Sangre en el Paraíso [Omegave...

By Ms_Chiru

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Los años podrían haber pasado pero algunos sentimientos permanecían fuertemente arraigados en sus corazones;... More

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By Ms_Chiru

Hanma Shuji desvió los ojos al maldito teléfono móvil que sonaba persistentemente sobre la mesa del comedor. El aparato chillaba, vibraba y se movía sobre la superficie de madera deteniéndose sólo breves minutos para comenzar de nuevo, una y otra vez. Hanma había tenido la intención de contestar al tercer o cuarto llamado, no lo recordaba bien...pero visto y considerando su situación, no iba a poder sostener el teléfono ni en la vigésima llamada.

Sentado en el suelo de cerámica - mejor dicho desparramado, porque había terminado perdiendo el equilibrio y se había logrado apoyar en el piso como había podido, aterrizando sin romperse la cabeza en el proceso - había procurado levantarse para atender. No había podido ni en el primero ni en el segundo intento, las piernas largas fallándole miserablemente, las rodillas temblorosas y una inestabilidad que no podía ni quería manejar.

Al tercer intento, Hanma había logrado arrodillarse; sin embargo todos los muebles habían comenzado a moverse a su alrededor...¿o era él mismo quien lo estaba haciendo? y en cuanto había intentado apoyar una mano contra la pared para darse impulso, el mareo había sido tal que probablemente tampoco hubiese alcanzado a llegar al baño a vomitar a tiempo si seguía con aquella joda.

Por eso, desistió molesto no porque quisiera saber quién lo llamaba a medianoche sino porque no soportaba el estridor cada vez más agudo de aquel aparato. El ruido cesó para su gran alivio, pero al cabo de unos cinco o diez minutos -cuando Hanma ya estaba bordeando la inconsciencia apoyado en la pared, el sueño superándolo - comenzó a sonar otra vez.

¿Pero quién carajos llamaba a esas horas de la noche? La triste realidad - o fortuna, así no le molestaban - era que Hanma no tenía muchos amigos; de hecho, si tenía tres era una suerte que ninguno hubiese salido corriendo por el estado deplorable en el que se encontraba tanto física como emocionalmente y si a eso tenía que sumarle las dos veces que había ingresado a la cárcel en esos 10 años...bueno, resumiendo, no podía ser que se tratara de alguna de las personas que todavía no le habían dado vuelta la cara porque sencillamente todos trabajaban temprano, todos tenían una vida hecha y a la cual proteger así que...

No como él, que no había sabido proteger lo único y más valioso que tenía en la vida.

Maldiciendo una y otra vez como un mantra, Hanma comenzó a golpearse la frente con la palma de su mano cada vez más fuerte, más rápido, como si de esa manera pudiese evitar el tren de pensamientos escondidos que se había desatado en ese instante y con el que no podía luchar, contra el cual era débil y por el que se sumergía de nuevo en un torbellino de autodestrucción.

Como siempre. Por eso había llegado borracho aquella noche y había seguido bebiendo hasta no poder incorporarse con la esperanza de que el alcohol lo desmayara al menos unas horas más en las que no tuviese que pensar, en las que los recuerdos no lo atacasen como lo estaban haciendo en ese momento...

Si bien el alcohol funcionaba bastante bien en la mayoría de los casos, Hanma descubrió que en otros se volvía su peor enemigo; no sólo no lograba su objetivo sino que para colmo, las imágenes, los olores y las sensaciones que ya debería haber olvidado hacía mucho volvían intensificadas, insoportables e implacables a su mente...lo cual intentaba sepultar con más, y más, y más alcohol.

Entre las idas y venidas a la cárcel, la mala vida que llevaba y el alcohol que ingería prácticamente a diario, Hanma no comprendía como era que seguía vivo.

¿Por qué seguía vivo, por qué no moría de una vez?

Probablemente porque nunca había logrado concretar el suicidio. Era cobarde, ya lo sabía. La cantidad de veces que Hanma había apoyado el cañón de una pistola en su cabeza era directamente proporcional a las ocasiones en las que había tirado el arma y había terminado llorando como un niño pequeño, temeroso y arrepentido de lo que había estado por hacer.

