𝐑𝐨𝐬𝐞 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧 ➵ jacaery...

Par L_T_Nov

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ROSE THORN ᴇᴠᴇɴ ᴛʜᴇ ᴍᴏꜱᴛ ʙᴇᴀᴜᴛɪꜰᴜʟ ʀᴏꜱᴇꜱ ᴀʀᴇ ꜰᴜʟʟ ᴏꜰ ᴛʜᴏʀɴꜱ ꕥ ✦ ╮ todos la subestimaron, la creyeron solo una... Plus

Rose Thorn
Prologo
1 : ᵃ ᵐᵒᵐᵉⁿᵗ ᵒᶠ ˡⁱᵇᵉʳᵗʸ
2: ᵈʳᵃᵍᵒⁿᵇᵃᶜᵏ ˢᵘⁿˢᵉⁿᵗˢ
3: ʰᵒˡᵈ ᵒᶠ ᵖᵒʷᵉʳ
4: ˡᵃˢᵗ ˢᵃˡᵛᵃᵗⁱᵒⁿ
5: ⁿᵒᵗʰⁱⁿᵍ ᵉᵛᵉʳ ᶜᵒᵘˡᵈ
6: ᵉʸᵉˢ ᵗʰᵃᵗ ˢᵃʷ ʰᵉʳ
7: ʷⁱⁿᵉ ᶠᵒʳ ᵇˡᵒᵒᵈ
8: ⁿᵉⁱᵗʰᵉʳ ᵒᶠ ᵘˢ
9: ʰᵉᵃᵈ ᵒᶠ ᵗʰʳᵉᵉ ᵈʳᵃᵍᵒⁿˢ
10: ˢˡᵒʷˡʸ ˡᵒᵒˢⁱⁿᵍ ˢᵃⁿⁱᵗʸ
11: ᵇᵘʳʸⁱⁿᵍ ʷʰᵃᵗ ʷᵃˢ ˡᵉᶠᵗ
12: ⁱⁿ ᵇˡᵒᵒᵈ ʸᵒᵘ ʷⁱˡˡ ᵇᵃᵗʰ
14: ᵗʰᵉ ᵇᵉᵍⁱⁿⁿⁱⁿᵍ ᵒᶠ ᵗʰᵉ ᵉⁿᵈ
15: ʸᵒᵘⁿᵍ ʷᵒˡᶠ
16: ᶜʳᵘᵉˡ ᶜˡᵃʷˢ
17: ⁿᵒ ᵒⁿᵉ ᶜᵒᵘˡᵈ ˢᵃᵛᵉ ʰⁱᵐ
18: ᵗᵃˢᵗᵉˢ ᵒᶠ ʷⁱⁿᵉ ᵃⁿᵈ ᶜʰᵉʳʳʸ
19: ᵒˡᵈ ᵈᵃʸˢ
20: ᵗʰᵃᵗ ᵇⁱᵗᵗᵉʳ ᶠᵉᵉˡⁱⁿᵍ
21: ᶠᵃᵐⁱˡʸ
22: ⁿᵉᵉᵈ ᶠᵒʳ ᵇˡᵒᵒᵈ

13: ᵗᵃᵏᵉ ⁱᵗ ᵃˡˡ. ᵖᵒⁱˢᵒⁿ ⁱᵗ ᵃˡˡ. ᵇᵘʳⁿ ⁱᵗ ᵃˡˡ

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Par L_T_Nov

☁️ ·̩͙✧
C A P I T U L O  T R E C E

LOS SOLDADOS en Rocadragón primero escucharon el rugido de dos dragones, para luego ver cómo dos enormes figuras descendían del cielo. Unos corrieron para no ser aplastados, mientras otros cuantos corrían a avisar a su reina.

—¡Todos en guardia! —gritó el Comandante de ellos, apuntando sus armas a la bestia morada que rugía mientras aterrizaba.

—¡Alto! —gritó Ser Erryk Cargyll, cuando vislumbró la figura ensangrentada de una mujer en el lomo del dragón más grande.

