó no fruncir el ceño, y quedar como la típica chica celosa. No le había hecho ninguna gracia que Jim se hubiera acostado con ella, pero sabía que no tenía derecho alguno de reclamar lo que era suyo, por lo que sonrió. -Pero tranquila, eso fue algo de una noche. Lo cambiaría mil veces por ti.

Bea puso los ojos en blanco. Ya estaba acostumbrada a oír cursiladas como esas, desde que Jim ya le daba igual que la gente se diera cuenta que sentía algo por ella. A veces, ni si quiera se cortaba cuando Paulo estaba al frente. Normalmente, eso le molestaba, pero ahora, sólo le causaba gracia.

-¿Qué tal si vemos una película, princesa?

-Que no me llames princesa. Eres muy pesado, eh. -se levantó del suelo. -Pero sí, vamos a ver.

-¿Qué tal de miedo? Así te puedes arrimar a mi cuando te asustes.

-Sí, claro, yo asustarme. Sabes que eso no funciona conmigo. -se acercó a su canguro [1] y sacó su teléfono, simplemente para ver la hora. En ese momento, su teléfono vibró. Le había llegado un mensaje de Paulo, diciéndole que iría a cenar a su casa con sus padres. Simplemente pensar que Paulo estaría es noche con ellos, le aburría.

Se sentía mal por pensar así, Paulo era su novio pero... era verdad que era bastante aburrido, en muchos aspectos.

Pensó en contestarle más tarde, pero en seguida recibió una llamada de su novio. Jim estaba buscando en el enorme repertorio de películas de Lucca (a éste le encantaba coleccionar) por lo que no oyó el tono de llamada. Bea frunció el ceño y le colgó.

-Jim.

-Dime.

-¿Me puedo quedar a cenar?

-¡Claro! -el rubio la miró sonriente. -Podemos pedir hamburguesas. Han abierto una tienda aquí al lado que...

Y mientras Jim seguía hablando sobre lo que podrían a comer, o de lo fantástica que era esa tienda de hamburguesas, Bea le contestó a Paulo.

Lo siento, ya he quedado. No iré a cenar a casa//


*


Emma se quedó mirando la puerta dubitativamente. Torció los labios, y movió ansiosamente un pie, haciendo un ruido repetitivo contra el suelo. Después de meditarlo mucho, pensó que lo mejor era disculparse (ella seguía creyendo que ya era obvio que estaba arrepentida, pero prefería no dejar ningún cabo suelto), y hacer tal como había dicho Abrielle: dejar de conquistarla, y demostrar que la quería.

¿Cómo has pasado de "gustar" a "querer" en tan poco? ¡A ver si te aclaras!

Cerró los ojos, callando sus pensamientos. Fantaseaba con que Laura sonreiría cuando ella se disculpara, y que con esa actitud tan orgullosa simplemente bajaría la mirada, sonrojada y le insultaría de cualquier manera, para luego cerrar la puerta sin más. Así, todo muy bonito, aunque terminara con la puerta en las narices.

Pero cuando la puerta se abrió, no fue Laura la que abrió. Era una mujer alta, con el pelo sumamente corto y ropa ancha. Tampoco era Paula, la amiga y escritora venezolana de Laura, pero tenía a la pequeña hija de éste alzada, por lo que pensó que seguramente era su pareja.

-Dime.

-Ah, perdón... ¿está Laura?

-¿Laura? Claro, espera un momento...

-¿Quién es? -entonces, Paula se asomó por la puerta, y la vio con una expresión de sorpresa. -Oh, tú... -ese le irritó por un segundo, pero entonces mandó a su pareja y su hija al salón. Cerró un poco la puerta, para que nadie oyera la conversación. -Emma, ¿verdad?

Emma asintió.

-Verás, no creo que sea buena idea que...

-Quiero disculparme. -dijo, convencida. Paula suspiró.

-Ya, si está bien eso. Pero... Laura no es de las que olvidan de un día para otro, y...

-Me da igual. Quiero disculparme.

Paula la miró con condescendencia, pero, finalmente, asintió. Se apartó de la puerta, llamó a Laura, y unos segundos después la escritora, apareció. La expresión que puso cuando la vio no era precisamente de alegría, pero tampoco de sorpresa, era como si ya se esperara que hiciera algo así.

-¿Qué quieres, Emma?

Tragó saliva, y lo soltó directamente: -Lo siento. De verdad que lo siento. La cagué mucho. Pero muchísimo. No debí de hacer algo así. Perdóname. Ósea...no. No me perdones. Bueno, sí, sí que quiero que me perdones, pero no.... A ver, que lo siento. Lo siento a secas.

Por un segundo, sintió algo de reparos por mirar a Laura directamente, pero estar mirando al suelo no sólo le parecía ridículo, sino imposible. Levantó la mirada, y la expresión de Laura era indescifrable; no parecía estrictamente molesta, pero tampoco contenta, aliviada o sorprendida. Sin embargo, la seriedad que siempre mostraba no la abandonaba, y cuando por fin contestó, fue tan directa como lo había sido ella antes.

-¿Has venido hasta aquí sólo para eso? -Emma asintió y Laura suspiró. -Mira, Emma, ya te dije que...

-¡Lau! -interrumpiendo lo que sea qué fuera a decir Laura, una chica, de aproximadamente la misma edad de Emma, se abalanzó sobre la mayor. Ésta pareció repentinamente sorprendida, y la chica, sin vergüenza, le plantó un beso en los labios. Laura la apartó. -¿Quién es? -la chica, de grandes ojos miel y cabello rubio miró a Emma con curiosidad.

-Emm... me llamo Emma.

-¡Emma! ¡Mucho gusto! -la rubio se acercó a ella y le dio dos besos en la mejilla. -¿Quieres pasar?

-No. -Laura contestó por ella, cogió a la rubia del brazo y la hizo entrar de nuevo. -Ella se va ya. Sólo venía a decirme una cosa.

-Oh, qué pena. -dijo la rubia. Luego se giró a Laura y le estiró las mejillas con cariño. -¡Voy a sacar más bebida, vale guapa! -y dicho eso, desapareció al interior del departamento.

Pasaron unos segundos de total silencio, mientras Emma comenzaba a pensar paranoicamente, y ya daba por sentado que la rubia de ojos marrones era la pareja de Laura, o tal vez alguna chica que le interesaba de verdad. Tal vez, por esa razón nunca se fijó en ella, porque ya estaba interesada en otra. Se sintió estúpida.