¿ Por qué? Hanma no le temía a la muerte. Había estado cerca de ella, rozándola un sinfín de veces y en ningún momento le había causado otro sentimiento que no fuese ansiedad, adrenalina. Sin embargo, ya en las condiciones en las que se encontraba y en las cuales su cerebro no estaba conectando bien los pensamientos, Hanma se vio a sí mismo aterrado con la idea de que si él moría, si él desaparecía...todo lo que alguna vez había sido Kisaki también lo haría, porque estaba seguro que era la única persona que todavía lo recordaba, que todavía lo extrañaba y que aún lo amaba.

¿Extrañar? Esa palabra se volvía insulsa y carente de importancia al lado de la desazón que sentía Hanma todos los días de su vida.

¿Cómo había sido posible que por un mínimo descuido de su parte, por una pelea estúpida que tranquilamente podría haber solucionado hablando con Kisaki hubiesen terminado asesinándolo? Claro, el hijo de puta que los había traicionado era claramente consciente de que Hanma ya no se movía tan a menudo en las cercanías de Kisaki y había aprovechado para acabar con él.

La culpa, la desolación y el odio se amontonaban y mezclaban con sentimientos similares a la resignación, el cansancio. Hanma había salvado a Kisaki de la muerte en la línea temporal anterior y lo había estado cuidando como si del tesoro más valioso se tratase pero, sin embargo...ante la más mínima distracción que había tenido Kisaki había vuelto a morir. ¿Eso significaba acaso que Kisaki había estado siempre condenado a ese destino y Hanma sólo quería retrasar lo inevitable? ¿Si hubiese podido volver al pasado y salvarlo, aquello se hubiese repetido de nuevo?

Hanma sentía culpa doble, no sólo porque había dejado morir a la única persona que le había importado en su vida sino porque también se había cortado las piernas a sí mismo al asesinar a Choji en ese tiempo. Al hacerlo, no sólo había tenido que permanecer estancado y vivir todos los años que restaban hacia el presente sin poder saltar en el tiempo sino también el nexo que podría haberlo ayudado a regresar atrás antes de que aquello...

Porque quizás era cierto, Hanma volvería a cometer otro error y Kisaki probablemente volvería a morir por su culpa, pero aún así...aunque fuese solo un instante, unas horas, unos días, aún si Kisaki no era consciente de todo lo que habían vivido juntos en otras líneas temporales...Hanma estaba dispuesto a esperar otra vez, a ser paciente y a enamorar al otro la cantidad de veces que fuese necesario hacerlo.

Increíblemente, el teléfono volvió a sonar. Con más fastidio que curiosidad y juntando fuerzas de quién sabía dónde, Hanma finalmente gateó en el suelo hacia la mesa cuando el cuarto intento por incorporarse había fallado como los anteriores; en el camino había tirado la botella de whisky, se había chocado otra mesilla ratona y había tenido que aferrarse al respaldo de una de las sillas de madera para impulsarse parcialmente hacia arriba, lo suficiente para que su mano alcanzara el maldito aparato. Tardó uno, dos, tres intentos en encontrarlo sobre la mesa tanteando con la mano pero al fin había dado con él.

Desplomándose otra vez, ahora contra el respaldo de la silla y más mareado que la mierda se percató de que había llegado tarde. De nuevo, la persona que lo llamaba se había colgado.

Fue allí cuando realmente vio la hora en la pantalla desbloqueada del celular.

Las 4 AM.

¿Pero quién mierda se ponía a llamar de esa manera enloquecida a esas horas de la madrugada?¿Y en qué momento había pasado tanto tiempo, si Hanma recordaba haber llegado a eso de las 12...? Quizás se había dormido un rato y el ruido del aparatito lo había despertado...si era así, iba a asesinar al que lo estuviese llamando.

No, otra vez no podía hacerlo, al menos no tan pronto. El abogado idiota que Kazutora le había recomendado para sacarlo de la cárcel le había advertido claramente que si volvía a cometer un homicidio en lo que quedaba del año no iba a salir nunca más de allí dentro y en verdad, prefería sufrir y lamentarse afuera que en un lugar lleno de testigos indeseables.

El celular, como esperaba, comenzó a vibrar otra vez en su mano. Frunció el ceño y entrecerró los ojos intentando descifrar el número en pantalla; últimamente le estaba costando bastante enfocar las cosas y era una clara señal de que necesitaba ir al médico, pero...¿para qué?

No tenía agendado ese número y tampoco lo conocía. Incluso el prefijo no era de aquella ciudad.

Suspirando y decepcionado - sin saber realmente qué era lo que esperaba - Hanma pulsó el botón verde en la pantalla y contestó la maldita llamada.

