Prologo

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MEVANYA DEJÓ de respirar.
Mientras los pasos de su septa y unos cuantos guardias retumbaban por el pasillo, la niña aguantó la respiración para que no pudieran oírla. Estaba cerca.

Cuando por fin dejo de escucharlos, lentamente salió del rincón oscuro en el que se había estado ocultando y celebró victoriosa en silencio. Con una gran sonrisa, corrió hacia el campo de entrenamiento.
Ahí, entre gritos y choques de madera, entrenaban sus hermanos y sus sobrinos junto Ser Criston Cole, Aegon y Aemond hacían casi todo el entrenamiento, mientras Jace y Luke se quedaban a un lado simplemente observando. A Mevanya siempre le había preciado absurdo e injusto el resentimiento con el que el guardia de su madre trataba a sus sobrinos.

Una enorme sonrisa emocionada aprecio en su rostro cuando la mirada del mayor de los Velaryon se posó en ella, y empezó a dar saltitos emocionados mientras agitaba su mano. El muchacho hizo una mueca y trató de actuar como si no la hubiera visto, pero con su pequeño escándalo emocionado, ya había atraído la atención de los demás.

—Oh bien, miren quién llego, la tonta bebita —río Aegon, como si su chiste hubiera sido el mejor.

Pero su hermana simplemente le sacó la lengua y desvió la mirada de él. Su estúpido y egocéntrico hermano no era aquel que le interesaba en aquel momento.

—Mevanya —la llamó Ser Criston Cole.

—Ser Criston, por favor, por favor, por favooooor, ¿puedo entrenar con ustedes? —levantando su vestido y corriendo hacia el hombre, le rogó con las manos entrelazadas.

—Princesa, no sé cuántas veces tengamos que repetir lo mismo. Pero la respuesta siempre será no. Será mejor que se vaya, su madre debe estar buscándola —el hombre le restó tanta importancia, que si no fuera por el respeto con el que le hablaba, perfectamente le hubiera podido estar hablando a una mosca.

—¡Pero por qué no! —insistió la niña, harta de nunca ser recibida para entrenar.

—Porque las princesas no pelean, ahora por favor retírese, princesa.

—Pero...¡Jace! Por favor, déjame entrenar contigo —con un puchero, se acercó al muchacho, pero este volvió a actuar como si ni siquiera la hubiera visto.

—No es el momento, Mevanya —dijo sin siquiera mirarla a los ojos.

—¿Te lo tienen que volver a repetir, o es que acaso eres mas tonta de lo que pensé? ¡Que te vayas, Mevanya! —le gritó Aegon, empujándola levemente.

Jacaerys levantó la mirada cuando la niña fue empujada, pero al ver que estaba bien, que solo lo miraba con dolor, volvió a bajarla.

Mevanya miró a su hermano con odio y antes de darse la vuelta lo piso tan fuerte que el muchacho gritó de dolor, luego salió corriendo, dejando así que las lágrimas cayeran cuando ninguno de los hombres podían verla.

Corrió por el patio de entrenamiento hasta alcanzar una bodega de armas y esconderse ahí para llorar. No entendía por qué nadie la quería, por qué nadie la aceptaba, ella solo quería entrenar, solo quería que él dejara de actuar como si no existiera, solo quería que alguien creyera en ella, en que también podía pelear y entrenar como un niño.

Lo que Mevanya no sabía, era que alguien la había estado observando durante su discusión afuera, y aquel hombre estaba abriendo la puerta del almacén en busca de ella.

—¿Princesa?

Cuando Mevanya escuchó la voz de un hombre soltó otro sollozo involuntario, y sin querer mirar arriba, respondió de la manera más ruda que pudo entre sus lágrimas.

—¡Váyase! ¡Ya me quedó claro, solo soy una tonta princesa!

No se volvió a escuchar la voz del hombre, solo sus pasos cada vez más cerca. Cuando estuvo enfrente de ella, se agachó hasta el suelo para poder alcanzarla, y fue ahí donde Mevanya levanto la vista, viendo entre ojos empañados en lágrimas al Capitán de la Guardia de la Ciudad. Ser Harwin Strong tenía una pequeña sonrisa amable en aquel rostro duro, una que logró detener los sollozos de Mevanya.

—No es una tonta princesa, Mi Lady. Tiene valor, y es bastante persistente, eso es algo admirable.

La niña se limpio la nariz con la manga del vestido y bajo su mirada a sus manos, jugando con sus uñas.

—Mis hermanos no piensan eso. Ser Criston tampoco. Nadie, en realidad.

—Eso no es cierto. Yo sí lo creo

Mevanya levantó su mirada hacia el hombre otra vez, sus ojos comenzaron a brillar más por esperanza que por las lágrimas en aquel momento, y la mirada de Ser Harwin estaba logrando llevarse consigo los malos sentimientos dentro de ella.

—¿Enserio?

—Mhh, enserio. Pero más importante, debe ser usted quien lo crea.

Mevanya sonrió levemente. Nadie nunca le había dicho aquellas palabras, palabras que la hicieran sentir mejor. Su hermana Rhaenyra era la única que se preocupaba por verla triste, y su madre le permitía muy poco pasar tiempo con ella.

Cuando los pensamientos intrusivos volvieron a aparecer, y Ser Harwin lo noto, el hombre se levantó del suelo y camino hacia las espadas de madera para agarrar dos y arrojarle una en su dirección.

—¿Y esto para qué?

—¿Cómo que para qué? ¿Acaso no era su deseo poder entrenar?

El rostro sombrío y triste de la niña se iluminó inmediatamente con aquellas palabras. La tristeza se desvaneció tan rápido como las cenizas y se levantó de un salto del suelo mientras escuchaba con el corazón saltando de la emoción las indicaciones de Swr Harwin Strong.

 La tristeza se desvaneció tan rápido como las cenizas y se levantó de un salto del suelo mientras escuchaba con el corazón saltando de la emoción las indicaciones de Swr Harwin Strong

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𝐑𝐨𝐬𝐞 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧 ➵ jacaerys velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora