Un chico fuera de este mundo

By I_KaLi_

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La vida de Madeline da un giro de 180° grados en cuanto aquella pregunta llega a sus oídos: ¿Cómo sería su ch... More

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Créditos
Prólogo
Epígrafe
Capítulo 1| ¿Será real?
Capítulo 2|Segundo encuentro
Capítulo 3|Parque de atracciones
Capítulo 4 |La cena
Capítulo 5| Confrontaciones
Capítulo 6|Señales del corazón
Capítulo 7| Un favor inesperado
Capítulo 8| Intenciones
Capítulo 10| Dejando las cosas claras
Capítulo 11 (1/2)|Momentos preciados
Capítulo 11 (2/2)| Momentos preciados
Capítulo 12| Ausencia
Capítulo 13|¿Qué haces aquí, Evans?
Capítulo 14| ¿Quién demonios es?
Capítulo 15| Leonel Evans
Capítulo 16| Rendirse
Capítulo 17| Fiebre de Logan
Capítulo 18| Afrontando mis sentimientos
Capítulo 19|Tomando una decisión
Capítulo 20|Morir y llegar al cielo.
Capítulo 21| Abdiel siendo Abdiel
Capítulo 22| Pasado
Capítulo 23|Lo prometo
Capítulo 24| ¿Secretos?
Capítulo 25| Honesto, ¿o no?
Capítulo 26| Intento fallido
Capítulo 27| ¿Accidente?
Capítulo 28| Conociéndonos (1/2)
Capítulo 28| Conociéndonos (2/2)
Capítulo 29| La verdad es dura
Capítulo 30| Llenos de secretos
Capítulo 31| ¿Verdadera personalidad?
Capítulo 32| ¿Esto es un adiós?
Capítulo 33| ¿Seguir sin ti?
Capítulo 34| ¿Estar alejados sería lo mejor?
Capítulo 35| De mal en peor
Capítulo 36| Compras (1/2)
Capítulo 36|Compras (2/2)
Capítulo 37| Impotencia
Capítulo 38| No lo pienses demasiado
Capítulo 39| Ayúdame
Capítulo 40| Partida difícil
Capítulo 41| Reflexión
Capítulo 42| Graduación (1/2)
Capítulo 42|Graduación (2/2)
Epílogo

Capítulo 9| Indecisión

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By I_KaLi_

Las palabras se niegan a salir de mi boca ya que realmente no sé qué decir. Algo dentro de mí lo sabía, pero otra parte quería negarse a todos los indicios, no quería creer que esas eran sus intenciones.

La casa está sumamente silenciosa, mi papá aún no llegaba del trabajo y mi mamá prepara la cena. No tengo ganas de hacer nada, ni siquiera la tarea.

—¿Sabes dónde está mi sudadera? —La inconfundible voz de Leandro se hizo escuchar, irrumpiendo abruptamente en mi habitación.

—¿No sabes tocar? —pregunto de mala manera.

—Ya deja tu mal humor —Chasquea la lengua—. ¿Qué tan mal te fue con el chico?

—Eres como una de esas viejas metiches —Pateo un par de veces al aire, desordenando la cama con mi pequeño berrinche.

—Ya, deja tus berrinches.

Las escasas gotas se convierten en una lluvia más densa, lo único que llega a mis oídos es el sonido de las gotas al caer, con las notables nubes grises sobre el cielo cubriendo el sol. La ventana permaneció abierta desde que Logan había abandonado la habitación.

Lo que menos me preocupa en este momento es enfermarme, aunque fuera lo más probable ya que mis pies descalzos tocaron el suelo una vez me senté en la orilla de la cama.

—Te vas a enfermar, debes cerrar la ventana —me reprende autoritario, cerrando la ventana.

—No buscabas tu sudadera? —ignoro sus palabras, preguntando impaciente para que pronto se vaya.

—Sí, pero tienes una cara de culo —Tuerce la boca, dejándose caer en mi cama detrás de mí—. Así que cuéntame tus penas, hermanita.

—¿Cuáles penas?

Leandro era un metiche, aunque tratara de ayudar no tardaría en intentar provocarme. Además, ya me dolían incluso las sienes.

—Seguramente el pobre chico se llevó un buen escarmiento contigo —Hace una pequeña pausa, reacomodándose en su lugar—. Tal vez te hizo enojar, o tal vez te comportaste como una abuelita.

Llevo mi mano a su boca en un intento inútil de callarlo. Me mira de mala manera, pero no me sorprende que Leandro intentara provocarme.

El estridente ruido de algo rompiéndose en la planta de abajo llama mi atención, agudizando mi oído para intentar comprender lo que abajo acontece.