-¿Algo más? -la pregunta de Laura la hizo salir de sus pensamientos. La miró, como si aquella mirada fuera suficiente para que le dijera quién era aquella chica. Sin embargo, finalmente, terminó negando con la cabeza, dando la vuelta y yéndose por donde llegó.

Laura cerró la puerta, dando un largo suspiro, y quedándose unos segundos allí, frente a la puerta cerrada. Paula, quien se había mantenido justo al lado del filo de la puerta, la miró con una ceja levantada.

-¿De verdad, Lau? -Laura la miró con el ceño fruncido. -Oh, vamos, podrías haberle dicho al menos que era tu hermana, ¿no?

Laura resopló.

-A ella no le interesa eso.

-Claro que le interesa. Sabes que le interesa. -Paula negó con la cabeza. -Eres demasiado exigente, Lau.

-Ese es mi problema, Paula. Mi problema.


*


Llegó súbitamente cansado a su casa. Cuando cerró la puerta tras de sí, soltó un largo, y tal vez exagerado, suspiró, cerrando los ojos y manteniéndose allí, quieto, durante un rato. De pronto, se sentía muy cansado, agotado. Era como si la mirada de Milo, sí, aquella de mostraba toda la decepción y dolor que sintió cuando le dijo la verdad, le hubiera chupado toda su energía. El simple hecho de coger el metro, y después tener que caminar varias calles hasta llegar a su casa, había sido suficiente para que quisiera ir directo a su cuarto, meterse en su cama y no despertar hasta que hubieran pasado diez años.

Se sentía mal por lo que había hecho. Se sentía mal por Milo, por aquel hombre que estaba sinceramente enamorado de él. Pero ya no podía hacer nada, no había marcha atrás: ni si quiera Milo le perdonaría algo así, y él tampoco buscaba su perdón.

-¿Harry? -Se asomó por la esquina, mirando hacia el interior del salón, y vio a Lui sentado en el sofá, con unas ligeras mantas encima, y una caja de pañuelos media vacía sobre la mesita de cristal del frente.

Él sonrió amargamente e hizo un movimiento con la cabeza.

-¿Cómo sigues? -se sentó junto a él. Tenía la nariz roja, y los ojos irritados. Su cabello estaba despeinado, y llevaba una pijama medio rota. No tenía precisamente buena cara, pero no estaba tan hecho mierda como el día anterior.

Lui sólo levantó los hombros: -Más o menos. He dormido desde que saliste, y tuve que apagar la tele porque me estaba reventando la cabeza. -hizo un mohín con los labios. -Estoy harto de estar enfermo.

-Lucca volvió a llamar.

Lui, con oír el nombre de su amigo, pareció tensarse de inmediato. Harry frunció el ceño, aún extrañado por la curiosa actitud que tenía Lui hacia Lucca, pero no tenía el día para ponerse a investigar sobre los problemas de su amigo.

-Ah, y... ¿qué dijo?

-Que vendría mañana a ver qué tal estás. Le dije que no hacía falta, es obvio que no quieres verle, pero insistió, así que lo tendrás acá por la mañana. Así que asegúrate de arreglar el problema que tengas con él, porque él no parece estar dispuesto a ignorarlo. -Harry realmente no sabía qué problema había entre ellos dos, pero obvio que algo había ocurrido. Y eso, por alguna razón, le irritaba.

-Ya... bueno.

-Sea lo que sea, Lui, no seas idiota. Seguro que no fue nada. Sois muy amigos, seguro que lo arregláis. -dijo, en un intento de fe ciega porque realmente el problema no fuera nada del otro mundo, y sólo una pelea estúpida entre dos amigos. Por alguna razón, en el fondo, pensaba que era algo más serio. Ni Lui ni Lucca eran el tipo de persona que discutían así, por amor al arte, por lo que tenía que ser algo serio.

Lui sólo asintió con la cabeza, como si tocar del tema le pusiera demasiado nervioso para ponerse a hablar. Por un segundo, una idea cruzó por la cabeza de Harry, pero la desechó de inmediato. Era imposible.

-Oye, Harry.

-Hmm.

-¿Ocurre algo? -Lui lo miró con una expresión preocupada, y Harry volvió a sonreír secamente.

-No, tranquilo. -no es que no quisiera contárselo, es que, simplemente, no quería hablar del tema.

Las siguientes horas de la tarde cruzaron con la misma tranquilidad que los días anteriores. Harry se dedicó a terminar unos deberes de la academia, y a cuadrar y cambiar los horarios del trabajo con sus compañeros. Se había librado de trabajar esa noche, pero tendría que hacerlo durante todas las noches de la semana siguiente. Le dio igual, prefería aguantarse una semana entera yendo allí, que hacerlo precisamente esa noche. Tal vez no se arrepentía de haberlo dejado con Milo, pero tampoco era como si aquella le hubiera creado un camino de rosas. Estaba afectado, a su manera, muy diferente a la forma en que Milo lo estaría, pero lo estaba.

Nuevamente hizo una sopa de verduras para Lui, pero él no quiso probar bocado. Se le había cerrado el estómago, y lo único que se metió a la boca fueron unas tres tazas de café y un croissant. Lui durmió gran parte de toda la noche, y las nueve de la noche volvió a levantarse, diciendo que no tenía sueño y que seguramente no se dormiría hasta muy tarde.

Harry decidió sentarse en el salón, junto a Lui, a ver televisión. Pensó que a eso de las once cada uno se iría a su propio cuarto, pero poco después de las diez, el telefonillo de su casa sonó. Harry, por un momento, pensó que se trataría de Milo y tardó en levantarse. Cuando contestó, oyó al otro lado de la línea la voz de Jim.

-Harry, my best friend. Open the door! -estaba de demasiado buen humor, y no tuvo que darle demasiadas vueltas para saber que venía de pasar un rato con Bea. Con algo de desgana, oprimió el botón que abría la puerta del portal, y un minuto después, por la puerta entraron Jim y Emma. Él, con una sonrisa de oreja a oreja, y ella con una expresión de amargura parecida a la que tenían él y Lui.

-¡Por favor! ¿Pero qué caras son esas? -dijo Jim, al entrar. -Parece que Emma no es la única amargada del grupito, eh. -él, por el contrario, estaba a rebosar de alegría.

Harry, sin embargo, esbozó una pequeña sonrisa al ver el panorama de Jim y Emma, totalmente opuestos, no sólo en estilos, sino también en ánimos. Miró a su amiga, quien sonrió ligeramente y levantó los hombros.

-Necesito rodearme de un poco de testosterona. -dijo, simplemente, a modo de saludo. Lui soltó una risilla por el comentario, y Jim suspiró dramáticamente.

-La bella princesa lesbiana seguro ha sido rechazada por alguna de sus presas. ¿Ha pasado así, bello espécimen lésbico? -bromeó, pero Emma lo miró con el ceño fruncido.

-Vete a la mierda, Jim. No estoy de humor.

El rubio silbó, levantando los brazos: -No, si ya veo que muerdes. -luego miró a Lui y Harry. -Me la encontré de camino, y hemos decidido daros una visita los dos. Necesita un poco de testosterona para curar sus heridas. -dijo, riendo, utilizando el mismo símil que ella había utilizado segundos antes.

Harry sonrió y negó con la cabeza. Emma se acomodó sobre el puf, y Jim cogió una silla del comedor y la puso junto al sofá.

-¿Qué tal sigues, colega? -le preguntó a Lui. -Tienes cara de que te vas a morir.

-Esta tarde no podía con el dolor de cabeza.

-Lucca ha preguntado mucho por ti.

-Han discutido. -intervino Harry.

-¡Harry!

-¿Qué? Lucca se lo contaría a Jim tarde o temprano.

-Oh, no, ¿problemas en el paraíso? La parejita del año ha discutido. -bromeó Jim, de nuevo, pero recibió una furiosa mirada de Lui, rojo como un tomate.

-¡No somos pareja! -exclamó, irritado. Jim lo miró algo sorprendido, y Emma y Harry intercambiaron una rápida mirada. Por un momento, pareció que estaban pensando en lo mismo.

Jim levantó los brazos, excusándose: -Tranquilo, tío, que solo era una broma. Es que rodeado de tanto homo, ya para mi cualquiera son pareja. -A Lui no le pareció suficiente esa excusa, y se levantó del sofá, diciendo que iba al baño. -De verdad, fue una broma. Yo no pienso que sean pareja. -repitió el rubio, intentando que Harry y Emma le creyeran.

-Ya, lo sabemos. -le respondió Harry. -No le hagas caso, la fiebre lo pone de mal humor.

-¿Y a ti qué te pasa? -le preguntó Emma a Harry, intentando cambiar de tema. El irlandés la miró con cierta amargura, y obviamente mostrando muy pocas ganas de hablar.

-¿Qué te pasa a ti?

Emma frunció el ceño.

-Que las tías son gilipollas. Una pérdida de tiempo -se quejó ella, frunciendo el ceño. -Me estoy planteando pasarme al mundo de las pollas. -Jim rió.

-Uy, yo no me lo plantearía jamás. -suspiró. -No hay nada como el culo de una tía.

-Puede. Pero ya estoy hasta los huevos.

-¿Has tenido problemas con Laura? -preguntó Harry. Jim lo miró con el ceño fruncido.

-¿Laura?

-La escritora. -le dijo Harry. Jim pareció acordarse, y volvió a mirar a Emma, esperando sus respuestas. Ella simplemente levantó los hombros, intentando quitarle importancia a lo que sea qué hubiera ocurrido.

-Que soy tonta. No hay más. -respondió, y los dos chicos entendieron que ella no quería hablar más del tema. Lui salió del baño, aparentemente más tranquilo, y se sentó en el sofá, rodeándose de nuevo con las mantas. -Bueno, ¿y a ti qué te pasa? -los tres miraron a Harry y éste torció los labios.

-¿Acaso me tiene que pasar algo?

-Tío, te conozco desde hace años -dijo Jim -, sé que te pasa algo. -Emma asintió.

-¿Te ha pasado algo con Milo? -preguntó Lui, integrándose nuevamente en la conversación. Harry los miró a cada uno durante unos cortos segundos, y luego suspiró. No quería hablar sobre el tema, pero era una tontería no decirlo, ocultarlo. ¿De qué serviría? Además, ellos eran sus amigos, tenían el derecho a saberlo.

A saberlo todo. Lui tenía razón, y Harry se dio cuenta aquel día: no tenía que guardar un secreto que no era suyo.

-He dejado a Milo.

Jim, Emma y Lui abrieron los ojos, sorprendidos, y luego de intercambiar una rápida y fugaz mirada entre los tres, volvieron su atención a Harry.

-¿Has dejado a Milo? -el primero en hablar fue Lui, quien después de decir eso comenzó a darle un ataque de tos. Emma le trajo un vaso de agua, y cuando Lui dejó toser, se concentraron de nuevo en la conversación.

-¿Pero por qué? -dijo Jim. -¿Fue por lo de que últimamente estaba muy celoso o qué? Vamos, porque si es por eso, menuda gilipollez, Harry.

-Pero déjale hablar, joder. -dijo Emma.

-¿Qué? Es si es por eso... todo el mundo es celoso. Además, que ya me había acostumbrado a verte con él. Si hasta hacíais buena pareja.

-¡Cállate, Jim! -exclamó Emma, tirándole uno de los cojines. -Y tú -miró a Harry -, cuéntanos qué coño ocurrió. Dijiste que lo habías dejado tú, ¿por qué?

Harry lo dijo directamente: -Porque lo engañé. -los tres lo miraron aún más sorprendidos.

-¿Qué has hecho... qué? -pronunció Lui. -¿Lo engañaste? ¡Joder, Harry!

-Bueno... realmente estuve a punto de engañarlo. Pero me lie con otro tipo, y... además, no quería estar con él, punto. -dijo Harry.

-Dijiste que lo querías. -dijo Emma.

-Y le quiero, pero... -Harry suspiró -, pero era lo mejor. Fui un cabrón con él, ¿vale? No me lo merecía, y tampoco quería merecérmelo.

-¿Lo engañaste con un desconocido? -preguntó ahora Jim. Harry lo miró durante unos segundos en silencio, antes de responder, y pensó en Giovanni fugazmente. Una parte de su mente, lo culpaba a él de todo. Harry negó con la cabeza.

-Lo engañé con el tipo que estuve hace un año. El que estaba casado.

La sorpresa aumento, pero de los tres, el que se mostró molesto fue Lui, quien lo miró con incomprensión. Harry le correspondió la mirada, y antes de poder decirle algo, Lui habló: -No me lo puedo creer, Harry. Eres un completo gilipollas.

-Es Giovanni. -dijo Harry, mirando a Emma y Jim. Ella, sin embargo, fue la única que lo comprendió.

-¿Giovanni? -Harry asintió. -¿Mi Giovanni?

-Espera, espera, ¿quién? -interrumpió Jim, mirando a Emma, quien parecía aún no creérselo. Ella no contestó, y Lui lo hizo por ella.

-Su jefe. -dijo. -El publicista de la empresa donde Harry hacía prácticas el año pasado, y donde va Emma ahora.

-Your bastard boss?! -exclamó Jim. Lui, aunque aparentemente molesto, miró a Emma, esperando que le dijera qué había dicho.

-Dijo que si se trataba de su jefe cabronazo. -le contestó ella, tampoco muy metida en la traducción sino en lo que Harry decía. Éste, simplemente, asintió con la cabeza, con suma tranquilidad. El siguiente que se dirigió a él con sorpresa y confusión, fue Lui.

-¿No se supone que no ibas a decir nada? -preguntó. Harry levantó los hombros.

-Tenías razón, Lui, ¿por qué tengo que guardar un secreto que no es mío?

-Pero...Giovanni tiene esposa e hijo. -reflexionó Emma, hablando más para sí misma que para los demás. Ella se había llevado una gran sorpresa cuando se enteró que estaba casado; le hubiera sorprendido incluso menos que fuera simplemente un padre, o un divorciado. Sin embargo, jamás se hubiera imaginado que Giovanni fuera gay, y, mucho menos, hubiera tenido una aventura con Harry. No, eso ni en sus más absurdos sueños.

-Sí, si hijo ya debe de tener cuatro años, y ya lleva cuatro años casado con su mujer. -contestó como si nada, levantando de nuevo los hombros.

-Ósea, que el tipo casado con el que estuviste, ¿era el mismo que te dio el dinero para ir a Irlanda? -preguntó Jim. Harry volvió a asentir. -Joder, macho. Qué fuerte.

-¿No nos lo contabas por qué era Giovanni? -preguntó Emma.

-Pensaba que estaba comprometido con él de alguna manera. Pero ahora me la suda. Sois mis amigos, y tenéis todo el puto derecho de saber quién es el tipo que me mintió.

-Sí, pero bien que has vuelto a caer a sus pies. -soltó Lui, reprochándole con el tono y la mirada.

-Yo no he caído en los pies de nadie, ¿vale? Lo único que hice fue ir a hablar con él por un asunto, y nos besamos. No dejé a Milo por Giovanni. No soy tan estúpido de volver a tropezar con la misma piedra, ¿creéis que voy aguantar estar con un tipo casado? Ni de coña.

Los tres se miraron, sopesando que realmente Giovanni, aquel hombre que había jugado con Harry hacía un año, no era realmente la razón por la cual su amigo había terminado su relación. A los tres les resonaba en la cabeza aquel: "hablar con él por un asunto", pero decidieron no insistir sobre ello. Lui parecía molesto, irritado y no duró mucho; poco después de las once, dijo que se iría a su habitación porque se sentía mal, pero no le dirigió ningún tipo de despedida a Harry.

-Harry, no es por hurgar en la herida, ¿pero realmente Giovanni no tuvo nada que ver con que dejaras a Milo? -Jim, sin temor a que su mejor amigo se molestar con él volvió a sacar el tema cuando Lui se había retirado a cuarto.

-Lo que pasó con Giovanni simplemente me hizo darme cuenta de que no quería estar con Milo. -respondió, para nada molesto. -Yo os lo he dicho: no tengo intención alguna de ir detrás de un tío casado. No siento nada por Giovanni.

Y no era mentira, porque en aquel momento, lo único que sentía por su exjefe, era indiferencia. De hecho, era lo que sentía por todos los hombres, desde los que había visto sólo una vez, hasta los que, de alguna forma, fueron importantes en su vida.


*


Giovanni apagó el televisor de mala gana. El último partido de los octavos de final de las Champions acababa de terminar: el Cork City le había ganado al Basel 3 a 1. Hasta el momento, no se había tomado la molestia de ver muchos partidos de las Champions, sobre todo porque tampoco gozaba del suficiente tiempo. Sin embargo, cuando estaba intentando encontrar algo interesante para ver, se encontró, en primera plana, la repetición del primer gol que hacía Connor Hughson en el primer tiempo del partido de las Champios.

Se detuvo de inmediato y miró con curiosidad. Recordó, por un momento, cuando fue con Harry al pub irlandés a ver el primer partido en el que jugaba su hermano. El parecido entre los dos hermanos era más que notable, y eso le hizo pensar en Harry y, por consecuencia, en lo que pasó cuando vino a "aclarar las cosas". Habían pasado casi dos semanas desde aquello, y aún sentía un vacío en el estómago cuando pensaba en ello. Seguramente, lo hubiera podido olvidar si no fuera por Emma, quien, sin miramientos, le dijo que Harry había terminado con su novio.

Genial, Harry, genial. ¿Qué coño haces dejándolo con tu novio? ¿Para qué coño te detuviste esa noche si después vas a dejar a tu jodido novio? Se supone que sólo venías aclarar las cosas, y sólo conseguiste liarlas más.

¿Qué significaba aquello? ¿Acaso lo había dejado por él? No, por favor, claro que no. Eso era imposible. Harry no sería tan idiota de dejar a ese tipo, que parecía ser el chico perfecto, por él. Porque claro, se supone que habían cerrado las cosas, ¿no? Que ya habían quedado claras, pero, realmente, Giovanni pensaba que había ocurrido todo lo contrario: no sólo no se cerraron, sino que se complicaron más. Si no fuera así, ¿por qué Harry dejó entonces a su novio justo después lo que ocurrió? Fuese por la razón que fuese, estaba claro, que lo que pasó entre los dos aquella noche, había influenciado de alguna manera.

Se levantó del sofá y fue a su despacho, dispuesto a trabajar. Desde que se había convertido en publicista jefe el trabajo había aumentado, y aunque Emma realmente era una ayuda, había cosas de las cuales ella no se podía ocupar. Disfrutaba su trabajo de publicista mucho más que el que hacía en Roma de empresario, pero llegaba a ser agotador.

Dispuesto a concentrarse en el papeleo que debía de hacer, se puso a teclear con decisión. Su mente se despejó lo suficiente como para dejar de pensar en Harry, y en todo lo que pudiera estar relacionado con éste, pero el sonido de la puerta lo desconcentró. Se levantó y abrió, encontrándose al cartero al otro lado. Firmó un papel, y el hombre le entregó una pequeña caja. Fue hasta el comedor y la abrió. Frunció el ceño apenas vio el papel que decía PICCOLO, sabiendo que se trataba de Angelo.

En la caja había un sobre, lleno de fotos de la boda de Angelo y Gabrielle, celebrada una semana atrás. Él se había inventado una tonta excusa para no tener que asistir, y aunque se tuvo que ver con broncas de todos sus miembros familiares, se quedó en Milán, trabajando. Pero claro, estábamos hablando de Angelo y éste no dejaría que se librase tan fácilmente. Junto al sobre, había una pequeña escultura de cristal de un rosa, en la cual estaban los nombres de los novios grabados. Finalmente, una pequeña carta.

Me hubiera encantado tenerte en mi boda, piccolo. Te hubiera encantado. Gabrielle estaba preciosa, y yo tampoco me quedaba atrás. Tus padres y Violetta te disculparon muy educadamente, diciendo que tenías mucho trabajo y te fue imposible venir, aunque Maurio, el jefe de la empresa de donde trabajas, sí que vino. Qué irónico, ¿no?

En fin, sé que no viniste porque querías ahorrarte el mal trago de estar en mi boda. Créeme, hubiera conseguido que te divirtieras. Pero no te preocupes, te lo compensaré, piccolo.

Giovanni suspiró. A diferencia de las otras ocasiones en que recibía mensajes o señales de vida Angelo, esta vez no se sintió ni molesto, ni irritado. Simplemente suspiró, tal vez sí algo cansado. Dejó la carta a un lado y cogió la flor de cristal. La miró con detenimiento, y tuvo que admitir que era muy bonita. Sin darle más importancia de lo necesario al regalo de Angelo, volvió al despacho dispuesto a seguir con su trabajo.

Una hora después, la puerta volvió a sonar. Suspiró, exasperado por haber sido interrumpido por segundo vez. Se levantó y al abrir la puerta, se encontró con Angelo al otro lado del marco. Por alguna razón, no se sorprendió de verlo allí, no después de haber recibido el paquete en nombre suyo. Se cruzó de brazos, y frunció el ceño.

-¿No deberías de estar con tu mujer, Angelo? -preguntó.

-Mi bella Gabrielle entiende que soy un hombre muy ocupado.

-¿Y la Luna de Miel?

-La hemos pospuesto para el próximo mes. Como te he dicho, sabe que soy un hombre muy ocupados; ya sabes, el trabajo.

-¿Y acaso mi casa es una oficina de reuniones? Porque a mí me parece que no.

-Sé que has recibido mi paquete. La flor era el regalo para los invitados, y como no viniste, me tomé la molestia de enviártelo. Con fotos incluidas, por si te apetecía verlas.

-No tendrías que haberte molestado, Angelo. Creo que sabes que tu boda me importa un pepino.

-¿Celoso, piccolo?

-Mira, creo que eso es precisamente lo más lejano que siento ahora mismo.

Angelo rió: -¿No me invitarás pasar?

-¿Debería? -respondió, levantando las cejas, escéptico. Angelo, sin embargo, se acercó a él y con una mano en el pecho de Giovanni, empujó a éste para entrar. Giovanni, mirándolo aun fijamente, sabiendo perfectamente qué era lo iba a hacer, y que él, como el idiota que ha sido siempre cuando se trataba de Angelo, iba a ceder.

Segundos después, la puerta ya estaba cerrada, y Angelo, mientras se quitaba la chaqueta, lo besaba. Giovanni hundió los dedos en el cabello negro y suave de aquel a que tanto odiaba. Fue empujado sobre el sofá, mientras unas manos ajenas se colaban por su ropa, y acariciaba su piel. Sin embargo, era diferente. Era diferente a muchas de las veces en que Angelo se aparecía en su casa, entrometiéndose en su vida y llevándolo en la cama. Normalmente, cuando aquello pasaba, Giovanni recordaba los años en que fueron pareja, los primeros momentos antes de que Angelo le hubiera arruinado la vida. Sentía añoranza, nostalgia, soñaba con volver a aquellos momentos y a sentir las caricias y el calor de aquel cuerpo que, en aquel momento, sentía sobre el sofá. Pero en aquel momento fue diferente. Esa añoranza había desaparecido por completo, no le importaba el tiempo que pasó con Angelo. Sólo quería sexo. Su mente no estaba puesta en el hombre que tenía encima, su mente estaba en otra persona.

La única imagen que pasaba por su mente, era la de Harry.


*


A veces, y se le había pasado varias veces por la cabeza, Giovanni pensaba si el destino tenía un guion escrito para cada persona, y se burlaba de éste de la forma más inesperada, creando encuentros y escenarios que sólo podían ser posibles si eran planeados debidamente, como si fuera la televisión. Al fin y al cabo, y no sabía si sólo era su caso, su vida comenzaba a estar lleno de "casualidades", que no hacían más que ponerle los pelos de punta, y provocar situaciones para nada agradables para él.

El primer ejemplo que se le venía a la cabeza era cuando Harry le tiró un café encima, justo antes de que se enterara de que iba a ser su becario; también estaba cuando Harry y su hermano pequeño, Diangelo, se encontraron en un bar gay; cuando Harry y sus amigos fueron a comer justamente en el mismo restaurante donde él y toda su familia fueron, y se enteró de que estaba casado; que Emma, su nueva becaria terminó siendo una íntima amiga de Harry, y también de Emily, quien, a su vez, se había convertido en una amiga suya. En fin, parecía como si Milán, sí, aquella enorme ciudad, se hubiera reducido lo suficiente como para que todos sus movimientos lo topasen con la misma persona: Harry.

La definición de que el mundo es un pañuelo, comenzaba a tener cada vez más credibilidad para él.

Y Giovanni no podía creer que volviera a pasar. Era como si el dicho destino lo empujara siempre hacía él. Porque allí estaba, Harry, vestido como otro cliente más, junto a Angelo. Sí, ese mismo Angelo con el que había follado unos días atrás. Ese mismo que había fingido encontrarse a Harry y lo había invitado a cenar con su familia, casualmente, sin saber que se el joven conocía a toda la familia (Angelo rompía toda regla de la casualidad. No existía casualidad con él). Estaban hablando, pero cerca, muy cerca. Angelo tenía a Harry contra la pared, y éste, sin hacerse de rogar, se mantenía cruzado de brazos, comiéndole con la mirada.

No podía ser otra noche, ¿verdad? Tenía que ser precisamente esta, cuando me digno a salir. Justamente esta, ¿no?

Eran en esos momentos, que odiaba el mundo fuera un jodido pañuelo. ¿No había más locales gay en toda la enorme ciudad? ¡Había lo menos media docena y eso ya era quedarse corto! ¡Pero no, tenían que ir precisamente a ese! Si es que ni si quiera fue al Doph's, para no cruzarse, por casualidad, con Harry o cualquier amigo suyo.

