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¿Las dos de la mañana?

¿De verdad tenían tantas energías para molestar a esas horas?

Por supuesto, si era el horario donde más activos estaban todo ese rejunte de idiotas.

Mucho Yasuhiro estacionó el vehículo importado en el aparcamiento del hospital adonde Hanma le había dicho se estaba desarrollando el despliegue; girando la llave y apagando el motor, tanto el sonido del carro como la radio que venía oyendo despacio se dejaron de oír y el silencio no le incomodó, para nada. Sus ojos se deslizaron del tablero del vehículo hacia la parte trasera del hospital, frente a sus ojos a unos metros de distancia.

¿Qué se suponía que iba a hacer allí? No lo sabía con exactitud.

Hacía más o menos una media hora, Ran Haitani se había comunicado con él por teléfono para darle el informe acerca del asunto pendiente, asunto que había salido...bueno, mal para Sanzu, que le había pedido aquel favor casi en una súplica tácita.

Ah, estaba allí por Sanzu. Ahora lo recordaba.

Como Ran le había comentado que no sólo no habían asesinado a Hanagaki por error y que lo estaban trasladando al hospital sino que Mikey y Sanzu se habían movilizado también seguidos por ellos dos...bueno, estaba claro que considerando las circunstancias alguien más iba a resultar herido aquella noche y Mucho no podía ni quería permitir que ese alguien fuese Sanzu.

Pese a que el Omega se cansase de rechazarlo una y otra vez.

Sonrió mientras abría el compartimento del vehículo donde solía guardar los papeles del carro; en un acto mecánico más que concienzudo, Mucho retiró la pistola envuelta en una tela oscura y revisó el seguro, las balas. Hacía pocos meses había salido de prisión y para su decepción, Sanzu no había intentado comunicarse con él pese a que había recibido varias visitas suyas durante el tiempo que había permanecido recluido. Con ciertos temores bastante bien fundados, había terminado descubriendo que Mikey había disuelto la Tokyo Manji para formalizar otra organización más seria y peligrosa unos meses más tarde.

Y por supuesto, Sanzu era el segundo de Mikey.

Mientras observaba la pistola pequeña en sus grandes manos, recordó con nostalgia que había sido Sanzu quien se la había "regalado" en una de sus visitas preocupado por su bienestar dentro de aquel reformatorio.

Cómo carajos había hecho para introducir aquella arma sin que los de seguridad se percatasen era todo un misterio todavía para el Alfa. Nunca había tenido que emplearla pero siempre la llevaba consigo en una mezcla de precaución y cariño.

Suspiró, borrando la sonrisa de su rostro y abriendo la puerta del coche. Mientras se acomodaba la pistola en la parte trasera de los pantalones, Mucho se preguntó por qué seguía insistiendo y esperanzado en lo que era totalmente una causa perdida; de un tiempo a esa parte e incluso cuando aún visitaba a Mucho, Sanzu le había dado a entender sobre su amor por Mikey, amor que Mucho había querido entender como devoción...

...o como una obsesión. Sanzu había estado obsesionado con Mikey desde hacía mucho tiempo y para el Alfa no había sido extraño que aquello en vez de mejorar, empeorase.

Pero una cosa era querer ver los hechos como una obsesión unilateral, y otra muy distinta era que Mikey retribuyese aquello.

Si enterarse de eso no había sido la decepción más fuerte que Mucho había sufrido en su vida...había estado tan cerca...

¿Cerca?¿Cerca de qué?De que Sanzu terminara por rechazarlo de una vez y por todas, de eso había estado mortalmente cerca. El Omega jamás le había dado a entender que sentía algún tipo de atracción hacia él, nunca. Todo había sido literalmente pequeños momentos que Mucho había decidido malinterpretar a su beneficio; sin embargo, como muy en el fondo sabía que Sanzu no sentía nada por él al menos en un plano amoroso, en ninguna oportunidad se había animado a declararse.

Sangre en el Paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now