—¡Qué asco! —grito retirando mi mano de la boca de Leandro, quien me había mordido y ahora no paraba de carcajearse.

—Tú te lo buscaste

Me levanto de la cama, caminando con mis pies descalzos haciendo contacto contra el frío piso, acercándome a la puerta de mi habitación. Leandro se acerca conmigo a la puerta, escuchando que sucede en la planta baja.

—¿Otra vez? —Suspiro cansada.

—Sí, así que no solo vine a buscar mi sudadera —Se acerca a la estantería a un lado de la puerta, pasando sus dedos por los libros.

—¿No querías quedarte solo?

—Sé que odias sus peleas —musita con tristeza—. Yo también, así que vine a quedarme con mi hermanita.

Se acerca a la mesita de noche a un lado de mi cama, encendiendo la lámpara que se hallaba ahí.

—¿Por qué las luces están apagadas? —Me tira uno de los libros de la estantería en la cara—. Ponte a leer.

Lo miro de mala manera, dejando el libro a un lado mío. No tengo ganas de hacer nada.

Los gritos no tardan en hacerse escuchar, siendo acompañados por el sonido de la fuerte lluvia que cada vez se volvía más densa. Me da la impresión de que en cualquier momento se irá la luz.

Las discusiones no eran una novedad en esta casa, siempre encontraban una cosa por la cual discutir y tanto Leandro como yo lo odiamos. Lo peor es que resultaba inútil altercar contra ellos.

Leandro daba vueltas por mi habitación y, aunque no lo demostrara, yo sabía de sobra que se encontraba igual que yo.

Las pocas lágrimas traicioneras que rodaron por mis mejillas terminaron por alterar más a Leandro, quien se acerca a paso rápido a donde yo estaba, mirándome con preocupación.

—Eres una llorona —menciona.

Se sienta en la orilla de la cama, palpando con su mano el colchón a un lado suyo, haciendo un cortante movimiento de cabeza. Dándome a entender que me sentara a su lado.

—Cállate —Esnifé pasando el dorso de mi sudadera negra por mi nariz.

Me reacomodo sentándome a un lado de Leandro, tirando el libro hacia un lado.

La ventana había permanecido abierta para aportar un poco de aire a la habitación, sin embargo, tenía que llegar Leandro a interrumpir mi momento de Indecisión. Pero ahora los gritos constantes por la discusión me habían ganado.
Soy demasiado sensible.

—Mañana se arreglará —afirma estirando mis mejillas—. Si lloras te ves peor.

—¿Es tu forma de animarme? —Limpio con el dorso de mi sudadera las lágrimas que rodaban por mis mejillas.

—Lloras por todo —Se queda callado un momento—. Ya no deberías preocuparte.

Me levanto de la cama, acercándome a paso lento hacia la puerta de mi habitación.

Al tomar el frío pomo de la puerta me dio un escalofrío por todo el cuerpo, haciéndome dudar al abrirla, pero al final lo hice.

Camino por el pequeño pasillo lleno de cuadros familiares colgados en las paredes de color blanco, con la luz encendida. Sin embargo, comenzaba a dudar si era buena idea.

Al llegar el final hago un cortante movimiento de cabeza viendo a mi derecha, las puertas de las habitaciones que estaban en el pequeño pasillo, dirijo mi vista al frente encontrándome nuevamente con las escaleras, comenzando a acercarme a ellas.

Coloco mi mano derecha en el barandal de las escaleras, bajando silenciosamente cada peldaño, estando al tanto de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera alertar a mis padres.

Me detengo cuando tengo visión de lo que acontecía, había bajado apenas cinco escalones y ya podía observar perfectamente la discusión, claro, agachándome un poco.

En el piso a un lado de la mesita en frente del sillón de la sala se encontraba el florero roto en el suelo, con las margaritas pisadas esparcidas por el suelo junto con un gran charco de agua.

Mis padres gritan efusivamente uno al otro con insultos, incluso llegaban a desearse lo peor.

Me levanto, dando vuelta sobre mi propio eje para subir los escalones anteriores y caminar nuevamente hacía mí habitación, donde había dejado a Leandro.

Me adentro en mi habitación, cerrando con seguro la puerta detrás de mí, apoyando mi espalda en la puerta.

Leandro está sentado en la silla de mi escritorio, viéndome expectante, haciendo peor aquel silencio que se había adueñado del ambiente.

—No quiero algo así para mí —musitó con la voz entrecortada y los ojos cristalizados.

—No deberías pensar así —Juega con un lápiz en sus manos, haciéndolo rodar por el escritorio—. Te inculcaron aquellas ideas, pero es muy extremo pensar así.