Y no le habría importado ver a Harry con otro tipo, de verdad que no le hubiera importado. Podría haber pasado tranquilamente de ellos dos, ir a su bola, y conseguir a cualquier tío medianamente decente para llevarse a la cama. Pero es que no se trataba de cualquier tipo, de trataba de Angelo. El mismo Angelo que él conocía, el mismo que cuando se fijaba en uno, no paraba hasta quitarle desde el apellido hasta la dignidad. Y no sabía si lo hacía simplemente para joderle a él, porque realmente era un interés personal, pero se había fijado en Harry. Y sea cual sea la razón, era malo.

Y también era tan simple, como que no quería que Angelo se acercara a Harry. Que le jodiera la vida a quien se le diera la gana, pero a Harry no.

Y esperó, pacientemente, a que Harry se alejara de Angelo. Y, para la poca paciencia que solía tener, tardó bastante, porque lo que había comenzado como una simple conversación, terminó en un intercambio de saliva más íntimo y personal. Apartó la mirada, asqueado, molesto y sólo fue cuando Harry, por la razón que fuese, se alejó, él se acercó a Angelo.

-¡Pero tú qué coño crees que estás haciendo! -Angelo, que no lo había visto desde aquella tarde en su casa, abrió los ojos, sorprendido. Era raro conseguir aquella expresión en él.

-Giovanni, que casualidad, ¿no? -Giovanni puso los ojos en blanco al oír esa dichosa palabra. -No pensé que vendrías esta noche a este lugar. Podríamos haber venido juntos.

-En tus sueños, Angelo. Y ahora dime, ¿qué coño pretendes acercándote a Harry?

-Oh, ¿a tu antiguo becario? Bueno, me lo encontré por pura casualidad, y bueno, decidí que sería buena idea... volver a retomar la relación. ¿Sabías que él y Milo ya no están juntos? Qué suerte, ¿no? -Angelo rió, tan viva y alegremente como siempre hacía, burlándose a la vez de Giovanni. Eso le enfureció.

-Te lo advertí en la cena, Angelo. Déjalo en paz.

-¿Por qué te interesa tanto, piccolo? Vuestra relación ha acabado, ¿no? ¿O acaso tú tendrás algo que ver la ruptura de la pareja? -Giovanni no contestó, y sólo se quedó mirándolo con el ceño fruncido. Angelo sonrió y soltó una carcajada. -¡No me lo puede creer, es así! Tienes algo que ver.

-Yo no he dicho es. -gruñó.

-No hace falta que lo digas, Giovanni. Te conozco lo suficientemente bien. Harry lo ha dejado por ti.

-Eso no es verdad. Yo no tengo ni puta idea de por qué lo han dejado. No me interesa, y a ti tampoco.

-Ey, ey. No hables por los dos, porque a mí me interesa, y mucho por qué lo dejaron. -dijo, sonriendo de forma ladina. -Dime, Giovanni, si él dejó al tan bueno de Milo por ti, ¿qué pasaría si se enteraría de lo que fuiste de jovencito? -Giovanni se tensó al oír eso.

-No tendrás los huevos, Angelo... -amenazó, intentando sentirse seguro al decir aquello. Realmente quería creer que Angelo no llegaría al extremo de revelar aquella.

-Pruébame, Giovanni -dijo, cogiéndolo por la cintura, y hablándole a corta distancia -, sabes que me encantan los retos.

-Esto no es ningún jodido reto, Angelo, a ver si lo entiendes. -escupió. -Así que ni se te ocurra decirle nada a Harry.

-¿Te da miedo que tu joven exbecario sepa que fuiste un drogadicto? ¿O qué incluso te acostaste con desconocidos sólo para conseguir...?

-¡Cállate, Angelo! -exclamó Giovanni, apartándole. -Cierra tu puta boca, o te la cerraré yo.

-Dime, Giovanni, dime cómo lo harás. No puedes hacer nada para evitarlo, si quiero decirle todo a Harry, se lo diré. Al fin y al cabo, a mí no me afecta en nada que lo sepa. -rió. -¿Te imaginas qué cara pondría tu bello exbecario? Seguro que las pocas ganas que tiene de verte, se esfumaran en segundos, ¿no crees? Ah, pero claro, a ti no te importa, ¿verdad? -Giovanni no contestó. No sabía ni si quiera qué decir: lo que menos quería era que Harry se enterase de todo, al menos no por boca Angelo. No, él lo manipularía de tal manera que Giovanni fuera el culpable de todo (que en parte lo es). No, simplemente, Harry no se podía enterar de esa manera. ¿Qué decía de forma? ¡Es que directamente no tendría que enterarse jamás!

-Él no tiene que saber nada, ¿estamos? No lo metas dónde no lo llaman, a él no le interesa mi vida.

-¿Ah, no? ¿Y qué tal si lo comprobamos? -Angelo levantó la mirada y el brazo a la vez, y gritó: -¡Harry! -Giovanni se quedó helado al oír el nombre del irlandés, y no fue necesario girarse para saber que lo tenía a pocos metros. Lo miraba sorprendido, con dos cubatas en cada mano (seguramente uno para él y otro para Angelo) y aunque no se le oyó por el volumen de la música, Giovanni fue capaz de notar como gesticulaba su nombre, con asombro.

Se acercó, sin embargo, y antes de que pudiera preguntar nada, Angelo rodeó sus hombros, dándole un beso en la frente. Le quitó los cubatas, dejándolos en una pequeña barra que tenían justo al lado, y luego, ignorando la presencia de Giovanni, lo besó. Harry pareció sorprendido por repentino gesto y, de hecho, apenas correspondió y lo terminó apartando con cierta suavidad, mirando a Giovanni avergonzado.

-¡Mira quién nos ha hecho una visita! -exclamó Angelo, hablando lo suficientemente fuerte como para que los dos oyeran. -¿Sabías que nos conocemos desde hace más de diez años, precioso? -dijo, bajando su brazo hasta la cadera de Harry, y tocando su culo. Éste, parecía más que incómodo, y aún parecía no entender qué hacía Giovanni allí.

-¡Angelo! -Giovanni exclamó el nombre del mayor, esperando no tener que decir más para que mantuviese las manos quietas y la boca cerrada.

-¡Te hubiera encantado conocerlo con quince años! -exclamó Angelo, mirando fijamente a Giovanni. -Era todo un canjio, pequeñajo y escuálido, ¡todo lo contrario a ahora! ¡Aunque era el rey en la cama! -Harry abrió los ojos.

-¡Angelo! -se acercó más apartándolo del menor. -Cierra tu puta boca.