Inmediatamente, cuando la mujer volteó un poco la cara, la reconoció, y urgió a sus compañeros a socorrer a la princesa.
Al principio Ilaxia los aparto a todos con un rugido de advertencia, demasiado ansiosa, demasiado alerta para dejar que alguien se acercara a su jineta. Pero bastaron unas cuantas palabras de calma de Mevanya para que la dragona entendiera que ellos querían lo mismo que ella: ayudar y salvar a Mevanya.

La princesa, sintiendo los últimos tiros de energía en su cuerpo, trató de descender de su dragona, pero mientras bajaba, sus piernas cedieron y cayó de lleno en el suelo. Como si su cuerpo necesitara otro golpe más que ya no aguantaría.

Cuando los guardias se dieron cuenta de que la dragona ya no iba a comérselos si daban un paso más, corrieron al auxilio de la princesa de inmediato, levantando su débil y cansado cuerpo y tratando de hacerla reaccionar.

—Mi hermana... —susurró Mevanya con la voz ronca, tratando lo mejor posible de mantener los ojos abiertos—. Necesito...hablar con mi...hermana.

—Guarde la calma, princesa, ya está a salvo, debemos llevarla con el maestre —hablo Ser Erryk, mientras todos corrían al interior del castillo con ella colgando de sus brazos.

Adentro de la fortaleza, los primeros en escuchar sobre la llegada de los dos dragones fueron Daemon y Jacaerys. En el momento en que el soldado advirtió la llegada inesperada de dos grandes dragones violeta, Jacaerys no necesito un segundo para saber quién era, mucho menos para emprender camino en busca de la jineta de aquellas bestias.

Su corazón, con cada paso, subía su alterado ritmo cardiaco, casi podía sentirlo en su boca, a punto de salirse de su pecho. Sus manos temblorosas no podían quedarse quietas, y en su cabeza una sola plegaria resonaba una y otra vez:

"Por favor, que seas tú"

A la distancia logró escuchar los pasos acelerados de varios guardias, y los gritos alterados de Ser Erryk pidiendo la ayuda de un maestre.
Jacaerys corrió siguiendo aquella voz, sin haberse percatado que Daemon venía pisándole los talones hablándole sobre mantener la calma.

Cuando dio la vuelta y vio a los guardias corriendo con una platina colgando en sus brazos, su corazón por fin escapó de su cuerpo. Todo el mundo se detuvo en aquel momento, todo el aire en el mundo ya no parecía ser suficiente. El mundo ya no giraba igual, el mundo ya no se veía igual. Lo único que había en el, era la visión de Mevanya Targaryen, apenas consciente, pero con vida, a tan solo metros de él.

—Mevanya... —su nombre salió primero como un aliento de vida. Hasta que por fin hizo cuenta de todos los golpes, heridas, y sangre seca que cubrían su tembloroso cuerpo—. ¡Mevanya!

La angustia volvió como llama de fuego a su cuerpo, y librándose de la mano que Daemon había puesto hace segundos en su hombro, corrió hacia ella como si la vida solo le diera para eso.

Cuando Mevanya escuchó su nombre, incluso su deplorable estado no podía confundir aquella voz. Levantó la cabeza que, hace tan sólo segundos, había estado demasiado pesada para moverla por sí sola, viendo la silueta de Jacaerys Velaryon corriendo hacia ella.

Si el dolor en aquel momento no le estuviera calando los huesos, manteniéndola en tierra firme, bien podría haber pensado que todo aquello era un sueño.