—No quiero llegar a casa y discutir, no quiero atormentarme todas las noches con el dolor de las heridas. Tampoco pensar que di todo por alguien que no dio nada, que no sintió nada —Me dejé caer al suelo derrotada y sensible.

—No lo sabes —Suspira—. No deberías temerle a algo que aún no pruebas.

—No quiero arriesgarme.

—Solo conoce bien a la persona, es todo —Se encoge de hombros—. Además, de todas las experiencias se aprende.

—Pero yo no quiero, no quiero terminar así —digo haciendo referencia a todas esas discusiones, que anteriormente eran a un nivel mayor.

Se levanta de la silla, es entonces cuando veo que sostiene algo en sus manos. Una hoja.

Se sienta a un lado mío, tendiéndome la hoja que sostenía, haciéndome abrir los ojos de sobremanera.

—¿Abriste el cajón de los colores? —pregunté tajante, pasando la manga de mi sudadera por mi nariz.

—¿Por qué guardarías un poema en un cajón? —Frunce el ceño sonriendo con burla.

Ejerzo fuerza sobre la hoja donde se hallaban aquellas hermosas palabras que Logan había escrito, no conozco bien sus intenciones y no quiero arriesgarme, no conozco que le gusta, básicamente no conozco nada de él. Además, habla como si ya me conociera.

Lo había guardado en aquel cajón porque no quería tenerlo cerca, tal vez así se alejaría de una buena vez mi indecisión, pero ahora no era lo que me atormentaba.

—Allí se iba a quedar hasta mañana —Lo colocó a un lado de mí dejándolo en el suelo.

—Deja de dudar —Estira su mano hacia donde había dejado la hoja, con intención de tomarla, sin embargo, se lleva un codazo por mi parte.

Me mira irritado, sobando su hombro el cual había golpeado instantes antes.

—¿Quieres un consejo? —pregunta mirándome altivo.

El estridente ruido de la planta baja me hizo acallar mi respuesta, soy manojo de nervios en estos momentos.

La sonrisa de Leandro se transforma en una mueca de disgusto, sin embargo, niega con la cabeza y me mira comprensivo.

—¿Qué consejo? —murmuro intentando distraerme, en un intento de dejar lo que pasaba de lado.

—Deja de actuar como abuelita —Se ríe levemente, señalándome con su dedo índice.

—¿Ese es tu consejo?

—Sé que no cambiaré tu opinión —Negó con la cabeza—. Pero estoy aburrido.

—Gracias entonces.

—Si es una buena persona entonces tienes mi apoyo —Me da unas palmaditas en la cabeza—. Aunque me parece raro que no lo sacaras a patadas ya.

—Es muy amable, ni siquiera le veo algún defecto —Pienso un poco—. Bueno, puede ser molesto cuando quiere y tiene cara de niño competitivo. Además, habla como si ya me conociera.

—Algún defecto debe haber, ya no lo busques —Resopla—. Y sobre lo último debió verte antes o en la secundaria, por ejemplo.

No, definitivamente lo recordaría.

A veces Leandro me sacaba de quicio pero sin duda era un buen hermano, a veces, a su manera tan anormal. Siempre está cuando lo necesito, aunque suele provocarme, pero eso ya no me sorprende en lo absoluto, es un poco irritante.
Pero Abdiel se lleva el primer lugar de irritabilidad.

Agarro del suelo aquella hoja, levantándome para caminar hacia el cajón donde lo había guardado antes, dispuesta a guardarlo nuevamente, y así lo hice cerrando el cajón.

¿Entiendes, Madeline? —Mi mamá me toma de los hombros, mirándome decidida.

—Sí, mamá —Sonrió ampliamente, dejando ver mi pequeña sonrisa de niña pequeña—. No quiero eso para mí.

—¿Y tú entiendes, Leandro? —Mi mamá coloca su mano en la cabeza de Leandro, revolviendo un poco su cabello castaño.

—Sí, mamá.

—No me pasará lo mismo —digo decidida, para tener unos diez años de edad.

Siempre nos repetía ese tipo de cosas cuando éramos pequeños, sin embargo, supongo que a Leandro le entraba por un oído y le salía por el otro.

Lo que siempre me repetía de pequeña a mí misma era que cuando creciera no iba a casarme y que no necesitaría un novio. Ese tipo de cosas me decía a mí misma con mis diez añitos.

Desde pequeña había aprendido a crecer en ese ambiente familiar, pero tal vez a Leandro no le afecto igual que a mí, incluso creo que por eso menciona que desde pequeña me inculcaron esas ideas. Sin embargo, ¿es un miedo? No sabría describirlo.

Tengo que dejar las cosas claras con Logan, de eso estoy segura.

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