-¿Pero qué pasa, Giovanni? ¿Acaso tienes algo que ocultar? -Angelo disfrutaba con eso. Era obvio. Y eso no hacía más que enfurecer a Giovanni, ¿por qué tenía que meter a Harry en asuntos que no le incumben?

-Déjalo, o...

-¿O qué?

-Espera, espera -Harry, que como si no se hubiera dado cuenta que su intervención no era para nada bien recibida por parte de Giovanni, lo tomó del hombro, mirándole con el ceño fruncido; no molesto, más bien confundido -, ¿pasa algo malo?

¿Pasa algo malo? ¿De verdad, Harry, de verdad estás preguntando eso? ¡Claro que pasa algo malo, Harry, lo pasa y mucho! ¡Y lo peor es que tú pareces no darte cuenta de lo obvio! ¡Joder, cuando hay un problema entre dos personas, lo normal es largarse, no meterse en medio! Pero, oh, claro, como tú le has metido la lengua hasta la garganta a los dos aquí presentes, te sientes con el derecho, ¿no? ¡Vete a la mierda!

-Oh, piccolo, respondo, ¿pasa algo malo? -la sonrisa de reptil (sí, reptil. Para Giovanni era de reptil, un asqueroso e hijo de puta reptil) parecía hacerse cada vez más grande, lo cual parecía imposible.

-¿Piccolo? -oyó la voz de Harry tras él, y Giovanni comenzó a sentirse agobiado, sin saber de pronto qué responder. Angelo pareció darse cuenta de eso y rió.

-Oh, ¿quieres proteger a tu pequeño becario? -volvió a reír y luego miró a Harry. -Dime, precioso, ¿cómo se siente acostarse con tu jefe seis años mayor que tú? -el joven abrió los ojos incluso más que antes, sin comprender de ninguna forma cómo Angelo conocía dicha información. -¿Quieres saber un secreto de Giovanni? Verás, precioso....

-¡No! ¡Cállate! ¡No digas ni una puta palabra, Angelo! -exclamó, empujándole hacía la pared. Tal vez demasiado fuerte, porque algunos que estaban cerca se quedaron miraron (probablemente pensaba que se peleaban por Harry, algo que Giovanni, jamás haría. Él no caería tan bajo) y oyó un "¡Oye!" de Harry, y un amago de éste de detenerle. -¡Deja de parecer la víctima joder, y de putearme! ¡No tienes derecho a decir ni una puta palabra de mi vida, ¿me oyes?! ¡Menos a él! -se giró, y miró a Harry. Sin pensarlo, lo cogió de la muñeca y tirando de él, lo alejó de Angelo, quien tampoco mostró mucho interés en seguirles.

Harry, por otro lado, que se había encontrado por pura casualidad con Angelo en aquel local, y decidió aprovechar la oportunidad que no había cogido debido a que estaba con Milo, se había sorprendido de sobremanera al encontrarse a Giovanni allí. Mucho más cuando lo vio hablando, o más bien discutiendo, con Angelo. Y bueno, cuando lo empujó contra la pared, y Angelo dijo saber la relación que mantuvieron, Harry comenzó a plantearse la posibilidad de que le habían metido algo en la bebida, porque aquello parecía un mal sueño.

Sin embargo, Harry tampoco iba a permitir que Giovanni lo sacara de allí como si él fuera de su propiedad, mucho menos después de que Angelo dijera aquello. Intentó librarse del agarre de Giovanni, y lo consiguió en medio de la pista de baile. Giovanni se giró, enfurecido.

-¡Qué coño haces! -exclamó.

-¡Qué coño haces tú, Giovanni! ¿Qué demonios acaba de pasar?

-Oh, Harry, no te lo pienso decir aquí. Así que vamos. -dijo, volviendo a cogerle de la muñeca, pero Harry apartó la mano.

-Y una mierda, quiero que me lo digas ahora. -algunos comenzaban a molestarles, diciendo que estorbaban en medio de la pista, pero Harry los mandó a la mierda. -¿Por qué Angelo sabía que estuvimos juntos? ¿Se lo contaste tú?

-¡En mi vida le contaría eso a él!

-¿Entonces por qué lo sabe? -Giovanni no contestó. Harry resopló, repentinamente molesto y se giró. -¡Pues iré yo mismo a preguntarle! -exclamó, dando el primer paso para volver por donde habían ido, pero Giovanni lo detuvo, tirando de él con la suficiente fuerza como para salir de la pista.

-¡Tú no vas a preguntarle nada a nadie!

-¿Ah, no? ¿Y quién me lo va impedir, tú, Giovanni? ¡No soy un niño, ni tu mi padre para impedir hacer algo!

-¡Joder, Harry, entiende que no te conviene hablar con él!

-¿Por qué?

-¡Porque no! ¡Porque no es lo que aparenta ser!

-¡Pero dime por qué!

-¡Porque es un jodido manipulador, que sólo está jugando contigo! ¡Ha estado jugando contigo desde el principio, ¿acaso no te das cuenta! ¡Tú jamás te lo encontraste por casualidad antes de ir a la cena...! -y de pronto se calló, dándose cuenta de lo que acababa de decir, esperando que Harry lo dejara pasar por alto. Naturalmente, todo ocurrió al contrario de lo que él esperaba.

-¿Cómo no me lo encontré por casualidad?

Giovanni cerró los ojos y negó con la cabeza: -Nada, no quise decir nada con eso. Vámonos, por favor, Harry. Vámonos. -Y esta vez, cuando volvió a cogerle del brazo, el menor no mostró ningún signo de resistencia. Se mantuvo en total silencio hasta salir del local, algo que Giovanni agradeció. Pero, se preguntaba Giovanni, ¿ahora qué? Genial, había conseguido mantener a raya a Angelo, o al menos evitar un escenario peor. No obstante, sabía que Harry ya había escuchado demasiado, al menos lo suficiente para comenzar a insistir. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Sería capaz Harry de ir directamente a Angelo para qué le diga lo que él evitó que dijera, o lo dejará pasar si él se lo pide? Tal vez, quiso pensar Giovanni, Harry lo olvidaría sin necesidad de que él dijera nada.

Cuando ya estaban en el frío exterior de Milán, Harry se deshizo del agarre del mayor y lo miró muy seriamente. Contrariamente a lo que Giovanni quiso pensar, Harry preguntó: -Ahora sí, estamos fuera del local, lejos de Angelo, ¿me quieres decir qué coño ha pasado allí dentro?

Giovanni suspiró y lo miró con rostro cansado: -Por favor, Harry...