Con una fuerza que llegó de la nada se soltó del agarre de los guardias y cojeó el cortó camino que le quedaba para alcanzar los brazos de Jace. Jamás hubiera pensado que un abrazo podía traerla de nuevo a la vida. Pero ahí estaba, el momento en el que los brazos de Jace la agarraron, todo en ella cobró sentido. Ese abrazo, ese momento, era real, no un sueño, el dolor que sentía era real, no una pesadilla, su sacrificio, su dolor, había valido la pena, por fin había escapado, estaba a salvo, dentro de los muros de Rocadragón, en los brazos de Jacaerys Velaryon, lejos de su hermano, de su abuelo, de su madre, de su infinito tormento.
El llanto llegó sin que siquiera se diera cuenta. Lloró y tembló mientras Jace la sostenía como si fuera lo más delicado y preciado en el mundo. Y Jace la sostuvo en todo momento.

Cuando la apartó lo suficiente para ver su rostro, Mevanya vio cómo aquellos ojos llorosos se contorsionaban en miles de emociones, en ellos vio tanto alivio, como rabia y preocupación, un fuego que una vez antes ya había visto en él.

—Nya...qué fue lo que te hicieron —su voz, endulzada con preocupación, escondía venenos rabia y furor.

Mevanya ni siquiera era capaz de responder esa pregunta, ¿que no habían hecho con ella? Más bien. No quería responderle en aquel momento, no quería pensar en nada más que no fuera el tacto de sus manos en su rostro, a pesar de que los golpes de Criston Cole todavía quemaban, las manos de Jace bien podían ser mantas calma.

—Jace, hijo, tenemos que llevarla con el maestre —Daemon se acercó a los dos jovenes y, en sus ojos, se vio la preocupación que el estado de Mevanya causó en él.

Sin duda se sostenía porque Jace no permitía que su cuerpo se diera por vencido y se derrumbaba.

—Estoy bien, necesito ver a Rhaenyra —pero mientras suspiraba aquellas palabras, su visión comenzó a nublarse.

—Mevanya, querida, tienes que ser atendida —Daemon fue a ayudar a su sobrina, pero antes de que pudiera dar un paso más, la platina se desplomó por completo.

Jacaerys fue lo único que evitó que su cuerpo golpeara contra el suelo, siendo extremadamente rápido en sostenerla con sus dos brazos y cargarla sintiendo la ansiedad a flor de piel.

—¡Llamen al maestre ya! —gritó con autoridad a los soldados, y estos no tardaron un segundo más en correr y cumplir el mandato de su príncipe.

—¡Jace! ¿Está todo...? Oh, mis dioses, ¿es esa...? —Baela quedó sin palabras al ver el cuerpo inconsciente de Mevanya, como todos, sintiendo la presión en su pecho al preguntarse que tanto debió haber sucedido para que terminara de aquella manera—. Mi...mi habitación no queda lejos, ¡muévete, Jace!

Detrás de la muchacha salieron corriendo con Mevanya prendiendo del hilo del destino.

ੈ✩‧₊˚

Mevanya volvía a despertar una vez más después de haberse desmayado. Solo que esta vez, no estaba en Desembarco del Rey, estaba en Rocadragón, no habían maestres ni enfermeras ni guardias a su alrededor, no sentía el incesante impulso de escapar, porque ya no debía escapar, estaba, al fin, lejos de aquel infierno, aunque parte de él se haya quedado con ella en su interior.

Esta vez, al despertar, lo que captó su atención fue la figura de Jacaerys en un asiento a un lado de su cama, profundamente dormido.

El dolor con el que se despertó esta vez fue interior, aunque el exterior de su cuerpo aún se contraía en diferentes lugares, todas las verdades de su situación la golpearon una tras de otra.

Verdad número 1: Midnight estaba muerto. Aegon lo mató.
Verdad número 2: Aemond la había traicionado, una y otra vez, y ella había creído en su palabra siempre, tontamente.
Verdad número 3: su madre también la había traicionado, como si Mevanya no valiera la pena, como si esa relación que ella siempre había soñado tener con su madre no fuera lo suficientemente importante para Alicent como para mantener.
Verdad número 4: era indudable que ahora estaban en guerra.

Cuando trató de moverse en la cama, inevitablemente se quejó de dolor, así despertando sin querer al príncipe que se encontraba junto a ella de golpe.