— ¿Sí?

¿Hanma...ah...eres tú?

Un silencio los envolvió a los dos, a Hanma y al sujeto que había hablado del otro lado de la línea. Por un momento, el Alfa frunció el ceño más confundido que antes, la curiosidad despertándose por primera vez aquella noche.

Conocía esa voz, ya la había oído. ¿Quién carajo era? Sabía su nombre pero la pregunta había sonado con tanta inseguridad que Hanma dudó.

— ¿Quién es?

¿Eres tú, verdad? Por favor, dime que sí. He estado llamando desde temprano, pensé que...

— Te he preguntado quién eres. Si llamas a este número, entonces sabes quién soy.

Otro silencio. Aquel tipo que lo llamaba estaba ansioso incluso al punto de la desesperación, Hanma podía notarlo por la agitación de su voz, el tono elevado y rápido con el que intentaba sonsacarle información. Sin embargo, su propio tono agresivo parecía haberlo hecho detenerse; al cabo de unos segundos Hanma lo oyó suspirar.

Soy Hanagaki Takemichi. No sé si aún me recuerdas.

¿...Qué?

¿Aquella era una broma de mal gusto?

¡¿Cómo no iba a recordar a aquel imbécil?! ¡Por favor, ni que le hubiesen hecho un trasplante de cerebro! Hanma no sólo lo recordaba por el pasado y las cagadas que aquel estúpido se había mandado, sino porque apenas...bueno, apenas Kisaki había fallecido, había intentado buscarlo a él como medida desesperada para retroceder en el tiempo sólo para descubrir que el idiota ya había hecho el salto hacia el futuro, dejando a su yo del pasado ignorante de todo el caos que lo rodeaba.

Incluso había intentado contactarlo años después, y luego de nuevo con la esperanza de encontrar al Hanagaki que había hecho el salto temporal pero nunca había tenido suerte. Resignándose, al final se había dado cuenta que era imposible volver en el tiempo y había sepultado el recuerdo de ese sujeto.

Sin embargo, que fuese Hanagaki quien lo estuviese buscando ahora a él, a la madrugada y notoriamente desesperado era una señal de que quizás, tal vez...

Hanma se incorporó como pudo apoyándose en la silla, el alcohol pasando a un segundo plano producto de la impresión; comenzó a caminar en círculos dentro del comedor tambaléandose y chocando objetos sin importarle mientras se sostenía la cabeza al borde de una crisis.

— Claro que te recuerdo, ¿me estás jodiendo?

Dios, menos mal. Escucha, yo...recién puedo dar contigo, todo el mundo desapareció, no pude...

— Espera. ¿De qué hablas? Nadie desapareció. Cada uno siguió con su vida, supongo. Bueno, los que aún viven, no.

No hablo de eso.

Otro silencio, ahora un poco más incómodo y tenso que el anterior, hizo detener a Hanma del paseo que indefectiblemente iba a acabar en el suelo. De pie a un lado de la ventana, corrió la cortina para observar la acera vacía a esas horas de la noche.

Mira...hay cosas que...que tienes que saber. Quizás puedas ayudarme, y tal vez yo pueda ayudarte a ti.

— ¿A mí?¿Te parece que alguien como tú pueda...?

¿Quieres volver a ver a Kisaki?¿Si o no?

Wow, eso había sido intenso y directo, todo junto. Lo suficiente para que Hanma sintiera el mareo más poderoso de su vida y las rodillas más enclenques que había tenido hasta ese momento. Sosteniéndose de la pared, lo único que Hanma lograba hacer correctamente era evitar que el teléfono se le fuera a la mierda y perdiera el único contacto que ahora y de un momento al otro, le importaba.

Hanma sabía que Hanagaki viajaba en el tiempo porque había dejado rastros a su paso además de las conductas más que sospechosas en el pasado. Sin embargo, estaba seguro de que él no lo había hecho por lo que Hanagaki no podía saber que él también, en algún momento, había logrado hacerlo.

Estaba claro que era el Hanagaki que Hanma había buscado durante años, el saltador del tiempo, la única persona que podía ayudarlo a recuperar su vida. La de Kisaki.

¿Hanma, sigues ahí?

— Sí.— Hanma carraspeó, la voz ronca producto de la conmoción y la ansiedad.— Sí, sí quiero. Quiero volver a ver a Kisaki una vez más.

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