-Ni por favor, ni leches, Giovanni. Sabes que o me lo dices tú, o entro allí y se lo pregunto a Angelo. ¿Qué prefieres? -Giovanni se acercó a Harry, y éste se sintió súbitamente incómodo con la cercanía. Sin embargo, mantuvo la mirada firme y segura.

-Harry, por favor, olvida lo que ha pasado. -rogó, no sólo con sus palabras, sino también con su mirada. Harry tragó saliva, y supo que Giovanni lo decía en serio: quería que lo olvidara, y parecía ser que había una buena razón para ello. Por un segundo, pensó en de verdad dejarlo pasar, y hacer como si no hubiera ocurrido nada. Pero no pudo.

-Sabía que estuvimos juntos, cuando se supone que tú no le has dicho nada. Y tú dijiste que él no me encontró por casualidad. ¿Cómo coño quieres que lo olvide? -dijo, sin embargo, mucho más tranquilo que antes.

Giovanni, quien mantuvo la cercanía, cerró los ojos por cortos segundos y dijo: -Mi hermana se lo contó, ¿vale? Angelo es jodido protegido, su mejor amigo, lo que sea. Cuando nos vio, no pudo tener la boca cerrada y tenía que contárselo a alguien. Pero eso sólo me trae problemas a mí, ¿vale? A ti no te incumbe.

-¿Y qué quería contarme de mi?

Y esa pregunta, era la que Giovanni menos quería oír.

-...nada, Harry. No quería contarte nada.

-Mentira.

-¡Joder, Harry!

-¿Acaso no confías en mí?

-Dime una jodida razón para hacerlo, Harry. ¡Todos tenemos secretos, ¿vale?! ¿Por qué tengo que contártelos a ti?

-¡Porque sí que me incumben!

-Oh, vamos, Harry. Es mi vida, no la tuya. Nadie te ha metido en ella.

-Perdón, guapo, pero me metiste tú hace un año, en tu bella mentira del marido casado, y ahora me ha metido tu amiguito. Lo dijiste tú, ¿vale? Mi encuentro no fue por casualidad, ¿no? Sabía quién era, sabía lo que tuvimos y aun así me llevó a la cena con mi jodido novio. ¡Claro que me incumbe Giovanni!

-¡Te incumbe hasta cierto punto, Harry! Simplemente aléjate él, y no tendrás ningún problema. Es tan simple como eso.

-Claro que no es tan simple, Giovanni, joder. Ese tío se acercó a mí adrede, ¡me mintió!

-Y por eso mismo te digo que no confíes en él, ¿es qué acaso no me oyes?

-Claro que te oigo, Giovanni. Sino seguiría allí dentro con él, ¿no crees? Pero no conformo con eso de "no confíes en él". No me vale. Quiero saber por qué.

-Pues porque no es una persona en la que se puede confiar, ¿vale? Si no quieres que te joda la vida, mantente alejado de su radar de interés y punto, por eso.

-¡Oh, genial! Me siento mucho mejor. Hoy dormiré mucho más tranquilo con tu consejo.

-Dios, Harry, no me vengas con sarcasmos, porque no tengo el día. -resopló, alejándose y llevándose las manos al cabello y echándole hacía atrás.

-Ah, y yo sí, ¿no? ¿Acaso crees que llevo un buen día? Perdón, qué digo, ¡una buena semana! No, ¡más de una semana! ¿Quieres saber la bella vida que llevo, Giovanni? Tengo un trabajo de mierda, mis obras son una mierda, me lie contigo mientras tenía novio y, ¿a qué no adivinas? ¡Ya no tengo novio! -a Giovanni si quiera le sorprendió el discurso lleno de un tono sarcástico que estaba utilizando Harry: siempre hablaba así cuando se molestaba. Pero eso le ponía más nervioso a él. -Seguro que no superas mis días de mierda, ¡así que déjate de secretismos, ¿quieres?!

-Mira, Harry, no vamos a hacer un concurso de quién lleva los peores días, porque yo tampoco llevo muy buena racha. Deja tus sarcasmos, olvida lo que ha pasado y punto.

-No, no lo olvidaré. No hasta que me lo cuentes tú, ¿vale? Quiero saber qué taaan peligroso puede ser un tío que aparenta ser un trozo de pan, ¿entiendes? Quiero saber por qué coño se acercó a mí, y por qué te interesa tanto que no me acerque a él.

-¿Qué quieres, Harry, que te cuenta mi vida, lo que me pasó con él?

-Sí, eso es lo que quieres.

-No intentes meterte en mi vida, Harry. No te gustará oírlo.

-Oh, espera, ahora me vas a confesar que eres un asesino en serio, no, espera, estuviste en la cárcel. No, no, ¡eres vampiro!

-Deja ya tus ironías, me cago en la hostia. Me ponen nervioso.

-Vale, dejo mis ironías, pero cuéntamelo.

-Oye... Harry, es una historia muy larga.

¿Una historia muy larga? ¿Qué estás diciendo, Giovanni Bianchi? ¡Estás cayendo! Vete, déjale que se vaya con Angelo, tú ya hiciste lo que debiste hacer. Ya hiciste de héroe. Protege tú pasado, aquel del que huyes. No se lo muestres.

-Tengo toda la noche, Giovanni, por eso no te preocupes. Además, se me ha quitado el sueño.

Giovanni lo miró seriamente, sopesando la alocada de, realmente, contarle todo. Una parte de él rehuía la idea totalmente, y era la parte a la que él quería hacer caso. No quería que Harry, precisamente Harry, se enterara. Sin embargo, ¿qué más podía hacer? Tal vez, Angelo tenía razón. No: Angelo la tenía. Si Harry lo sabía, se alejaría de Angelo, y, posiblemente, también de él.

Pero eso son daños colaterales, Giovanni. En el fondo quieres contárselo. Tarde o temprano lo hará Angelo, sino es que Harry lo busca antes. Es mejor que lo oiga de ti. Que si te odia, si te rechaza en cualquier faceta, lo haga con la verdad.

-Tú lo has querido. -dijo.

[1] Canguro: así se le llama, al menos en Colombia, a un pequeño bolsito que se ata alrededor de la cintura. En España se le llama riñonera, pero no sé qué otras denominaciones tendrá en otros países.

Continue Reading

You'll Also Like

736K 37.6K 35
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
182K 15.5K 42
«¿Serías mi novio falso en una boda?» La pregunta del millón, o más bien la pregunta absurda de Claire Davis. Al verse en apuros debido a una rivali...
129K 7.3K 89
Un nuevo novato o novata? Una chica llega al área Como deberia convivir con hombres