A Jacaerys le tomo un segundo adaptarse a la realidad otra vez. Después de un par de parpadeos, fijo la mirada en el rostro fruncido de Mevanya y de apresuró a ayudarle a sentarse.

—Gracias —su voz sonaba mucho mejor ya. Aún ronca, pero no tanto—. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?

—Tres días.

—¿Y te quedaste conmigo todo el tiempo? —preguntó, sorprendida.

—¿Quién crees que ha estado cambiándote las vendas? Baela estuvo ayudándome, cuando dijo que olía tan mal que si te despertabas, con mi olor te ibas a volver a desmayar —río levemente, pero incluso en su risa había dolor.

Mevanya sonrió de lado, y cuando Jace no continuó, simplemente de quedó mirando a su mano con los labios apretados y un aire de melancolía, Mevanya agarró su rostro en sus magulladas manos y acarició su mejilla para que el muchacho la mirara de nuevo. Aquellos ojos que a Mevanya le parecían eternos, estaban cargados de lágrimas y tantas penas y tristezas que las sintió en sus mismos huesos.

—Dioses, jamás me había asustado tanto, Mevanya, el maestre dijo que no sabía cuándo ibas a despertar, dijo que...que estabas demasiado mal. Tuve tanto miedo de perderte también.

—Estoy bien, Jace. Créeme, puede que no me vea en mis mejores momentos, pero cualquier cosa se siente mejor que estar todavía encerrada ahí.

Jacaerys llevó su mano para agarrar la que estaba acariciando su rostro y apretarla levemente, como si necesitara tocarla para convencerse a sí mismo de que realmente estaba ahí.

—¿Qué fue lo qué pasó? ¿Quién carajos te hizo esto? —la tristeza, de nuevo, se había mezclado con una cólera que ella nunca había visto en él antes tan calmado hombre.

Cuando vio directamente a sus ojos, Mevanya reconoció ese fuego lleno de rabia. Alguien que ya había sido lastimado tantas veces que el fuego se había vuelto uno con él. Y se preguntó, en que momento, es que la vida los había golpeado tanto a ambos.

—No sabía qué más hacer. Sabía que yo sola no iba a poder contra Criston y sus hombres. Así que pensé, si ellos creen que me dejaron débil, van a estar desprevenidos. Yo no...no quise matarlo, sé que era un buen hombre, solo estaba cumpliendo órdenes pero... —se le trabaron las palabras al recordar como aquel al que había apuñalado se ahogaba en su propia sangre mientras ella se manchaba en ella.

—¿Criston Cole te...? —Jace no pudo terminar la pregunta, analizando todos los golpes que cubrían el cuerpo de Mevanya, los que había visto cuando el maestre abrió su vestido, y ese fuego que había estado sintiendo se extendió tan adentro que tuvo que tomar aire profundo para contenerlo—. Mevanya, hiciste lo que tuviste que hacer, ese soldado no estaba cumpliendo órdenes, estaba siguiendo a un traidor. Era un maldito cobarde, al igual que ese hijo de puta de Criston Cole.

—Nada de lo que ese cobarde me hiciera pudo ser peor que... —de nuevo, no pudo continuar. 

¿Cómo iba a hablar de él? Hasta ahora, había sido solo un pensamiento deprimente, su nombre no había abandonado sus pensamientos desde que lo gritó desconsolada mientras abrazaba su cuerpo.

—¿Qué que? —Jacaerys se sentó en la cama y, tal y como ella lo había hecho antes, acarició suavemente su rostro.

—Que lo que...que lo que Aegon le hizo a Midnight. Aegon lo...lo des...lo destrozó, Jace. Él lo...él lo mató... —de nuevo llegaron los sollozos incontrolables, y Jacaerys, con el corazón en la boca, abrazó a Mevanya y la atrajo hacia él con las ganas de resguardar su corazón de todo lo que le habían hecho.

