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¿Ese aroma...ese perfume...?

¿Era posible que aquello que sus fosas nasales estaban captando sutilmente desde aquel corredor desierto fuese...?

No, no podía ser.

Ni en las fantasías más locas de Hanma una cosa así se había dado. Sin embargo, pese a no creer en lo que su propia nariz estaba captando, inspiró el aire con mayor violencia e ímpetu...vaya a ser que el olor se disipara y quedara como un delirio más de los muchos que ya sufría, día y noche.

Fascinado y aún incrédulo, sonrió en la soledad del corredor silencioso. Sus ojos ambarinos se desviaron escasos segundos hacia la ventana al final del pasillo; la luz del sol ingresaba a través de las cortinas cerradas.

La ventana estaba cerrada, la puerta que daba al balcón también lo estaba.

El perfume no venía del exterior, venía del cuarto que estaba frente a Hanma, la puerta cerrada impidiéndole ver un poco, sólo un poco, cerciorarse...

"Mira, pero toques."

Cuando aquella oración bailó en su cerebro atontado, sus piernas reaccionaron solas incorporándose cuan alto era desde el sofá de la sala de estar. Dio uno, dos, tres pasos hacia la puerta.

Zancadas ansiosas, mejor dicho.

¿Y ahora? ¿Simplemente iba a girar el picaporte, abrir la puerta y mirar su interior?

La sola idea casi le provoca un ataque de risa cuando su mano tomó el acero frío, inmóvil.

Ni él se creía la posibilidad de guardar calma ante la visión que probablemente le aguardaba del otro lado de la puerta.

Porque si podía mirar, también podía tocar. Si abría esa puerta...no iba a poder contenerse, estaba seguro, porque...

¿Podría acaso probar?

La respuesta era un rotundo no, claro estaba.

Chasqueó la lengua mientras soltaba el picaporte, frustrado. ¡Se estaba frustrando solo, acaso no había aprendido absolutamente nada!

Claro que había aprendido a no...husmear. Había aprendido por las malas las consecuencias nefastas que podía sufrir si se atrevía a atravesar los límites impuestos...pero eso no significaba que no estuviese dispuesto a correr el riesgo una y otra, y otra vez para obtener aunque sea un poquito más.

Un poquito más de la nada misma, porque Kisaki le ofrecía solo migajas que él aceptaba de buen grado.

Aquello no era un todo o nada y la poca dignidad que Hanma demostraba era prueba suficiente.

Despeinándose y revolviendo en sus bolsillos en busca de un cigarrillo suelto, se replanteó la posibilidad de abrir esa maldita puerta por enésima vez en diez minutos. ¿Acaso era idiota? Y sí, Kisaki ya se lo había dicho tantas veces que el concepto se le había quedado grabado a fuego incluso a él.

Idiota, pero no estúpido.

Sólo un poquito...sino hacía ruido, podría espiar unos segundos y...

...y lograr que Kisaki lo mate.

O peor, que lo echase de su departamento si alcanzaba a verle más piel de la que supuestamente tenía permitido luego de bañarse.

Más frustrado todavía, desvió su atención hacia la ventana; se dirigió hacia ella y de mala manera, corrió la cortina, abrió el postigo y encendió el cigarrillo salvador que había encontrado en el bolsillo trasero, aplastado pero útil aún.

Sangre en el Paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now