Recordaba bien todo lo que Mevanya había sufrido por esos dragones. Jace amaba a Vermax con todo su corazón, pero jamás había conocido un vínculo tal como el de Mevanya y sus tres dragones. Recordaba bien todo lo que había sufrido por los huevos perdidos de Ilaxia, y como le había levantado el animo saber que Everoh había rescatado el huevo de Midnight. Su corazón se rompió al pensar como el suyo debía estarse sintiendo. Midnight era su hijo, ella misma se lo había dicho. Y Jacaerys ya había visto el dolor de una madre en persona, no quería saber todo lo que el de Mevanya desencadenaría.

—Espera...dijiste...dijiste que habías tenido miedo de perderme...también —apenas ahora romana en verdadera cuenta las palabras de Jacaerys, y algo no andaba bien.

El muchacho se tensó de inmediato, y el corazón de Mevanya bajó su ritmo significativamente.

Lo que sea que fuera, no podía hacerlo de nuevo, no podía sentir eso de nuevo.

—Jace...¿dónde está Luke?

Los ojos del castaño de inmediato volvieron a cristalizarse ante la mención de su pequeño hermano. Su corazón se apachurro, y el de Mevanya estaba gritando por que no fuera lo que ya sospechaba.

—Jace...

—Aemond —hablo tratando de controlar su dolida voz, pero la rabia, la tristeza, no podían ocultarse.

—¿Qué...? —quería vomitar, quería sacar ese nudo de cualquier manera posible.

—Mientras yo volaba a Invernalia para hablar con Cregan Stark, Luke voló a Bastión de Tormentas a hablar con Borros Baratheon, pero Aemond se nos había adelantado. Fue a ofrecerle una propuesta de matrimonio entre sus hijas y tu hermano Daeron, el maldito desgraciado de Borros olvido la lealtad que su antecesor juró a mi madre y acepto. De regreso Aemond...él persiguió a Luke y Vhagar... —no pudo continuar, pero no era necesario, Mevanya entendió perfectamente—. Fue mi culpa...yo...yo convencí a mi madre de enviarnos a jugar a la política, Luke solo tenía diez y cuatro...

Mevanya sintió demasiadas emociones en aquel momento; ira, decepción, tristeza. Todo de nuevo, ese sentimiento de pérdida atacaba su corazón una vez más.

—Tú no volabas a Vhagar, Jace, eres el príncipe heredero, estabas haciendo lo que pensabas era lo mejor, eso es lo que la corona debe hacer. Aemond él...Aemond deberá pagar por lo que ha hecho.

Cuando Jacaerys levantó la cabeza y vio los ojos de Mevanya, notó lo que no había visto antes: la verdadera mirada del dragón danzaba en aquellos hermosos ojos violeta que antes habían sostenido el mayor poder de sanación, de paz, y de alegría. Ahí, Jace lo vio; los verdes habían roto a Mevanya, Jace estaba viendo unos ojos que no reconocía, que jamás había visto antes y que jamás pensó que un día fuera a ver. Mevanya solía ser la Princesa de Corazones, la mujer más hermosa de todo Poniente, más alegre, y con más encanto. Pero esa mujer ya no estaba ahí, esa mujer ya no existía, ahora su belleza se veía venenosa, peligrosa, un canto de sirena preparado les hundirte en las profundidades del océano hasta que dejes de respirar.

—¿Sabes lo que me dijo Helaena antes de todo esto? —guardó silencio por un momento, sus ojos perdidos, ausentes, flameando—. "El zorro a uno se llevará, pero la serpiente todo lo envenenará". No lo había entendido hasta ahora —Jacaerys frunció el ceño, sabía bien de los trabalenguas incomprensibles de Helaena Targaryen, y no podía entender como Mevanya lo había descifrado—. Aegon se llevó a mi hijo. Ahora es mi turno de quitarle todo a él. De envenenarlo todo. De quemarlo todo.

Jacaerys entendía aquel sentimiento de venganza, y la mirada en Mevanya no lo asusto, si algo, jamás se había sentido tan atraído a ella como en aquel momento.

DARK MEVANYA, REPITO, DARK MEVANYA

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